Red social de Arqueologos e Historiadores
Fuente: Slate.com | L. V. Anderson| 5 de cotubre de 2012 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Richard Wrangham (izquierda), antropólogo de Harvard, afirma que los homínidos se convirtieron en personas, es decir, adquirieron rasgos tales como cerebros grandes y delicadas mandíbulas, por dominar el fuego. Él coloca este desarrollo hace alrededor de 1,8 millones de años. Es esta una premisa atractiva, no importa quién seas.
Para aquellos que ven el cocinar como moral, cultural y socialmente superior a no cocinar, es la validación científica de una visión del mundo: la prueba de que la cocina es, literalmente, lo que nos hace humanos. Para el resto de nosotros, eso significa que tenemos una respuesta inteligente la próxima vez que una de esas molestas dietas de comida cruda comience hablando de lo natural que es no volver a comer nada caliente por encima de 46 grados centígrados.
Hay un problema con la elegante hipótesis de Wrangham: con ella es más difícil el consenso científico. De hecho, desde 2009, cuando Wrangham explicó su teoría en el libro "Catching Fire", varios arqueólogos han presentado sus propias opiniones, totalmente divergentes, acerca de lo que es posiblemente el debate más antiguo sobre la propiedad intelectual en el mundo. ¿Quién realmente dominó el fuego, en el sentido de ser capaz de crearlo, controlarlo y cocinar con el mismo con regularidad? ¿Fue el Homo erectus, los neandertales o los humanos modernos?
Un breve estudio sobre estas especies: el Homo erectus se originó hace alrededor de 1,8 millones de años. Estos homínidos eran casi tan altos como los humanos modernos, pero probablemente tenían más pelo y definitivamente no hablaban. Se cree que tanto los neandertales como los Homo sapiens evolucionaron del Homo erectus, con los neandertales emergiendo hace alrededor de 600.000 añoss (y extinguiéndose hace unos 30.000 años) y los humanos modernos emergiendo hace alrededor de 200.000 años (y todavía existiendo). Los neandertales eran más cortos de estatura y tenían sociedades más complejas que el Homo erectus, y se considera que tenían por lo menos un cerebro tan grande como el de los humanos modernos, si bien sus rasgos faciales sobresalían un poco más y sus cuerpos eran más robustos que los nuestros. Se cree que los neandertales se extinguieron al competir, pelear, o cruzarse con los Homo sapiens.
Según Wrangham, el Homo erectus debió haber tenido disposición del fuego, ¡basta con ver su anatomía! Tenía mandíbulas y dientes más pequeños (y caras en general), el tracto intestinal más corto, y cerebros más grandes que los homínidos incluso anteriores, como el Australopithecus afarensis, por ejemplo, que era más cuadrado, más simiesco, y probablemente más débil intelectualmente. Wrangham sostiene que el Homo erectus no habría desarrollado sus rasgos distintivos si la especie no hubiera estado regularmente comiendo cosas más blandas como alimentos cocinados.
Esta hipótesis se deriva de unas pocas observaciones modernas. Cuando usted come alimentos cocinados tiene acceso a muchas más calorías que si come la misma comida cruda. Hay dos razones: nuestros sistemas digestivos pueden extraer más calorías de un filete cocinado (por ejemplo) que de uno crudo, y se necesita mucha menos energía para cocinar y comer un bistec que masticar uno crudo durante horas. El acceso a los alimentos cocinados significa que un homínido ya no necesita de enormes dientes para desgarrar toda la carne cruda y fibra indigestible en trozos intragables, y tampoco necesita un sistema digestivo robusto para procesar todo ello. La combinación de más calorías e intestinos menos complicados significa más energía que se puede dedicar a la meditación. De ahí que el Homo erectus tenga cerebros relativamente más grandes, los cuales absorben una gran cantidad de calorías. Como prueba de su teoría, a Wrangham le gusta señalar el hecho de que hoy en día los seres humanos no pueden prosperar con una dieta totalmente cruda: las partidarias de alimentos crudos tienden a dejar de menstruar, por ejemplo, lo que se opone a la reproducción.
