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a: Huellas de homínidos halladas en el área A en Laetoli (Tanzania) generado mediante fotogrametría. b: Mapa de contorno correspondiente al área A generado a partir de un escaneo de superficie 3D con barra de escala. c: Mapa de las localidades 7 y 8 de Laetoli, que indica las posiciones de las huellas bípedas A, G y S. d y e: Mapas topográficos de las dos huellas del área A mejor conservadas.
Un día cualquiera de hace unos 3,66 millones de años llovió sobre cenizas volcánicas recién depositadas en el norte de Tanzania. Antes de que el suelo se secara por completo -el volcán quizá aún humeaba en la distancia-, un trío de antiguos parientes humanos se paseó por los sedimentos húmedos, dejando sus huellas en la ceniza mientras se consolidaba lentamente.
Cuando se descubrieron estas huellas fosilizadas, en la década de 1970, el mundo de la paleontología quedó impactado. Dejadas por la misma especie que la famosa pariente de los homínidos, Lucy, Australopithecus afarensis, las huellas fueron la primera prueba clara de que nuestros primeros ancestros caminaban sobre dos pies.
Ahora, un nuevo análisis de un conjunto de huellas cercanas, olvidadas desde hace tiempo, apunta a que estos primeros humanos no estaban solos. Si los científicos están en lo cierto, un misterioso homínido que caminaba erguido también dejó su huella en las cenizas.
Representación artística del 'Australopithecus afarensis' caminando y dejando huellas.
"Casi puedes imaginarlos mirando a través del paisaje viéndose los unos a otros", dice Ellie McNutt (izquierda), paleoantropóloga de la Universidad de Ohio (Estados Unidos) y autora principal de un nuevo estudio que documenta las huellas en la revista Nature.
La paleoantropóloga británica Mary Leakey dirigió el equipo que descubrió las cinco curiosas huellas de homínidos hace 45 años. La extraña disposición de las mismas parecía haber sido dejada por un bípedo que cruzaba un pie delante del otro mientras caminaba con un paso algo tambaleante, según describieron posteriormente Leaky y su colega Richard Hay.
Aunque a menudo es más grácil, "la versión extrema de esto sería caminar como lo hacen en un pase de modelos", dice McNutt. "Aunque los humanos no suelen caminar con el paso cruzado, ese movimiento puede producirse cuando uno intenta recuperar el equilibrio", matiza. "Las huellas podrían haber sido el resultado de un individuo que caminaba por una superficie desnivelada".
"En consecuencia, dadas las crecientes pruebas científicas en los últimos 30 años sobre diversidad locomotora y de especies en el registro fósil de los homínidos, estas huellas inusuales merecían otra mirada", agrega Macnutt
Quién era este antiguo homínido que caminaba -y si su andar de modelo era con pasos desviados o con un andar regular- sigue siendo una incógnita. Sin embargo, algunos científicos aún no están convencidos de que haya pruebas suficientes para sugerir que otra especie humana caminaba junto al Australopithecus afarensis. De confirmarse, las extrañas huellas podrían dar pistas sobre la variedad de formas en que los primeros humanos caminaban sobre dos piernas.
"Antes se consideraba que caminar sobre dos pies era un comportamiento derivado de una combinación particular de características físicas. Pero, poco a poco, los científicos se han dado cuenta de que hay más de una forma de ser bípedo, y este nuevo estudio apunta a una diversidad aún mayor", dice el paleoantropólogo William Harcourt-Smith (derecha), de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, que no formó parte del equipo del estudio. "Eso en sí mismo es emocionante: sea un homínido o no, es realmente genial".
Las cinco huellas fósiles forman parte de lo que se conoce como el yacimiento de Laetoli, una zona de ceniza volcánica por la que deambulaba un variado surtido de animales antiguos, desde parientes de los elefantes y los rinocerontes hasta pequeñas aves de Guinea. Leakey y su equipo encontraron estas extrañas huellas en una zona de Laetoli conocida como área A (las famosas huellas de los Australopithecus afarensis se hallaron en la zona G).
Las huellas empezaron a caer en el olvido científico sólo dos años después de su descubrimiento, cuando los investigadores hallaron en las cercanías las huellas del Australopithecus afarensis muy bien conservadas. Los análisis realizados en la década de 1980 sugirieron que las huellas entrecruzadas del área A podrían haber sido dejadas por un oso que caminaba erguido, lo que pareció atenuar aún más el interés científico.
Ellison McNutt recoge datos de una hembra juvenil de oso negro que camina bípedamente, sin ayuda, por una pista de barro del Kilham Bear Center, en Lyme, New Hampshire. A la derecha, huella izquierda obtenida en el experimento de uno de los osos negros macho juveniles. Imagen de la izquierda por Jeremy De Silva. / Imagen de la derecha por Ellison McNutt.
McNutt se enteró de las curiosas huellas décadas después. Estaba estudiando la evolución del golpeo del talón humano para su trabajo de doctorado, para lo que utilizaba a los osos como criatura modelo, razón por la cual se encontraba en una posición perfecta para averiguar qué tipo de criatura dejó estas huellas en Laetoli.
McNutt se asoció con Benjamin y Phoebe Kilham, del Kilham Bear Center, en New Hampshire (Estados Unidos), para investigar cómo se desplazan los osos negros salvajes. Tras casi 51 horas de análisis de vídeo, llegaron a la conclusión de que es muy raro que los osos caminen sobre sus patas traseras. La probabilidad de que un oso dé cuatro pasos consecutivos en posición vertical, como se ve en las huellas de Laetoli, es de apenas un 0,003%. "Simplemente no ocurre", dice McNutt.
