Una nueva especie humana coetánea al ‘Homo sapiens’ vivió en Filipinas: el 'Homo luzonensis'

Un equipo multidisciplinar internacional, codirigido por Florent Détroit (izquierda), profesor titular del Museo de Historia Natural de París (Francia), ha analizado varios huesos del pie y de la mano, un fémur parcial y dientes de homínidos antiguos hallados en la cueva del Callao, en Filipinas.

Algunos de estos fósiles proporcionan pruebas suficientes de que una nueva especie de homínido, a la que han denominado Homo luzonensis, vivió en la isla de Luzón hace 50.000 años, durante la época del Pleistoceno Tardío. El primer fósil fue descubierto durante la excavación de 2007en la campaña organizada por el científico  Armand Mijares, de la Universidad de Filipinas. Posteriormente, en 2011 y 2015, se hallaron todos los fósiles que hoy publica la revista Nature.

“Lo que lo convierte en una nueva especie es la combinación de todas las características que hemos descrito de 'Homo luzonensis' juntas. Cada una por separado se puede encontrar en una o varias especies de homínidos. Esto es lo que indica que también tiene más afinidades con especies del género 'Homo', que con otros géneros de homínidos como los 'Australopithecus'  o los 'Paranthropus'. Si se toma el paquete completo, ninguna otra especie del género 'Homo' es similar", declara a Sinc el profesor Détroit. 

Para el investigador, el elemento más sorprendente e interesante de los que han hallado es la falange del pie CCH4, debido a su forma y morfología muy inusuales para una especie ‘reciente’ del género Homo. "Recuerdo que el día que lo encontramos, durante la excavación de 2011, tuve la discusión con un colega filipino que es bioantropólogo especializado en 'Homo sapiens',  porque no podía aceptar que fuera una falange del pie. Es uno de los elementos más interesantes de 'Homo luzonensis' porque muestra características sorprendentemente primitivas, como el 'Australopithecus'”, añade.

Falange proximal del pie de 'Homo luzonensis'. CALLAO CAVE ARCHAEOLOGY PROJECT.

Los dientes también presentan una combinación sorprendente de características morfológicas primitivas y modernas. “Están muy bien documentados en el registro de fósiles de homínidos y son bien conocidos por su valor taxonómico  y filogenético. Los dientes de los 'luzonensis' son extremadamente importantes”, continúa.

Homo luzonensis se describe a partir de un conjunto de huesos y dientes fósiles que pertenecieron al menos a tres individuos. Dos de estos fósiles tienen entre 50.000 y 67.000 años de antigüedad según el análisis de series de uranio. Son los primeros restos humanos conocidos en Filipinas que preceden a los primeros Homo sapiens, de entre 30.000 a 40.000 años, descubiertos en la isla de Palawan, al suroeste del archipiélago.

Respecto a la polémica que siempre envuelve a este tipo de estudios sobre evolución humana y nuevas especies, el experto responde: “Por supuesto, algunos colegas cuestionarán la legitimidad de describir una nueva especie basada en un conjunto bastante pequeño de fósiles, pero la pregunta sobre qué es una especie es un tema muy debatido que no se resolverá (ni se hará más complicado) con un debate sobre si fue una buena o una mala idea describir al 'Homo luzonensis'”.

Dentadura superior derecha del 'Homo luzonensis' / © Callao Cave Archaelogy Projet.

Détroit estima que si sus colegas científicos pueden demostrar que se equivocan, porque los fósiles pudieran entrar en una de las especies de homínidos ya conocidas, “simplemente la agruparemos y olvidaremos, pero mientras tanto, estoy convencido de que es la forma en que tenemos que hacerlo para mejorar nuestro conocimiento y comprensión de la historia evolutiva de los homínidos”.

La apariencia del Homo luzonensis

Una de las preguntas que siempre surge cuando se habla del descubrimiento de una nueva especie es acerca de su apariencia y comportamiento. Sin embargo, debido a los escasos elementos con los que cuentan, los científicos se muestran cautelosos con la estimación, por ejemplo, del tamaño corporal del Homo luzonensis.

“Los argumentos más fuertes indican que era probablemente un homínido de cuerpo pequeño, por el tamaño de la dentadura y del metatarsiano (publicado en 2010, derecha). Los dientes son muy pequeños –más que los de 'Homo floresiensis'– y sabemos que en los primates existe una fuerte correlación entre el tamaño de los dientes y el tamaño corporal, pero, por supuesto, no es una regla estricta y hay varias excepciones”.

Según los investigadores, no se debe tener la imagen del Homo floresiensis como modelo para su apariencia física, ya que también se demostró que la longitud del metatarsiano estaba dentro del rango de los Homo sapiens de cuerpo pequeño o de los grupos étnicos denominados negritos de Filipinas.

También creen que la forma en que caminaban podría ser distinta. En el artículo se mencionan varias características de los huesos del pie que son muy parecidas a los Australopithecus y que se interpretan generalmente como evidencias de un comportamiento locomotor mixto, bipedal en el suelo y todavía trepando árboles.

“No sugerimos que el 'Homo luzonensis' haya regresado a los árboles por todo lo que sabemos sobre la evolución del pie en el género 'Homo'. En nuestra opinión, los efectos del endemismo insular podrían explicar la reaparición de tales características primitivas. Pero es una pregunta muy interesante de abordar: si eran estrictamente bípedos como todos los miembros de nuestro género o si estas características primitivas influyeron o cambiaron su andar bípedo. Todavía es demasiado pronto para responder”, apunta Détroit.

Por otro lado, tampoco están seguros de si estos individuos vivían en la cueva o no. "Durante la excavación no identificamos los ‘pisos vivientes’ actuales en esta vieja capa que contiene los fósiles de homininos. Algunos 'Homo luzonensis' podrían haber realizado actividades, por ejemplo, de despiece, justo desde o hacia la entrada de la cueva, y los huesos y los dientes podrían haber sido desplazados dentro después. Existen todavía varias hipótesis", dice el científico.

Dentadura de Homo luzonensis, Homo erectus y Homo sapiens / © Callao Cave Archaelogy Projet.

Mezcla de rasgos muy modernos y otros muy arcaicos

Los análisis comparativos realizados en los fósiles, utilizando imágenes en 3D y morfometría geométrica, muestran que el Homo luzonensis tiene elementos muy primitivos, parecidos a Australopithecus y otros que son muy modernos, cercanos a nuestra propia especie Homo sapiens.

Los premolares de un mismo individuo tienen entre dos y tres raíces, mientras que en el Homo sapiens  suele haber una raíz y a veces dos. Por esta característica, y por la morfología del esmalte, son más parecidos a los del Australopithecus y especies como Homo habilis y Homo erectus. En contraste, los molares son muy pequeños y tienen una morfología muy simple, como los del Homo sapiens. No existe ningún individuo con estas características combinadas en ninguna de las especies conocidas en la actualidad.

Asimismo, los huesos de los pies tienen en la falange proximal una curvatura muy marcada e inserciones muy desarrolladas para los músculos involucrados en la flexión del pie. Estas características tampoco son propias del Homo sapiens pero se parecen mucho a la  falange de los Australopithecus, conocida solo en África y en períodos mucho más antiguos (hace entre 2 a 3 millones de años).

Los Homo luzonensis estaban solos

Además de los huesos y los dientes recuperados, en la misma capa estratigráfica se halló un conjunto faunístico dominado por el ciervo pardo filipino, con un número menor de cerdos verrugosos endémicos y pequeños bovinos extintos, similares al búfalo enano de Mindoro (Bubalus mindorensis) actual.

“Por lo que sabemos, el 'Homo luzonensis' fue el único homínido presente en Luzón en ese momento. Los primeros 'Homo sapiens' conocidos en Filipinas son los fósiles descubiertos en la cueva de Tabon en la isla de Palawan, concluye el científico.

