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La mandíbula de Filipo II de Macedonia
Fuente: ABC.es | 20 de julio de 2015
Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno y el rey que consiguió unificar Grecia en el siglo IV antes de Cristo, no está enterrado donde todo el mundo piensa. Ahora, un equipo internacional de investigadores, dirigido por el antropólogo griego Antonis Bartsiokas (izquierda) y el paleontólogo español, Juan Luis Arsuaga (derecha), codirector de los yacimientos de Atapuerca, acaba de identificar los auténticos restos del gran rey macedonio, que fueron descartados hace décadas y que desde entonces permanecen guardados en cajas en una estantería.
El hallazgo, de una importancia histórica excepcional, se acaba de publicar en la prestigiosa revista norteamericana «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) y zanja de una vez por todas el «misterio» de las tumbas reales macedonias, que ha traído de cabeza durante casi cuarenta años a historiadores, arqueólogos y antropólogos de todo el mundo.
El descubrimiento se ha producido en la localidad griega de Vergina, al norte del país heleno y en plena Macedonia Central. Allí, en efecto, se encuentra el yacimiento arqueológico de Egas, uno de los más importantes y ricos del mundo, donde permanece enterrada una buena parte de la aristocracia y la nobleza de la antigua cultura macedonia, la misma a la que perteneció Alejandro Magno. Se trata de amplias tumbas subterráneas, cubiertas por túmulos de tierra y en cuyo interior se han hallado, en ocasiones, enormes riquezas. No en vano el yacimiento fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
La historia del yacimiento de Egas (que era el nombre de la primitiva capital macedonia, que se encontraba allí) comienza en los años 1977 y 1978. Fue entonces cuando el arqueólogo griego Manolis Andronikos excavó por primera vez el lugar. Se fijó especialmente en el más grande y prometedor de los túmulos y allí, en efecto, aparecieron tres tumbas monumentales. Con la primera de ellas (la Tumba número 1), la más pequeña de las tres, no pareció haber suerte. Mostraba, en efecto, las huellas de uno o varios antiguos saqueos y en su interior, aparte de una serie de frescos en las paredes ilustrando el rapto de Perséfone, no había más que un montón de huesos revueltos y esparcidos por todas partes. La tumba, más pequeña y sencilla que las otras dos, era totalmente cuadrada, como un gran cubo de piedra.
Pero la Tumba número 2 era diferente. Era más grande, estaba abovedada y, sobre todo, había permanecido intacta durante más de 2.000 años, con el ajuar funerario completo y una multitud de objetos en su interior. Armas, armaduras (alguna de ellas del propio Alejandro Magno), cabezas de marfil, vasos de plata... y un sarcófago de mármol en cuyo interior había dos arquetas de oro con los restos de un hombre y una mujer. La tumba número 2 del Gran Túmulo de Vergina se considera como el tercer mayor tesoro de la Antigüedad jamás encontrado, solo superado por las tumbas de Tutankamón en Egipto y la del Señor de Sipán en Perú. Su contenido se expone actualmente al público en el Museo de Vergina, construido directamente sobre el emplazamiento original de las tumbas.
Un año después, en 1978, Andronikos descubrió una tercera tumba, también intacta y con bóveda de cañón, aunque con un ajuar menos valioso que el de la Tumba 2. Se supone que allí descansaba Alejandro IV, uno de los hijos de Alejandro Magno, aunque en realidad no se sabe a ciencia cierta a quién perteneció. Así las cosas, Andronikos no tardó en atribuir los restos de las dos arquetas de la Tumba 2 a Filipo II y a su esposa. Para ello se basó en la riqueza del ajuar y en diversos textos históricos. Oficialmente, en efecto, es allí donde está enterrado el gran Rey de Macedonia.
Con el paso del tiempo, sin embargo, las dudas sobre esta interpretación no han dejado de crecer. Especialmente por parte del antropólogo griego Antonis Bartsiokas, que durante años pidió repetidamente y sin éxito a las autoridades griegas que se le permitiera examinar los supuestos restos de Filipo II. Tras mucha resistencia oficial y numerosos aplazamientos, el científico recibió por fin, a finales de la pasada década de los noventa, un permiso de apenas dos horas y bajo la estrecha vigilancia de funcionarios del gobierno griego, para examinar los huesos del interior de las arquetas de oro de la Tumba 2. Y desde aquél primer análisis, Bartsiokas está convencido de que esos no podían ser los restos de Filipo II.
