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Foto: Una mujer moderna, un Australopithecus sediba y un chimpancé macho
Un equipo internacional de investigadores de quince países diferentes publican este jueves en Science seis estudios, junto a una introducción del paleontólogo Lee R. Berger (izquierda) del Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwaterstrand de Johanesburgo y director del proyecto, sobre Australopithecus sediba, el homínido de hace dos millones de años y del que se dispone de la mejor colección de restos fósiles de esta etapa tan temprana de la humanidad. Los resultados, espectaculares, revelan una "extraña criatura" en la que se mezclan rasgos humanos con otros más propios de los simios.
Para Berger, este conjunto de fósiles permite "una penetración sin precedentes en la anatomía y la posición filogenética de uno de los primeros antepasados del hombre".
Los estudios muestran que Australopithecus sediba es un "mosaico" en el que se mezclan rasgos de humanos y simios. La pelvis, por ejemplo, junto con las manos y los dientes, son claramente humanas, mientras que los pies se asemejan a los de los chimpancés. Los investigadores aún no están seguros del momento en que esta especie entró a formar parte de la "familia" de los humanos, pero los seis estudios no dejan lugar a dudas de que los fósiles surafricanos de Malapa marcan un hito importante de nuestra evolución.
Los seis estudios son el resultado de más de cuatro años de trabajo e investigación sobre la anatomía de este homínido. Los trabajos se han basado en los esqueletos de los dos ejemplares de referencia de la especie (holotipos), llamados MH1 y MH2, (un macho y una hembra) así como en la tibia aislada de un tercer ejemplar adulto, MH4. Los fósiles fueron descubiertos en el yacimiento de Malapa, cerca de Johanesburgo, en 2008 y fue el propio Berger quien, en 2010, dio su nombre a la nueva especie.
Los esqueletos de 'Australopithecus sediba' hallados en Malapa (Sudáfrica). Izquierda: MH2, esqueleto de una hembra adulta. Derecha: MH1, el esqueleto del niño "Karabo". Fotos cortesía de Lee Berger y la Universidad de Witwatersrand.
Los dos esqueletos revelan una extraña criatura, con un pequeño cerebro y una forma muy primitiva de caminar pero que, sorprendentemente, tiene la dentadura y las manos como las nuestras.
Para Berger, "cuando observas a un 'Australopithecus sediba' de la cabeza a los pies, te encuentras con un conjunto que es muy diferente de cualquier cosa que hayamos podido ver o predecir hasta ahora". En su opinión, puede tratarse de la tan buscada especie, a caballo entre humanos y simios, que dio origen al hombre.
Los diferentes artículos examinan la morfología dental de este homínido, sus extremidades superiores e inferiores, su tórax, su columna vertebral y su mecánica de desplazamiento, esto es, la forma que éste tenía de caminar. En esencia, las diferentes investigaciones nos han permitido conocer la forma en que este homínido caminaba, comía y se desplazaba por su territorio.
El propio Berger resume así las investigaciones: "El examen de un gran número de elementos completos, asociados entre sí y sin distorsionar nos ha permitido vislumbrar una especie de homínido cuya anatomía parece ser un mosaico y que presenta una serie de complejas funcionalidades que son diferentes tanto de las de otros australopitecinos como de los primeros representantes del género 'Homo'".
Los resultados de estas investigaciones, las más detalladas que se han llevado a cabo hasta la fecha sobre nuestros antepasados remotos, cambiarán, según Berger, "nuestra interpretación del proceso evolutivo que lleva hasta el hombre, así como la interpretación que se ha dado a otros fósiles de homínidos basándose en restos peor preservados".
Joel Irish (izquierda) y sus colegas de la Universidad Moores, de Liverpool, que centraron su estudio en los dientes, hallaron que la dentadura de Australopithecus sediba es un auténtico "collage" de características primitivas y humanas.
Como los humanos, en efecto, MH1 y MH2 cuentan con molares de cinco picos, o cúspides, lo que indica la relación de esta especie con otras de australopitecinos, como Australopithecus africanus.
