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Foto: Tamaños de cerebros
Fuente: nuevatribuna.es | Luis Sarrais| 24 de septiembre de 2013
Sabemos que el tamaño del cerebro no ha cesado de aumentar durante los últimos dos millones de años, desde los primeros homínidos hasta nuestra especie.
También sabemos que el cerebro es el órgano del cuerpo que requiere más energía: supone sólo el dos por ciento de la masa corporal pero consume el 25% de la energía y además no deja nunca de funcionar. Una teoría sostiene que el que nuestros antepasados empezaran a cocinar la comida permitió el crecimiento y desarrollo de nuestra especie.
Las teorías tradicionales afirman que fue el alimentarse con carne, que tiene muchas más calorías que una dieta a base de tubérculos lo que inició grandes cambios en la anatomía de los homínidos, pues no fue necesario que los dientes y el intestino fueran grandes para poder masticar y digerir comida tan variada como raíces, tallos, hojas, frutos y diferentes tipos de carne. Además la mayor cantidad de calorías que aporta la carne permitió alimentar a las neuronas y que el cerebro pudiera crecer.
La influencia de la cocina en la evolución humana fue defendida por Richard Wrangham (izquierda) en 1999 y detallada en su libro Catching fire: how cooking made us human (2009). Richard es un científico británico experto en primates que fue alumno de Jane Goodall y amigo de Dian Fossey, a quien ayudó a establecer su fundación para proteger a los gorilas de montaña y que en la actualidad trabaja en la universidad de Harvard, EEUU.
Según Richard Wrangham fue el poder cocinar la comida, tanto carne como vegetales, lo que unido a la mayor nutrición de la carne permitió el desarrollo de la humanidad porque la comida cocinada era más fácil de digerir y alimentaba más.
Sin embargo, su hipótesis no fue aceptada porque, como se ha dicho antes, se tiene constancia del crecimiento del cerebro en los últimos dos millones de años, pero no se ha comprobado que se supiera controlar el fuego desde hace tanto tiempo ni hay pruebas de que los alimentos cocinados proporcionen mayor aporte energético. Por el contrario sí se han encontrado en lugares habitados por nuestros antecesores en estos últimos dos millones de años abundantes huesos de animales con marcas de herramientas de origen humano con las que se les había atacado, desollado y partido, lo que indica que los homínidos han añadido carne a su dieta desde entonces.
Afortunadamente para su teoría, en los dos últimos años algunas cosas han empezado a cambiar: en un estudio realizado en 2011 por Rachel Carmody (derecha) y el propio Richard Wrangham se proporcionaron tubérculos y carne, la dieta típica de los cazadores recolectores, a unos ratones; se les dieron alimentos enteros, triturados y cocinados, pesaron la comida que se les daba y midieron la energía que consumían y las variaciones producidas en la masa corporal de los ratones. El resultado fue que triturar la comida aumentaba la ganancia neta de energía, pero cocinarla tenía un efecto mucho mayor.
Esta validación de la mayor eficiencia energética de los alimentos cocinados se vio completada en 2012 por cálculos realizados por Karina Fonseca-Azevedo y Suzana Herculano-Houzel científicas de la universidad federal de Río de Janeiro, en Brasil, quienes mostraron que proporcionar a un cerebro de tamaño humano las calorías que precisa exigiría muchas horas comiendo alimentos crudos.
Foto: La investigadora Suzana Herculano-Houzel en una presentación de su trabajo.
Richard añade que un primate del tamaño de los primeros homínidos emplea la mitad del día en masticar comida; cocinar la carne y los vegetales facilita la absorción de los alimentos por lo que se puede comer más deprisa lo que a su vez da más tiempo para dedicarse a la caza y así poder mejorar la nutrición.
En una entrevista concedida a Kate Wong, y publicada en el número de septiembre de 2013 de la revista Scientific American, Richard explicó que los humanos en todas partes usan el fuego y que sin él no habrían sobrevivido, pues al dormir en el suelo habrían sido una presa fácil para sus enemigos. Por otro lado, le sorprende que dos especies tan parecidas como el hombre y el chimpancé tengamos una dieta tan diferente: él ha estado probando las mismas cosas que comen los chimpancés que estudiaba y se ha encontrado con que su comida es seca, con mucha fibra, poco aporte alimenticio y difícil de digerir, además de tener con frecuencia muy mal sabor, y por eso le pareció obvio formular su teoría de que cocinar los alimentos que encontramos en la naturaleza tiene un efecto importante.
