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Antonio Rosas posa junto a los restos del niño neandertal ANDRÉS DÍAZ / CSIC
Cada vez sabemos más sobre cómo eran los neandertales. Vivieron en Europa hace entre 250.000 y 40.000 años, pero, a diferencia de nuestra especie, no lograron sobrevivir y se extinguieron. Sin embargo, durante milenios el Homo neanderthalensis convivió con el Homo sapiens, mantuvieron relaciones sexuales y tuvieron descendencia, de modo que los humanos hemos heredado parte de sus genes.
El hallazgo de herramientas y restos fósiles neandertales, y la mejora de las tecnologías para analizarlos, está permitiendo a los científicos averiguar aspectos sobre su desarrollo cultural y su fisiología, y compararlos con los de los humanos. Así, el estudio del material genético ha permitido determinar que los genomas de los europeos y asiáticos que viven en la actualidad tienen entre un 1% y un 3% de ADN neandertal, fruto de la hibridación. Esta semana nos llega un nuevo estudio comparativo entre ambas especies de homínidos.
En este trabajo, publicado en la revista Science y liderado por investigadores españoles, se han analizado fósiles de neandertales hallados en la cueva asturiana de El Sidrón, en concreto, los pertenecientes a un niño que vivió hace 49.000 años. En este yacimiento del norte de España se han encontrado más de 2.500 restos pertenecientes a siete adultos y seis individuos jóvenes, todos de la misma familia (lo saben por el análisis del ADN mitocondrial). Ahora, el patrón de crecimiento del esqueleto de uno de estos niños (conocido como El Sidrón J1) ha sido comparado con el de los Homo sapiens.
Durante las campañas de excavación realizadas entre 2009 y 2011 se encontraron 138 restos fósiles pertenecientes a este pequeño, que al morir tenía 7,69 años. Su edad ha podido determinarse con semejante exactitud gracias a la histología dental: «Los dientes crecen en ciclos circadianos, es decir, todos los días crece un poco el diente, y esto deja su huella. Con un microscopio o con las técnicas adecuadas se pueden contar esas huellas y así determinar con gran precisión la edad», explica a este diario Antonio Rosas (izquierda), investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y autor principal del estudio.
El asunto del crecimiento de los neandertales, recuerda Rosas, había suscitado un debate científico: «Se decía que crecían antes que los Homo sapiens, pero hemos demostrado que realmente compartimos un mismo patrón de crecimiento con algunas diferencias. Las más importantes son la maduración de la columna vertebral y el crecimiento del cerebro», detalla el científico.
Ese patrón de crecimiento que compartimos, explica, probablemente ha sido heredado de un antepasado común. Ese ancestro compartido de neandertales y sapiens pudo haber sido el Homo antecessor, una especie que vivió hace entre 1,2 millones de años y 800.000 años.
Foto: Reconstrucción de un niño neandertal a partir de los restos hallados en Roc de Marsal, Francia.
«Las vértebras terminaban de crecer más tarde en los neandertales, con un desfase de unos dos años», señala. Así, el niño analizado tendría un desarrollo vertebral equivalente al de un humano moderno de algo más de cinco años. «Probablemente esas modulaciones de la columna vertebral están en relación con la forma del tórax de los neandertales, que era más ancho que el nuestro», apunta.
El cerebro de los neandertales era, además, de mayor tamaño que el del Homo sapiens y, según Rosas, «posiblemente ese periodo más largo de su crecimiento explica que sea más grande que el nuestro, pues la energía metabólica que supone mantener un cerebro grande se reparte en el tiempo. Es como pagar un crédito en cinco años en lugar de en dos años», compara.
Aunque por los análisis de ADN no pudieron determinar el sexo de este individuo, han llegado a la conclusión de que «se trataba de un varón por el tamaño de los caninos y la robustez de la mandíbula», dice Rosas. También han podido estimar que era diestro, medía 1,11 metros de altura y pesaba 26 kilogramos: «Pensamos que era un aprendiz y comenzaba a hacer tareas propias de los adultos».
El estudio del esqueleto no ha mostrado indicios de que padeciera alguna patología, aunque Rosas admite que desconocen la causa de su muerte a tan temprana edad. «En los huesos hay marcas de cortes, posiblemente hechas por otros neandertales» tras su muerte.
Esqueleto del niño neandertal analizado.
