El falso mito de la vida violenta de los neandertales

Los neandertales usaban técnicas de caza que no implicaban armas arrojadizas, lo que hacía que tuvieran que acercarse mucho a las presas. (Gleiver Prieto & Katerina Harvati).

Los crímenes y los accidentes que cuentan las noticias son historias individuales, pero también nos dicen mucho sobre las sociedades en las que suceden. Si son comunidades marcadas por la violencia o, en cambio, entornos pacíficos en los que la vida parece transcurrir sin grandes contratiempos. Lo mismo se puede decir de los grupos formados por nuestros ancestros en la Prehistoria. Aunque es difícil reconstruir el pasado, nadie que viviera en el Paleolítico pudo tener una vida fácil, enfrentándose a una naturaleza salvaje plagada de peligros armado tan solo con piedras o puntas de sílex, amén de los conflictos y la barbarie más o menos intensa que se produjera entre los individuos.

Hasta ahora, se creía que los neandertales, la otra especie humana inteligente que durante cientos de miles de años habitó Eurasia, tuvieron una existencia especialmente dura y peligrosa. Esta interpretación se sustenta en las numerosas fracturas, deformaciones y agujeros hallados en sus fósiles, especialmente en la cabeza y el cuello. Sin embargo, un nuevo estudio desmiente este viejo mito. Los investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) han examinado el número de lesiones craneales que sufrieron los neandertales y los Homo sapiens, la especie a la que todos pertenecemos, y han llegado a la conclusión de que fueron muy parecidos. Según los autores, parece que los niveles de muertes violentas, enfrentamientos y brutalidad entre estos homínidos no superaban a los nuestros en el pasado.

Dos neandertales se acercan a un grupo de rinocerontes y mamuts lanudos (Kurt Miller/Stocktrek Images / Getty)

Que las lesiones se concentraran con mayor frecuencia en la cabeza de los neandertales puede ser el resultado de varias causas posibles: un comportamiento social violento, un estilo de vida móvil de cazadores-recolectores en entornos de la Edad de Hielo donde los accidentes serían bastante comunes, y los ataques de carnívoros como los osos de las cavernas o las hienas. Además, los neandertales utilizaban armas de corto alcance, como puñales o lanzas de empuje, y, por lo tanto, se enfrentaban de cerca a grandes presas durante la caza. Los altos niveles de esas lesiones craneales se han utilizado para inferir no solo estilos de vida peligrosos, sino también comportamientos violentos y técnicas de caza inferiores.


Sin embargo, los investigadores de Tübingen señalan que esas conclusiones se basaban principalmente en informes de lesiones en esqueletos específicos, en lugar de análisis estadísticos de toda la población. En su nuevo estudio, los autores aplicaron un análisis cuantitativo del trauma craneal en toda la población de neandertales y humanos modernos del Paleolítico Superior de Eurasia Occidental (hace entre 80.000 y 20.000 años). Para ello, utilizaron una base de datos recién compilada de varios cientos de especímenes fósiles (114 cráneos neandertales y 90 sapiens), con y sin lesiones, y modelos estadísticos rigurosos que explican el sexo, la edad de la muerte, la geografía y el estado de conservación de los huesos.

Ninguno de sus modelos reveló diferencias significativas en la prevalencia de las lesiones entre los dos grupos. «Nuestros hallazgos refutan la hipótesis de que los neandertales eran más propensos a las lesiones en la cabeza que los humanos modernos, en contra de la percepción común», explica la profesora Katerina Harvati (izquierda), responsable del estudio. «Por lo tanto, creemos que los comportamientos neandertales comúnmente citados que conducen a altos niveles de lesiones, como la violencia y las capacidades de caza inferiores, deben ser reconsiderados», subraya.

Más lesiones entre los varones

Los investigadores también descubrieron que, tanto en los neandertales como en los sapiens, los varones sufrían lesiones con más frecuencia que las mujeres. El hallazgo, explican en la revista Nature, es consistente con las observaciones en grupos humanos más recientes, explicado por la división del trabajo o por otras conductas y actividades específicas de cada sexo determinadas culturalmente.

Pero los investigadores también encontraron diferencias interesantes entre las dos especies: mientras entre los sapiens la prevalencia de lesiones craneales es consistente en todos los grupos de edad, entre los jóvenes neandertales es notablemente más alta. Esto podría significar que los neandertales tenían más probabilidades de lesionarse a una edad más joven que los humanos modernos del Paleolítico superior. Alternativamente, podría estar relacionado con diferencias en la supervivencia a largo plazo después de una lesión no letal. Curiosamente, los neandertales con una lesión en el cráneo tenían más probabilidades de morir antes de los 30 años que los sapiens. Esta intrigante cuestión quizás podría ayudar a explicar por qué esta especie desapareció hace 40.000 años, mientras nosotros prosperamos.

Cráneos neandertales.

Aunque este patrón relacionado con la edad es un hallazgo novedoso, «en general, nuestros resultados sugieren que los estilos de vida neandertales no eran más peligrosos que los de nuestros antepasados, los primeros europeos modernos», subraya Havarti. Y una vez más viene a redundar en la idea de que tampoco eran los seres toscos y bestiales que se creía.

Como explica en un artículo que acompaña al estudio en Nature, Marta Mirazón Lahr (izquierda), del departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, desvelar el misterio de estas fracturas y laceraciones en los neandertales  continuará siendo un reto durante muchos años, pero su resolución permitirá responder a una gran variedad de cuestiones, desde si fueron provocadas por accidentes de caza, conflictos interpersonales o entre grupos o en qué medida los que sobrevivían erancuidados por los más cercanos. Todo esto nos ayudará a entender quiénes eran estos humanos, cómo vivían y por qué se fueron para siempre.