El análisis de las extremidades inferiores, llevada a cabo por Jeremy DeSilva (derecha), de la Universidad de Boston, sugieren que este homínido tenía una forma realmente única de caminar, una mezcla entre la de los chimpancés y los humanos modernos. Algo que, según los investigadores, les permitía tanto caminar erguidos, como nosotros, como trepar a los árboles, a la manera de los chimpancés.
A diferencia de otros Australophitecus, que o bien caminaban o bien trepaban, sediba era capaz de desplazarse de las dos maneras, según su conveniencia. Refuerza esta idea también el estudiio de las extremidades superiores y las manos, llevado a cabo por un equipo de científicos de las Universidades de Duke, en Carolina del Norte, y Witwatersrand, en Johanesburgo, bajo la dirección de Steve Churchill (izquierda). En efecto, excepto por las manos, que se parecen a las nuestras, las extremidades superiores de Australopithecus sediba son muy primitivas, lo que sugiere que conservaban su capacidad para trepar y colgarse de las ramas de los árboles.
En conjunto, los seis estudios colocan inequívocamente a Australopithecus sediba en la línea evolutiva de Homo, el género que incluye a los humanos modernos, aunque la especie muestra un gran número de características más primitivas y que no comparte con los humanos de la actualidad.
"Hallazgos como el de Australophitecus sediba y el yacimiento de Malapa -concluye Lee Berger- demuestran la necesidad de llevar a cabo más exploraciones sobre los fértiles terrenos del sur de Africa, tan ricos en fósiles, y son al mismo tiempo un ejemplo de la enorme promesa de las paleociencias en este continente".
Fuente: ABC | Jose Manuel Nieves| 11 de abril de 2013
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El homínido que pudo dar lugar a la rama evolutiva del ser humano era un puzle biológico imprevisible con sonrisa humana y andares de chimpancé. Hasta que su descubrimiento en 2008 permitió a los investigadores reconstruir la anatomía de la especie Autralopithecus sediba, la comunidad científica daba por asumidos algunos rasgos que debía tener el ancestro que dio paso al género Homo (al que pertenece la especie humana actual, Homo sapiens). Sin embargo, el estudio de los restos fósiles de tres individuos -dos bastante completos y una tibia de un tercero- encontrados en una sima en Malapa, cerca de Johannesburgo (Sudáfrica), le han dado un vuelco a los prejuicios de los paleontólogos.
Desde la publicación del hallazgo y de las primeras conclusiones en 2010, ya ha habido 11 estudios publicados en la revista 'Science' analizando sus características y las implicaciones que tiene la especie para la evolución humana. Los seis últimos, referentes a la investigación de sus órganos locomotores y de su boca y que se acaban de publicar, suponen una "mirada sin precedentes a la anatomía y la posición en el árbol de la vida de este primitivo ancestro humano", en palabras de Lee Berger, líder de la investigación y autor principal de las seis investigaciones.
"Este último examen nos aporta una visión nueva de una especie que parece un mosaico anatómico que presenta una serie de complejos funcionales que son diferentes tanto a los que pensábamos que eran propios de los Australopithecus, como a los de los primeros Homo", explica este investigador del Instituto de Evolución Humana de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo.
Australopithecus sediba era una extraña criatura que caminaba erguida, pero de una forma muy primitiva, tenía un cerebro muy pequeño, unas manos hábiles y, sorprendentemente, una dentadura muy similar a la humana. Pero algunas de estas características ya se conocían de anteriores estudios.
Las principales conclusiones que se pueden extraer de las seis investigaciones recién publicadas en Science al alimón son la 'sonrisa humana' y una morfología de su talón parecida a la de los chimpancés actuales que le obligaba a caminar bamboleándose de un lado a otro. De hecho, esta última característica ha sido un descubrimiento reciente hecho por el equipo de Berger durante una reunión en mayo de 2012.
Desde hace muchos años, la comunidad científica se preguntaba cómo podría esta especie caminar erguida. La clave está en el talón preservado en uno de los ejemplares que corresponde con el de una hembra adulta. El hueso está retorcido y tiene forma apuntada, al contrario del humano, que es plano y ancho. Por ese motivo, la especie debía caminar retorciendo el pie tras el apoyo para poder dar el siguiente paso, de una forma parecida a la que usan los chimpancés, haciendo para ello un bamboleo obligatorio.