Lo explica para ABC Juan Luis Arsuaga, coautor de la investigación publicada por PNAS, que ha atendido a nuestro periódico a pesar de estar en plena campaña de excavación en Atapuerca. «A finales de los noventa -afirma el paleontólogo- fui a Grecia a estudiar fósiles humanos, que es lo mío. Y allí coincidí con Antonis Bartsiokas y estuve repasando con él los análisis que hizo de los restos de la Tumba 2».
Según explica Arsuaga, «Una de las principales razones para la duda era que en esos restos no se apreciaban las marcas de las tremendas heridas que se sabe que Filipo II sufrió en diversas batallas. La más grave le dejó cojo. En el año 339 antes de Cristo, justo tres años antes de morir asesinado, recibió un lanzazo en una pierna que, dicen, mató después al caballo sobre el que iba montado. Incluso le dieron por muerto, luego la herida tuvo que ser considerable. Sin embargo, en el esqueleto de la Tumba 2 no es fácil distinguir las marcas de esa herida, porque está cremado. Es decir, ese cadáver fue quemado en una pira funeraria. Y por la misma razón tampoco era nada evidente la herida que Filipo tenía en el ojo izquierdo, resultado de otra batalla durante la que quedó tuerto».
Bartsiokas publicó, en el año 2000, un estudio en la revista Science en el que sostenía que esos restos no podían pertenecer a Filipo II y los atribuyó a Filipo III, un hermanastro de Alejandro Magno que subió al trono después de la muerte del gran conquistador. «Desde entonces -continúa Arsuaga- hay disputas científicas alrededor de la cuestión. Otro grupo de arqueólogos norteamericanos publicaron después un trabajo en el que se sostiene que la Tumba 2 parece, por sus características, posterior a la muerte de Filipo II. Y esto nos lleva directamente a nuestro estudio».
Para ello, es necesario regresar al contenido «olvidado» de la Tumba número 1. «Los huesos de la Tumba 1 -recuerda Arsuaga- fueron descritos de forma preliminar y ahí se quedaron, sin que nadie más volviera a mostrar interés por ellos. Se sabía que pertenecían a dos o tres individuos, y poco más. Pero Bartsiokas quería estudiarlos, y me llamó para que le ayudara a hacerlo».
El paleontólogo español, pues, se desplazó a Grecia junto a un equipo formado por la historiadora Milagros Algaba, la especialista en técnicas de escaneo, Elena Santos, y el antropólogo especialista en esqueleto postcraneal, Asier Gómez Olivencia. Los investigadores analizaron con todo detalle los huesos hallados en la Tumba 1, sometiéndolos a las técnicas forenses más modernas. Se realizaron radiografías, TACs y reconstrucciones tridimensionales. El análisis de los dientes y de distintas características óseas permitieron determinar con exactitud las edades y los géneros de los tres ocupantes de la Tumba 1.
Según Arsuaga, no hay duda de que «las edades de muerte que hallamos coinciden con las de los personajes. Filipo II murió a los 45 años, su mujer, Cleopatra, a los 18 y el hijo de ambos a los pocos días de nacer. Los esqueletos no estaban completos, pero había suficientes restos para trabajar sobre ellos. Y, por supuesto, también descubrimos la lesión en la rodilla izquierda de Filipo, la que le provocó la lanza. La probabilidad de que hubiera tres personas en la tumba, más la coincidencia de edades y la antigüedad de la propia tumba me deja muy pocas dudas».
Para el paleontólogo español, antes del saqueo, «la Tumba 1 debió de ser impresionante, aunque más modesta que la 2. Pero incluso eso creo que le va más a Filipo II, que era un guerrero. Los mismos griegos le consideraban casi un bárbaro y estaba poco refinado. Él unificó las tribus de Grecia y terminó imponiéndose. Su forma de ser, su tradición, su cultura y su mundo es difícilmente compatible con la Tumba 2, que ya pertenece a la época imperial».