Fuente: abc.es | lavanguardia.com | 14 de noviembre de 2018

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el noviembre 20, 2018 a las 7:24pm

Traumatismos y muerte en el pasado

La selección natural ha sido implacable con todas las especies que nos han precedido. Y Homo sapiens ha conseguido cambiar las cosas solo en épocas muy recientes de la historia de la humanidad. La mortalidad infantil pudo ser considerable durante todo el Cuaternario. Lo mismo podríamos conjeturar de las madres cuando daban a luz. No era sencillo pasar el test que imponía la selección natural, aun cuando aquellos grupos tuvieran herramientas y estrategias elaboradas para conseguir el alimento. Y cuando los individuos sanos sobrevivían tenían que enfrentarse a su día a día. En los yacimientos suelen encontrarse los restos fosilizados de quienes pasaron todas las “pruebas de la vida” y que murieron finalmente por algún hecho violento. La edad de muerte no siempre es sencilla de determinar. Aunque la estimación de la edad de muerte siempre es aproximada, la mayoría de los restos encontrados en los yacimientos pertenecieron a individuos relativamente jóvenes para los estándares actuales.

Se ha conjeturado, por ejemplo, que los neandertales cazaban animales de gran talla enfrentándose a ellos en distancias cortas. De alguna manera les seguimos negando la posibilidad de tener una buena organización y estrategias para conseguir presas sin necesidad de salir heridos y magullados, cuando no perecer en los enfrentamientos con animales peligrosos. Por el contrario, los grupos de Homo sapiens del Paleolítico habrían dispuesto de armas apropiadas y estrategias más sofisticadas para evitar el contacto físico con sus presas.

 

Judith Beier, Katerina Harvarti y otros científicos de diferentes instituciones alemanas han recopilado una gran cantidad de información sobre los traumatismos que pueden observarse en una amplia colección de restos fósiles de neandertales y de los primeros grupos de Homo sapiens que poblaron Europa, tras la desaparición de aquellos. Su exhaustivo trabajo acaba de publicarse en la revista Nature. Los traumatismos pudieron causar la muerte o curarse. Pero certificar la causa de la muerte de un individuo del que apenas se conservan unos cuantos restos fosilizados es una tarea muy compleja, cuando no imposible. En cambio, es posible saber si un determinado trauma consiguió superarse.

 

Beier, Harvati  y sus colegas han contabilizado esos traumatismos en cerca de 300 fósiles de neandertales y 541 fósiles de Homo sapiens del Paleolítico Superior. Comenzaron su investigación partiendo de varias hipótesis previas. Por ejemplo, podría asumirse que los neandertales tendrían un número de traumas significativamente más elevado (desde el punto de vista estadístico) que los humanos modernos. El estilo de vida de los neandertales, sus posibles enfrentamientos con resultado de muerte (que incluye numerosos casos de canibalismo), o la posibilidad de que fueran atacados por carnívoros lleva a postular esa hipótesis. Además, y aunque siempre es complicado estimar el sexo de los fósiles, se podría presumir que los individuos masculinos podrían estar más expuestos a traumatismos por actos de violencia intraespecífica (enfrentamientos entre ellos) o interespecífica (enfrentamientos con las presas). Aunque esta hipótesis pueda parecer que tiene connotaciones sexistas en los tiempos que corren, lo cierto es que en el pasado los roles estaban bien diferenciados y la mayor preocupación era la supervivencia, en la que todos y todas participaban de alguna manera con una complementariedad ejemplar.

 

Esta última hipótesis, propuesta por varios investigadores de manera independiente desde hace más de veinte años, ha quedado reforzada tras los análisis masivos de Beier, Harvati y sus compañeros de investigación. La prevalencia de traumas es significativamente más elevada entre los individuos masculinos. La primera hipótesis, en cambio, ha quedado por el momento refutada por los análisis estadísticos. Los individuos de las dos poblaciones sufrieron un número muy similar de traumas, que se han contabilizado especialmente en los restos craneales. Tanto los neandertales como nuestros ancestros más directos se enfrentaron a circunstancias muy similares. Sin negar la posibilidad de que los neandertales tuvieran que capturar presas en enfrentamientos directos, el registro arqueológico permite hipotetizar que sus habilidades cinegéticas eran muy superiores a lo que se planteaba hace unos años. Los grupos de Homo sapiens muestran las mismas evidencias de enfrentamientos, quizá con sus presas, tal vez con los miembros de tribus competidoras.

 

Un resultado inesperado de Beier, Harvati y sus colegas es que los traumas curados eran significativamente más numerosos entre los miembros de Homo sapiens. Los neandertales fallecían con más frecuencia a causa de sus traumas y a edades algo más tempranas. ¿Quizá los miembros de Homo sapiens disponían de una cultura algo más desarrollada en las habilidades para curar a los heridos?

 

Con independencia de todos estos resultados, lo cierto es que solo hasta hace muy poco tiempo hemos conseguido elevar de manera increíble nuestra esperanza de vida al nacimiento. La experiencia adquirida por los individuos de aquellos grupos se perdía muy pronto antes de que pudiera ser útil para acumular conocimientos, que les hubiera permitido llegar a conseguir culturas más desarrolladas. Tuvimos que esperar a tiempos históricos para conseguirlo.

Fuente: quo.es | 20 de noviembre de 2018

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