"Los talones estrechos ofrecen mucha menos superficie sobre la que distribuir el peso cuando los pies tocan el suelo", asegura el antropólogo de la Universidad de Boston, Jeremy DeSilva, autor principal del estudio sobre el mecanismo locomotor de la especie.
Todos los investigadores coinciden con las conclusiones de Berger y su equipo sobre el modo de andar de Austarlopithecus sediba y remarcan que definitivamente su modo de caminar es muy diferente que el del resto de los homínidos.
Lo que no parece estar tan claro es que esta especie sea definitivamente el eslabón perdido, la pieza clave que falta en la evolución del ser humano moderno. Una mandíbula de 2,4 millones de años de antigüedad encontrada en Etiopía (derecha) es el primer fósil atribuido al género 'Homo'. Lo que deja la edad de Australopithecus sediba -cerca de 2 milones de años- como muy joven para ser el primer ancestro del género.
"Sediba es único y muy interesante, pero llegó demasiado tarde a la fiesta como para ser el ancestro", asegura Brian Richmond (izquierda), de la Universidad George Washington de Washington D.C..
Sin embargo, Berger defiende con uñas y dientes la posición en el árbol de la vida de la especie que él mismo descubrió junto a su hijo en una sima cercana a la ciudad en la que viven.
Para el investigador sudafricano, esa mandíbula aislada de la calavera o de otros huesos no tiene por qué pertenecer al género Homo. La bonita sonrisa de Australopithecus sediba podría haber engañado a los descubridores de la mandíbula de Etiopía haciéndoles pensar que era del género humano.
Fuente: El MUNDO.es | Miguel G. Corral| 11 de abril de 2013
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* Is Australopithecus sediba the Most Important Human Ancestor Discov... (Scientific American)
Ponemos a continuación la información que proporciona El PAIS.com y el diario LA RAZÓN (este último en la parte que interesa).
Los cráneos y mandíbulas de los dos individuos (ac = cráneo de MH1, d, f = mandíbula inferior de MH1, h = diente de la mandíbula superior MH1, e, g = mandíbula inferior del MH2)
Fuente: EL PAIS.com | Alicia Rivera | 11 de abril de 2013
Dos esqueletos fosilizados, bastante completos y bien conservados, de unos extraños australopitecos que vivieron en África hace casi dos millones de años desconciertan al batallón de investigadores de 16 instituciones de todo el mundo que los han estudiado a fondo.
Los Australopithecus sediba, que así se llaman, eran capaces de caminar erguidos, aunque no con tanta soltura como la especie humana, dado su talón simiesco; pero, a la vez, treparían por los árboles y las rocas con destreza. Por sus dientes, columna vertebral y mandíbula eran parecidos a los humanos primitivos, pero sus hombros y brazos eran más bien de mono, y la caja torácica superior se parece a la de los grandes simios. La extraña criatura tenía el cerebro pequeño.
Entonces, ¿está en la línea ancestral de la especie humana o no? ¿Dónde encaja en el árbol de familia de los homínidos? Los paleontólogos siguen sin tenerlo claro. Ya apuntaban a esa indefinición hace dos años, cuando presentaron oficialmente los fósiles de A.sediba, descubiertos dos años antes en Sudáfrica. Desde entonces, los científicos, divididos en seis equipos de especialistas que se han repartido los fósiles (dientes unos, brazos otros, extremidades inferiores otros, etcétera) han analizado exhaustivamente los esqueletos descubiertos de aquellos dos misteriosos individuos (más un tercero representado solo por un fragmento de tibia). Han comparado los huesos con restos de otras especies de australopitecos y de humanos y escrito seis artículos en la revista Science con sus conclusiones.
