Un gran campamento romano perdido, que se remota al siglo II a. C., aparece en la sierra de Laboreiro, entre Orense y Portugal

El recinto de Lomba do Mouro, en la sierra de Laboreiro, está situado en la frontera entre Galicia y Portugal. Manuel Gago

Tecnología pionera ha ayudado a encontrar un campamento perdido construido y utilizado por miles de soldados romanos enviados para conquistar el noroeste de la península ibérica.

El descubrimiento es el recinto fortificado militar romano más grande y antiguo excavado hasta ahora en Galicia y el norte de Portugal. Los cimientos del muro del recinto datan aproximadamente del siglo II a. C.

Los expertos analizaron una sección de sedimento de los cimientos del muro utilizando una técnica de datación por luminiscencia estimulada ópticamente (OSL). Esto permitió fechar la última vez que los cristales de cuarzo estuvieron expuestos a la luz solar y cuánto tiempo estuvieron enterrados bajo las paredes.

Detalle del sondeo 2.  Foto: Era-Arqueologia. Los resultados de la datación absoluta del muro del recinto por OSL sitúan su fundación alrededor del siglo II a. C.

El descubrimiento significa que Lomba do Mouro es el campamento romano identificado científicamente más antiguo hasta la fecha en Galicia y el norte de Portugal y puede vincular su construcción con las primeras campañas militares romanas en Gallaecia.

El campamento de Lomba do Mouro, en la localidad de Melgaço, Portugal, (junto al río Miño y limítrofe con Galicia) fue construido por unas 10.000 tropas romanas que cruzaban el monte Laboreiro, entre los ríos Lima y Miño. Fue diseñado para ser una fortificación temporal, se usó durante un día o semanas como máximo en los meses más cálidos y se construyó rápidamente.

El ejército cruzaba un terreno elevado por seguridad. Las fuentes escritas describen peleas durante su excursión, pero también se hicieron algunos acuerdos potenciales con la comunidad local.

Imagen LiDAR del campamento romano de Lomba do Mouro João Fonte.

De difícil detección

Los campamentos temporales son difíciles de detectar porque quedan pocas pruebas arqueológicas, debido a su naturaleza no permanente y porque a menudo fueron destruidos a propósito cuando el ejército romano se fue.

El doctor João Fonte (izquierda), de la Universidad de Exeter, miembro del equipo de investigación, señaló en un comunicado que "las fuentes escritas mencionan al ejército cruzando diferentes valles, pero hasta ahora no sabíamos exactamente dónde. Debido a la naturaleza temporal del sitio, es casi imposible de encontrar sin utilizar técnicas de detección remota, y la datación por radiocarbono no habría sido precisa porque las raíces de las plantas se introducen en la estructura".

"Hemos encontrado numerosos campamentos militaresen el Noroeste de la península ibérica en los últimos años, pero su datación es muy compleja. Al tratarse de recintos temporales, hay muy poca evidencia material u orgánica en ellos que permita una datación científicamente válida".

Con una superficie de más de 20 hectáreas, Lomba do Mouro fue descubierta mediante técnicas de teledetección por el colectivo de investigación romanarmy.eu y fue objeto de un estudio arqueológico en septiembre de 2020. La campaña fue dirigida por el arqueólogo de la Universidad de Exeter João Fonte.

Distribución de emplazamientos militares romanos en el noroeste de Iberia. En amarillo y numerados los sitios estudiados. En rojo, otros enclaves (cuadrado = campamento; círculo = castellum / puesto avanzado; cuadrado con cruz = fortaleza / fortaleza).

100 años más antiguo que Penedo dos Lobos

Hasta ahora, el campamento romano más antiguo de Galicia y norte de Portugal, excavado por el mismo equipo, era Penedo dos Lobos (Manzaneda, Ourense), donde se podían encontrar monedas que vinculaban este recinto con las campañas bélicas conocidas como Guerras Cántabras (29-19 a.C.), con la que el emperador Octavio Augusto puso fin al proceso de conquista de Hispania.  Lomba do Mouro se construyó cien años antes que Penedo dos Lobos.