La relevancia de Luzón en la evolución del género Homo

Luzón es una isla grande a la que nunca se ha podido acceder a través de un puente terrestre en todo el Cuaternario. Su fauna y flora son conocidas por su alta tasa de endemismo. Este hecho explica la disminución de su diversidad genética y es visible en forma de especies que a menudo difieren mucho de sus especies hermanas que han permanecido en el continente.

Las huellas más antiguas que indican la presencia de homínidos en la isla se remontan a hace unos 700.000 años. El Homo luzonensis, cuyos restos fósiles son unos 600.000 años más jóvenes, probablemente son una especie que evolucionó bajo los efectos del endemismo de las islas, en paralelo con la historia evolutiva del Homo floresiensis en la isla de Flores, en Indonesia. “El sudeste asiático, especialmente las islas, son un lugar fantástico para estudiar la evolución humana, la prehistoria, la paleoantropología”, indica Détroit.

Excavaciones en la cueva de Callao, en Filipinas. / AFP

El origen y las modalidades de la llegada de esta nueva especie a la isla de Luzón siguen siendo en gran parte misteriosos por el momento, pero este descubrimiento subraya la diversidad, la riqueza y la complejidad de las migraciones pasadas y de la historia evolutiva de los homínidos en la isla del sudeste asiático.

"La hipótesis principal es que pocos individuos cruzaron el mar con éxito y se asentaron en la isla de Luzón. Luego, aislados del resto de la población inicial que permaneció en el continente, probablemente sufrieron los efectos de lo que se llama endemismo insular, que generalmente se expresa en cambios rápidos en la morfología y da nuevas especies que difieren significativamente de los individuos del continente", explica el investigador.

La navegación marítima es también una pregunta candente, pero muy difícil de responder para los científicos. "Hay dos hipótesis principales: puramente por accidente y navegación intencional. Para la segunda, podemos imaginar a los homínidos practicando algo muy diferente de lo que llamamos ahora navegación. El 'Homo erectus', por ejemplo, no era lo suficientemente grande como para cruzar el mar a propósito, pero el hecho es que ahora tenemos más evidencias de que se establecieron con éxito en varias islas en el pasado remoto del sudeste asiático, ¡por lo que probablemente no fue tan accidental!", exclama Détroit. 

Fuente: agenciasinc.es | nature.com | 10 de abril de 2019

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Hallados restos de una nueva especie humana en Filipinas

Excavaciones en la cueva de Callao, en Filipinas.

La cueva de Callao, en Filipinas, es una enorme cavidad con siete cámaras, pero lo más interesante está muy cerca de la entrada. Allí se han desenterrado 13 huesos y dientes que, según sus descubridores, pertenecen a un nuevo miembro de nuestro propio género al que han bautizado Homo luzonensis y que vivió hace al menos 67.000 años en la isla de Luzón.

El hallazgo obliga a cambiar los libros de texto —otra vez—, pues la lista de miembros del género Homo  que habitaban la Tierra en este periodo pasa de los cinco conocidos (neandertales, denisovanos, hobbits  de la isla de Flores, erectus y sapiens), a seis.

Todos estos homínidos son una familia variopinta de primates unidos por lazos de parentesco más recientes que con los otros homínidos vivos, como los chimpancés o los bonobos. Cada uno representó un experimento evolutivo más o menos exitoso. Todos se han extinguido menos uno, el Homo sapiens, quien cada vez que encuentra un nuevo pariente se pregunta por qué ellos desaparecieron y nosotros no.

El humano de Luzón es un enigma. Es imposible saber cómo era su rostro, pues no hay fragmentos del cráneo, ni qué estatura tenía, porque el único hueso disponible que podía tallarle, el fémur de un muslo, está partido. Los restos hallados, el primero una falange hallada en 2007 que data de hace 67.000 años, y el resto hallados entre 2011 y 2015 con una antigüedad de al menos 50.000 años, pertenecieron a dos adultos y un niño. Sus dientes, dos premolares y tres molares, son muy pequeños, parecidos a los de un humano actual o a los del Homo floresiensis, el hominino asiático de un metro de estatura y cerebro de chimpancé que vivió en la isla indonesia de Flores en la misma época. En cambio, los huesos de manos y pies son mucho más primitivos, comparables a los de los australopitecos que vivían en África dos millones de años antes y cuyas extremidades estaban adaptadas para vivir colgados de los árboles.

“Si miras cada uno de estos rasgos por separado los encontrarás en una u otra especie del género 'Homo', pero si coges el paquete completo no hay nada similar, y por eso esta es una nueva especie”, explica Florent Détroit, paleoantropólogo del Museo Nacional de Historia Natural de París y coautor del estudio que describe la nueva especie,  publicado este miércoles por la revista científica Nature.

Por otra parte, ha sido imposible extraer ADN de los restos, lo que aumenta el misterio sobre su origen.  “Las condiciones de humedad y elevada temperatura en las islas del sudeste asiático son las peores para la preservación del ADN, pero los métodos de la genética están progresando tan rápido que creo que será posible extraer ese ADN tan degradado en un futuro cercano”, apunta Détroit.

“Este hallazgo va a generar un enorme debate”, opina el paleoantropólogo del CSIC Antonio Rosas (izquierda). “No es fácil evaluarlo porque hay muy pocos fósiles, pero hay base para proponer que sea una nueva especie. Lo que está claro es que ratifica que la diversidad de nuestro género es increíble y está en la antítesis de ese modelo lineal que representa a una especie de primate tras otra hasta culminar en los 'Homo sapiens'”, señala. Para Rosas lo más importante es que esta especie demuestra un camino alternativo de evolución al nuestro, caracterizado por el aislamiento.

Luzón ha estado rodeada por mar desde hace dos millones y medio de años. El humano hallado en la cueva de Callao tuvo que cruzarlo, nadie sabe cómo. Es lo mismo que hizo el hombre de Flores para llegar a su propia isla, donde fabricaba herramientas de piedra tan sofisticadas como las de los sapiens. En Cagayan, un valle cercano a la cueva filipina, se han hallado herramientas de piedra que delatan la presencia de homininos hace al menos 700.000 años, por lo que es posible que se tratase de los  luzonensis. Es en este punto donde se abren al menos tres diferentes posibilidades sobre su origen.

La más plausible es que esta especie descienda del Homo erectus, el primer homínido que salió de África y pobló Asia hace 1,8 millones de años. Todos los humanos actuales venimos de otra oleada de Homo sapiens muy posterior que salieron de África hace unos 70.000 años.

El luzonensis sería un descendiente de los erectus que llegaron a lo que hoy es China. Al igual que su congénere de Flores habría evolucionado durante decenas de miles de años aislado, con las presiones evolutivas que eso supone, lo que posiblemente le transformó en un humano de dimensiones más pequeñas que sus ancestros. Esta posibilidad la apoya el tamaño de los dientes y también el del metatarso de la mano, cuyas dimensiones coinciden con las de los negritos —explica Détroit—, humanos actuales que viven en Filipinas, Malasia y las islas Andamán y que no suelen superar el metro y medio de estatura. Es este un dato inquietante si se suma otra evidencia reciente: los jarawa de Andamán tienen un 1% de ADN de otra especie de Homo sin identificarfruto de un cruce hace miles de años.

La segunda opción es que el Homo luzonensis provenga de una oleada que salió de África antes que el Homo erectus, posiblemente de australopitecos. No hay fósiles para sostener esta hipótesis, pero puede argumentarse por la morfología frankensteiniana del luzonensis.

Una tercera opción, defendida por Chris Stringer (derecha), investigador del Museo de Historia Natural de Londres, es que los Homo de Luzón y Flores descienden de un antepasado común local que surgió en la isla de Sulawesi, donde se han hallado herramientas de piedra de unos 110.000 años.

El polémico paleoantropólogo estadounidense Erik Trinkaus  (izquierda) opina que ninguna de las opciones es plausible y asegura que el  luzonensis  era un individuo enfermo, lo mismo que se dijo en su día del hobbit de Flores. “Es una rareza que debe ser considerada en el contexto del Pleistoceno, en el que eran muy abundantes las malformaciones”, explica. Puede que no sea algo tan descabellado, dado el nuevo paradigma desvelado por la genética en el que neandertales, sapiens y denisovanos se cruzaron y tuvieron hijos fértiles.