Este exhaustivo examen “nos da una idea de una especie de homínido que parece un mosaico en su anatomía y que presenta un conjunto de complejos funcionales que son diferentes tanto de lo predicho para otros australopitecos como los del Homo primitivo”, resume Lee R.Berger, descubridor de A.sediba y líder de la investigación, en la revista Science. “La clara visión de la anatomía de esta especie de homínido primitivo tendrá claramente implicaciones a la hora de interpretar el proceso evolutivo que afecta al modo y al tiempo de la evolución de los homínidos y la interpretación de la anatomía de las especies no tan bien conocidas”.
Berger, o más bien su hijo Mathieu, de nueve años, descubrió el primer fósil de lo que luego se denominó A.sediba, en agosto de 2008, en los alrededores de Johanesburgo, en concreto en un lugar llamado Malapa. Fue el pistoletazo de salida y Berger (investigador de la Universidad de Witwateersrand, Suráfrica) inició con su equipo científico una exploración intensa. En total han salido ya a la luz los restos esqueléticos de dos individuos, una mujer y un hombre joven, más un hueso de un tercero. Medirían 1,27 metros de altura, ella pesaría unos 33 kilos y él, 27, y su cerebro rondaría los 420 o 450 centímetros cúbicos, frente a los 1.200 a 1.600 del nuestro.
En la antigua visión de la evolución, el A.sediba sería el perfecto eslabón perdido, el ejemplar oportuno que tiene unos rasgos del precedente en antigüedad y otros del siguiente. Pero los científicos saben que la cosa no funciona así, que la evolución no es una cadena, sino una intrincada ramificación de especies con ancestros comunes y parentescos más o menos próximos. La cuestión es situar este homínido con un mosaico de características en ese árbol de familia. Además, la antigüedad es clave en este caso porque hace dos millones de años existía ya en África el Homo erectus, antepasado del Homo sapiens y, seguramente, el primero que salió del continente ancestral y se expandió por el viejo mundo. A.sediba se ha datado en 1.980.000 años.
Los investigadores, en sus estudios comparativos, se han centrado sobre todo en los rasgos de aquel H.erectus y en un australopiteco anterior al A.sediba, el A.africanus. Pero entra en el debate una especie más de australopiteco, A.afarensis, a la que pertenece el célebre esqueleto Lucy, adoptado como abuela ancestral de la humanidad, aunque hay ya importantes paleoantropólogos que se inclinan por sacar a la familia de Lucy de la línea evolutiva humana.
Berger sugiere “la posibilidad de que A.sediba y tal vez A.africanus no descienden del linaje de A.afarensis” y él no llega a afirmar que los fósiles de Malapa se sitúen en la línea humana, pero Science destaca que “el conjunto de análisis ahora presentado parece apuntar hacia un probable ancestro del género Homo”. El hecho de que Lucy y su familia fuesen bípedos parece complicar las cosas para los A.sediba, si estos no descienden de los A.afarensis. Pero “múltiples formas de bipedalismo fueron practicadas por nuestros ancestros primitivos homínidos”, señala el científico de Johanesburgo.
Las grandes preguntas acerca de la extraña criatura de Malapa siguen abiertas, y los científicos aspiran a contestarlas, sobre todo cuando tengan más fósiles de esta especie. El próximo verano Berger y su equipo retomarán la excavación en el yacimiento. Tal vez el A.sediba sea un antepasado remoto del Homo sapiens, o tal vez fuera un especie de homínido que acabó en un callejón sin salida de la evolución, es decir, extinguiéndose.
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Este Australophitecus se postula como uno de los parientes más cercanos a los primeros humanos, como publica «Science»
Fuente: LA RAZÓN.es | Pilar Pérez| 11 de abril de 2013
Desde hace cinco años, más de un centenar de expertos han trabajado para poder elaborar estudios y ahora 26 de ellos firman los estudios de la prestigiosa revista americana. «Una de las claves principales de este rompecabezas es la integridad de los esqueletos. Con la excepción del Homo erectus (Niño de Turkana) y los neandertales, no hay otros esqueletos de homínidos fósiles tan completos. Incluso la famosa "Lucy" (Au. afarensis) está sin rematar. Por otra parte, la naturaleza del mosaico de esta especie es única, representa una mezcla de antiguos australopitecinos con características similares, así como una serie de caracteres modernos que encontramos en el Homo erectus. Ésta es la razón por la que Sediba se considera el antecesor más razonable del género Homo», explica Peter Schimid (izquierda) a LA RAZÓN, uno de los autores de los artículos y profesor de la Universidad de Zúrich (Suiza).
