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A lo largo de 3.500 millones de años de vida en la Tierra el clima ha sido el factor que ha determinado la evolución humana, la cultural y los grandes acontecimientos de la historia, según el investigador José Enrique Campillo (izquierda), quien explica que, por ejemplo, el enfriamiento agudizó el ingenio de los humanos.
Campillo acaba de publicar el libro "Homo Climaticus" (editorial Crítica), en el que en sus casi 400 páginas emprende un viaje desde el Big Bang hasta la actualidad para explicar cómo "el clima nos hizo humanos".
Aunque la oscilación entre glaciaciones y calentamientos globales llevaron la vida al borde de la extinción en varias ocasiones, también "permitió el desarrollo de la solución más versátil y eficaz para la supervivencia: el cerebro".
Y es que, según este escritor, "el clima creó el cerebro humano, que es un producto del frío, y es la herramienta que nos ha permitido superar la mayor parte de las adversidades climatológicas".
De hecho, concreta en una entrevista con Efe, es el enfriamiento del planeta el que "agudiza el ingenio humano" y propicia los cambios, tanto biológicos como culturales.
Incluso los grandes acontecimientos históricos estuvieron determinados por el clima de su tiempo, siendo este "el único enemigo al que Roma no fue capaz de hacer frente", detalla Campillo (Cáceres, 1948), premio nacional de Investigación de la Sociedad Española de Diabetes en 1989.
El imperio romano, que alcanzó su auge durante una etapa de calentamiento global "superior al actual", comenzó su declive cuando el frío trajo consigo sequía y hambre y propició que las tribus bárbaras descendiesen hasta conquistar la península itálica.
Los puentes y defensas romanas no fueron un impedimento, puesto que la congelación de los ríos permitió que "los hombres del norte" los cruzasen con más facilidad.
Los enfriamientos periódicos impulsaron grandes cambios en la humanidad: en el escenario de la "pequeña edad de hielo" se incubó y desarrolló la llamada Revolución científica, que contribuyó a la transformación de la cultura y el pensamiento europeo (siglos XVI y XVII).
En cuanto a la Revolución francesa, Campillo explica en su libro que entre 1783 y 1784 se produjo una erupción en el volcán islandés Laki, que liberó grandes cantidades de cenizas y gases tóxicos que viajaron hasta Europa sobre el Atlántico "envenenando el aire y aumentando el desastre agrícola y ganadero" que se venía padeciendo por el frío.
"La mezcla de las bajas temperaturas, la hambruna, el caos civil y la ilustración filosófica cuajó en las revoluciones".
A pesar del calentamiento que está experimentando el planeta hoy en día, y "frente al alarmismo actual, el hombre ha sobrevivido a cambios climáticos más severos", defiende Campillo.
"Hay que entenderlo como un fenómeno natural que está siendo influenciado de forma significativa por los humanos, algo que no había sucedido en toda la historia del planeta", asevera.
Diversos científicos y estudios aseguran que "estamos entrando en una nueva etapa, denominada Antropoceno", que indica que gran parte de los cambios del planeta son de origen humano.
Las consecuencias de la intervención del hombre "son imprevisibles" y "solo podemos estar seguros de que el futuro pertenece a las bacterias porque cuando nosotros, que estamos condenados a desaparecer, lo hagamos, solo quedarán ellas", concluye.
Fuente: cope.es | 16 de mayo de 2018
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José Enrique Campillo, con su libro 'Homo climáticus'. :: J. V. Arnelas
José Enrique Campillo Álvarez (Cáceres, 1948) se ha convertido ya en una voz autorizada para abordar las teorías evolucionistas. Médico y catedrático de Fisiología en la Universidad de Extremadura lleva años tratando el tema con el respaldo de los lectores. Tras 'La cadera de Eva' y 'Mono obeso', da un paso más y ahora trata en 'Homo climaticus' cómo el clima ha influido en la historia y en la evolución.
–¿Cómo llega al 'Homo climaticus'?