“El debate está demasiado polarizado, no creo que el 'Homo floresiensis' sea un 'Homo sapiens'  patológico, pero sí que tiene patologías, algo que tampoco es de extrañar si estás hablando de una población aislada, con altos niveles de endogamia y que sufre además un proceso de enanismo insular que afecta a procesos de crecimiento general, sobre todo cuando se ha visto que las hibridaciones entre especies producen patologías”, apunta María Martinón-Torres (derecha), directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana.

El antropólogo Matthew Tocheri (izquierda), investigador de la Universidad de Lakehead (Ontario, Canadá), que no ha participado en el estudio pero lo ha revisado para la revista News & Views de Nature, ha aclarado al diario El Mundo estas preguntas. En su opinión, "'Homo luzonensis' probablemente comparte un ancestro común con 'Homo floresiensis', que también muestra dientes como los del género 'Homo' y huesos de manos y pies como los de los  'Australopithecus'".

Según Tocheri el origen de estas especies asiáticas podría estar en el  Homo erectus. "Claramente, las poblaciones tempranas de 'Homo' (posiblemente 'Homo erectus' o quizás algo similar al 'Homo habilis') llegaron a la Línea de Wallace [límite entre Asia y Oceanía] mucho antes de que los humanos modernos ('Homo sapiens') hubieran evolucionado. Estas primeras poblaciones de 'Homo' probablemente evolucionaron a 'Homo luzonensis' en la isla filipina de Luzón y a 'Homo floresiensis' en la isla indonesia de Flores", aduce.

“Este hallazgo es una llamada de atención a la evolución humana en esta región, que apenas se conoce”, valora José María Bermúdez de Castro (derecha), coordinador del programa de paleobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). También ayuda poner en perspectiva la evolución de nuestro linaje en comparación con otras especies animales. “Somos muy antropocentristas. Tradicionalmente pensábamos que éramos superiores a cualquier otra especie. Por supuesto, esto no es cierto. Somos iguales que las otras especies y estamos sujetos a las mismas leyes evolutivas. Si quedamos aislados en una isla, sufrimos los mismos cambios evolutivos que otras especies. También evolucionamos hasta formas extravagantes o diferentes de lo que consideramos la normalidad”, remarca Bermúdez de Castro.

Los hobbits de Flores desaparecieron hace 50.000 años, justo cuando el Homo sapiens llegó a Asia. La mayoría de los restos óseos del Homo luzonensis tienen justo esa antigüedad mínima, lo que abre un último misterio sobre si los Homo sapiens tuvieron algo que ver en la desaparición de estos dos parientes lejanos que ya no están aquí para explicar su historia.

Fuente: elpais.com | elmundo.es | lavanguardia.com | 10 de abril de 2019

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Los dientes del 'Homo luzonensis' se parecen a los de nuestra propia especie, pero los huesos de sus pies y manos recuerdan a los de los primitivos australopitecos (Callao Cave Archaeology Project)

                      Un nuevo humano en la familia

Por María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).

Según el WorldFact Book de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), en el mundo nacen unas 370.000 personas al día. A pesar del número elevado y las muy diversas circunstancias en las que esto ocurre, es difícil imaginar que alguna de ellas haya sido recibida con indiferencia. La llegada de un nuevo miembro a una familia es siempre un catalizador de emociones y así, entre turbados y conmovidos, recibimos el nacimiento de una nueva especie humana, Homo luzonensis, nombrada a partir de los restos fósiles, principalmente dientes y falanges, encontrados en la remota cueva de Callao, en la isla filipina de Luzón.

Esta población habría vivido en la isla hace solo unos 67.000 años, “anteayer” en términos geológicos, y a pesar de ello presenta un número importante de rasgos primitivos, particularmente en manos y pies, que suelen ser típicos de los homininos que todavía se desplazaban por los árboles hace entre 2 y 3 millones de años. Sus dientes tienen un aspecto más avanzado; en algunas características podrían incluso parecerse a los nuestros, pero salpicados entre estos rasgos más modernos, asoman algunas características que se estilaban hace cientos de miles de años. Sorprende el tamaño de estos dientes, muy pequeños, tan pequeños o más que los de Homo floresiensis, la especie diminuta que habitó la isla de Flores (Java), aproximadamente al mismo tiempo, y a la que el mundo apodó como “el Hobbit”.

 El cráneo "hobbit" del Homo floresiensis (izquierda) comparado con un cráneo humano moderno. Fotografía: Yousuke Kaifu.

Las islas son como cápsulas del tiempo donde pueden encontrarse reliquias, formas ancestrales que perviven aisladas del resto del mundo y sobre las que la naturaleza, como en un laboratorio  frankesteiniano, obra experimentos que alteran su aspecto original. Además del efecto que puedan tener en estas poblaciones aisladas los altos niveles de endogamia, tenemos que tener en cuenta los procesos de enanismo insular, un mecanismo de adaptación por el que muchos animales, ante los recursos limitados de las islas, reducen su tamaño. Cabe esperar que la confluencia de ambos procesos hubiera tenido un efecto importante en el desarrollo de estas poblaciones. Así, es posible que en Homo luzonensis estemos observando, como en un espejo de feria, el retrato deformado de uno de nuestros ancestros más remotos.

Tomografía computarizada de la estructura del maxilar derecho de 'Homo luzonensis'. Proyecto de investigación de la cueva del Callao.

Con frecuencia hablamos con fascinación y algo de pena de esa oportunidad que perdimos, por poco, de conocer a nuestros hermanos los neandertales, a los que sabemos que nos parecíamos tanto. Produce ahora fascinación y no sé si miedo pensar que, por poco, podríamos haber conocido también a otro pariente en el que quizá nos apetezca menos vernos retratados, a medias entre lo que reconocemos como humano y lo que nos resulta simiesco.

Con el descubrimiento de Homo floresiensis, los denisovanos y, ahora, Homo luzonensis, asistimos perplejos a la soledad de nuestra especie frente a la eclosión de especies humanas que existieron justo antes de que nos hiciésemos globales. Hoy somos muchos, pero más de lo mismo, frente a un tiempo en el que los humanos eran menos, pero más diversos. Ahora es inconcebible que pueda existir una población completamente aislada del resto del mundo, pero tampoco hace falta vivir en una isla para sentirse desconectado. “Ahora somos más, pero no mejores”, escribió Miguel Delibes en Un mundo que agoniza. “Estamos más juntos (…), pero no más próximos”.

Fuente: el pais.com| lavanguardia.com | 10 de abril de 2019

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 13, 2019 a las 12:40am

Arqueólogos filipinos planean realizar más excavaciones donde se encontraron los restos del Homo luzonensis

El arqueólogo Armand Salvador Mijares muestra los restos hallados de 'Homo luzonensis'.

Los arqueólogos que descubrieron huesos y dientes fósiles de una especie humana previamente desconocida que prosperó hace más de 50.000 años en el norte de Filipinas, dijeron el pasado jueves que planean realizar más excavaciones, al tiempo que pidieron una mejor protección del popular complejo de cuevas de piedra caliza donde los restos fueron desenterrados.

Foto: Arqueólogos filipinos y extranjeros trabajando en la cueva de Callao.

El arqueólogo filipino Armand Salvador Mijares dijo que el descubrimiento de los restos en la cueva Callao, en la provincia de Cagayan, ha convertido a Filipinas en un importante campo de investigación sobre la evolución humana. La nueva especie se llamada Homo luzonensis, de acuerdo con la principal isla norteña de Luzón donde se desenterraron sus restos a partir de 2007.

Mijares, radiante de orgullo, exhibió los fragmentos óseos de pies, manos, piernas, y siete dientes de tres individuos de esa época pasada en una conferencia de prensa en la Universidad estatal de Filipinas. Las pruebas de datación realizadas sobre dos de los fragmentos fósiles tenían edades mínimas de entre 50.000 y 67.000 años, según el estudio publicado en la revista científica Nature.