En este sentido, Antonio Rosas (derecha), investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) del Museo de Ciencias Naturales, apoya la teoría de que «en su especie sí que constituye un gran paso al completar un esqueleto y que todo este nuevo hallazgo aporta bastante información en un periodo de tiempo muy crítico, ya que estamos hablando de hace dos millones de años. Lo cierto es que también se debe a que encontraron bastantes huesos, si se tiene en cuenta que fueron dos osamentas diferentes, y que debido a las similitudes entre una y otra han podido configurar uno entero». En cuanto a si este tipo de reconstrucción, pudiera repetirse con otros restos de homínidos, Schimid subraya que «la integridad de los elementos es única y por lo tanto, dudo de que otras especies pudieran ser reconstruidas así».
Uno de los valores que tiene este equipo de trabajo es «la velocidad de publicación» que llevan desde el descubrimiento y que los expertos consultados por este periódico, como Rosas, destacan: «Es singular y llamativo que desde que descubrieron los restos han publicado en más de una ocasión». Quizás esta rapidez se debe que Berger mantiene su «lucha» personal con Ron Clarke, miembro de la misma universidad que él, pero que busca su «propio» eslabón pérdido a través de los restos de «Little Foot», a un ritmo más lento.
Más allá de rencillas, este gran avance de la paleontropología supone algo más que simples conjeturas extraídas de una reconstrucción, «ya que el esqueleto que tenemos ahora nos proporciona conocimiento sobre las complejidad del organismo y nos da una idea de la relación funcional entre las diferentes regiones del cuerpo», explica Schimid. Así, tener un «todo» sirve para acercar el descubrimiento al público inexperto, porque los fragmentos sólo interesan a los especialistas, y de este modo da una buena idea del tamaño y la proporción del cuerpo.
Ahora, pueden definir que «la forma de andar del Sediba era particular. Se apoyaba en las dos piernas, pero en nada tiene que ver con otros australopithecus de su tiempo», apunta Berger. Por su parte, Jeremy DeSilva, uno de los coautores de la Universidad de Boston (EE UU) asegura que «la hembra Australopithecus sediba conserva un talón, el tobillo, la rodilla, la cadera y la parte baja de la espalda, todos los ingredientes necesarios para reconstruir con precisión la forma en que caminaba. Incluso el famoso esqueleto de «Lucy» sólo conserva dos de estos cinco (tobillo y la cadera)».
Schimid concluye que «la naturaleza del mosaico de sediba comparte muchas características con numerosos Homo, lo que la convierte en un precursor ideal del género Homo. Un hecho que Afarensis, así como otros fósiles, no son capaces de mostrar. Ésta es la razón por la que creo que a partir de este fósil esencial tenemos que reconsiderar las hipótesis filogenéticas propuestas hasta el momento, que se basan en materiales fragmentarios».
Lee Beger, el «padre» del hallazgo
Para Lee Berger hoy es un gran día. Los esfuerzos de cinco años de trabajo se ven recompensados. En declaraciones a LA RAZÓN, el paleontólogo afirma que «ahora ya se debe considerar a Sediba como alternativa sólida para explicar el origen del Homo, dado que en la actualidad nos encontramos con varias opciones diferentes». Además, subraya que «todas las similitudes las hemos recogido y desgranado en los artículos con los que podemos explicar cómo vivía esta especie».
Fuente: Diario de Mallorca.es | Camilo José Cela Conde | 13 de abril de 2013
La revista "Science" ha prestado una particular atención a la historia evolutiva del linaje humano, el que forman nuestra especie y todos sus ancestros, directos o colaterales, que no lo son también de los chimpancés.
Hace cuatro años dedicó nada menos que todo un número al completo, el del 2 de octubre de 2009, a la colección de huesos procedente de Etiopía que son clasificados como Ardipithecus ramidus (derecha).