As de Augusto acuñado por el legado Publio Carisio (25-22 a.C.) y recuperado en el campamento de Penedo dos Lobos.

En 137 a. C. el cónsul romano Décimo Junio Bruto entró en Gallaecia con dos legiones, cruzando los ríos Duero y Lima y llegando al Miño. La datación de los muros, junto con las grandes dimensiones del recinto, apoyan la hipótesis de que el campamento pudo haber sido levantado por un contingente ligado a estos tiempos, aunque por el grado de incertidumbre de las fechas es difícil establecer una relación directa con el episodio de la campaña de Décimo Junio Bruto.

Trabajos aún pendientes

Hasta ahora, los sondeos se han realizado exclusivamente en la parte portuguesa del campamento, que tenía carácter temporal y fue erigido por el desplazamiento de un enorme contingente de unos de 10.000 soldados rumbo al noroeste de la Península. "En la parte gallega todavía no hemos podido trabjar, pero el plan futuro pasa por una colaboración transfronteriza", indica Fonte.

Además, está pendiente examinar a fondo el campamento de Chaira da Maza, en el concejo orensano de Lobeira y a unos ocho kilómetros de distancia de Lomba do Mouro. "Podría estar relacionado con el mismo proceso histórico", concluye.

Fuentes: elespañol.com |lavozdegalicia.es | 24 de junio de 2021

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el julio 1, 2021 a las 11:55pm

Drones y memoria vecinal para la reconstrucción de la Gallaecia romana

Bajo hierba y tierra, en ocasiones hasta cubierto de nieve, reposa parte del pasado romano de Galicia. Incluyendo el norte de Portugal, son cerca de treinta los campamentos militares identificados por el colectivo de investigadores Roman Army, que ahora intenta reconstruir la historia de fuertes como Penedo dos Lobos (Manzaneda) y O Cornado (Negreira) para dibujar la conquista de un territorio ya de por sí complejo, por su orografía. «Esto no era la Galia, con grandes llanuras», indica Manuel Gago, profesor en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) e integrante del proyecto.

 

En el caso de Penedo dos Lobos, fue el aviso de un vecino de la comarca de Valdeorras lo que puso en marcha una primera exploración del recinto, en pleno invierno y en una loma con una pendiente considerable. La sorpresa fue mayúscula, porque el vuelo de un dron sobre el teórico asentamiento reveló la existencia de un foso. «Hay cosas que están ahi, pero no siempre somos capaces de verlas», corrobora Gago.

Los arqueólogos de Roman Army, que combinan la prospección en superficie con la fotografía aérea, también comprendieron la importancia de crear una red comunitaria vecinal para completar un trabajo de recuperación arduo, que abarca un período con innumerables vacíos documentales. Podría bastar el hallazgo de una simple moneda, por ejemplo, para acercarse a la datación exacta de un campamento. «El problema es que para hacerlo de forma precisa necesitas materiales. Y en Galicia, en líneas generales, los suelos son muy ácidos y la conservación es muy complicada», apunta José Manuel Costa, doctor en Arqueología por la USC.

 

Pero además, hay una dificultad añadida: conocer el fin último de cada fuerte. No hay uno igual a otro, pero los tamaños sí permiten hacer cábalas. «La mayoría de los que hemos encontrado se ocupaban durante días, o puede que semanas. Penedo, por ejemplo, fue y es espectacular. Pequeño, manejable y con defensas muy bien conservadas. Es un yacimiento agradecido. Una niña bonita, en este sentido. Y Lomba do Mouro, también en la provincia de Ourense y en el borde de..., es totalmente diferente porque hablamos de algo masivo y con la datación más antigua que hemos obtenido. Tenía dos líneas de muralla. ¿Por qué?», se pregunta Costa. Intuyeron una posible respuesta durante una jornada en la que la niebla y el orballo hicieron acto de presencia. «Impedían ver nada. En verano pasa menos, pero también se puede dar una niebla baja. Ahí puede haber una explicación si nos ponemos en la piel de los habitantes del campamento, porque ellos veían con ojos de supervivientes», arguye Costa.