Pero si el Rey Filipo de Macedonia estaba en la Tumba 1, ¿quiénes eran los ocupantes de la Tumba 2? Para Arsuaga, «ya en el año 2000 Bartsiokas aventuró que podría ser Filipo III, hermanastro de Alejandro Magno. Filipo III heredó de su hermano, Alejandro Magno, que murió en Babilonia, su armadura y sus cosas. Y todas esas cosas están en la Tumba 2». Arsuaga está convencido de que, a partir de ahora, en Grecia habrá que cambiar la versión oficial de esa importante parte de su historia. »Después de todo -afirma- les hemos devuelto a su Rey».
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Pongo a continuación parte de la noticia que al respecto publica el diario EL PAIS, donde se recoge las opiniones críticas al nuevo diagnóstico ofrecido:
Una mujer junto a una répilica del fresco con el rapto de Perséfone en la tumba 1 de Vergina. / AP
El estudio aviva una polémica de décadas. Theodore Antikas (izquierda), jefe de antropología de las excavaciones de Vergina, no está de acuerdo con los resultados del equipo de Arsuaga. El trabajo, dice, “se basa en pruebas insuficientes y está lejos de resolver el problema”, ha escrito el experto de la Universidad Aristóteles en una carta remitida a PNAS y a la que ha tenido acceso Materia.
En esa misiva Antikas desvela un giro inesperado a esta historia. Se trata de la existencia de dos cajas de madera llenas de huesos encontrados en la Tumba 1 en 1977. Fueron almacenadas en el Museo de Vergina y “nadie reparó en ellas” hasta ahora. Sus análisis indican que en la tumba 1 había no tres, sino siete individuos, incluidos un adolescente, tres bebés y un feto sin identificar. Podría tratarse de restos de saqueadores o de cadáveres desechados, algo ya visto en otras tumbas macedonias, apunta. Además, dice Antikas, su equipo espera permiso para realizar análisis de ADN sin los que “cualquier asunción sobre las identidades de los muertos es prematura y poco fiable”. Por ahora, ninguno de estos datos ha sido debidamente publicado.
El historiador de la Universidad de Oxford, Robin Lane Fox, experto en este periodo y defensor de la teoría de la Tumba 2, resalta sus dudas sobre el hallazgo. Para empezar “un agujero en una rodilla no va a probar nada, pues muchos otros podrían tenerlo en un mundo de guerreros”, explica en un correo electrónico. Por otro lado, pregunta, ¿cómo se explica que en la tumba de un rey guerrero no haya ni un arma de hierro, del tipo que "los saqueadores no se habrían molestado de robar?”. Un tercer problema, ya clásico, es por qué los restos de la tumba 1 no están incinerados, una cuestión clave, según Lane Fox. El equipo de Arsuaga aduce que no siempre se cremaba a los personajes ilustres, sobre todo en la Macedonia previa a Alejandro Magno.
Maria Liston, una antropóloga experta en rituales funerarios en Grecia, no tiene apenas dudas de que estos son los restos de Filipo II. También resalta que las heridas que presenta el cadáver no parecen las de cualquier guerrero. Tras analizar en detalle el trabajo, resalta que “la pierna tuvo que ser inmovilizada porque el dolor debió ser horrible”, explica. Se hizo de forma muy cuidadosa y pensada”, resalta. “El ángulo en el que fraguó el hueso permitió al paciente andar de puntillas con esa pierna, y, más importante, poder siguiendo montar a caballo, algo que debió hacer Filipo para mantener su estatus de guerrero”. Liston cree que los autores “tienen un argumento muy convincente de que este es el esqueleto de Filipo II” y que el hombre en la tumba 2 es realmente su hijo Filipo III.
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Por su parte Live Science también se hace eco de la controversia que ha generado el nuevo estudio sobre los restos de la Tumba I:
¿El fin de la controversia?
Si Filipo II y su esposa y el bebé ocupan Tumba I, es lógico pensar que Filipo III y su esposa son los controvertidos esqueletos de la Tumba II, escriben Bartsiokas y sus colegas en PNAS.
Si este hallazgo reescribirá la historia aún está por verse. El museo de las Tumbas Reales de Vergina identifica la Tumba II, no la Tumba I, como perteneciente a Filipo II. Lo mismo sucede con la UNESCO, que clasifica el monumento como patrimonio real.