Un adulto de esta especie de homínido, señala, podía llegar a vivir entre 40 y 50 años, aunque había una mortalidad grande entre adultos jóvenes, es decir, los que tenían en torno a los 20 años. Por ello, no descarta que el niño de El Sidrón tuviera una muerte traumática.
"La idea es seguir avanzando en el estudio de un segundo juvenil y el resto de adolescentes, en los que hay un gran foco de interés", apunta el científico. En este puñado de huesos neandertales asturianos podría estar la respuesta a muchas de las incógnitas que aún existen sobre la evolución de la especie humana.
Los trabajos de excavación en la cueva de El Sidrón ya han concluido y los restos de la familia neandertal descubierta allí se encuentran en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, donde están siendo estudiados.
Durante muchos años, nuestros primos los neandertales fueron considerados una especie de homínido inferior, con un escaso grado de desarrollo. Pero los hallazgos realizados recientemente han mostrado que se trataba, en realidad de una sociedad bastante avanzada. Así lo reflejan sus herramientas o, en el caso de la cueva asturiana de El Sidrón, el análisis de sus dientes, que ha revelado que para paliar el dolor usaban antibióticos naturales como el hongo Penicillium, manzanilla o plantas con propiedades analgésicas como la corteza de álamo.
«Sabemos que se automedicaban y, aunque no eran vegetarianos, la base de su dieta eran los vegetales y las setas», dice Antonio Rosas. Los paleontólogos creen que cazaban animales como el ciervo, la cabra montés o el rebeco. «También sabemos que usaban fuego y respiraban mucho humo», añade.
«El Sidrón es un yacimiento muy peculiar porque lo normal es que haya muchos restos de animales, de industria lítica y herramientas, y que no haya restos humanos. Sin embargo, en la cueva de Asturias aparecen sólo restos neandertales», explica Rosas.
El paleoantropólogo estadounidense Erik Trinkaus (derecha), de la Universidad Washington en San Luis (EE UU), aplaude el nuevo estudio, en el que no ha participado. “Es un trabajo muy bonito en un importante fósil neandertal, que refuerza lo que ya debería ser obvio desde hace tiempo: que las tasas y patrones de crecimiento neandertal rara vez difieren de las de los humanos modernos”, apunta.
Fuentes: elmundo.es | elpais.com | 21 de septiembre de 2017
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El yacimiento de El Sidrón (Concejo de Piloña, Borines, Asturias) es sin duda uno de los más importantes de toda Europa para la época en la que vivieron los neandertales clásicos. El hecho de haber sido excavado en los últimos años con técnicas muy modernas y en condiciones de asepsia, ha incrementado de manera exponencial el valor de este sitio tan singular. El Sidrón, por ejemplo, es el lugar de referencia para la extracción del ADN en neandertales y no deja de producir resultados espectaculares. No es la primera vez que escribo en este blog sobre el yacimiento del El Sidrón, y presiento que no será la última. La última investigación, publicada en la revista Science, ha sido liderada por Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
En la cueva del El Sidrón se acumularon hasta 2.500 restos fósiles pertenecientes a trece individuos de un mismo grupo, que aparentemente fueron devorados por sus congéneres. Sus restos terminaron por depositarse en un lugar de acceso complejo, y se cubrieron por sedimentos en un lapso breve de tiempo. De ese modo, quedaron protegidos durante milenios del medio ambiente. Las dataciones realizadas por medio del C-14 han ofrecido datos numéricos, que sitúan la fecha del depósito de los restos hace unos 49.000 años.
El individuo J1 de El Sidrón se reconoce por los restos fósiles de parte de un cráneo, la mandíbula y numerosos fragmentos del esqueleto post-craneal. Esos restos corresponden a un niño, cuyo primer molar ya era funcional y su raíz casi estaba completa. El ADN mitocondrial de este individuo permite asociarlo a una hembra adulta (quizá su madre) y a un individuo infantil (quizá su hermano/a). Puesto que J1 conserva la mayor parte de sus dientes en desarrollo, es posible realizar una estimación aproximada de su edad de muerte cuando se compara con una muestra muy numerosa de chicos y chicas de nuestra especie.
