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Cráneo hallado en el yacimiento de Dolnte Vestonice, República Checa. Martin Frouz.
Fuente: EL PAIS.com | Materia | 4 de febrero de 2016
Hace algo más de treinta años, cuando científicos como el sueco Svante Pääbo (derecha) comenzaron a recuperar el material genético de seres vivos muertos hace miles de años, se abrió una puerta de acceso a una parte de la historia que parecía desaparecida para siempre. Además de proporcionar información sobre algunos de sus rasgos físicos, como el pelo rojo de los neandertales, o la intolerancia a la lactosa de Ötzi, el hombre de los hielos, el ADN antiguo está ayudando a entender los movimientos migratorios y las probables penurias de nuestros ancestros.
Esta semana, un equipo liderado por Johannes Krause (izquierda), director del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena (Alemania), ha anunciado los resultados del análisis genético de 35 individuos que vivieron entre hace 35.000 y 7.000 años en Francia, Alemania, Bélgica, Italia, la República Checa y Rumanía.
En aquel periodo, los pequeños grupos de Homo sapiens que habían llegado a Europa milenios antes procedentes de África se estaban convirtiendo en la especie humana dominante ante la decadencia de los neandertales. Pero tampoco tenían una vida fácil. El Último Máximo Glacial, que comenzó hace unos 25.000 años y mantuvo medio mundo congelado durante unos 120 siglos, obligó a muchos de estos grupos a refugiarse en el sur del continente.
En esas posiciones de resistencia, las poblaciones se redujeron y se produjo lo que se conoce como un cuello de botella genético, que queda registrado como una reducción de la diversidad de las poblaciones. Una de las consecuencias de aquellos sufrimientos se observa en el estudio que hoy se publica en la revista Current Biology. El análisis del ADN mitocondrial de tres individuos que vivieron en lo que hoy son Bélgica y Francia, antes de que comenzase el periodo más gélido de la glaciación, muestra que pertenecían al haplogrupo M, un linaje humano que hoy es común en Asia o las poblaciones de nativos americanos, pero que ha desaparecido de Europa. Este hallazgo sustentaría la hipótesis de que todos los humanos no africanos surgieron a partir de una única y rápida migración que comenzó hace unos 50.000 años.
Una foto de Hohle Fels, Jura de Suabia, Alemania Crédito: © Alb-Donau-Kreis Tourismus
El ADN mitocondrial es una herramienta útil para comparar individuos y deducir su proximidad genética y la historia de las migraciones de los grupos a los que pertenecían. Esto sucede porque, a diferencia del material genético del núcleo, que se mezcla cada vez que se procrea, el ADN mitocondrial, presente en los orgánulos que le dan energía a la célula, permanece estable. Además, las escasas mutaciones, que se producen una vez cada 8.000 años, permite utilizar esos cambios como reloj para conocer, por ejemplo, el momento aproximado en que se produjo una migración.
El hallazgo más sorprendente de Krause y su equipo es la desaparición de los descendientes de los cazadores recolectores que sobrevivieron al Último Máximo Glacial hace unos 14.500 años, justo cuando la helada milenaria comenzaba a amainar. Después de superar lo peor, quizá ya mermados tras siglos de refugio, algo hizo desaparecer a aquella población. “No sabemos quién les reemplazó o de dónde venían, aunque el trabajo con su ADN nuclear nos permitirá saber más de dónde vinieron”, explica Johannes Krause. “Sobre lo que les sucedió, solo podemos especular y pensar que quizá esa gente se había adaptado al clima frío y a cazar mamuts, y que después, de oriente próximo o el sudeste de Europa, llegaron pueblos mejor adaptados a aquel tipo de entorno”, añade.
Carles Lalueza Fox (izquierda), investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona, que también ha realizado investigaciones sobre el ADN antiguo de poblaciones de aquella época coincide en que los resultados publicados en Current Biology concuerdan con algunos de sus hallazgos.
“Cuando hicimos el análisis en La Braña [un yacimiento en León] vimos que en el ADN mitocondrial en el Mesolítico (hace unos 7.000 años) hay poca diversidad genética y una población escasa”, cuenta. Sin embargo, en el Neolítico, algunos siglos después, ya había dado tiempo a que las poblaciones se recuperasen después de los tiempos difíciles tras la glaciación y había más diversidad y más mezcla entre poblaciones.
Lalueza Fox recuerda también que en la época del gran reemplazo observado en los análisis de Krause, existieron culturas arqueológicas muy distintas. Normalmente, los arqueólogos suelen ver una cierta continuidad entre culturas, pero en aquel momento el cambio es más fuerte. El momento de la desaparición de aquella población europea hace 14.500 años coincide con la llegada de la cultura magdaleniense. Como probablemente había sucedido en otras ocasiones en la prehistoria, un grupo humano debilitado por las circunstancias pudo verse finalmente sobrepasado por otros pueblos más fuertes y mejor adaptados a las circunstancias. El estudio de su ADN nuclear permitirá saber algo más sobre aquellos europeos desaparecidos.