"Estas son afirmaciones audaces, y no creo que vayan a ser muy bienvenidas en algunos sectores de Grecia", dijo Jonathan Musgrave, un anatomista de la Universidad de Bristol, quien ha argumentado que los huesos en la Tumba II pertenecen a Filipo II y Cleopatra.
De hecho, los investigadores que han argumentado la Tumba II como lugar de descanso final de Filipo II no se han convencido de inmediato con el nuevo estudio. En 2014, dos sacos procedentes de la Tumba I, con huesos humanos y de animales, fueron encontrados en un área de almacenamiento, dijo Antikas a Live Science. Él y su equipo han analizado esos huesos y encontraron que la tumba contenía no dos adultos y un bebé, tal como se presenta en el nuevo trabajo de Bartsiokas, sino dos adultos, un adolescente, un feto y tres recién nacidos. Esos hallazgos aún no se han publicado en una revista revisada por pares, en espera del permiso del Consejo Arqueológico Central de Grecia para un estudio adicional, aduce Antikas.
"Cualquier prejuicio acerca de los ocupantes es imposible antes de volver a examinar el contexto completo", dijo Chrysoula Paliadeli, arqueóloga y directora de las excavaciones de la Universidad Aristóteles en Vergina.
Incluso la "pistola humeante", la pierna herida, cae bajo escrutinio; los historiadores antiguos no siempre fueron muy detallistas o claros con sus fuentes. Bartsiokas y su equipo confían en los escritos de Demóstenes, un contemporáneo de Filipo II, quien simplemente escribió que el rey fue herido en una pierna. Pero 300 años más tarde, el historiador Dídimo escribió que la herida de Filipo II estaba en su muslo derecho, dice Milcíades Hatzopoulos, de la Universidad Internacional Helénica. La herida en el esqueleto analizado por Bartsiokas está en la pierna izquierda.
Podría parecer natural confiar en el historiador que estaba escribiendo en el momento de la vida de Filipo II contra una escritura de 300 años más tarde, pero la fuente de Demóstenes fue probablemente Theopompos, que vivió al mismo tiempo que Filipo II, dijo Hatzopoulos.
"Después de haber seguido esta controversia a través de cuatro décadas he llegado a la conclusión de que en este tema en particular no se puede poner mucha fe en las llamadas "ciencias exactas'", añade Hatzopoulos. "Los científicos de renombre se han contradicho entre sí una y otra vez".
Bartsiokas y su equipo parecen preparados para la lucha en curso.
"Creo que hemos hecho un caso muy fuerte", dice el coautor del estudio, Juan-Luis Arsuaga, de la Universidad Complutense de Madrid. "Ahora el foco de atención se volverá hacia la Tumba I. Estoy abierto al debate".
No se si son los periódicos quienes dan el titular o son los propios científicos quienes se lo dan al periodista, pero vamos con la X tesis definitiva sobre el tema y lo mejor es que un mismo periódico, seguro que más, no tienen empacho en publicar en menos de un año dos titulares "definitivos" y opuestos:
Octubre de 2014, El Mundo:
Los restos del padre de Alejandro Magno, un enigma por fin resuelto.
Julio 2015, El Mundo:
Encuentran los restos de Filipo II, el padre de Alejandro Magno.
¿Ordenó Alejandro Magno el asesinato de su padre Filipo II de Macedonia?
Ilustración del asesinato de Filipe II por uno de sus guardaespaldas
Fuente: ABC.es | 22 de julio de 2015
El final de uno de los grandes enigmas de la historia recuerda los muchos que siguen abiertos. Mientras la ubicación de la tumba de Alejandro Magno es todavía un absoluto misterio de la arqueología, este martes un grupo de investigadores anunciaron la identificación de los restos del padre del conquistador, Filipo II, también desaparecidos en las tinieblas de la historia.
Según explica en un detallado artículo a ABC el paleontólogo españo... –coautor de la investigación publicada en la prestigiosa revista norteamericana «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS)–, los datos biográficos del padre de Alejandro Magno han servido como brújula para encontrar en el esqueleto las heridas que sufrió durante su carrera militar, siendo la más grave la registrada en una pierda, que le causó cojera hasta sus últimos días. Y pese a lo mucho que arroja esta fascinante biografía, siempre eclipsada por la de su hijo, el otro gran misterio sobre Filipo II sigue inconcluso: ¿Quién estuvo detrás de su asesinato y con qué objetivo?