El crecimiento circadiano del esmalte de los dientes fue clave para que los investigadores Timothy Bromage y Chris Dean (uno de los firmantes del artículo de Science) determinaran en 1985 que los homininos más antiguos de nuestro linaje crecían y se desarrollaban en tiempos y ritmos similares a los de chimpancés o gorilas. Los dientes de aquellos ancestros, incluidos los de Homo habilis, se formaban con gran rapidez en comparación con lo que sucede en nuestra especie. Puesto que el desarrollo de los dientes guarda una estrecha relación con el crecimiento somático se podía deducir que nuestros antepasados también crecían y se desarrollaban con mayor celeridad. Pero, ¿cuándo se alcanzaron unos parámetros de crecimiento y desarrollo similares a los de Homo sapiens? La falta de fósiles adecuados para el estudio ha impedido encontrar, por el momento, una respuesta convincente.
El registro fósil de los neandertales es pródigo en restos de individuos inmaduros, lo que ha permitido establecer un debate científico sobre el tiempo y el modelo de crecimiento en la especie de hominino más próxima a nosotros. Compartimos con ellos una especie antecesora, que no lo es de ninguna otra especie humana. A pesar de que esa especie pudo vivir hace unos 800.000 años (según nos dice el estudio del ADN antiguo), neandertales y humanos modernos tenemos mucho en común. El debate sobre las similitudes y diferencias en el crecimiento y desarrollo entre ellos y nosotros ha sido objeto de un debate muy intenso en las dos últimas décadas. Algunos investigadores han concluido que los neandertales tenían un ritmo acelerado de crecimiento, por lo que posiblemente llegaban a la vida de adulto antes de lo que lo hacemos nosotros. Otros investigadores opinan lo contrario ¿Qué nos dice el yacimiento de El Sidrón en este aspecto de la biología humana?
Los resultados del estudio del individuo J1 de El Sidrón no lo pueden resolver todo, pero han ofrecido datos de gran interés para conocer más sobre la biología de los neandertales. Los investigadores piensan que J1 era masculino, dada la robustez de sus huesos y el tamaño de los caninos. De acuerdo con el estudio histológico de sus dientes, aquel individuo juvenil murió cuando tenía unos siete años y medio. Su estatura era de unos 111 centímetros y su peso de unos 26 kilogramos. Ninguna diferencia con lo que se podría esperar en un chico de su misma edad en muchos países europeos. No se observan indicadores patológicos en sus huesos. Cuando murió, el individuo J1 era un chico totalmente sano. Su primer molar permanente ya era funcional y su raíz estaba casi completa. Es el estado de desarrollo dental que se puede esperar en cualquiera de nuestros hijos hacia los siete años y medio.
Pero los investigadores de El Sidrón han ido más allá de este dato, que por sí mismo ya es interesante. El volumen endocraneal de J1 llega hasta los 1.330 centímetros cúbicos (c.c.), una cifra que se queda tan solo a unos 190 c.c. del promedio estimado para los neandertales adultos. El niño J1 pudo tener un cerebro de unos 1300 c.c., un valor que se aproxima al promedio de nuestra especie (aproximadamente 1,350 c.c). A la edad de siete años y medio, nuestro cerebro prácticamente ha llegado al 100% de su crecimiento ¿Se puede saber si el cerebro había dejado de crecer en el niño J1? Y aquí llega el dato sorprendente: la respuesta es NO.
Estudiando la histología de la parte interna del cráneo del niño J1 los investigadores han observado que la zona correspondiente al lóbulo occipital y el cerebelo todavía estaban creciendo. Recordemos que los neandertales tenían un cerebro largo y aplanado con respecto al nuestro. En particular, el lóbulo occipital estaba muy desarrollado, un aspecto muy llamativo del cráneo de nuestros primos hermanos. Aunque la lógica nos llevaba a suponer que los neandertales terminaban su crecimiento cerebral incluso antes que nosotros, el niño J1 permite ahora proponer la hipótesis de que no era así. En otras palabras, el pleno desarrollo cognitivo de los neandertales no estaba adelantado con respecto al nuestro, como cabía esperar de su forma de vida y de su hábitat hostil. Ahora podemos plantear que los neandertales terminaban su desarrollo cerebral bien a la misma edad que lo hacemos nosotros o tal vez más tarde. De ser así, se puede proponer que el gasto metabólico para el desarrollo y el mantenimiento de su cerebro era superior al nuestro. De ese modo, el artículo de Science nos abre la puerta a un mundo nuevo y apasionante sobre la biología de los neandertales. Ya podemos decir que su aspecto era distinto del nuestro, pero sus habilidades cognitivas posiblemente no eran tan diferentes, posiblemente con un coste energético mayor. Tal vez una posible desventaja de Homo neanderthalensis con respecto a Homo sapiens.
Fuente: quo.es | 3 de octubre de 2017
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