En busca de más pistas sobre la identidad del rastreador, el equipo volvió al yacimiento de Laetoli, redescubriendo y reexcavando las huellas. En cierto sentido, estaban siguiendo los pasos de Mary Leaky, dice el autor del estudio, Charles Musiba (izquierda), de la Universidad de Colorado, en Denver (Estados Unidos), que fue alumno de Leakey cuando era estudiante.
"Visitar ese lugar despertó en mí muchas emociones", dice Musiba. Mientras trabajaba, intentaba imaginar lo que Leakey y otros habían pensado cuando descubrieron y analizaron las huellas.
Esta vez, sin embargo, el equipo contaba con tecnología del siglo XXI. Utilizaron el escáner láser y la fotogrametría tridimensional para documentar cada huella, y luego compararon las mediciones de las huellas con las de otros Laetoli, huellas fósiles más recientes del yacimiento de Engare Sero en Tanzania, así como huellas modernas de humanos, osos y chimpancés.
Comparación de las huellas halladas en Laetoli. A la izquierda, la pisada de un ’Australopitecus afarensis’. En el centro la huella motivo del reciente estudio y perteneciente a un posible homínido hasta ahora desconocido. A la derecha, muestra de huella de un oso. ELI BURAKIAN / DARTMOUTH
El análisis reveló que las huellas del área A no fueron hechas por osos o chimpancés, y que eran más parecidas a las de los homínidos. Sin embargo, las dimensiones de las huellas difieren en gran medida de las del Australopithecus afarensis en Laetoli, lo que apunta a la existencia de una segunda especie de homínido que se paseaba por la región.
Los resultados encajan en el panorama cada vez más complejo de nuestros antiguos parientes: cada especie recién descubierta cuenta con su propio y sorprendete mezcla de catacteíristicas. Incluso podría haber más cosas que aprender sobre el Australopithecus afarensis, dice Musiba. El grupo incluye una gama diversa de rasgos, lo que tal vez indique que puede haber más de una especie agrupada.
"Decir definitivamente que el artífice de las huellas es una nueva especie de homínido, o que está realmente separado de los otros caminantes de Laetoli, es una posibilidad realmente emocionante, pero difícil de descifrar sólo a partir de las huellas", dice David Raichlen (derecha), biólogo evolutivo de la Universidad del Sur de California (Estados Unidos).
Algunos científicos no están tan convencidos de la existencia de otra especie de homínidos en Laetoli. "Mi corazón quiere creer, pero mi cerebro dice que no", dice Matthew Bennett (izquierda), geólogo de la Universidad de Bournemouth (Reino Unido) especializado en huellas fósiles. Una de sus grandes preocupaciones es el escaso número de huellas encontradas hasta ahora en el área A; de las cinco huellas, sólo dos registran la mayor parte del pie.
En un estudio publicado a principios de este año, Bennett y sus colegas concluyeron que es necesario analizar un mínimo de 10 a 20 huellas para caracterizar adecuadamente las variaciones entre las huellas de un solo individuo, y se necesitan muchas más para sacar conclusiones sobre un grupo más amplio de individuos.
También son necesarias más huellas para comprender la extraña forma de andar de los individuos. El terreno irregular o resbaladizo puede provocar un paso desequilibrado, reconoce McNutt, pero añade que también podría ser una característica de la marcha de este individuo, o incluso de toda una especie de homínidos.
Estos tamaños de muestra tan pequeños no son infrecuentes en paleontología. "Así es la vida trabajando con huellas de esta antigüedad", dice Raichlen. "No tienes un gran tamaño de muestras con el que trabajar, así que exprimes toda la información posible de las pequeñas muestras".
El emplazamiento de las huellas halladas en Engare Sero, Tanzania. Una erupción del colcán Oldoinyo L'engai, al fondo, produjo las cenizas que las conservaron. CYNTHIA LIUTKUS-PIERCE
Bennett sostiene que todavía hay más información que exprimir de las huellas de Laetoli. El equipo comparó las medidas individuales de las huellas, incluyendo la anchura y la longitud, pero las medidas individuales o las proporciones no pueden captar toda la complejidad de una huella, dice. En cambio, "muchos científicos utilizan las formas tridimensionales de todas las huellas de un grupo para producir una huella media, que se puede utilizar para estudiar la variación de la misma píxel a píxel, elemento a elemento", dice.
Bennett también señala que, dado que él y otros han creado previamente estas huellas promedio para conjuntos de huellas del Australopithecus afarensis de Laetoli, la comparación con el área A debería ser bastante sencilla.
"Las huellas que excavamos en el área A se encontraban en la misma capa de toba que las célebres huellas del área G", declara Jeremy DeSilva (izquierda), profesor de antropología en Dartmouth y coautor principal del estudio. "Puesto que todas se produjeron en un corto período de tiempo en Laetoli, es una prueba sólida de que dos especies de homínidos no sólo coexistieron sino que fueron contemporáneas en un mismo paisaje". Así pues, para los investigadores el hallazgo supone una nueva prueba de la diversidad en la familia de homínidos de este periodo. "Ya teníamos pruebas de ello desde la década de 1970, y sólo ha hecho falta el redescubrimiento de estas maravillosas huellas, y un análisis más detallado, para llegar hasta aquí", señala DeSilva.
El equipo de McNutt tiene más planes para el área A, incluida la búsqueda de otras huellas mediante la utilización de un radar de penetración en el suelo, a fin de buscar, de forma no destructiva, huellas ocultas en la ceniza. Musiba es optimista: "Estoy convencido de que habrá más".
Fuentes: nationalgeographic.es | elmundo.es| 2 de diciembre de 2021
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