"Esto pone a Filipinas, y a nuestra comunidad científica, en el centro de atención", dijo Mijares. "Antes solo eramos periféricos en el debate sobre la evolución humana".

Mijares, quien dirigió un pequeño equipo de arqueólogos extranjeros y locales durante este excepcional descubrimiento, dijo que planea reanudar las excavaciones el próximo año y que espera encontrar restos óseos fósiles más grandes, así como artefactos y posiblemente herramientas de piedra utilizadas por los homínidos de aquellos tiempos. Además de la cueva del Callao, recientemente se han encontrado fósiles humanos en otro sitio, en la provincia de Bulacan, al norte de la capital, Manila, dijo Mijares sin dar más detalles.

Otro veterano arqueólogo filipino, Eusebio Dizon  (izquierda), dijo que los restos humanos de Callao eran los más antiguos hallados en Filipinas, y son anteriores a los descubiertos en la cueva de Tabon, en la isla occidental de Palawan por miles de años.

Si bien el hallazgo arqueológico podría atraer a más científicos, a Dizon le preocupaba que también atraiga a vándalos y buscadores de tesoros que pudieran amenazar el complejo de cuevas de siete cámaras, el cual es un destino turístico popular. Una capilla al aire libre con bancos y un altar en el complejo de la cueva se ha convertido en un lugar popular para bodas y cineastas.

"Penablanca ha sido un refugio de caza de tesoros para muchas personas", dijo Dizon, refiriéndose a la ciudad provincial de Cagayan, donde se encuentran las cuevas del Callao. "Tal vez el hallazgo realizado reavive su tipo de actividad, por eso se necesita protección ahora más que nunca".

El análisis de los restos óseos descubiertos en las cuevas de Callao llevó a los autores del estudio a concluir que pertenecían a un miembro previamente desconocido de nuestro género Homo. Según los investigadores, uno de los huesos de los dedos de los pies y el patrón general de las formas y tamaños de los dientes difieren de lo que se ha visto antes en la especie Homo sapiens.

"Los huesos y dientes fósiles encontrados a unos 3 metros por debajo del suelo de la cueva de Callao muestran que pertenecían a personas de tamaño pequeño. También se encontraron huesos de ciervos y animales relacionados en el área, algunos con marcas de corte, lo que sugiere que fueron descuartizados, aunque no se encontraron herramientas de piedra ni instrumentos afilados en la zona inmediata donde se desenterraron los fósiles humanos", dijo Mijares.

Aunque el descubrimiento aporta una nueva visión sobre los antiguos comienzos del hombre moderno, Dizon dijo que también plantea nuevas preguntas y profundiza en el misterio que hay detrás de la evolución humana.

Fuente: journalgazette.net | 11 de abril de 2019

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 13, 2019 a las 12:24pm

                          Nueva especie, viejo misterio

La cueva de Callao, en la isla de Luzón (Filipinas), donde han sido hallados los fósiles de una nueva especie de homínido. REUTERS / EPV.

Por Javier Sampedro

Para un paleontólogo del siglo XX, el santo grial era hallar el “eslabón perdido”. La teoría dominante era que la evolución humana dibujaba un ascenso lineal desde nuestros humildes ancestros simiescos, alzándose paso a paso hasta adquirir la posición erguida y la palabra articulada que nos caracteriza ahora. Se conocían algunos pasos intermedios –neandertales, Homo erectus, australopitecos— y solo quedaba rellenar los huecos: los eslabones perdidos de una cadena larga y monótona. Pero la evolución rara vez funciona así. Suele tener la forma de un árbol, y el nuevo Homo luzonensis es la última rama que lo pone en evidencia. Una rama ya extinta, como todas las demás que, hasta hace unos 50.000 años, compartieron el planeta con nosotros, los Homo sapiens.

Por lo demás, todo lo que rodea a la nueva especie hallada en Filipinas no hace más que profundizar el misterio. El tesoro fósil consiste de momento en siete dientes, tres huesos del pie, dos de la mano y un fémur roto. No hay un cráneo, por lo que desconocemos su capacidad cerebral y, como el fémur está roto, tampoco se puede calcular su estatura de manera fiable (un metro y medio es la mejor suposición). Los huesos, que provienen de dos adultos y un niño, revelan que el hombre de Luzón era un mosaico de rasgos primitivos y modernos. Los dientes son pequeños, como en nuestra especie –de ahí su clasificación en el género Homo—, pero sus manos y pies se parecen más a los de los primitivos australopitecos, con una forma curva que parece adaptada a la vida arbórea. Esta mezcla de rasgos dispares recuerda a la del Homo floresiensis (apodado el hobbit), otra especie misteriosa hallada en 2004, también en el sureste asiático. Pero ahí se acaba el parecido: la especie de Flores y la de Luzón son claramente distintas.

Hay dos hipótesis alternativas sobre el origen del hombre de Luzón. La primera, que ya se planteó en el caso del hobbit, es que se trate de un Homo erectus miniaturizado en la isla de Luzón. El Homo erectus, según todas las evidencias, fue la primera especie humana que salió de África, hace dos millones de años, y su presencia en el sur de Asia está bien documentada. Y también es sabido que las islas pueden acelerar la evolución. La miniaturización, por ejemplo, puede deberse a que los principales predadores se han quedado en el continente, y ya no hay una razón para mantener un tamaño grande y costoso en términos energéticos. Más en general, las poblaciones pequeñas y aisladas tienden a cambiar por mera deriva genética, y eso podría explicar el regreso a unos pies primitivos.

La segunda hipótesis es más chocante si cabe. El hombre de Luzón no vendría del Homo erectus, sino de un australopiteco. Eso explicaría de inmediato que sus pies sean primitivos, pero implicaría que fue el antiguo australopiteco, y no el moderno Homo erectus, el primero en salir de África, lo que contradice toda la evidencia anterior.

Solo hay una forma de decidir entre las dos: hallar más fósiles. A ser posible, con una pizca de ADN.

Fuente: elpais.com | 13 de abril de 2019

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 14, 2019 a las 11:44am

      El primer humano que conquistó una isla

Vista de la isla de Luzón (Filipinas). MNHN / EPV.

El hallazgo del Homo luzonensis, una nueva especie humana que vivió en la isla de Luzón (Filipinas), plantea una pregunta tan interesante como difícil de responder: ¿cómo pudo llegar hasta allí?

Los fósiles hallados incluyen un hueso del pie que tiene al menos 67.000 años y otros restos óseos y dientes que se remontan a al menos 50.000 años. En un valle cercano se hallaron herramientas de piedra características de los humanos primitivos con una antigüedad de 700.000 años. Esta isla ha estado separada del continente por cientos de kilómetros de mar profundo desde hace al menos dos millones y medio de años, una barrera inexpugnable para cualquier especie humana salvo para el Homo sapiens o, al menos, eso se pensaba hasta ahora.


Florent Détroit, investigador del Museo Nacional de Historia Natural de París y codescubridor de la nueva especie, no cierra la puerta a que estos homínidos tuviesen ya el arrojo y la curiosidad necesarias para lanzarse al mar. "Muchos expertos no piensan que el 'Homo erectus', el probable ancestro de la nueva especie descubierta, fuese lo suficientemente inteligente como para cruzar el mar a propósito, pero cada vez tenemos más evidencias de que se asentaron en varias islas del sudeste asiático, así que probablemente no se trate de un accidente”, propone. “Además, es imposible que una población pueda asentarse en una isla haciendo un solo viaje, hicieron falta varias llegadas con varios indivíduos de ambos sexos para que prosperase la población”, argumenta el paleoantropólogo.

La teoría se ve apoyada por la existencia de otro miembro de nuestro género, el Homo floresiensis, que también llegó por mar a la isla Indonesia de Flores y allí sufrió un proceso evolutivo de enanismo hasta quedar reducido a un metro de estatura con un cerebro de unos 400 cm3  (los sapiens tenemos unos 1.300).

