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Fuente: icp.cat | 15 de julio de 2015
La mano humana, contrariamente a la visión científica de las últimas décadas, ha cambiado menos que la del chimpancé en los últimos 6 millones de años y representa una de las estructuras más primitivas del esqueleto humano. Esta es una de las conclusiones principales de una investigación liderada por Sergio Almécija (izquierda), investigador del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, que publica hoy la revista Nature Communications.
Los resultados también muestran que las proporciones de nuestra mano no evolucionaron específicamente para fabricar y usar herramientas de piedra, sino que no han cambiado demasiado desde los simios ancestrales que vivieron hace 18 millones de años.
Existe una gran diversidad de formas de manos entre los primates. Si observamos con detalle la mano de un mono capuchino o la de un orangután, por ejemplo, encontraremos diferencias anatómicas importantes. Desde el punto de vista evolutivo, se considera que estas diferencias son la consecuencia de dos presiones selectivas básicas que actúan sobre esta estructura: la manipulación de objetos y la locomoción. En cambio, la visión general entre la comunidad científica es que los grandes simios actuales (chimpancé, gorila y orangután) comparten una anatomía de la mano extremadamente parecida, con un pulgar relativamente corto en relación al resto de dedos. Los humanos, con un pulgar más largo, escapan de esta regla.
Ilustración de una mano de chimpancé (izquierda) y humana (derecha). En la mano humana el pulgar es más largo en proporción al resto de dedos.
Los científicos tradicionalmente han explicado estas diferencias entre nuestras manos y las de nuestros parientes más cercanos por nuestra condición bípeda: la eliminación de la función locomotora de las extremidades superiores habría permitido dedicar las manos exclusivamente a la manipulación. Bajo este paradigma, se consideraba que la mano de los grandes simios actuales, y particularmente la del chimpancé, representaba la condición primitiva de este grupo. Según esta visión, la mano humana habría cambiado drásticamente respecto al ancestro común que compartieron con chimpancés hace entre 6 y 7 millones de años, y estos grandes cambios se habrían producido como consecuencia directa de presiones de la selección natural para fabricar herramientas de piedra.
El artículo publicado hoy en Nature Communications rebate gran parte de estas hipótesis.
“Proponemos una visión de la evolución de la mano radicalmente distinta a la que hemos tenido los últimos 30 años”, explica Sergio Almécija, investigador del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont y la George Washington University (EEUU), que encabeza el estudio. A partir del análisis de las proporciones de las manos de más de 250 primates actuales y fósiles, los investigadores han constatado que las de los grandes simios actuales no son tan parecidas como se había asumido hasta ahora; cada linaje ha evolucionado en cierta medida en los últimos millones de años. El investigador explica que “los resultados también muestran que el chimpancé no es un fósil viviente, como muchas veces se nos ha presentado: en relación a las proporciones de la mano, somos nosotros los que hemos cambiado muy poco desde que nos separamos del ancestro común que nos une”.
Según el estudio, éste pulgar largo en relación al resto de dedos de nuestra mano evolucionó sin suponer grandes modificaciones. “Simplemente el pulgar se alargó un poco y los dígitos se acortaron un poco desde la condición primitiva, que está presente en algunos monos actuales, así como en algunos simios fósiles”, comenta Almécija.
El estudio también constata que, sorprendentemente, las manos de los chimpancés y los orangutanes actuales son más parecidas entre ellas que entre chimpancés y gorilas, que están más estrechamente relacionados. Este hecho se explicaría por un fenómeno de convergencia evolutiva entre chimpancés y orangutanes: ambas especies representan simios de grandes dimensiones que se mueven ágilmente entre las ramas de los árboles y también se cuelgan de ellas sin dificultad cuando son adultos. Esta misma función de la mano es lo que hace que se parezcan anatómicamente y no el hecho de que la hayan heredado de un ancestro común.
Gorila (Sergio Almécija / ICP)
Estos resultados tienen grandes implicaciones para comprender el origen de la pinza de precisión que los humanos podemos realizar entre las yemas de los dedos y la del pulgar para manipular objetos y que, tradicionalmente, se ha relacionado con la capacidad de fabricar herramientas de piedra. “Basándonos en la anatomía de la mano, los primeros homininos ya podían realizar esta pinza hace 6 millones de años”, comenta Almécija. Según los investigadores, que no se hayan encontrado herramientas tan antiguas (las primeras son de hace 3.3 millones de años) es probablemente porque no tenían las capacidades cognitivas suficientes para desarrollarlas y no por una “incapacidad” anatómica.
El estudio también tiene implicaciones sobre el tipo de locomoción del ancestro a partir del cual evolucionaron los primeros homininos bípedos. Si, como indica el estudio, el ancestro tenía unas manos relativamente cortas (más parecidas a la de los humanos que a la de los chimpancés) significaría que el linaje humano evolucionó de un antepasado que no era un especialista arbóreo como los chimpancés y orangutanes actuales. Seguramente escalaba árboles sin dificultad (como los gorilas actuales, a pesar de sus dimensiones), pero no estaba adaptado a colgarse debajo de las ramas ni a moverse por ellas de una forma acrobática.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores han analizado en detalle la longitud de los huesos largos del pulgar y el cuarto dedo en relación al tamaño corporal de una gran muestra de primates actuales y extintos; más de 250 individuos distintos entre los que se incluyen monos como macacos y mandriles, gibones, orangutanes, gorilas, chimpancés y Homo sapiens, además de especies extintas de homininos (Ardipithecus ramidus, Australopithecus sediba y neandertales) y simios como Hispanopithecus laietanus (un gran simio extinto del Mioceno encontrado en distintos yacimientos de Cataluña).
Entre las manos examinadas por los investigadores estaban los huesos del mono Hispanopithecus laietanus, correspondiente al Mioceno tardio, el cual es el mono más antiguo conocido por tener adaptaciones para vivir debajo de los árboles. Los huesos de la mano se muestran a la izquierda y en medio, y el esqueleto a la derecha.
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