Alejandro Magno es recordado como el mayor conquistador de Asia, un genio irrepetible, pero pocas veces es observado como el ejecutor de una empresa iniciada muchos años antes de su nacimiento por su padre, un rey que convirtió un empobrecido reino –despreciado por Atenas y Esparta– en la gran potencia hegemónica de toda Grecia. Tras pasarse varios años de su infancia como rehén en Tebas, Filipo regresó a casa con la idea de comenzar una reforma militar de los ejércitos macedonios que, partiendo de la tradicional falange griega, añadiera nuevos elementos tácticos para darle más flexibilidad y poder someter a las grandes ciudades griegas.
Una vez dominadas las minas de oro de Crénidas, cerca de la costa del mar Egeo, Filipo II fue extendiendo poco a poco los territorios de Macedonia a costa, en muchas ocasiones, de colonias que en otro tiempo pertenecieron a Atenas, la gran potencia de la zona ya en decadencia. En la conquista de Metone –ocupada por Atenas en tiempos del Rey Pérdicas II de Macedonia para dar refugio a los macedonios descontentos–, Filipo II perdió el ojo derecho, siendo uno de los principales rasgos que los investigadores han buscado en los restos mortales. Con las principales ciudades estado griegas sometidas y Atenas ofreciendo una alianza favorable a Macedonia, Filipo se dirigió contra Esparta y les envió un mensaje que en otro tiempo no hubiera hecho más que enaltecer a los fieros espartanos: «Se os avisa para que os sometáis sin mayor dilación, pues enviaré a mi ejército a vuestras tierras y destruiré vuestras granjas, mataré a vuestra gente, y arrasaré vuestra ciudad». Los guerreros espartanos, no obstante, ya no eran lo que fueron y prefirieron conceder a Filipo II la paz sin presentar batalla.
En medio de su vorágine conquistadora, el Rey macedonio decidió casarse en el 357 a.C. con la princesa Olimpia de Epiro (nombre que asumiría años después), hija del rey de Molosia, una región al noroeste de la actual Grecia. Se trataba de su tercera o cuarta esposa, y de quien sería la madre de Alejandro y de Cleopatra de Macedonia. Muchos reyes macedonios se permitían una poligamia, tanto formal como informal, donde no conferían un estatus privilegiado a ninguna de sus esposas, haciendo que se extendieran las intrigas y las traiciones por la Corte. El tiempo demostró que Olimpia de Epiro era la que mejor se movía en este terreno venenoso.
En el 340 a.C, Atenas se convenció de que la única forma de frenar el infinito apetito de Filipo II era a través de una confrontación directa. Acompañado de su hijo adolescente Alejandro, Filipo penetró en la Grecia central y venció en la Batalla de Queronea (338 a.C.) a los tebanos y atenienses aliados. El macedonio instauró su hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto, que incluía a todos los Estados griegos, a excepción de Esparta. La Liga garantizaba la paz general, la autonomía interna de cada miembro y formaba una alianza perpetua bajo el mando de Filipo, a quien la Liga concedió el liderazgo de la inminente guerra contra Persia. Después de décadas de lucha por afianzar su dominio en Grecia, Filipo II, de 46 años, se veía libre por fin de acometer la conquista de Asía, el viejo sueño de los griegos. Sin embargo, el Monarca fue asesinado en los preparativos de la expedición.
Un año después de la batalla de Queronea, Filipo II contrajo un nuevo matrimonio con la noble macedonia Cleopatra Eurídice de Macedonia, sobrina de un noble llamado Átalo, con la intención de mantener Macedonia unificada antes de lanzarse a su decisiva campaña en las entrañas de Asia. Como es evidente, Alejandro y su madre vieron el matrimonio como una grave amenaza a su posición en la Corte y a los derechos al tro.... Entre el mito y la realidad, se cuenta que en la celebración de la boda, el nuevo suegro de Filipo pidió en su discurso un heredero legítimo al rey, en alusión a que la madre de Alejandro era una princesa de Epiro y que la nueva esposa de Filipo, siendo macedonia, daría a luz a un heredero totalmente macedonio y no mitad macedonio y mitad epirota como Alejandro. Alejandro se enfureció y le lanzó una copa, espetándole: «Y yo ¿qué soy? ¿un bastardo?». Filipo se acercó borracho a poner orden, se tropezó y cayó al suelo, lo que le granjeó una burla de Alejandro: «Quiere cruzar Asia, pero ni siquiera es capaz de pasar de un lecho a otro sin caerse».