Excavaciones en la cueva de Callao (Filipinas) donde se halló al 'Homo luzonensis'. MNHN

La mayoría de expertos cree que estas dos especies llegaron a sus destinos a bordo de balsas naturales. “Hay que imaginar los ríos caudalosos que discurren por los bosques tropicales del sudeste asiático y que tras una tormenta o un tsunami arrastran amasijos de troncos y hojarasca”, explica Antonio Rosas, paleoantropólogo del CSIC. “Los homínidos se habrían subido y las corrientes hicieron el resto. Estas balsas naturales son la explicación más plausible de cómo los primates llegaron a Sudamérica desde África hace unos 23 millones de años. También explica la llegada de ciertos reptiles a las islas Galápagos y de mamíferos a la isla de Madagascar”, resalta. Es un enigma cuánto duraron algunas de esas travesías y cómo los animales sobrevivieron a ellas.

María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, aporta otro argumento en contra de que los homínidos primitivos fuesen navegantes. “No tenemos evidencias de que los homínidos de Flores y Luzón tuvieran curiosidad o lo que se ha llamado 'wanderlust' [un impulso fuerte por el viaje y la exploración]”, explica. “Prueba de ello es que no hay evidencia de movimiento entre islas. Es muy probable que una vez llegaban a esas islas se quedaban atrapados. Los conjuntos de herramientas que se han hallado son bastante inespecíficas y sencillas. En general se acepta que consumían sobre todo fauna terrestre, pero la incapacidad de desarrollar tecnologías sofisticadas de pesca puede ser una de las razones por las que no hayan sido poblaciones muy móviles ni con gran capacidad de dispersión”, añade.


Reconstrucción del 'Homo erectus'  de la isla de Java con el grabado realizado en una concha de mejillón. MINKE VAN VOORTHUIZEN/U. LEIDEN



Esa nostalgia por descubrir nuevos territorios más allá del océano quedaría reservada a los Homo sapiens, al igual que el arte de mayor complejidad, como el de las cuevas de Altamira, en España, o Chauvet y Lascaux, en Francia, todas posteriores a la llegada del sapiens al continente hace unos 40.000 años. De esas mismas fechas son las primeras evidencias de navegación en aguas profundas en Asia asociadas a Homo sapiens para pescar atunes. Al contrario que los Homo anteriores, los sapiens habrían sido los primeros en vivir casi exclusivamente del consumo de pescado, lo que les empujó a dominar la navegación. También en esta época —hace unos 35.000 años— aparece el arte rupestre en la isla Sulawesi, vecina a Flores. El hobbit de Flores se había extinguido unos 15.000 años antes, justo cuando los primeros sapiens llegaron al archipiélago.


Ni siquiera los neandertales, la especie humana que evolucionó en Europa y que están considerados seres muy parecidos a nosotros, con sus propios adornos y arte, se dieron a la navegación, resalta Jean-Jacques Hublin  (izquierda), experto en el estudio de esta especie en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania). “Aparentemente ni siquiera los neandertales que habitaban en la actual Italia llegaron a cruzar hasta Sicilia, a pesar de su cercanía”, explica.

Aún quedan muchas incógnitas sobre las capacidades cognitivas del Homo erectus. Tenía una capacidad craneal de unos 1.100 cm3 y una complexión muy similar a la nuestra, perfecta para caminar y correr erguido. Suyo es el mérito de ser la especie humana que ha existido durante un mayor periodo de tiempo, nueve veces más que los sapiens. Su origen se remonta a África hace unos dos millones de años. De allí salió hace 1,8 millones de años y en un tiempo récord llegó a Europa y Asia. Suyo es también el primer grabado realizado por un humano: una línea en zig zag hecha sobre una concha de molusco que probablemente le había servido antes de alimento. Este hallazgo se hizo en la isla de Java donde, en este caso, había llegado caminando por un pasillo de tierra que después cubrió el mar. De momento, los sapiens seguimos siendo los primeros navegantes.

Fuente: elpais.com | 14 de abril de 2019

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 15, 2019 a las 4:47pm

El descubrimiento de nuevas especies pueden sacudir el árbol genealógico de la humanidad

Los fósiles y los dientes de una nueva especie humana descubierta, el 'Homo luzonensis', presentados en una conferencia de prensa en el auditorio de la Facultad de Ciencias UP en Manila. Imagen: AFP Fuente: AFP

La determinación de una nueva especie, y posiblemente de uno de nuestros antepasados, está planteando preguntas sobre las teorías existentes de la evolución y la naturaleza del árbol genealógico humano.

Un equipo de investigación internacional determinó que siete dientes y seis huesos encontrados en las cuevas de piedra caliza, en Filipinas, pertenecían a dos adultos y un hijo de una recién conocida especie antigua. La especie, bautizada como Homo luzonensis, ha sido nombrada por Luzon, la isla más grande y poblada de Filipinas, donde los fósiles fueron descubiertos en 2007, 2011 y 2015. De acuerdo a un artículo publicado en la revista Nature, los fósiles de Homo luzonensis se estima que tienen 67.000 años.

"Es probablemente el mayor descubrimiento de un período y añade nuevos elementos a las teorías de la dispersión humana”, indicó Patrick Roberts (izquierda), líder del grupo del laboratorio de isótopos estables en el Departamento de Arqueología del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Alemania.

"Este hallazgo es significativo porque proporciona más evidencias sobre la complejidad de la evolución humana en Asia oriental", asegura Shara E. Bailey (derecha), profesora asociada y presidenta asociada del Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York.

"Es particularmente emocionante porque casi todas las nuevas especies anunciadas en los últimos 15 años han indicado que, o bien había muchas más especies, además del 'Homo sapiens' durante el Pleistoceno tardío, o que hemos estado subestimando lo morfológicamente variable".

Debido al tamaño de su mandíbula y dientes pequeños, el Homo luzonensis tenía probablemente entre 1 y 1,4 metros de altura. Dado que el tamaño de los dientes se cree que es indicativo del tamaño del cuerpo, es posible que el Homo luzonensis incluso podría haber sido más pequeño que el Homo floresiensis, otra especie de Asia. Los dos, sin embargo, no están necesariamente relacionados.

Se cree que el Homo luzonensis caminó erguido y utilizó herramientas de piedra. Además, tenía los pies de una forma que hacía la escalada más fácil, y una distintiva anatomía, diferente a los humanos modernos. Roberts señaló que ciertas características como los huesos curvados de los dedos del pie señalan que la habilidad para escalar pudo haber sido un aspecto importante de la supervivencia del Homo luzonensis en medio de una isla tropical, lo cual ofrece una visión del medio ambiente de la época.

Los dígitos pueden haber sido como los de Australopithecus, primates antiguos que poblaron la tierra millones de años antes de que el Homo erectus saliera de África.

"El árbol genealógico es ahora más complicado. Así que eran homínidos que pudieron llegar a la isla con éxito, adaptarse y hasta transformar su aspecto físico", destacó en una conferencia de prensa el científico Armand Salvador Mijares (izquierda), arqueólogo filipino que dirigió las expediciones que descubrieron al Homo luzonensis. "Aunque pudo haber llegado un momento en que no le fue factible sostener su capacidad de transformación física", añade.

Mijares también afirma que el Homo luzonensis no es nuestro antepasado. Su criterio se basa en los tres molares arraigados, aunque se especula que también proviene de África. Sin embargo, la posibilidad de que el Homo luzonensis sea un antepasado ambientalmente determinado del Homo erectus, o que sus genes todavía existan en nuestro grupo genético, no se puede descartar por completo.

Durante muchos años, una teoría líder de la evolución se centró en la idea de que una especie temprana llamada Homo erectus (los posibles antepasados de los humanos modernos, Homo sapiens), comenzó a emerger desde África entre 2 y 1,5 millones de años atrás. Otra escuela de pensamiento ubica la llegada del Homo sapiens en Asia entre 50.000 y 70.000 años atrás.