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Reproducción del llamado Hombre de Cro-Magnon. Fuente: hicido.uv.es
Fuente: quo.es | José María Bermúdez de Castro | 3 de marzo de 2015
La historia evolutiva de las poblaciones humanas de Europa parece haber sido siempre muy compleja. Sospechamos que nuestro continente ha sido repoblado quizá en muchas ocasiones desde hace 1,5 millones de años, sin que ello haya supuesto necesariamente la completa desaparición de cada una de las poblaciones que fueron llegando durante el Pleistoceno.
La alternancia de fases glaciales e interglaciares parece ser responsable de la expansión y retracción de los grupos humanos de Europa. No obstante, parecíamos tener la certeza de que los miembros de nuestra especie terminaron por conquistar de manera definitiva el continente europeo, sin más sobresaltos que la entrada de otros grupos de nuestra propia especie durante la expansión de la cultura neolítica. El estudio del ADN antiguo vuelve a darnos más sorpresas.
Un trabajo firmado por 35 especialistas, liderados por Cosimo Posth (izquierda, Universidad de Tübingen, Alemania) y publicado en la revista Current Biology, nos revela que los miembros de nuestra especie fuimos incapaces de superar el impacto de las últimas fases glaciales del hemisferio norte, ocurridas hace entre 25.000-19.500 años y hace entre 14.500 y 11.500 años. Para llegar a esta conclusión, los investigadores han estudiado los haplotipos del ADN mitocondrial de 35 esqueletos humanos recuperados de yacimientos de Alemania, Bélgica, Chequia, Francia, Italia y Rumanía.
Los primeros cazadores y recolectores, que poblaron Europa hace unos 40.000 años tras la desaparición de los neandertales, tenían una cierta diversidad en su ADN mitocondrial. Esta diversidad se conoce bien por estudios previos en restos esqueléticos de cierta antigüedad. Aunque el término está en desuso, esas primeras poblaciones de nuestra especie fueron conocidas durante mucho tiempo por un cráneo encontrado en Francia, conocido como el “Hombre de Cro-Magnon”.
Foto: Yacimientos arqueológicos de cazadores-recolectores durante el Pleistoceno final y principios del Holeceno cuyos puntos en color especifican los haplogrupos derivados de su ADNmt.
La hipótesis de partida es que todos los europeos habrían mantenido la diversidad original tras distribuirse por las tierras europeas. Pero no fue así. Hace unos 14.500 años Europa pudo padecer una crisis demográfica muy importante, que estuvo a punto de extinguir a las poblaciones de Homo sapiens. Esta crisis sorprende únicamente por el hecho de que tradicionalmente nos hemos considerados superiores a cualquier otra especie de hominino. Pero hemos de reconocer, con humildad, que aún en el siglo XXI seguimos a merced de la naturaleza.
La última crisis climática (la llamada pequeña Edad del Hielo) pudo dejar a Europa casi despoblada. Aquellos que resistieron las duras condiciones volvieron a expandirse por Europa, curiosamente coincidiendo con la antigüedad atribuida a las pinturas de la cueva de Altamira. El “cuello de botella” genético mermó la diversidad de los europeos. La población superviviente, representada en los yacimientos de los países mencionados con anterioridad, presentan un ADN mitocondrial homogéneo, que ha sorprendido a los genetistas.
Este modelo de expansión-retracción puede comprobarse ahora en poblaciones relativamente recientes, gracias al ADN conservado en sus restos esqueléticos. Pero este modelo ya ha sido propuesto para las poblaciones del Pleistoceno, simplemente utilizando la lógica y la diversidad que se observa en los pocos restos fósiles de Pleistoceno de Europa.
Este modelo fue bautizado hace pocos años como “sink and source”, que puede traducirse literalmente como el modelo del “Sumidero y de la Fuente”. Su significado es claro. Las poblaciones del Pleistoceno sucumbirían durante las fases glaciales y los supervivientes habrían resurgido como fuente de nueva diversidad, quizá hibridando con los miembros de otros grupos humanos llegados de tierras más cálidas.
Foto: El análisis del ADN mitocondrial ha revelado inesperadamente que tres individuos de enclaves arqueológicos en Francia y Bélgica, que datan antes de la fase fría de la última Edad de Hielo, pertenecían al tipo de haplogrupo H, el cual no se encuentra entre la población europea contemporánea, pero sí es muy común entre las poblaciones de Asia, Australia y América. La foto corresponde al yacimiento de Closeaux, en Rueil-Malmaison, Cuenca de París, Francia.
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