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Un bonobo cocina malvaviscos frente a una hoguera
Fuente: elconfidencial.com | Sergio Ferrer | 3 de junio de 2015
Hoy en día cocinar se limita muchas veces a introducir la lasaña congelada en el microondas. Pero hubo un momento en los albores de la humanidad en el que todo fue más difícil y no precisamente por la falta de tecnología. Antes de ponerse el delantal por primera vez, el ser humano tuvo que comprender que la comida podía ser transformada en algo más sabroso y fácil de digerir. Dar este paso requiere de una capacidad cognitiva que se creía limitada a nosotros. Al menos hasta ahora.
Nuestro pariente vivo más cercano, el chimpancé, es igualmente capaz de comprender los beneficios de esta actividad. “Prefieren los alimentos cocinados. También tienen la paciencia necesaria para no comerse los alimentos crudos y esperar a cocinarlos, y entienden la transformación que se lleva a cabo”, comenta a Teknautas la investigadora de la Universidad de Harvard y coautora del estudio publicado hoy en la revista Proceedings of the Royal Society B., Alexandra Rosati (izquierda).
“Tienen las capacidades cognitivas mínimas necesarias para esta tarea, quitando el control directo del fuego”, explica Rosati. Estas características fueron fundamentales en la evolución humana, pero parece que surgieron mucho antes de lo imaginado: “El último ancestro común a chimpancés y seres humanos, que vivió hace entre 5 y 7 millones de años, ya tenía estas capacidades cognitivas”. En nuestro caso los conocimientos estaban ahí, y en cuanto los primeros Homo sapiens fueron capaces de controlar las llamas no les costó esfuerzo convertirse en auténticos cocinitas.
De esta forma nuestros antepasados pudieron digerir los alimentos con mayor facilidad y extraer más energía de su dieta. Esto jugó un importante papel en el desarrollo del cerebro, que es el órgano con un metabolismo más exigente. Según Rosati, este trabajo contesta a la pregunta ¿qué fue antes, el fuego o la cocina? “Algunas hipótesis sugieren que el control de este elemento nació para otros fines como la luz, el calor o la protección y sólo mucho tiempo después se aplicó a los alimentos. Estos resultados sugieren que su dominio y la aparición de la cocina surgieron a la vez”.
Para determinar si los chimpancés tienen lo que hay que tener para ser considerados como cocineros, el equipo de Rosati viajó al Santuario de Tchimpounga de Congo, que forma parte del Instituto Jane Goodall. Allí llevaron a cabo diversas pruebas y observaciones con los animales del centro. “No se trataba de entrenarlos para que cocinen, algo que no hubiera sido difícil dada su inteligencia, sino de estudiar si tendrían la perspicacia necesaria para comprender el proceso y sus beneficios”, aclara la investigadora.
En primer lugar comprobaron que los chimpancés prefieren las batatas cocinadas (colocadas sobre una sartén durante un minuto, sin aceite ni mantequilla) a las crudas. No se trata sólo de gustos, sino de paciencia: los simios escogen esperar un minuto para obtener el alimento deseado, en lugar de comerse inmediatamente el tubérculo.
Las preferencias de los chimpancés estaban claras, pero mucho más decisivo era comprobar si entenderían la transformación de crudo a cocinado y si intentarían producirla por sí mismos. En otras palabras, si serían capaces de cocinar. El uso del fuego está limitado al ser humano, así que los investigadores tuvieron que hacer gala de su inventiva para ponerles el gorro de chef a estos animales.
El resultado fue un dispositivo que dispensaba rodajas de batata introducidas cuando se introducían otras crudas, junto a otro que no producía efecto alguno. Tras un intento de prueba para enseñarles cómo funcionaba, prácticamente cada chimpancé escogió el aparato correcto, lo que sugiere que entendieron rápidamente los cambios producidos.
Cocineros pacientes
La confirmación de que los chimpancés comprendían las implicaciones de la cocina llegó con el siguiente experimento. Aunque sólo habían visto (y probado) el dispositivo con batatas, no dudaron en introducir también zanahorias. Tampoco se dedicaron a meter, a ciegas, cualquier objeto, ya que descartaron hacer lo mismo con trozos de madera.
En la última prueba los investigadores quisieron comprobar si estos primates pueden hacer planes de futuro en este contexto. Es cierto que es ampliamente conocido que los chimpancés fabrican herramientas que luego conservan para un uso posterior, pero estas no se comen. Un utensilio no tiene valor por sí mismo, pero la comida sí tiene un atractivo intrínseco así que, ¿por qué conservarla en lugar de comérsela? Según Rosati sí parecen apreciar el valor de la paciencia: transportaron la comida de un lado a otro para cocinarla y esperaron tres minutos antes de que apareciera el dispositivo en lugar de devorarla cruda. "Los animales suelen tener problemas con el autocontrol, y los chimpancés suelen comerse la comida que tienen", asegura sorprendida la investigadora.
Diagrama esquemático de los nueve experimentos.
Una vez sabido que los chimpancés tienen estas nociones básicas, la pregunta siguiente es si las ponen en práctica en la naturaleza. Es obvio que no pueden controlar el fuego, pero podrían aprovecharse de los incendios naturales en su favor. Rosati no lo descarta, pero es cautelosa: “Se ha observado a estos primates entrando en un bosque quemado para comer frutos secos y semillas cocinados, pero es difícil saber qué entienden realmente sobre el fuego”.
La primatóloga británica Jane Goodall (izquierda) eminencia mundial en chimpancés, explicaba a este periódico durante su reciente visita a España cómo estos animales son extraordinariamente parecidos a nosotros. Fabrican herramientas, sienten emociones y ahora, además, muestran su potencial como cocineros.
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