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Neandertales en torno al fuego / Parque Prehistórico de Málaga. Foto: Torografic
Fuente:ABC.es | 26 de junio de 2013
Hace entre 53.000 y 30.000 años, una comunidad de neandertales, la otra especie humana inteligente, residía en la cueva cántabra de El Esquilleu (derecha). Allí se han encontrado restos óseos de pequeños animales hallados en lo que podría ser una hoguera. Estos restos podían haber servido como fuente de combustible pero, debido a que existía en la zona numerosa vegetación que podían utilizar para avivar las llamas, investigadores de la UNED y de la Universidad Complutense creen que los neandertales «hacían limpieza» en la cueva quemando los restos de forma sistemática, para evitar infecciones.
El comportamiento de los neandertales de montaña es algo todavía bastante desconocido para la comunidad científica. Diferentes estudios han demostrado que la especie utilizaba huesos de animales como combustible de las hogueras que encendían, en especial, cuando escaseaba la masa arbórea.
La hipótesis que los investigadores españoles plantean en su estudio, publicado en la revista Quaternary Sciencie Reviews, es que fuera una forma sistemática de mantener limpia la cueva, eliminando cualquier tipo de residuo. «La vida de los grupos humanos en cuevas con bastante humedad, con depredadores al acecho y con residuos de comida en descomposición cerca, acarreaba ciertos riesgos para estos humanos que, además, tenían que permanecer en cierto modo hacinados para hacer frente al frío», apunta Paloma Uzquiano (izquierda), investigadora de la UNED y una de las autoras del trabajo.
«No resulta disparatado pensar que eliminando residuos orgánicos de manera sistemática trataran de evitar males mayores», añade Uzquiano. No obstante, los investigadores, entre los que se encuentran expertos de la Universidad Complutense (Madrid), tampoco descartan la hipótesis de que los huesos sirvieran, a su vez, como combustible de las hogueras, adquiriendo una doble función.
Los neandertales mantenían esos fuegos encendidos de forma permanente para cocinar, iluminar su entorno, construir herramientas e incluso para evitar plagas de mosquitos, típicas en los ambientes húmedos.
Para demostrar si estos huesos podían servir como combustible, los investigadores simularon un total de diez fuegos, añadiendo diferentes huesos de cabra, animal al que pertenecían los restos hallados en El Esquilleu. Estos restos óseos se salen de lo común puesto que, en otras hogueras neandertales, los científicos habían encontrado restos de animales más grandes, como vacas o caballos, que tenían más cantidad de grasa para quemar.
«Los fuegos demostraron que los huesos de animales de pequeño tamaño también poseen cualidades combustibles y que, en el caso de los huesos axiales y las epífisis –extremos de un hueso largo–, el proceso de combustión se extendía durante más tiempo», detalla José Yravedra, investigador de la Universidad Complutense de Madrid y doctor por la UNED.
La comunidad de neandertales que vivía en la cueva de El Esquilleu tuvo que hacer frente a fuertes etapas de inestabilidad atmosférica, viviendo tanto períodos de clima frío como más cálido. La vegetación dominante de la zona cántabra era de carácter abierto y preforestal, por lo que solo matorrales como leguminosas, espinos caducifolios, el pino, el abedul, el sauce, el mostajo, el serbal y el enebro (en menor medida) se adaptaron a estos ambientes cambiantes. También consiguieron resistir robles y avellanos, pero refugiados en pequeños enclaves.
Por su parte, la fauna de herbívoros que habitaba entre esta vegetación era muy diversa, con caballos, bisontes y uros en zonas abiertas;corzos y jabalíes en medios más boscosos; cabras en las zonas escarpadas de las laderas y ciervos que realizaban desplazamientos de las montañas hacia los valles. «Esta biodiversidad hizo posible que los grupos se instalaran de manera itinerante en distintos enclaves, siguiendo los desplazamientos estacionales de las manadas de herbívoros, así como los ciclos de las plantas de todo ese entorno», concluye Uzquiano.
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