Red social de Arqueologos e Historiadores
Fuente: LNE.es | Pilar Rubiera | 21 de julio de 2013
Unas semanas después de que la Consejería de Cultura decidiera reanudar la actividad arqueológica en el castro del Chao Samartín, después de más de tres años de desencuentros con el alcalde de Grandas de Salime, los resultados están siendo espectaculares.
El hallazgo en la domus (vivienda romana de porte nobiliar que identifica el rango social de su propietario) de restos de pinturas romanas de «entidad excepcional», de repertorio amplio y variado, y de una época que abarca desde el siglo I hasta el IV d.C, están convirtiendo a este yacimiento, tras más de veinte años de investigación, en una fuente inagotable de información sobre un período de la historia de Asturias que, en su origen, se remonta a la Edad del Bronce final, unos 800 años antes de la llegada de Roma.
Ángel Villa Valdés (izquierda), director del proyecto de investigación y arqueólogo de la Consejería de Cultura, destacaba ayer, en declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA, los aspectos fundamentales del hallazgo: «La entidad de los restos es excepcional por su abundancia y por la calidad del depósito, así como por la pericia de los artesanos, probablemente procedentes de talleres itálicos o del valle del Ebro, y reflejan una sociedad que, en el resto de Asturias, es prácticamente desconocida, que es la de las clases privilegiadas, los que se trasladaron aquí desde Roma y los locales que hicieron de intermediarios entre el poder romano y la población indígena».
Adolfo Rodríguez Asensio (derecha), director general de Patrimonio y decidido impulsor de esta nueva fase de investigación en el castro, no ocultaba su alegría. «El hallazgo, en parte, era esperado porque cuando excavas un yacimiento tan rico siempre puedes esperar resultados positivos, pero el hecho de encontrar pinturas murales altoimperiales es un hallazgo de primerísima fila para Asturias. Nos anima a continuar y certifica que acertamos en retomar el tema del Chao en cuanto a limpieza, restauración, reconstrucción y actuaciones arqueológicas, que significa continuar una labor iniciada hace más de veinte años».
Los trabajos en el Chao se retomaron, según relata Ángel Villa, con el proyecto de consolidar las estructuras murales y la instalación de hiladas superiores de protección sobre las testas de los muros. Fue al liberar la tierra para poder trabajar cuando se constató que algunas cargas no sólo eran murales sino que conservaban restos del programa ornamental.
«Por primera vez nos enfrentamos a la posibilidad de recuperar paneles completos cuando, hasta ahora, trabajábamos con los fragmentos de los derrumbes. En este caso, las pinturas están en su sitio y la estructura ornamental puede ser reconocida. Supone un avance notabilísimo en el conocimiento de los patrones estilísticos que se utilizaron en el castro», explica Villa.
Olga Gago Muñiz, conservadora-restauradora y autora del primer informe sobre el hallazgo, cree que el grueso de la pintura presente en la casa se elaboró principalmente durante la primera mitad del siglo I, que se correspondería con el momento de la construcción de la domus. Algunas reformas posteriores, en las que se observa la monocromía de los muros y el gusto impresionista en la pincelada de la decoración del tímpano, parecen de época Flavia (69-96).
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como me encantaría hacer estas escavaciones.
Desarrollo completo de los paneles preparativos a partir de los fragmentos recuperados en varias estancias.
Fuente: LNE | P.R. | 26 de julio de 2013
«El hallazgo de las pinturas romanas en la "domus" del castro del Chao Samartín confirma definitivamente algo que veníamos ratificando desde el descubrimiento de la casa romana: el alto rol social y administrativo otorgado por la administración romana a este centenario asentamiento», declaró a LA NUEVA ESPAÑA Ángel Villa, arqueólogo de la Consejería de Cultura y director de las excavaciones de este yacimiento.
Según Villa, la época romana es «la mejor y la más abundantemente representada entre los ajuares rescatados en el castro», lo que indica «el alto rango social de las familias que habitaban el lugar durante esos siglos» y «la integración del poblado castreño en las vías habituales de distribución de estos lujosos productos: cerámicas y vidrios itálicos, vajillas procedentes de alfares del sur de la Galia o del valle del Ebro, una circulación monetaria notable y todo ello con indicios sólidos de un ambiente inequívocamente militarizado». Conclusión: los protagonistas de ese período de la historia del castro formaban parte de grupos privilegiados muy próximos al poder romano.
