La teoría de la evolución de las especies (base de toda explicación de cambio biológico) indica que el mecanismo de producción de nuevas especies se produce por medio de las mutaciones producidas al azar, y en la acción de la selección natural sobre estas nuevas formas morfológicas (fenotipos), favoreciendo aquellas que presenten un mayor poder adaptativo o de supervivencia. Esta acción evolutiva sobre las poblaciones que constituyen una especie determinada, producen pequeñas y sucesivas alteraciones anatómicas que con el paso del tiempo originan nuevas especies con otras características morfológicas. La evolución de la conducta se derivaría de los consecutivos cambios anatómicos, estableciéndose una relación directa entre el cambio anatómico y modificación conductual, quedando en el aire la matización de tal relación. Siguiendo estas pautas, en la evolución neurológica humana todo aumento cerebral debe justificarse con alguna mejora adaptativa, para que la selección natural pueda promocionarlo. En general, tal concepción evolutiva ofrece numerosas ventajas, pues es fácil de explicar, comprender y aplicar.
Sin embargo, está ampliamente admitido que la evolución de nuestro cerebro fue mucho más rápida que la cultural, la cual siempre tiene lugar tras los cambios neuroanatómicos. La siguiente figura explica, en criterios generales de nuestro árbol evolutivo, tal proceso.
En este esquema podemos ver la existencia de un desfase evolutivo-cultural que sólo puede explicarse por las características exaptativas o emergentes de nuestro cerebro. Es decir, de la necesidad de un ambiente cultural que favorezca tal desarrollo cognitivo, si este no existe, el cerebro, a pesar de todas sus capacidades o potencialidades cognitivas, sólo alcanzará el nivel del grupo social en el que viva.
Valoraremos dos hechos fundamentales.
Arqueológicos. Lo cierto es que desde que apareció el teóricamente primer componente de nuestro linaje (
Homo habilis), la conducta ha ido progresivamente aumentando en complejidad (tecnología del modo 1 Olduvaiense, modo 2 Achelense, Modo 3 Musteriense, modo 4 Auriñaciense). El
Homo erectus alcanzó el Achelense, la técnica de tallado de Levallois, el conocimiento del fuego, algunas técnicas de caza complejas, cierta organización social y un lenguaje sencillo que le permitiera realizar todas estas conductas sociales y tecnológicas. En general parece mucho, pero en comparación con lo visto en el Paleolítico superior, la diferencia es abismal (conducta muy flexible, muy racionalizada, desarrollo pleno del simbolismo, enorme avance en la tecnología: útiles, materias primas y tecnología de tallado, etc.). Incluso el Neandertal y el
Homo sapiens sapiens se encontraron en el comienzo de su andadura evolutiva inmersos en las formas culturales del Homo erectus, del cual debieron de provenir evolutivamente. En líneas generales, creo que el desfase evolutivo-cultural queda claro.
Neuroanatómicos. La variación del volumen cerebral de nuestra especie en la actualidad es muy amplia (1050-2000 ml), sin que se puedan achacar ni criterios de genialidad o de déficit neurológico a nadie por estar comprendido en cualquiera de los dos márgenes. Si tenemos en cuenta que el Homo erectus alcanzó un volumen de unos 1200 ml, no es difícil concluir que el volumen sólo es un mero índice de su propio aumento, pero poco más. Naturalmente es el único valor numérico que tenemos con seguridad, por eso se ha usado, se usa y se usará continuamente, pero hay que valorar las cosas con su verdadero valor.
No cabe duda que el valor simplemente de un aumento de volumen no lo es todo, nuestra capacidad cognitiva es la consecuencia de numerosos cambios anatómicos, fisiológicos e histológicos del cerebro. Para poder comprenderlo es imprescindible un mínimo conocimiento de la neurología humana, pero eso es parte de futuros post.
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