La teoría de Wrangham es elegante, pero el registro arqueológico es un poco más complicado. Hay, definitivamente, indicios de fuego hace alrededor de 1,6 millones de años en lo que hoy es Kenia. Pero los arqueólogos discuten si este era un fuego hecho por el hombre o por causas naturales. Para complicar aún más la hipótesis de Wrangham es evidente que los homínidos no pudieron haber traído el fuego con ellos cuando el Homo erectus salió de África hacia Europa hace alrededor de un millón de años. Si el fuego fue tan transformador y beneficioso como Wrangham dice que era, se podría pensar que nuestros antepasados lo habían traído con ellos cuando se mudaron a climas más fríos, o haber muerto si no pudieron hacerlo.
Si el Homo erectus no trajo consigo el dominio del fuego a Europa, ¿quién lo hizo? Los arqueólogos Wil Roebroeks (izquierda) de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, y Paola Villa (derecha) del museo de la Universidad de Colorado, encontraron evidencias del uso frecuente del fuego por los neandert... europeos hace entre 400.000 y 300.000 años. Roebroeks y Villa obervaron todos los datos recopilados en los lugares que alguna vez habitaron los homínidos y no encontraron pruebas de fuego antes de unos 400.000 años, si bien había un montón de ellas después de ese umbral. Las evidencias en lugares israelíes ponen el dominio del fuego casi en el mismo tiempo. El Homo sapiens llegó a la escena, en el Oriente Medio y Europa, hace unos 100.000 años, pero nuestra especie no tiene un impacto discernible en el registro de carbón. Roebroeks y Villa llegan a la conclusión de que los neandertales debieron haber sido los que dominaron el fuego.
Una de las cosas bellas del registro arqueológico es que los arqueólogos están siempre dispuestos a debatir sobre el mismo. La atribución del fuego a los neandertales es una lectura demasiado confiada de las pruebas, de acuerdo con el arqueólogo Dennis Sandgathe (izquierda), de la Universidad Simon Fraser, en la Columbia británica. Por supuesto, el número de yacimientos con evidencias de fuego aumentó entre hace 1 millón y 400.000 años, dice. Y aumentó durante este tiempo en proporción al crecimiento demográfico. Pero eso no significa que el uso del fuego fuera universal entre los homínidos europeos. Hay un montón de yacimientos de neandertales por ahí que muestran poca o ninguna evidencia de fuego, y Sandgathe ha excavado personalmente algunos de ellos. Es más, Sandgathe me dijo, cuando le pregunté sobre los datos de Roebroeks y de Villa, "Actualmente tenemos mejores datos que ellos cuando se trata del uso del fuego por los neandertales".
Según Sandgathe y sus colegas, los homínidos no dominaron realmente el fuego hasta hace unos 12.000 años, mucho después de que los neandertales hubieran desaparecido de la faz del planeta (o mezclándose dentro de la reserva genética humana a través de la hibridación, dependiendo del punto de vista). Sandgathe y sus colegas excavaron dos yacimientos en cuevas de neandertal en Francia, y encontraron, sorprendentemente, que sus habitantes utilizaban más los hogares durante los períodos cálidos y menos durante los fríos. ¿Por qué en los hogares que los neandertales ocupaban no hacían fuego cuando en el exterior estaba helado? En "Sobre el papel del fuego en las adaptaciones de los neandertales e..., Sandgathe avanza la hipótesis de que los neandertales europeos simplemente no sabían cómo realizar fuego. Todo lo que podían hacer era capturar fuegos naturales -causados por relámpagos, por ejemplo-, de vez en cuando para calentar sus cuerpos y cocinar sus alimentos. (Esto explica por qué Sandgathe encontró más pruebas de fuego en los períodos cálidos: los relámpagos son mucho menos frecuentes durante las olas de frío).
Roebroeks y Villa piensan que el razonamiento de Sandgathe es defectuoso: después de todo, no hay indicios de fuego en cada yacimiento humano moderno, y tampoco si nos fijamos en los lugares del Paleolítico Superior que concluyó hace unos 10.000 años. "Sin embargo, nadie diría que los cazadores-recolectores del Paleolítico superior no eran usuarios habituales de fuego", escribieron en una respuesta a Sandgathe et alii, crítica con su obra.