"Cuando el 'Homo sapiens' se dispersó fuera de África entre 70.000 y 100.000 años atrás, reemplazaron o se hibridaron con grupos arcaicos ya existentes. Ellos (Homo sapiens) pueden no haber llegado a las islas hasta mucho más tarde, lo que significa que los grupos arcaicos podrían haber sobrevivido más tiempo", explicó Bailey.

Las poblaciones insulares del pasado estaban, sin dudas, mucho más aisladas que las continentales. "Eso significa que hay una mayor probabilidad de morfologías inusuales que aparecen y se mantienen en una alta frecuencia”, indicó Bailey. "Si el sudeste asiático sirvió como un tipo de refugio del 'Homo sapiens' entrante, podemos encontrar aún más evidencias de morfotipos inusuales de homínidos”, adujo.

La composición genética de los seres humanos modernos es muy diversa y el árbol genealógico es cada vez más complejo.

"Las líneas que conectan los puntos de nuestra dispersión dentro y fuera de África, y nuestro viaje evolutivo, son increíblemente irregulares", concluyó Roberts. 

Fuente: spanish.peopledaily.com.cn| 15 de abril de 2019

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 16, 2019 a las 12:21am

¿Cuánta evidencia es suficiente para declarar una nueva especie humana procedente de una cueva de Filipinas?

Por , profesor asociado e investigador principal, del Centro de Excelencia ARC para la biodiversidad y el patrimonio de Australia, Universidad de Nueva Gales del Sur, UNSW

El anuncio de una nueva especie de humano antiguo (más correctamente un hominino) en Filipinas, publicado en la revista Nature, causará muchos quebraderos de cabeza entre los antropólogos y los arqueólogos.

Algunos saludarán la publicación con entusiasmo desenfrenado, creyendo que confirma sus propios puntos de vista sobre nuestro pasado evolutivo. Otros aullarán con fuerza, creyendo que la declaración va demasiado lejos con tan pocas evidencias.

Yo, me siento en algún lugar en medio de este espectro de opiniones. Durante mucho tiempo he promovido una visión pluralista de la evolución humana, pues he visto que el registro de fósiles de homínidos sugiere una gran diversidad de especies.

No hay razón para esperar que la evolución humana haya sido diferente a la evolución de otros animales donde, por ejemplo, entre nuestros parientes primates cercanos, la diversidad era frecuente y sigue siendo la regla.

Al mismo tiempo, todos y cada uno de los nuevos descubrimientos tienen que acumularse y deben ser juzgados por sus méritos sobre la base de las evidencias presentadas. No podemos, simplemente, aceptar la interpretación de un nuevo descubrimiento porque se ajusta a nuestras opiniones fuertemente sostenidas.

Pero también necesitamos mantener la cabeza fría, porque la denominación de cualquier nueva especie sigue siendo una hipótesis científica, lista para ser probada y lejos de ser definitiva, incluso si se publica en las estimadas páginas de una revista como Nature.

El hallazgo filipino

Entonces, ¿qué han encontrado? Se llama Homo luzonensis, con base a la isla principal de Luzón, en Filipinas, donde se han recuperado sus restos durante las excavaciones realizadas en la cueva del Callao en 2007, 2011 y 2015.

Este nuevo hominino está representado por un puñado de dientes adultos muy desgastados de uno o dos individuos, un hueso del pie y dos huesos de los dedos de los pies, y un fragmento óseo de una pierna juvenil.


Se argumenta que su anatomía es una mezcla peculiar de características que normalmente se encuentran en humanos vivos, en el Homo erectus, en el hobbit (Homo floresiensis) y en los Australopithecus.

Las similitudes con los Australopithecus son especialmente intrigantes cuando uno reflexiona por un momento sobre quiénes eran realmente los australopitecinos. Un ejemplo famoso es "Lucy", que perteneció a la especie Australopithecus afarensis y que vivió en el Gran Valle del Rift, en África Oriental. Otro es Australopithecus sediba, hallado en una cueva de Sudáfrica hace apenas una década. Estas y muchas otras especies de Australopithecus (hay al menos seis descritas) vivieron en el África subsahariana hace aproximadamente entre 2 millones y 5 millones de años.

Los espécimenes Australopithecus están entre los primeros homínidos que dieron origen al género humano Homo. Esto los hace ser uno de nuestros antepasados ​​evolutivos. Sin embargo, a pesar de su bipedismo también parecen haber pasado gran parte de su tiempo trepando a los árboles, quizás para alimentarse, dormir y escapar de los depredadores.

Por lo general, tenían alrededor de 30 a 50 kg de peso, medían entre 1 y 1,5 metros de altura, y ostentaban un cerebro de aproximadamente un tercio el tamaño del nuestro. Es posible que hayan producido y utilizado herramientas de piedra en bruto, pero las evidencias sobre ello siguen sin estar claras. En cierto sentido, se habrían parecido mucho a los chimpancés, pero con caras más pequeñas, dientes frontales y cuerpos erguidos.

¿Es una nueva especie?
En las comparaciones estadísticas realizadas en la investigación recientemente publicada, y dirigida por Florent Détroit, del Musée de l'Homme, destacan una variedad bastante extraña de características en Homo luzonensis.

Pero la gran importancia de este tipo (u holotipo) de espécimen, denominado fósil CCH6, comprende solo unos pocos dientes de la mandíbula superior, todos los cuales están bastante desgastados o rotos. No se conserva, pues, mucha anatomía, y esto me deja el sentimiento de que el caso de esta nueva especie es un poco endeble.

¿Cómo de sorprendente resultaría que algo parecido a un Australopithecus hubiera sobrevivido a un largo, muy largo, camino desde el Valle del Rift, en África, hace tan solo 50.000 años?

Bueno, pues resulta que esta es precisamente la situación con el diminuto Homo floresiensis de Flores, en el este de Indonesia, el cual ha sido datado recientemente entre 60.000 a 100.000 años atrás.

Nuevamente, mientras que el hobbit podría habernos preparado filosóficamente para descubrimientos aún más radicales, el caso de Homo luzonensis debe ser juzgado únicamente por sus méritos.

Creo que habría sido preferible dejar el fósil en lo que el arqueólogo y antropólogo keniano Louis Leakey solía llamar "cuenta en suspenso" hasta que tengamos muchas más evidencias.

Datación de los hallazgos fósiles

Lo que más me molesta de la nueva investigación es la comprensión, aparentemente deficiente, de la datación del Homo luzonensis. No hay mucha evidencia nueva presentada aquí sobre la datación del yacimiento o sobre los fósiles en sí, y el trabajo que ha sido realizado anteriormente debe ser interpretado con bastante cautela.

El método empleado para datar los actuales fósiles (llamado Uranium-series o U / Th Dating) puede ser notoriamente poco fiable cuando se aplican a huesos y dientes, y, con franqueza, algunos de mis colegas simplemente no aceptan que se haya estado a la altura de la tarea.


Esto se debe a que los huesos y dientes pueden perder uranio viejo o tomar uranio nuevo cuando están enterrados en sedimentos, tal como los que se han encontrado en la cueva, y no hay manera de saber realmente si esto ha sucedido en el pasado. El método supone que el uranio se absorbió solo una vez en el pasado y luego decayó, lo que nos da un reloj radioactivo, pero probablemente no haya sido así en la realidad.

Es una práctica habitual verificar la datación de un yacimiento con diferentes métodos y empleando diversos materiales (carbón vegetal, sedimentos, huesos, piedras calizas, etc.), y no hay ninguna explicación de por qué no se ha hecho esto en la Cueva de Callao y con el Homo luzonensis, o, si lo han hecho, ¿cómo se han comparado los resultados?

Creo que lo mejor que podemos decir es que estos fósiles parecen ser más antiguos que 50.000 años, pero cuánto más antiguos es algo que nadie lo puede adivinar. Podrían tener 55.000 años o 550.000 años, y esto marcaría una diferencia muy notable en términos de su importancia y de su lugar en la evolución humana.