Esta semana es una sección entera la que reúne siete artículos sobre otro tipo de hominino, el Australopithecus sediba, sudafricano esta vez, al que la revista ya prestó gran atención en abril de 2010 -con dos artículos y un comentario- al aparecer los primeros fósiles de esa especie. Volvió a fijarse en ella en septiembre de 2011 -cuatro artículos y cuatro comentarios-, cuando nuevos fósiles permitieron precisar su edad y su tipo de locomoción.
Entre Ar. ramidus y A. sediba existen muchas diferencias, comenzando por los cerca de tres millones de años que los separan. También difieren sus pautas masticatorias y su aparato locomotor. Pero entre la cantidad ingente de fósiles de primates que existen, ningunos de ellos han merecido tanta atención. Lo que justifica el eco que levantan los ardipitecos y los australopitecos es que una y otra especie han sido consideradas por los especialistas como ancestros de Homo sapiens, como remotos parientes directos de nosotros mismos. No sin discusión.
El debate interminable acerca de la manera como tuvo lugar la evolución humana, tedioso donde los haya en ocasiones, ha dado como consecuencia afortunada unos estudios pormenorizados sobre la anatomía y las funciones atribuibles a los homininos fósiles como los de "Science".
Pero si las dudas acerca de la condición bípeda –que es lo mismo que decir la humanidad- de Ar. ramidus se disiparon cuando la revista publicó el muy completo análisis de 2009, los trabajos que se añaden ahora respecto de A. sediba no parecen alcanzar el mismo consenso.
El problema consiste en que el esquema más aceptado de la evolución humana sitúa en África del este los principales acontecimientos filogenéticos, como el de la aparición de los primeros Homo a partir de los australopitecos etíopes, que a su vez procederían de los ardipitecos. A. sediba contradice, si es un ancestro directo de Homo, esa idea. El descubridor de A. sediba, Lee Berger, sostiene en la última colección de artículos de "Science" que ese australopiteco intrigante sería un buen ejemplo de evolución en mosaico, con rasgos primitivos que se conservan y otros derivados aparecidos como novedad. Una condición que convierte en aún más difícil el decidir si podemos considerarlo un antepasado directo o no.
De plantearse que fue en Sudáfrica donde se produjo el tránsito a los primeros ejemplares del género Homo nos encontraremos con que son más los problemas que aparecen que los que quedan resueltos.
Fuente: Clarin.com | 14 de abril de 2013
Su cerebro medía unos 420 centímetros cúbicos, un tamaño similar al de un cerebro de chimpancé. Pero su mandíbula y su dentadura recuerdan más a la humana que a la de los simios. Su tórax tenía forma de campana, como la de los primates que viven en árboles, y no de barril, como la de los humanos que corren por el suelo. Pero su columna vertebral ya tenía una estructura como la humana, con el mismo número de vértebras lumbares y la misma curvatura en la parte inferior de la espalda. Sus brazos y sus hombros también estaban diseñados para ser ágiles por las ramas. Pero sus piernas y su pelvis ya estaban adaptadas a la marcha bípeda.
Este es el retrato que hizo un equipo internacional de paleoantropólogos, dirigidos por Lee Berger, de una especie de australopiteco descubierta en Sudáfrica en 2008. Después de cuatro años de investigación, la imagen que emerge del Australopithecus sediba es la de un homínido mitad simio mitad humano. Una criatura desconcertante que los científicos aún no saben dónde ubicar en el árbol de la evolución humana.
Sus descubridores sostienen que puede ser la especie a partir de la que se originó el género humano. Le pusieron como denominación sediba precisamente porque significa manantial en la lengua sotho que se habla en la región.
Si esta hipótesis es correcta, los 7.000 millones de personas que vivimos hoy en la Tierra seríamos descendientes de un puñado de Australopithecus sediba que vivieron en Africa hace unos dos millones de años. Y, por el contrario, no seríamos descendientes de la especie de Lucy, Australopithecus afarensis, que quedaría relegada –siempre y cuando tenga consenso este nuevo plateo– a una vía secundaria de la evolución.