–Llevo bastante tiempo relacionando la evolución con la salud. Investigando para otros libros me di cuenta que muchos de los grandes acontecimientos a lo largo de la evolución estaban influidos por el clima. Recopilando información llegué a la conclusión de que esta influencia iba más allá. Toda la historia de la vida en el planeta está determinada por el clima. Me embarqué en esta aventura que me ha costado cinco o seis años investigando.
–¿A qué se debe esa influencia?
–Partimos de una base. Todos los seres vivos, desde una bacteria al propio humano, solo tienen cuatro habilidades: nutrirnos, reproducirnos, agruparnos y defendernos de los peligros. Para hacer todo eso necesitamos energía, que nos llega a través del clima.
–¿En qué fenómenos climáticos notamos los cambios?
–En las glaciaciones, por ejemplo. En la historia de la vida ha habido glaciaciones tremendas. Las que llaman bola de nieve, toda la tierra se cubrió de dos kilómetros de hielo. Se extinguieron más del 90% de las especies. También ha habido calentamientos. El último fenómeno importante fue hace 65 millones de años. Por meteoritos y volcanes vino la desaparición de los dinosaurios. Lo más importante es que a partir de ahí, la tierra no hizo más que enfriarse hasta la glaciación.
–¿Después de los dinosaurios vinieron los primeros homínidos?
–En medio de una glaciación de millones de años apareció la especie humana. Somos hijos del frío. Nuestro cerebro es fruto del frío. La especie humana no se ha extinguido porque el cerebro le ha permitido adaptarse. Si tiene frío caza a un animal y coge su piel para abrigarse. Somos la única especie capaz de colonizar todos los hábitat. Los polos, la selva, las alturas o los desiertos. No hay ningún animal capaz de vivir en tantos entornos.
–¿Cuándo termina la glaciación en la que aparecen los homínidos?
–Hace doce mil años termina esa glaciación y desde entonces, todo ha sido calentarse. De ahí viene, por ejemplo, el diluvio universal. Fue hace ocho mil años. Con el calentamiento hubo deshielo, subió el nivel del mar de forma brusca. Lo que se conoce como diluvio fue en realidad una inundación en la zona del Mar Negro. Diversos enfrentamientos y calentamientos dieron origen a situaciones históricas.
–¿Por ejemplo?
–Si revisamos nuestra era, a partir del nacimiento de Cristo, encontramos varios casos muy claros. Desde 1.300 hasta 1.800 hubo un enfriamiento grande que se llamó la pequeña edad de hielo. Tuvo un pico hacia el año 1.700. Media Europa se moría de hambre. Fue el sustrato para la Revolución Francesa. Los nobles estaban en sus castillos atiborrándose de comida y bien resguardados del frío mientras el resto de gente apenas tenía para comer. Con un calentamiento global, posiblemente, no se habría desencadenado la Revolución Francesa.
–¿Con el calor hay más estabilidad?
–Un ejemplo claro es el Imperio Romano. El apogeo, sobre el año 100, coincide con un periodo cálido. Hay buenas cosechas, alimentos abundantes... El declive coincide con el enfriamiento. Las tribus del norte, muertas del frío, bajaron al sur de Europa. Invadieron la península italiana y fue el saqueo de Roma. Todos los acontecimientos climáticos influyeron en la historia en nuestra evolución. La peste negra –entre 1.300 y 1.400– coincidió con otro pico de frío.
–¿Y en estos momentos, en qué situación estamos?
–El aumento de temperatura que hay hoy día no llama la atención. Viene ocurriendo desde hace ochocientos mil años. El inconveniente es que los valores de CO2 nunca han pasado de los 300 partes por millón. Nunca jamás. Ahora estamos en más de cuatrocientos. El calentamiento va en los patrones que conocemos, pero se ha disparado la emisión de gases invernadero. Entramos en lo que se llama el fenómeno antropogénico. La influencia del hombre sobre el propio clima.
–En todo este repaso de clima e historia, ¿qué ha sido lo más sorprendente?