Wrangham, por su parte, cree que tanto Sandgathe et alii y Roebroeks et alii, ignoran algunas pruebas críticas no arqueológicas: su idea de que los seres humanos contemporáneos no podían sobrevivir con una dieta de alimentos crudos. Aceptar la hipótesis de Sandgathe, escribió Wrangham en un correo electrónico, "significa que las evidencias contemporáneas están equivocadas, o que los seres humanos se adaptaron a la necesidad de comida cocinada sólo en los últimos 12.000 años. ¡Ambas sugerencias son muy desafiantes!".
¿Por qué demonios no pueden los científicos estar de acuerdo en si la gente dominó el fuego hace 1,8 millones de años o hace 12.000 años? Esa es una diferencia de 150 veces. Bueno, averiguar quién quemó qué y cuándo no es un negocio fácil. Por un lado, los arqueólogos no siempre pueden determinar la causa de un fuego: un volcán, por ejemplo, la caída de un rayo o el ingenio de un homínido. Incluso si hay una clara evidencia del uso del fuego por los homínidos -un hogar en una cueva antiguamente habitada, por ejemplo- es casi imposible determinar si fue creado por ellos desde el principio o simplemente cogido de un incendio natural y luego transportado al hogar donde se le mantuvo vivo el mayor tiempo posible. Los científicos llaman, a este tipo de uso del fuego, oportunista.
Es más, incluso cuando las personas creaban fuegos, las evidencias de los mismos no siempre se quedaban. Las cenizas tienen tendencia a volar lejos, en lugar de mantenerse de forma ordenada en el registro arqueológico, mientras que el agua puede, a su vez, tomar las evidencias del fuego de su ubicación original y llevarlas a un lugar completamente diferente. Luego está el error humano: tal como Sandgathe et alii escriben en su discusión de las evidencias disponibles, "Hay ejemplos en los que los residuos, originalmente interpretados como los restos de fuegos, son posteriormente identificados como otra cosa diferente" (Lo odio cuando eso sucede). En un lugar de China, por ejemplo, unas capas de tierra que se creían que eran originalmente cenizas, se revelaron más tarde como limo y trozos quemados de materia orgánica.
Los métodos arqueológicos están mejorando, y podrían terminar confirmando la hipótesis de Wrangham. En un artículo publicado a principios de este año, unos arqueólogos utilizaron técnicas avanzadas (conocidas como micromorfología y microespectroscopía infrarroja transformada de Fourier) para examinar los sedimentos y revelar indicios de fuego en una cueva sudafricana de hace un millón de años.
Wrangham tiene también la esperanza de que otras disciplinas le proporcionen evidencias a su teoría. "Sospecho que la genética ayudará", dice. "Si podemos precisar los genes que subyacen en la adaptación a los alimentos cocinados, podremos ser capaces de datar el control del fuego lo suficientemente preciso como para resolver la gran pregunta".
"Claro, eso sería una prueba muy convincente", admite Sandgathe. Pero él espera que la genética reforzará su hipótesis: que los neandertales sobrevivieron a períodos de frío glacial no porque ellos usaran regularmente el fuego, sino porque ellos tenían el vello del cuerpo espeso. "En algún momento alguien puede anunciar el descubrimiento del gen o genes que codifican el grosor del vello corporal, y así se podría responder a esa pregunta", dice.
A juzgar por la manera en que van las cosas este debate puede seguir siendo polémico durante largo tiempo. Y hay espacio para más de una respuesta correcta. Es posible que diferentes grupos dominaran el fuego independientemente los unos de los otros en distintas fases del tiempo. Pero los legos pueden estar tranquilos al saber que, incluso si no sabemos todavía quién dominó primero el fuego -nuestros antepasados simples de hace casi 2 millones de años, nuestros primos más avanzados de hace 400.000 años, o nuestros antecesores directos de hace alrededor de 10.000 años- no hay duda de quién posee los derechos de propiedad intelectual hoy en día. Nosotros incluso lo ponemos en un horno y lo hacemos propiamente nuestro.
