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Foto: Réplica de un cetro de bronce del tesoro de Nahal Mishmar exhibido en el Museo Hecht, Haifa, Israel.
Un conjunto de artefactos de cobre fabricados hace unos 6.300 años puede contener un código secreto utilizado por los antiguos trabajadores metalúrgicos levantinos, lo que supondría que fuera una de las primeras formas de escritura primitiva del mundo. Esa es la nueva y controvertida teoría de un investigador israelí que cree haber descifrado el significado de los espléndidos artefactos de cobre -pero aún enigmáticos- que se descubrieron hace décadas en una remota cueva del desierto de Judea.
En 1961 se encontraron más de 400 objetos de cobre envueltos en una estera hecha jirones en una caverna en las laderas casi inaccesibles de Nahal Mishmar, una corriente fluvial estacional que desemboca en el Mar Muerto.
El llamado tesoro Nahal Mishmar fue uno de los mayores hallazgos prehistóricos realizado en Israel y en el mundo. El mismo reveló una sofisticación -previamente insospechada- y un conocimiento avanzado de la metalurgia entre las gentes que habitaron el Levante durante la Edad del Calcolítico o del Cobre.
Artefactos encontrados en Nahal Mishmar, realizados hace más de 6.000 años Clara Amit, IAA
El tesoro pertenecía a una cultura que los arqueólogos han denominado Ghassulian, no porque se tuviera alguna idea de cómo se llamaban estas personas, sino porque se identificó por primera vez en un lugar de Jordania llamado Teleilat Ghassul.
La datación mediante carbono 14 de la estera que contenía los artefactos demostró que el tesoro se remonta a alrededor de 4300 a.C., y muchos de los objetos, en forma de cuencos, mazas, coronas y cetros, muestran un nivel de artesanía que se creía impensable para ese periodo.
La mayoría de los artefactos se produjeron utilizando la técnica de cera perdida, un proceso complejo que requiere habilidad y mucho tiempo. Aún más sorprendente, los análisis han demostrado que estaban hechos de aleaciones, en aquel entonces únicas, de cobre con arsénico, antimonio y otros metales, los cuales habrían tenido que obtenerse en Anatolia o en el Cáucaso.
Foto del descubrimiento del tesoro de Nahal Mishmar en 1961.
Aunque la mayoría de los investigadores están de acuerdo en que los objetos tenían algún tipo de propósito ritualista, el tesoro ha permanecido como un misterio para los arqueólogos, quienes tienen dificultades para explicar cuál fue el uso exacto de los artefactos, o qué significado puede atribuirse a los motivos que los decoran.
Parte del enigma proviene del hecho de que el pueblo de la cultura Ghassulian vivió en un tiempo en el que no existía la escritura, y, por tanto no dejaron información sobre ellos mismos.
¿O lo hicieron?
Las representaciones de animales con cuernos, pájaros, narices humanas, y otros motivos que se encuentran en los artefactos no son solo decoraciones aleatorias o imágenes simbólicas, afirma Nissim Amzallag (izquierda), investigador del Departamento de Estudios Bíblicos y Arqueología del Antiguo Oriente Próximo en la Universidad Ben Gurion.
Amzallag, que ha centrado su interés en los orígenes culturales de la metalurgia antigua, mantiene la opinión de que estas representaciones forman un código tridimensional rudimentario en el que cada imagen simboliza una palabra o frase y comunica un cierto concepto.
En otros términos, el tesoro de Nahal Mishmar debería verse como un precursor de los primeros sistemas de escritura que surgirían siglos más tarde en Egipto y Mesopotamia, dice Amzallag.
El investigador ha publicado recientemente un estudio al respecto en la revista Antiguo Oriente, una publicación revisada por pares del Centro de Estudios de Historia Antigua del Próximo Oriente en la Pontificia Universidad Católica de Argentina.
Un artefacto redondo, perteneciente al tesoro Nahal Mishmar, denominado 'corona' y decorado con dos cabezas de un animal con cuernos. Clara Amit, IAA
No es tan fácil como A-B-C
En su trabajo, Amzallag analiza varias piezas clave del tesoro y especula sobre la posible semántica de su iconografía. Muchas de las representaciones pueden interpretarse como logogramas, es decir, símbolos gráficos que representan una palabra o una frase en particular. Los logogramas formaron la base de los primeros sistemas de escritura, como los jeroglíficos egipcios y la escritura cuneiforme sumeria. En su forma más simple, los logogramas podían significar una palabra al parecerse al objeto físico que debían representar, como un buey o un tallo de trigo.
Pero cuando tenían que transmitir conceptos más abstractos, los antiguos sistemas de escritura recurrían a lo que los lingüistas llaman el "principio pro rebus", esto es, el uso de un carácter o fonograma cuya palabra correspondiente suena muy similar a la idea compleja que el escritor está tratando de comunicar.
Este artificio todavía se emplea comúnmente en acertijos creados con lenguajes modernos. Por ejemplo, en inglés, el pronombre "I" también se puede escribir dibujando la imagen de un ojo (eye).