–He llegado a la conclusión de que nosotros, como especie, somos hijos del hambre y del frío. No estamos preparados para la opulencia. Hace cincuenta mil años, en plena glaciación, no había verano. En esas condiciones de enorme dificultad, la evolución jugó su papel. Somos la especie más fuerte. Ya estamos en siete mil millones de habitantes. Lo tenemos invadido todo y como no nos pongan cota, nos vamos a cargar al resto de especies.
–Pues ahora somos una especie casi obesa.
–El problema es que estamos diseñados para sobrevivir al hambre. Pero en la sociedad moderna opulenta y sedentaria comemos todos los días cantidades tremendas sin mover un músculo. Hacemos un uso inadecuado de nuestro diseño y nos produce la enfermedad. Es la ley de la naturaleza. Todos los seres vivos necesitan moverse y gastar energía para comer. Nosotros no. Vamos contra la naturaleza. Por eso necesitamos salir a correr a las siete de la tarde.
Fuente: hoy.es | 17 de mayo de 2018
El frío cambió la historia del ser humano
El relato de la humanidad describe la evolución de una especie que ha tenido que adaptarse a los constantes cambios del clima.
«Gran parte de la historia del hombre ha transcurrido durante las glaciaciones, períodos en los que las temperaturas eran mucho más bajas que en la actualidad», confiesa José Enrique Campillo (izquierda), autor de Homo climaticus, un libro que explica la influencia del clima desde el Homo sapiens hasta el Antropoceno.
El ser humano nunca ha sido el animal más grande, rápido o fuerte. Pero su cerebro, una ventaja de la evolución, compensa cualquier debilidad frente al resto de especies. Este órgano se desarrolló en sintonía con los bruscos ciclos climáticos.
«Hubiera sido terrible que la evolución nos hubiera dotado de una pelambrera como la de un bisonte para las épocas frías porque no podríamos sobrevivir a los períodos cálidos. En lugar de ello, el ser humano lo que hacía era matar un bisonte y hacerse un abrigo de piel. El cerebro le ha permitido al ser humano adaptarse a cualquier circunstancia. Esta es la razón de que nuestra especie sea la única capaz de colonizar todos los entornos, desde los gélidos polos a los calurosos trópicos», añade.
El frío intervino además en otro proceso evolutivo. La comunidad científica ha constatado que los cráneos de los primeros Homo sapiens han ido ganando rasgos femeninos con los años.
«Así es. Se aprecia por ejemplo que los huesos de la cara se han feminizado», confirma Campillo. Para entender qué pasó hay que remontarse miles de años, cuando los antiguos hombres y mujeres se resguardaban en cuevas, como la de Altamira o El Castillo, para combatir las bajas temperaturas, que durante los inviernos podían descender hasta los veinte grados bajo cero. «Con ese frío tan intenso la gente se veía obligada a convivir dentro de las cavernas durante meses. En esa situación un individuo especialmente agresivo representaba una amenaza para el resto de la tribu, así que había que eliminarlo. Tras siglos excluyendo a las personas más violentas, la especie fue cada vez menos hostil», comenta el autor y médico.
La imagen compuesta muestra las diferencias faciales esqueléticas entre un antiguo ser humano (izquierda) con arcos superciliares marcados y zona superior de mayor tamaño y el ser humano moderno (derecha) con rasgos más redondeados y arcos superciliares mucho menos prominentes. La relevancia de estas características se puede rastrear directamente en base a la influencia de la hormona testosterona. (Robert Cieri, University of Utah).
La feminización de los machos, como menciona el experto en nutrición en su libro, se ha observado también en la variación en los niveles de testosterona.
«Lo que diferencia a un macho de la hembra son sus hormonas, como testosterona. Los niveles han ido descendiendo desde entonces y de hecho siguen haciéndolo en la actualidad. En una civilización tan sociable como la nuestra, los hombres violentos son todavía un verdadero problema. Dentro de miles de años la evolución hará que las sociedades sean menos agresivas», termina Campillo
Fuente: lavozdeasturias.es| 18 de octubre de 2018
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