Un yacimiento como el Carambolo debería estar protegido al más alto nivel por la legislación cultural y urbanística, de manera que se impidiese cualquier construcción en él. No estamos ante un solar urbano, donde la conciliación entre pasado y presente adquiere un perfil astilloso, puesto que la preservación a ultranza imposibilitaría la continuidad de vida en la ciudad. Y deben, por tanto, arbitrarse medidas preventivas para poder socavar el subsuelo habiendo documentado con anterioridad los vestigios arqueológicos allí existentes.
Un yacimiento como el Carambolo no debería haber sido sometido a una excavación previa para dilucidar si allí es posible o no construir un hotel. El Plan General de Camas destina esos suelos al sistema general de espacios verdes. Si, en todo caso, se considera conveniente realizar una evaluación del potencial arqueológico del yacimiento, no es preciso excavarlo, como se ha hecho. Hay otros medios eficaces que no resultan destructivos para el patrimonio arqueológico. Con unas prospecciones geofísicas, apoyadas en unos sondeos muy puntuales, hubiese sido suficiente para delimitar la superficie del yacimiento y tener una idea exacta de su potencial arqueológico. Datos más que suficientes para que las administraciones competentes hubiesen podido deliberar sobre el destino de esos suelos.
Un yacimiento como el Carambolo no merece que, en lugar del empleo de esas técnicas no destructivas, habituales en la protección del patrimonio arqueológico en España y fuera de ella, se haya rebajado la superficie donde un particular desea construir un hotel, mediante una excavación de urgencia carente de un proyecto de investigación abarcador, suscrito por un equipo multidisciplinar, con suficiente dotación económica y margen de tiempo para poder realizar una indagación acorde a la significación científica que tiene ese enclave. Los resultados publicados de esta intervención manifiestan cuánto más se hubiese podido profundizar en el conocimiento de haberse excavado en unas condiciones óptimas. Conocemos, de manera incompleta, las plantas de los edificios que allí se sucedieron durante la primera mitad del primer milenio antes de Cristo. En un yacimiento de esa envergadura no puede usarse como estrategia de excavación los límites caprichosos de la planta que ocupará una futura construcción, sino un área abierta que permita documentar enteros los edificios protohistóricos sacados a la luz. La casi total ausencia de análisis de los materiales arqueológicos resta informaciones vitales sobre las distintas etapas culturales registradas que ya no podrán hacerse, al menos en la zona excavada.
Un yacimiento como el Carambolo merece que el aniversario en el que se cumplen cincuenta años desde que saltó a la fama mundial, por la aparición de un excepcional tesoro, no se celebre dejando como hito la construcción de un hotel sobre él que, de paso, afecta a un espacio tan sensible ecológicamente como es el borde del Aljarafe.
El Correo de Andalucía (30/03/2008)
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