Aunque Filipo II llegaría a perdonar a su hijo –luego de refugiarse varios meses en el reino de su madre, que había sido repudiada–, la relación seguía siendo muy tensa entre ambos precisamente cuando aconteció el magnicidio. Alejandro acudió a la boda de su hermana Cleopatra con un hermano de Olimpia, Alejandro de Epiro, en calidad de heredero del trono de Macedonia, pudiendo observar a pocos metros como Filipo II aparecía en el teatro sin escolta para continuar los festejos tras el banquete de boda. Se le abalanzó entonces un joven y le hirió en un costado causándole la muerte en ese instante. El asesino, que se llamaba Pausanias, y era uno de sus siete guardaespaldas del Rey, escapó a caballo junto a otros cómplices, a los que se dio muerte durante la persecución.
El misterio nunca resuelto pasa por descubrir las razones que llevaron a Pausanias a cometer el asesinato o quién pudo haberle pagado por ello. Aristóteles apuntó a que Filipo fue asesinado porque Pausanias había sido ofendido previamente por los seguidores del general Átalo, suegro del Rey, aunque su testimonio pudo estar influido por sus simpatías hacia Alejandro Magno. La versión de Aristóteles fue retorcida posteriormente hasta presentar a Pausanias como un amante de Filipo, que habría tenido un ataque de celos cuando el rey cambió sus preferencias por otro hombre más joven, también llamado Pausanias. Sus intentos por conseguir al joven acabarían haciendo que éste se suicidase, lo que llevaría a que su amigo Átalo se vengara torturando a Pausanias. La pasividad de Filipo II ante estos hechos habría empujado a Pausanias a vengarse de su antigua amante.
El brutal ascenso de Alejandro Magno
Pero más allá de esta versión con tintes de telenovela que introduce a Átalo en la historia de forma poco convincente, la mayoría de historiadores ha encontrado consuelo a la infinidad de interrogantes abiertos respondiendo a lo primero que un policía investigaría hoy en día: ¿A quién benefició la muerte de Filipo II? A nivel exterior, a los persas, que vieron retrasada la guerra con Macedonia, y a las principales polis griegas sometidas que aprovecharon la inestabilidad macedonia para rebelarse. A nivel interno, la respuesta es evidente: a Alejandro Magno, quien acudió rápidamente a abrazar a su padre herido y tomó las riendas de Macedonia a la edad de 20 años. En tanto, su posición en la Corte se encontraba en un momento delicado, sobre todo debido a que la nueva esposa de Filipo II, Cleopatra Eurídice de Macedonia, había dado a luz ese mismo año a una niña, Europa de Macedonia. La muerte de su padre zanjó el debate sucesorio de un plumazo.
Sin pruebas para acusar al conquistador macedonio, el misterio sigue abierto en la misma categoría que el que implica la propia muerte de Alejandro, también con la mayoría de los sospechosos entre las filas macedonias. Así y todo, una conspiración de Alejandro Magno contra su padre, o en caso de no estar al tanto, una de su madre Olimpia, no hubiera resultado nada fuera de lo común en un reino acostumbrado a brutales cambios de regímenes. Tampoco ayuda para restar sospechas sobre su implicación en el asesinato del rey la purga orquestada por Olimpia a la muerte de Filipo II. Tras el magnicidio, Olimpia tramó la muerte de Europa de Macedonia, que contaba con escasos meses de edad. Cuando la joven reina Eurídice se encontró a la niña asesinada en la cuna se quitó la vida. Ambos ésqueletos han sido identificados en la misma tumba de Filipo, en la localidad griega de Vergina. Por su parte, Alejandro Magno mandó ejecutar a sus principales rivales políticos, incluido Átalo, nada más subir al trono.
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