José Manuel Costa, investigador del grupo Roman Army. Sandra Alonso.

El hándicap del minifundismo

 De las cuatro provincias gallegas exploradas por el equipo de Roman Army, Pontevedra es donde más ha costado desentrañar la historia militar de Roma en su avance hacia la antigua Gallaecia. «Es la zona más fragmentada, donde hubo más cultivo y cambios en los sistemas de propiedad. Normalmente, coincide con el impacto del minifundismo», dice Costa.

 

Por suerte, la mayoría de los campamentos se han hallado en montes comunales o propiedades públicas. En caso de que el yacimiento esté en una finca privada, es preciso un permiso del dueño. Y ahí, tener mano izquierda es fundamental. «Hace 20 años era una cuestión que daba muchos dolores de cabeza, pero ahora existe más concienciación y más curiosidad. Con todo, ya nos encontramos a más de un señor que ponía pegas a intervenciones porque se emperraba en que tiene su terreno para ganar dinero, aunque estas excavaciones no supongan un trastorno», agrega.

 

En Roman Army estiman que el grueso de campamentos hallados se fundaron entre el siglo II a. C. y el inicio de la nueva era. Pero como casi siempre, serán los nuevos hallazgos y el análisis de restos los que hablen claro: «Sabemos que están ahí. Y ahora hay que entender el porqué de que estén», concluye.

«Antes no existía una frontera como las entendemos hoy»

Durante los últimos años, el colectivo Roman Army ha identificado tres bloques geográficos con campamentos romanos entre Galicia, el norte de Portugal y el límite con Asturias y Castilla y León. Algunos, en el occidente de la provincia de A Coruña, con O Cornado (Negreira), Santa Baia (A Laracha) y la Cova do Mexadoiro (Trazo). Otros, en la parte oriental de Lugo, con A Penaparda (A Fonsagrada), A Recacha (Navia de Suarna) o A Cortiña dos Mouros (Cervantes). Y ya en el sur, la raia deja un rosario de fuertes en Lomba do Mouro (Verea), Chaira da Maza (Lobeira) o el Alto da Raia (Calvos de Randín).

 

Este último grupo, por ejemplo, abarca fuertes espectacularmente grandes, de hasta 25 hectáreas. «Por pura lógica, se relacionan con campañas con más gente. Tienen las defensas muy reforzadas, y eso nos lleva a pensar hasta qué punto conocían el terreno que pisaban, porque transitan por altos de las sierras. En fondos como un valle, los antiguos habitantes podían sufrir inundaciones o incluso emboscadas», explica José Manuel Costa. Excavar parte de estas defensas es clave, porque la zona inferior de los parapetos puede dejar al descubierto materia orgánica que ayude con las dataciones.

Obtener una estimación temporal contribuye a contextualizar el posible uso del fuerte. Al este de Lugo, por poner un caso, se sospecha que algunos de los emplazamientos tenían relación con las guerras cántabras y astures. «Antes no existía una frontera como las entendemos a día de hoy», apunta Costa. Por eso, ya desde el inicio, se abordó la exploración en colaboración con investigadores portugueses, porque hay más de una fortificación que está enclavada entre un concello gallego y un municipio luso. El de Lomba do Mouro, por ejemplo, se adentra en Verea (Ourense) pero el grueso del fuerte se localizó en Melgaço. «El campamento más grande y antiguo de Galicia y del norte de Portugal», afirma João Fonte, arqueólogo de la Universidad de Exeter (Inglaterra) e integrante de Roman Army. Ahora, la duda reside en si está asociado a la campaña del cónsul romano Décimo Junio Bruto, que se internó con dos legiones en el territorio en el año 137 antes de Cristo, cruzando los ríos Duero y Limia.

Fuente: lavozdegalicia.es | 29 de junio de 2021

 

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