Aun así, si Détroit y su equipo tienen razón sobre el Homo luzonensis, el nuevo descubrimiento se agregaría a una imagen cada vez mayor sobre la diversidad humana extinta en el sudeste asiático, algo que simplemente no podíamos haber imaginado hace una o dos décadas.

Fuente: theconversation.com | 10 de abril de 2019

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el mayo 26, 2019 a las 1:40am

El ‘indiana jones’ filipino que descubrió una especie humana

Esta es la historia de un hombre que nunca abandonó su convicción: excavar más profundo. Armand Mijares (Manila, 1965), Mandy, es el arqueólogo al frente del proyecto que ha descubierto una nueva especie humana: el Homo Luzonensis. Durante 20 años le dijeron que dejara de hurgar en esa cueva en el norte de Filipinas, que era estéril. Conforme daba con nuevos restos, las voces callaban. Ahora presume orgulloso de que su hallazgo esté en la portada de Nature, la prestigiosa revista que le dijo “no” cuando encontró su primer hueso. “No quiero ser rico, quiero ser inmortal, eso se consigue saliendo en los libros de texto, así que creo que ya lo tengo”.

Con el pelo recogido en una coleta, aros en las orejas, los brazos cubiertos de tatuajes y unas pequeñas gafas redondas, Mijares coloca sobre gomaespuma la docena de huesecitos que le ha proporcionado una de las mayores glorias científicas. “Las piezas más pequeñas me han hecho el hombre más grande”, asegura feliz. A sus espaldas, su colección de chupitos del mundo, en sus vitrinas, varias réplicas de calaveras humanas, en la puerta de acceso a su despacho, tres carteles que muestran su afición a la cerveza. “En realidad nunca quise ser arqueólogo, me formé como antropólogo, pero vi un anuncio para trabajar en el museo nacional, me postulé y me contrataron. En esos 12 años en el museo aprendí a amar esta profesión”. Tanto, que el tono de llamada de su móvil es la música de Indiana Jones, un póster que también decora su despacho: “Es una gran inspiración, ¿sabes?, para mí la arqueología tiene esa parte de aventura que él muestra”.

El Homo luzonensis vivió hace al menos 67.000 años en la isla de Luzón (en la que se encuentra Manila). A principios de abril aumentó la familia de Homos conocida a seis, y fue la segunda que se certificó en el sudeste asiático, tras el Homo floresiensis, descubierta en 2004 en Indonesia. "Ese hallazgo fue realmente mi inspiración. Pensé que entonces podía haber más. Durante mucho tiempo tuve un conflicto interno, porque antes yo era un creyente de que solo el 'Homo sapiens' había llegado a Luzón. He tenido que cambiar mi forma de pensar y aceptar que otras especies llegaron a Filipinas", admite.

El arqueólogo, en el yacimiento. El arqueólogo, en el yacimiento. Foto facilitada por Mijares

Su proyecto no recibió al principio enormes sumas de dinero ni un apoyo excepcional. “Este es el ciclo: excavas, consigues que te publiquen, te dan beca. Y vuelta a empezar”. La primera financiación la obtuvo en 2003 y provenía casi toda de su Universidad. En 2007, encontraron un pedazo de falange. Frustrados, pensaron que era de un animal hasta que les llamaron del laboratorio: “Es humano, pero es raro”. Fue una alegría maravillosa para el pequeño equipo compuesto por cinco arqueólogos filipinos que lo celebraron “bebiendo cerveza”, algo que a Mijares le gusta hacer a menudo con sus colegas para fomentar el buen ambiente. En las seis semanas de excavación de 2009 no encontraron nada. Un mazazo que podría haber acabado con el proyecto, pero Mijares logró dinero para volver una vez más, en 2011. A partir de ese año consiguió dar con otra decena de piezas: parte de un fémur, una dentadura fragmentada, más falanges. “Lo que he aprendido de esta experiencia de casi dos décadas es que este proceso me ha hecho lo que soy. Persigo lo que creo que es cierto, y en ese momento creía que lo correcto era excavar más profundo”.

En cada tanda, el equipo fue aumentando. Ahora son una treintena y de varias nacionalidades, porque Mijares ha coordinado durante años el programa de intercambio de estudiantes con el extranjero. Aparte de su devoción por la arqueología, les une el amor por la pasta que se sirve cada sábado en la excavación. “Cuando estudiaba antropología estaba solo en la montaña, pero cuando haces arqueología siempre tienes un equipo con el que compartir y debatir, y yo elegí el mío muy bien”, afirma. Con ellos afronta las críticas, que también las ha habido, a su des...: “Sabíamos que iba a ser controvertido que habría muchos que dirían ‘Venga, ¿otra nueva especie?’, pero ahora mismo tenemos todas las herramientas científicas para defendernos y demostrar que tenemos razón”.

Su próxima lucha es que arqueología pase de ser un curso a un departamento como tal. Mijares siente que su hallazgo servirá como inspiración para muchos jóvenes en su país. Él tiene cuatro hijas, dos más mayores de su primer matrimonio y dos aún pequeñas. “Las pequeñas están sorprendidas de que su padre sea famoso, pero aún no me han dicho nada de que quieran ser científicas y yo no las presiono. Son bastante independientes”. Todo ha cambiado mucho desde que publicó su primer libro como antropólogo y su madre le felicitó con un: “Seguro que es muy bonito hijo, pero yo no entiendo nada”.

“ES POSIBLE QUE HAYA MÁS ESPECIES EN FILIPINAS”



Hace unos años, este “orgulloso filipino” era muy tímido y hablaba casi en susurros, cuenta. Ahora no para de conceder entrevistas y charlas, su cara sonriente ocupa gran parte de un cartel gigante en la entrada del edificio Albert Hall, en el que se encuentra su despacho y recibe “muchos apretones de manos” cuando camina por la facultad. Una estancia como profesor en Nuevo México (EE UU) le “abrió la mente”. “Cuando viajas te das cuenta de lo que hay ahí fuera, de las cosas que se pueden descubrir. Tuve ofertas de trabajo allí y en Australia, pero yo quise volver a Filipinas y descubrir cosas aquí. Y creo que todavía se pueden hallar muchas más. Los yacimientos de Mindanao (al sur) casi no están explorados. ¿Quién sabe si uno de mis estudiantes descubrirá una nueva especie humana? Yo creo que es posible”.

Fuente: elpais.com| 25 de mayo de 2019

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el julio 10, 2019 a las 12:10pm
Entrevista a Florent Détroit, descubridor de la nueva especie: "El 'Homo luzonensis' es diferente a cualquier otra especie humana conocida"

                    Florent Détroit en el Museo del Hombre de París. LEO PAUL-RIDET

Pieza a pieza el mosaico de la evolución humana se va revelando en toda su complejidad. El último fragmento en aparecer nos describe a una de las especies más extrañas y desconcertantes, el Homo luzonensis, que vivió en los bosques de Filipinas hace más de 60.000 años. Unos pocos dientes, un fémur y algunos huesos de los pies y las manos,  hallados en las profundidades de la cueva de Callao, han permitido a Florent Détroit (paleantropólogo del Museo del Hombre en París) y a sus colegas reconstruir la extraña de mezcla de rasgos de este homínido.

El propio investigador nos muestra en su despacho del Museo del Hombre los restos de la última especie humana descubierta. Algunas de sus características -como sus dedos curvados- le acercan más al remoto Australopithecus que a cualquiera de sus parientes contemporáneos.

Huesos de 'Homo luzonensis'. LEO PAUL-RIDET
¿Cuáles fueron las primeras señales de la existencia del Homo luzonensis?
En 2007 yo investigaba sobre la presencia de los primeros Homo sapiens en las islas del sudeste asiático, centrado en Indonesia y Filipinas. Estábamos empezando con las excavaciones en la cueva de Tabón, en Palawan, donde habían sido descubiertos los restos más antiguos de sapiens  filipinos (30.000-40.000 años). Durante ese viaje hice una visita a la cueva de Callao con mi colega Armand Mijares, de la Universidad de Filipinas-Diliman, que estaba haciendo algunos trabajos allí. Estuvimos un par de días y ya de vuelta a Manila me anunció que, en un nivel muy profundo, entre huesos de animales, había aparecido un pequeño fósil que podría ser humano. Aquel primer hueso fue el comienzo de nuestra colaboración, que nos llevó a la publicación de un primer estudio en 2010.