Por ahora ningún paleoantropólogo considera que esta hipótesis esté demostrada. Y algunos, aun reconociendo que la nueva especie aporta una valiosa pieza al rompecabezas de la evolución, se declaran abiertamente escépticos. Si los primeros humanos ya habían aparecido hace unos dos millones de años, y los restos que se han encontrado de Australopithecus sediba tienen la misma antigüedad, “llegó demasiado tarde a la fiesta para ser el ancestro de Homo”, ha declarado Brian Richmond, de la Universidad George Washington, a la revista "Science". El primer fósil del australopiteco se descubrió en agosto del 2008 en el yacimiento de Malapa, en Sudáfrica.
Esos restos tan valiosos fueron encontrados por casualidad por el hijo de Lee Berger, que entonces tenía nueve años, un día que acompañaba a su padre al yacimiento. Desde entonces se han hallado más de 220 fósiles de cuatro especímenes que han permitido reconstruir el esqueleto casi completo del nuevo australopiteco.
Más de cien investigadores de varios continentes, coordinados por Berger desde la Universidad de Witwatersrand (Sudáfrica), han trabajado durante más de cuatro años para comprender cómo era el cómo era el Australopithecus sediba y qué lugar ocupó en la historia de la evolución humana. Los resultados del trabajo se presentaron ayer en seis artículos en la web de "Science".
Estos resultados amplían los de las primeras investigaciones de la nueva especie que se presentaron en el 2010 y el 2011. Los últimos datos indican que el sediba tiene múltiples rasgos en común con el Australopithecus africanus que vivió poco antes en la misma región y con los humanos que vivieron poco después. En cambio, comparte menos rasgos con la especie de Lucy, que se extinguió en el este de Africa hace 2,9 millones de años. Berger propone que el Australopithecus sediba pudo ser descendiente del africanus y ancestro del género Homo.
Como se ve entonces, muchas posibilidades están abiertas para catalogar a este nuevo integrante de la familia del hombre. Pero ninguna de ellas puede confirmarse hasta el momento. Se necesitan más estudios para saber cuál sería la definitiva.
Una hipótesis alternativa sería que el linaje humano fuera descendiente del Australopithecus africanus, pero no del sediba. También cabe la opción de que no fuera descendiente de ninguno de los dos. La solución al enigma la pueden aportar los restos de Little Foot, otro australopiteco descubierto en Sterkfontein, a 15 kilómetros de Malapa.
Las investigaciones sobre Little Foot, que probablemente tiene unos tres millones de años de antigüedad, todavía están en curso.
Australopithecus Sediba (MH1) a la izquierda, Astralopithecus afarensis, Lucy, en el centro, y Australopithecus Sediba (MH2) a la derecha.
La revista Science acaba de publicar varios trabajos sobre el estudio de diferentes partes anatómicas de los restos de la especie Australopithecus sediba.
Recordemos que la capacidad de observación y el entrenamiento de un niño de 12 años, Matthiew Berger, fue clave el descubrimiento en 2008 de uno de los conjuntos más completo de fósiles humanos africanos en la cueva de Malapa (Sudáfrica). Su padre, Lee Berger es paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, y realiza frecuentes exploraciones en el área donde se encuentran los yacimientos más famosos de este país, como Sterkfontein, Swartkrans, Taung, etc. Este área está catalogada por la UNESCO entre los lugares patrimonio de la humanidad. Curiosamente, la herramienta empleada por Lee Berger en sus exploraciones con otros colegas era Earth Google; pero resultó que la habilidad y perspicacia de un niño de 12 años superó a la tecnología.
Una clavícula que sobresalía entre los sedimentos de la cueva de Malapa fue el primer indicio que no escapó a la buena vista y el criterio de Matthiew. A partir de ahí podemos imaginar la enorme alegría y el delirio de los participantes de la expedición. En 2010, la revista Science publicó un artículo con la descripción de dos esqueletos parciales, en el que Berger y sus colaboradores definieron la nueva especie, Australopithecus sedida. Pero todos sabíamos que aún quedaba mucho más por estudiar. Esperábamos con impaciencia los resultados, y no se han hecho esperar. Desde luego, tenemos que felicitar a Lee Berger por haber conseguido la cooperación de tan buenos especialistas y por la rapidez con la que ha conseguido coordinar todos los trabajos. Y a buen seguro que los fósiles de Malapa seguirán proporcionando datos clave para conocer una época todavía muy oscura de la evolución humana.