La misma lógica funciona en el código de Nahal Mishmar, dice Amzallag. Por ejemplo, uno de los motivos decorativos más recurrentes en los artefactos es la representación de un animal con dos o cuatro cabezas con cuernos, posiblemente un íbice (derecha).
Si bien no existe una conexión particular entre los íbices y la metalurgia, la palabra semítica occidental utilizada para los animales ungulados suena muy similar a los términos ingleses "dust" (polvo, tierra) y "ore" (mineral) (en hebreo "ofer" es un ciervo joven y "afar" es "dust", polvo, tierra). Por lo tanto, es posible que los íbices fueran un fonograma destinado a nombrar el mineral que formaba estos artefactos, y los cuerpos fusionados de los animales representaban la necesidad de representar la mezcla de dos o más minerales para crear las aleaciones utilizadas en el tesoro de Nahal Mishmar, según sugiere Amzallag.
Para dar otro ejemplo, la representación frecuente de una nariz humana ("nose", en inglés), "anp" en los primeros lenguajes semíticos, podría estar relacionada con su uso como una raíz verbal para expresar el incremento de un fuego al soplarle aire, una acción que era clave en el proceso de fundición, dice el investigador en su artículo. Además, Amzallag ve un vínculo semántico entre las representaciones de las aves que anidan y la artesanía del metal trabajado en sí mismo, dado que el término para anidar en los primeros lenguajes semíticos es similar a "qayin", una designación arcaica de la metalurgia.
No todos los símbolos que el profesor Amzallag afirma haber descifrado siguen el "principio pro rebus", y algunos son representaciones más mundanas de fenómenos físicos. Así, por ejemplo, postula que casi cada vez que se hace o se crea individualmente un globo esférico de metal como parte de un objeto, está destinado a representar el sol.
Globos de cobre que Amzallag cree que representarían el sol. Imagen vía Wikimedia.
El tesoro de Nahal Mishmar incluye 432 objetos ornamentados de cobre, bronce, marfil y piedra: 240 cabezas de mazas, unos 100 cetros, 5 coronas, cuernos utilizados como recipientes, herramientas y armas. Algunos de los objetos aparecen en esta fotografía. (Hanay/Wikimedia Commons)
Si aún no lo han adivinado, los 16 significantes que Amzallag dice haber descifrado tienen un significado relacionado con la fundición de cobre y el trabajo con metales. En última instancia, en su artículo de investigación se aventura a "traducir" la iconografía de varios de los artefactos, en lo que resulta ser algo parecido a una serie de recetas simples sobre cómo hacer los objetos que componen el tesoro de Nahal Mishmar: tomar una cierta cantidad de minerales diferentes, aplastarlos, colocarlos en un fuego muy caliente y moldear con herramientas el metal fundido.
Pero, ¿por qué los súper hábiles trabajadores metalúrgicos de la cultura Ghassulian necesitaban, ¡ejem!, "escribir" instrucciones tan básicas?
Ese momento o proceso de calentar rocas y extraer el metal de las mismas era visto como una actividad mágica, casi divina, explica Amzallag, y aquellos que participaban en este proceso se habrían sentido cerca de estar descubriendo los secretos del universo.
"El sol, por ejemplo, se parece mucho a una esfera de metal fundido, por lo que habrían sentido que entendían lo que es el sol, y, en consecuencia, podían hacer un pequeño sol", dice Amzallag a Haaretz. "Pensaron que entendían de qué estaba hecho el universo y se habrían sentido como dioses".
El conocimiento de este oficio divino se habría mantenido dentro de un estrecho círculo de personas, es decir, se habría compartido con solo unos pocos individuos, señala.
"Era una ocupación misteriosa cuyos secretos no se aprendían fácilmente: requería una iniciación y varios ritos de paso, y disponer de un código visual constituía parte de ello", dice Amzallag. "No pretendían crear la escritura, pretendían comprender y representar lo que estaban haciendo".
Dos íbices sobre una pieza globular. Clara Amit, IAA
Tal vez es solo una cabra
Amzallag no es exactamente un investigador convencional y es conocido por sus teorías poco ortodoxas. Tal como se informó en Haaretz el año pasado, levantó cierto revuelo al publicar un estudio en el que afirmaba que el término YHWH, el Dios de los israelitas en la Biblia, se originó como una deidad en el panteón cananeo adorado inicialmente por trabajadores del metal de finales de la Edad del Bronce y principios de la Edad del Hierro.
Su nuevo estudio sobre el tesoro de Nahal Mishmar es "altamente especulativo" y se basa en suposiciones que son difíciles de probar o refutar, dice Dina Shalem (izquierda), arqueóloga del Kinneret College y miembro de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
El primer problema, que el propio Amzallag reconoce en su documento de investigación, es que el análisis solo funciona si estamos de acuerdo en que las gentes de la cultura Ghassulian hablaban un idioma semítico, y que nosotros podemos descifrar el supuesto simbolismo de la iconografía calcolítica usando palabras similares a las que aparecen cientos o miles de años después en textos semíticos de las Edad del Bronce y del Hierro.