Eduard Punset entrevistó también en 2008 para su programa Redes a Richard Wrangham.
Queda pendiente la demostración de que el fuego podía usarse para cocinar ya en los tiempos en los que se empezó a comer carne para poder asociar el cocinado de los alimentos al consumo de carne como motores del desarrollo del cerebro y con él de la aceleración de la evolución humana.
Curiosamente, Richard Wrangham es vegetariano.
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La relevancia del acto de cocinar en la evolución del cerebro humano
La científica brasileña Suzana Herculano-Houzel ha realizado a lo largo de su carrera numerosos estudios comparativos del cerebro humano con el de otras especies animales.
Fuente: Universidad Católica de Chile| 9 de octubre de 2013
En su visita a la Universidad Católica, desarrollada en el marco del aniversario número 43 de la Facultad de Ciencias Biológicas, la experta en neurociencia, Suzana Herculano-Houzel, desplegó su teoría que establece que el inicio del consumo de alimentos procesados en la historia del hombre determinó el nivel de desarrollo de nuestras habilidades cognitivas.
“Más que la invención del fuego, lo que realmente nos hizo humanos fue aprender a utilizarlo para cocinar”. Con esta afirmación, la académica de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Suzana Herculano-Houzel, sorprendió a una audiencia que escuchó atenta su teoría sobre cómo la capacidad de cocinar desarrollada por los seres humanos hace unos dos millones de años, ha sido fundamental en la evolución de nuestro cerebro. Esto debido a que nos permite ingerir alimentos con más calorías en menor tiempo, lo que reduce la cantidad de horas que dedicábamos a alimentarnos y buscar comida.
En el marco del aniversario número 43 de la Facultad de Ciencias Biológicas, la científica brasileña visitó la Universidad Católica para presentar la conferencia denominada: "The human brain in numbers: what the distribution of neurons in the human brain tells about human evolution". Esta fue sobre la base de un polémico artículo publicado en 2007 en la revista Proceeding of the National Academy of Sciencies (PNAS), de Estados Unidos, donde la experta invitada fue la autora principal.
Hipótesis de la cocina
La investigación de Herculano-Houzel aborda la relación entre el tamaño del cuerpo y el número de neuronas de los primates y estableció que las dimensiones del cuerpo están en directa relación con lo que tienen que consumir. En ese contexto, los seres humanos son los primates con el cerebro más grande y con la mayor cantidad de neuronas (86 mil millones), a pesar de no tener el cuerpo más grande de todos. Así, la investigación de Herculano profundiza en el hecho de que los seres humanos son la única especie que se cocina sus alimentos. Homo erectus habría surgido hace unos dos millones de años, como resultado de esta característica única.
El acto de cocinar habría presentado un profundo efecto evolutivo, ya que aumentó la eficiencia alimentaria que permitió a los ancestros humanos pasar menos tiempo alimentándose, masticando y digiriendo. De esta forma dispuso de más tiempo de ocio para realizar actividades conductuales que habrían favorecido el despliegue de habilidades cognitivas y por ende del desarrollo de la corteza cerebral.
A lo largo de su trayectoria, Herculano-Houzel ha estado interesada en el origen evolutivo de la diversidad del sistema nervioso. Así, la académica ha efectuado estudios comparativos del cerebro humano con otras especies animales. A través de las normas que rigen las escalas celulares del cerebro, en desarrollo y evolución, investiga la relación entre el número de neuronas y glías, así como el tamaño del cerebro entre especies y órdenes, y cómo se relacionan con la conectividad neuronal, la escala de la materia blanca y el plegamiento de la materia gris. Todo lo anterior para comprender cómo se alcanza el tamaño del cerebro adulto y su composición celular en el desarrollo.
Herculano- Houzel es becaria de la Fundación James McDonnell, de la Fundación de Investigación del Estado y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Brasil. Además, ha publicado 22 libros y capítulos de libros y más de 200 columnas en diarios con temáticas relacionadas con la neurociencia de la vida cotidiana.
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