Mediante el método de los núclidos cosmogénicos se determinó que los fósiles tienen entre 1,75 y 1,95 millones de años. Este método es relativamente reciente, pero tiene un gran futuro por delante. Por explicarlo de una manera sencilla, ciertos elementos químicos, como el aluminio y berilio contenidos en los granos de cuarzo guardan en su memoria la última vez que fueron iluminado por la luz solar. Los geocronólogos han ideado la manera de que los átomos de estos elementos revelen el tiempo transcurrido desde ese momento hasta que sus electrones son excitados de manera artificial en el laboratorio mediante equipamientos muy complejos. Las últimas dataciones del nivel donde se encontraron los fósiles de Malapa, publicadas un año más tarde, sugieren una antigüedad cercana a los dos millones de años.
Ya sabemos que el nombre en latín “Australopithecus” significa “mono del sur”. La palabra sediba procede de la legua sesotho y significa fuente o manantial. Lee Berger no bautizó a la nueva especie con este nombre por la casualidad de un momento de inspiración, sino con la mayor de las intenciones. Se trata de la especie más reciente de Australopithecus, que coincide en el tiempo con los restos más antiguos atribuidos con seguridad a Homo habilis. Para Berger, esta nueva especie sería un forma intermedia entre Australopithecus africanus, cuyos restos más recientes datan de hace 2,5 millones de años y los primeros representantes del género Homo. De ser cierta esta hipótesis, Australopithecus sediba tendría las claves para determinar los cambios anatómicos producidos en los homininos en su transición hacia el género Homo. Esta cuestión es importante, porque existe una gran vacío en el registro fósil del este de África en el período de entre 2,5 y 2,0 millones de años.
El estudio del aparato locomotor de Australopithecus sediba revela que esta especie no había perdido un ápice de sus capacidades para trepar con enorme facilidad. Su bipedismo, como sucede con el de todos los australopitecinos y los demás ancestros del Plioceno, se combinaba perfectamente con otras formas de desplazamiento por zonas de vegetación cerrada. En su aparato locomotor, esta especie muestra un mosaico de rasgos primitivos del clado que formamos todos los homininos junto a rasgos derivados, que ayudará sin duda a entender la anatomía de otras especies anteriores. Si Australopithecus sediba es el último ancestro del género Homo, queda por averiguar un sinfín de cuestiones ¿Por qué ese ancestro no se ha localizado en el este de África, donde se encuentra la mayor parte del linaje de los homininos?, ¿qué especie fabricó los utensilios hallados en yacimientos de Etiopía, cuya antigüedad se estima en 2,7 millones de años?, ¿tenemos que admitir que la fabricación intencionada de herramientas fue ideada por los australopitecos? Quizá el mayor problema con el que tropieza la hipótesis de Lee Berger es la presencia del género Homo fuera de África (Dmanisi, República de Georgia) en una antigüedad que ya supera la cifra de 1,8 millones de años. La anatomía de los homininos de Dmanisi está relativamente muy avanzada (derivada) con respecto a la que presenta Australopithecus sediba. Si esta especie es el último antecesor del género Homo, la separación de los dos linajes (Australopithecus sediba y Homo) tuvo que suceder probablemente hace más de dos millones y medio de años. Los restos hallados en Malapa serían representantes tardíos del linaje menos evolucionado, que emigró hacia el sur coincidiendo con la primera expansión del género Homo fuera de África. El escenario que se nos plantea con la hipótesis de Berger es ciertamente complejo.
Estas y otras muchas cuestiones se irán respondiendo en los próximos años. De momento, tenemos que felicitarnos por disponer de un conjunto de fósiles tan numeroso y bien conservado, en el que se cuenta con partes óseas poco comunes en el registro fósil de los antecesores del género Homo. Poco a poco iremos digiriendo una información tan abrumadora.
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