¿En qué momento se dan cuenta de que se trata de una especie desconocida?

Con ese único hueso la conclusión de nuestro artículo fue la única posible: que probablemente se trataba de un pequeño Homo sapiens. Pero ya éramos conscientes de que allí había algo extraño. De entrada, por su antigüedad de al menos 60.000 años. Probamos diferentes zonas de la cueva en busca del nivel de profundidad que buscábamos y pudimos encontrar nuevos fósiles. Desde el primer diente, un pequeño premolar que tenía tres raíces, constatamos que se trataba de algo nuevo; los dientes de un Homo sapiens no son así. Además, la falange del pie era curva, algo que tampoco se corresponde en absoluto.

Algunos de sus colegas son escépticos sobre que sea una nueva especie.
Lo que hemos hecho aquí es una práctica paleontológica estándar: se juntan las piezas y se hacen todas las comparaciones posibles en busca de coincidencias. Es verdad que algunos rasgos que hemos hallado pueden estar presentes en otras especies, pero cuando ves el conjunto te das cuenta de que el luzonensis es diferente a todo lo que conocíamos. De todas formas, hemos querido evitar entrar en el debate sobre qué es una especie, porque, en mi opinión, no hay una respuesta. Una especie no existe, es una invención del hombre para clasificar las cosas, útil sólo para reconstruir nuestra historia evolutiva.

Homo luzonensis existió al mismo tiempo que sapiens, neandertales, denisovanos y el hombre de Flores - Nature

Como ya ocurrió con el Homo floresiensis en 2007, se especula con dos hipótesis: o bien el luzonensis llegó ya con esa morfología a la isla, o bien evolucionó por un aislamiento prolongado.
Si llegaron así, quiere decir que descienden de manera bastante directa de un homínido de tipo Australopithecus, una teoría que permitiría explicar muchas de sus características, pero que pondría en tela de juicio todo lo que conocemos de la Prehistoria en Asia. A día de hoy no hay ningún resto de Australopithecus fuera de África. Tal vez exista y no lo hayamos descubierto (en Prehistoria nunca se sabe), pero, de acuerdo con todo lo que sabemos, me cuesta ver cómo el Homo floresiensis y el Homo luzonensis podrían haber descendido directamente del Australopithecus sin pasar por el Homo erectus. Máxime, cuando hay restos del erectus por todo Asia.

La opción más plausible entonces es que evolucionaran de forma independiente.
Efectivamente, la otra opción es que desciendan del erectus y que el endemismo insular haya podido dar esa extraña mezcla de rasgos, con características que recuerdan a un ser muy primitivo. Es verdad que es complicado explicar un mecanismo evolutivo que implica un retorno en la evolución, pero hay precedentes en otras especies de mamíferos insulares en los que la evolución va de la mano con una reducción de talla, como elefantes y ciervos enanos. Estos cambios suelen ir acompañados con una modificación del aparato locomotor -porque no hay predadores- y en la morfología de las extremidades. Creo que ahí está un pequeño indicio que podría explicar la extraña forma del pie del Homo luzonensis.

Queda por resolver la pregunta de cómo llegaron allí.
Durante mucho tiempo se ha asumido que el Homo sapiens era la única variedad con suficiente inteligencia para navegar. Navegar en un sentido prehistórico, claro está: ser capaz de atravesar un gran entrante del mar. Y, sin embargo, ahora sabemos que en Filipinas hay al menos 700.000 años de presencia humana, en Flores al menos 1 millón y, entre esos dos, en Silawesi 300.000. Son ejemplos de islas que fueron colonizadas por especies que podían ser Homo sapiens, porque son anteriores. Para mí, la explicación más plausible es que el Homo erectus fuera capaz de navegar, aunque la versión más extendida diga que tenía miedo del mar. Creo que en las poblaciones del litoral pudieron desarrollar algo de navegación costera y, a partir de ahí, haber ido un poco más lejos.

Implica que hubo un instinto de exploración previo a nuestra especie.
Sabemos que los sapiens somos muy curiosos por naturaleza, pero además, por la distribución de sitios prehistóricos, podemos ver que esa curiosidad viene de más lejos, especies mucho más antiguas muestran esa voluntad de querer ir a sitios nuevos. Cuando una isla es visible desde donde estamos, invariablemente vamos a tener el deseo de ir.

El profesor asociado de la Universidad de Filipinas (UP), Armand Salvador Mijares, señala una proyección de fósiles y dientes de una nueva especie humana descubierta, el 'Homo luzonensis', en una conferencia de prensa en el auditorio de la UP College of Science en Manila el 11 de abril de 2019.
 

En la cueva de Tabón se han hallado pruebas de herramientas con una antigüedad de 700.000 años. ¿Hay una continuidad entre esos restos y los hallados en Callao?
Continuidad no sabemos. El Homo luzonensis podría descender de esa población o de cualquier otro grupo que llegase en oleadas sucesivas. Lo que sí hace es darnos un punto de partida para esa historia evolutiva: hace al menos 700.000 años ya había hombres sobre la isla de Luzón. No sabemos quiénes, no sabemos por qué, no sabemos cómo ni cuándo llegaron allí, porque no hay restos directos. Pero hay marcas de cortes en animales realizadas con útiles de piedra tallada: allí había gente. Eso da tiempo suficiente al luzonensis para evolucionar, porque esas transformaciones de las que hablábamos no pueden ocurrir rápidamente, pero 700.000 años es mucho tiempo.

¿Es posible realizar análisis de ADN sobre el Homo luzonensis?
Hemos hecho algunos intentos con nuestros colegas de Max Planck en Leipzig, pero no han prosperado. Era de esperar, ya que es un caso especialmente complicado: la geología del lugar indica que los fósiles han sido afectados por la acción del agua (es zona de tifones y tsunamis). La combinación de clima tropical húmedo y la acción del agua es horrible para todo lo que es tejido vivo. Aun así hay algunos caminos abiertos, como la proteómica, que se está desarrollando muy rápido. Es así como han identificado la mandíbula de un denisovano del Tibet. Hemos enviado muestras para hacer análisis, pero de momento sin éxito.

En la última década la genética está transformando el estudio de la evolución humana.
La ha transformado y estimulado en varios aspectos. Por un lado hay esta especie de rivalidad entre paleoantropología y genética, cuando las dos disciplinas deberían intentar de trabajar juntas. En nuestro caso te puedo decir que hemos recibido un aluvión de mails de genetistas que quieren que les enviemos los fósiles, porque nos dicen que van a hacer esto y aquello. Personalmente creo que algunos colegas genetistas son demasiado clientes, como diciendo 'vosotros os buscáis la vida para encontrar los fósiles y luego nos los enviáis', cuando en realidad podríamos preparar los proyectos juntos también para las etapas previas, de muestreo, de desarrollo y de mejora de las tecnologías actuales.

En cualquier caso, está arrojando pruebas de un origen de la humanidad más complicado de lo que pensábamos.
En el debate sobre los orígenes del sapiens hemos tenido durante muchos años este enfrentamiento entre Out of Africa (teoría del origen africano de los humanos modernos) y el multirregionalismo. Con la genética todo está dando un vuelco, porque, aunque el Out of Africa sigue siendo una teoría plenamente válida, nos damos cuenta de que hay una complejidad mayor de la que veíamos. Por ejemplo las hibridaciones entre sapiens, neandertal y denisovano demuestran que hay contribuciones, aunque fueran menores, de otras especies de homínidos que no tienen necesariamente un origen africano y que se remontan a muy atrás en el tiempo. Además está la cuestión del multirregionalismo dentro de África, múltiples focos de poblaciones africanas que no tienen una masa homogénea.

Fuente: elmundo.es | 10 de julio de 2019

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