"No sabemos lo suficiente como para decir qué idioma hablaban", dice Shalem, quien ha excavado e múltiples yacimientos calcolíticos en Israel. "Arqueológicamente hablando, los principales cambios culturales ocurrieron en el Levante durante la transición entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce", señala. "Las costumbres funerarias, así como la arquitectura, son completamente diferentes, y aunque algunas cosas muestran cierta continuidad, es difícil saber si esto se aplica al lenguaje".
Al profundizar en el estudio, Shalem argumenta que podría haber otras interpretaciones igualmente válidas de la iconografía de la cultura Ghassulian. Por ejemplo, las figuras que Amzallag ve como representaciones de ibis jóvenes podrían ser cabras. Y la frecuente duplicación o cuadruplicación de los cuerpos puede no estar conectada a las aleaciones y la fundición, ya que es un motivo figurativo que aparece también en contextos no vinculados a la metalurgia, tal como en los osarios.
"En períodos anteriores encontramos figuras antropomórficas de dos cabezas", dice ella. "Duplicar algo puede ser simplemente una forma de enfatizar su importancia".
Sin embargo, otros colegas están más inclinados a darle al estudio el beneficio de la duda. Si bien no están de acuerdo con algunas interpretaciones específicas, la teoría en su conjunto es sólida, dice Daniel Sivan (derecha), profesor emérito de lenguas semíticas en la Universidad Ben-Gurion.
"Anzallag hace algunas afirmaciones muy audaces y controvertidas, pero hay algo interesante en esta teoría de que los orígenes de la escritura están relacionados con la metalurgia", dice Sivan a Haaretz. "Es un concepto nuevo y curioso que merece ser publicado".
¿La primera protoescritura?
Pero suponiendo que existiera un código visual secreto, ¿es correcto identificarlo como la forma más temprana de protoescritura, tal como sugiere Amzallag en su artículo? ¿Y está conectado a los sistemas de escritura que se desarrollaron más tarde en el Próximo Oriente?
Hay varios hallazgos muy controvertidos que son aún más antiguos que el tesoro de Nahal Mishmar y que llevan símbolos que algunos expertos han afirmado que podrían ser los primeros ejemplos conocidos de escritura. Entre estos se incluyen la tablilla Dispilio (izquierda), una tablilla de madera grabada que se encontró en un lago de Grecia y que data de alrededor de 5200 a. C., así como las tablillas de Tartaria (derecha), artefactos grabados encontrados en una aldea neolítica en Rumanía.
Pero la interpretación y datación de estos y otros hallazgos es muy discutida. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que los primeros intentos de escritura se desarrollaron en Mesopotamia y Egipto en los albores de la Edad del Bronce, alrededor de 3.200 a.C., más de un milenio después de que el tesoro de Nahal Mishmar fuera escondido por razones desconocidas.
No hay similitudes obvias entre los ideogramas bidimensionales de las tablillas cuneiformes o de los jeroglíficos y el supuesto código visual tridimensional de Nahal Mishamar. Esto es cierto tanto en su forma como en su función. Si bien el código desarrollado por los trabajadores metalúrgicos del Levante habría sido un equivalente elaborado de un apretón de manos secreto, los primeros sistemas de escritura comprobados de la antigüedad probablemente se crearon por razones financieras derivadas de necesidad de registrar cantidades de bienes y transacciones comerciales.
Corona con repreentación de buitres perteneciente al tesoro Nahal Mishmar.
Aún así, dado que las aleaciones únicas de los artefactos de Nahal Mishar muestran que ya en el Calcolítico había una red comercial que permitía la transferencia de bienes y conocimiento a grandes distancias, es posible que ideas como las derivadas del "principio pro rebus" fueran desarrolladas por primera vez por los trabajadores metalúrgicos ghassulianos y luego adoptadas por otras civilizaciones de la región, especula Amzallag.
"La eventualidad de una relación entre el código visual desarrollado primero entre gentes de la cultura Ghassulian, y posteriormente en Egipto y en Mesopotamia, no debería descartarse", concluye Anzallag en su artículo.
Pero, si bien no debe descartarse, también hay poca evidencia que respalde tal afirmación, ya que es escasamente probable que los trabajadores del metal, los supuestos poseedores de este código secreto, viajaran tan lejos para difundirlo, contrarresta la profesora Shalem.
"Cuando se observa el comercio y la importación de materias primas, como los metales procedentes de Turquía, las cosas se mueven de mano en mano, de un comerciante a otro", dice ella. "No fue una sola persona la que viajó a Anatolia para adquirir los productos, y ciertamente no fueron los propios trabajadores del metal quienes hicieron el viaje".
Fuentes: haaretz.com |ancient-code.com | 6 de agosto de 2019
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