Las pinturas romanas descubiertas en la «domus» del castro hace unas semanas, apenas unos días después de que la Consejería de Cultura decidiera reanudar la actividad arqueológica en el Chao, son las primeras de carácter parietal del siglo I que se localizan en Asturias -en Gijón las hay de época posterior- y tienen, además, la particularidad de hallarse en buen estado y formar un repertorio amplio y variado. Su factura técnica es «intachable», según el primer estudio realizado por la conservadora-restauradora Olga Gago Muñiz.
¿Cómo garantizar su conservación? Ángel Villa considera que el hallazgo obliga a iniciar una intervención de rescate que evite su deterioro, algo que a veces es inevitable si no se actúa adecuadamente.
El arqueólogo propone dos opciones: «Hacer un entramado a modo de estanco para conservar los restos "in situ" y otra, más prudente, que es hacer una campaña de rescate que recupere los lienzos, los extraiga, los trate, los consolide, se estudien en un centro adecuado y, si es posible, se reintegren a su lugar de origen; y si no, que se expongan en el museo. Siempre existe la posibilidad de hacer una reproducción que se exhiba en su lugar de origen», señala.
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Olga Gago Muñiz muestra la obra, ya enmarcada, ayer, en el Museo Arqueológico. / luisma murias.
Fuente: LNE | Eduardo García | 26 de julio de 2013
Son 18 pequeños fragmentos de arte e historia. Juntos nos descubren una figura joven y masculina. Lleva una liebre en su mano derecha y parece presentarla al público. Entre ese rostro romano y quienes se van a acercar a él dentro de unos días en Navia han pasado veinte siglos. Será la primera vez que se muestre al público pintura romana del Chao Samartín.
El retrato, rescatado de las ruinas arqueológicas del gran castro de Grandas de..., fue estudiado, consolidado y enmarcado por la restauradora Olga Gago Muñiz, y será la pieza estrella de la exposición que complementará el ciclo de conferencias arqueológicas sobre los castros del Navia.
El pequeño cuadro, que hasta ayer se guardaba en los talleres de restauración del Museo Arqueológico, en Oviedo, «es una pintura de una calidad excepcional», dice Olga Gago. Una obra salida de una mano experta, lo que en el siglo I se conocía como «pictor imaginarius», un artista capaz de realizar retratos y paisajes, más allá de las formas geométricas.
El «pictor imaginarius», explica la restauradora, dirigía un taller artístico, un grupo de cinco o seis personas muy especializado que solían viajar con las legiones y que ofertaban sus servicios artísticos.
El Chao Samartín, una joya de la cultura castreña del norte de España, es la simbiosis de dos mundos. El castro primitivo convive con la domus romana, la residencia de alguien muy ligado a la Administración. Hay pinturas en los castros y también en la domus. Y más que saldrán.
Los artistas viajaban con catálogos, aunque para Olga Gago en el Chao Samartín se nota el gusto del propietario. «Es un gusto clásico, con elementos decorativos antiguos, se perciben cierta nostalgia e ideas muy claras de lo que quería» para aquella construcción, que era a la vez hogar y espacio de recibimiento y representación.
Hay en las pinturas del Chao una gama inmensa de pigmentos, entre ellos el azul egipcio, ocres y tierras y, sobre todo, el rojo cinabrio. Este último color era el más caro de los pigmentos, que se pagaban aparte. El cinabrio se producía en su mayor parte en España -también en Asturias-, pero el control de Roma era tan intenso que la materia prima viajaba hasta la capital del imperio y desde ahí, en un viaje de ida y vuelta, regresaba a las colonias.
El joven romano de la liebre sería una figura de unos 60 centímetros de alto, que seguramente presidiría un panel. Dice Gago que «quizá se trate de una alegoría del otoño». Se encontraron fragmentos de al menos tres figuras más, por lo que no es descartable que formara parte de una representación de las cuatro estaciones.
El artista logró degradar los colores para dar sensación de volumen. Las 18 piezas fueron instaladas sobre una base de resina, respetando las dimensiones de la última capa de mortero, que tiene un grosor aproximado de medio centímetro.
Las piezas aparecieron en un derrumbe y se supone que formaban parte de la decoración de la primera planta de la domus. En la casa del señor los arqueólogos encontraron pinturas de dos talleres distintos. El primero pudo trabajar en el Chao Samartín hacia el año 40, y a él pertenece el joven romano de la liebre. El segundo, entre los años 60 y 90, en época Flavia. Cuando llega ese segundo taller todo indica que algunos habitantes del castro aprovechan la presencia de los artistas para encargarles trabajos en sus casas. Los habitantes del Chao Samartín «comparten espacio con un grupo de muy alto rango», explica el arqueólogo Ángel Villa. Y también ellos se beneficiaban del estatus del Chao. La idea de que en la periferia del imperio las pinturas eran secundarias se cae en el Chao por su propio peso.
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