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En relación con este artículo, The Guardian publicó el pasado lunes la siguiente noticia:
Gorilas de montaña en la República Democrática del Congo. Foto: Peter Andrews/Reuters/Corbis
La invención de cocinar provocó que se tuviera un cerebro más grande, una ventaja para los humanos
Fuente: The Guardian | Maev Kennedy | 22 de octubre de 2012 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Si los seres humanos no hubieran inventado la cocina como una forma de incrementar el número de calorías que consumen, sólo podrían haber mantenido las 86 mil millones de neuronas de sus grandes cerebros invirtiendo unas imposibles nueve horas, o más, cada día en comer alimentos crudos, según un artículo científico publicado el lunes.
La investigación, sugieren las autoras, explica por qué los grandes simios, tales como los gorilas, que pueden tener cuerpos tres veces el tamaño de los seres humanos, ostentan cerebros considerablemente más pequeños. Aunque los gorilas pasan habitualmente hasta ocho horas alimentandose, su dieta influyó en una compensación evolutiva entre el tamaño del cuerpo y el del cerebro; mantener a ambos habría sido imposible con una dieta de alimentos crudos.
El cerebro es tan voraz en el consumo de energía que en los humanos representa el 20% de su tasa metabólica en reposo, incluso aunque solo represente el 2% de la masa corporal, sugieren las profesoras Suzana Herculano-Houzel (izquierda) y Karina Fonseca-Azevedo (derecha), del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
“¿Por qué no son los primates más grandes aquellos que están dotados de los cerebros más grandes también? En lugar de sugerir que los seres humanos son una excepción entre los primates, consideramos que esta disparidad es un indicio de que, en la evolución de los primates, el desarrollo de un cuerpo muy grande y un cerebro muy grande han sido estrategias mutuamente excluyentes, probablemente debido a razones metabólicas”.
Los gorilas, sugieren las autoras, ya viven en el límite de la viabilidad, forrajeando y alimentándose durante 8,8 horas al día, y, en condiciones extremas, incrementándose tanto como 10 horas al día.
En contraste, el cambio de los seres humanos a una dieta cocinada, posiblemente adoptada por primera vez por el Homo erectus, con sus cerebros más grandes aunque todavía con cuerpos pequeños, les permitió ahorrar energía propiciando un rápido crecimiento del tamaño del cerebro y la oportunidad de desarrollarlo más como una ventaja que como un carga, mediante la ampliación de la capacidad cognitiva, la fexibilidad y la complejidad.
“Proponemos que este cambio hizo posible el rápido incremento del tamaño del cerebro que caracteriza la evolución de las especies Homo, dando lugar a nosotros mismos. Podríamos así deber nuestras amplias capacidades cognitivas al invento de cocinar. Lo cual, a mi entender, es, con mucho, la respuesta más fácil y obvia a la pregunta, ¿qué pueden hacer los seres humanos que ninguna otra especie hace?", comenta Herculano-Houzel en un artículo publicado en la revista PNAS.
El artículo se basa en las investigaciones anteriores de Richard Wrangham, un primatólogo británico, ahora profesor de antropología biológica y antropología en la Universidad de Harvard, quien sugirió que la invención de la cocina fue un punto crucial en la evolución humana.
Wrangham dijo que espera que posteriormente el trabajo examine las compensaciones dentro del cuerpo que permitieron que la energía de los órganos más pequeños se desviara hacia el cerebro. Por ejemplo, nuestras relativamente pequeñas vísceras. "Las vísceras humanas son aproximadamente el 60% del tamaño esperado para un primate. El pequeño tamaño de las vísceras humanas (combinado con que tenemos la misma tasa basal metabólica como cualquier otro primate en relación a la masa corporal), significa que disponemos algo de energía de reserva, la cual contribuye a explicar cómo podemos permitirnos tener un cerebro relativamente grande. Y la razón por la que hemos sido capaces de desarrollar vísceras más pequeñas es que fuimos capaces de confiar en comer nuestros alimentos cocinados".
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