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Fuente: LNE.es | C.M. Basteiro| 7 de agosto de 2013
Hispania fue para los romanos el equivalente a Vietnam para los Estados Unidos dos mil años después. Al menos así lo considera el Teniente Coronel del Ejército de Tierra, Francisco Jiménez Moyano (izquierda), que analizó ayer en Carabanzo (Asturias), dentro del ciclo de charlas sobre La Carisa, los restos de armamento que se han recuperado en el enclave, concretamente en el entorno de Curriechos.
Entre otros detalles, el experto aseguró que La Carisa fue escenario de algunos enfrentamientos en los que las legiones romanas contaban con el apoyo de otros pueblos que ya habían conquistado.
La experiencia de Francisco Jiménez Moyano en La Carisa se remonta al año 2004, cuando participó en las primeras excavaciones que se realizaron en el enclave. El responsable de esta primera investigación, el arqueólogo Jorge Camino, fue el encargado de presentar la charla, en la que también participaron Benjamín Valle, presidente de la Asociación Jóvenes de Carabanzo, y Juan Vázquez, portavoz de esta entidad que organiza este ciclo de conferencias como preámbulo del Festival Astur Romano que se celebrará a partir del día 15 de agosto.
La conferencia de Teniente Coronel Moyano comenzó con una introducción sobre el contexto histórico que envolvió a las guerras astur-cántabras. Según Moyano, Augusto decidió controlar todo el cuadrante noroccidental español para asegurar la logística de cara a la campaña sobre la Gran Germania. «Quería ocupar una serie de puertos en el Cantábrico que le permitieran el abastecimiento de las legiones que pensaba desplazar al Rhin (Alemania) y más allá», dijo.
Se sabe poco de la guerra astur-cántabra, por falta de documentación, pero Moyano aseguró que fue la ocasión perfecta para que Roma demostrara su organización, visión estratégica y poder. «Muy probablemente actuaron ocho o nueve legiones más un numero indeterminado, pero numeroso, de fuerzas auxiliares», señaló. En La Carisa, a razón de los hallazgos de armamento, se sabe a ciencia cierta que los legionarios no estaban solos: «Al menos tuvo que combatir una cohorte auxiliar de honderos», destacó Moyano.
Las hondas no eran propias del ejército romano y abundaban en el entorno de Curriechos. La excavación también sacó a la luz otras piezas que si eran propias de las legiones: como pilum o catapultarium, una especia de catapulta que disparaba lanzas. «La Carisa fue, con total seguridad, un punto de ajetreo bélico. La forma de construcción de Curriechos demuestra, además, que creció de forma apurada para defenderse ante una crisis», explicó el Teniente Coronel.
Los astures pusieron cierta resistencia pero, finalmente, resultaron vencidos en el año 25 antes de Cristo. No fue una conquista fácil y los romanos tuvieron la ayuda de una tribu que traicionó a los astures y contó sus planes a los romanos. Terminó así un episodio de un gran enfrentamiento. Según el experto, «Hispania fue un Vietnam centenario para la juventud romana. Augusto no estaba por la labor de hacer una guerra interminable. Resuelto a ganar, desplegó a 50.000 o 60.000 legionarios y miles de auxiliares».
La romanización de los astures, según la teoría de Moyano, fue rápida. Los guerreros pasaron a formar parte del largo listado de auxiliares y ayudaron en buena medida a las legiones: «Ellos eran un pueblo guerrero. Los astures pusieron el espíritu y los romanos les dieron organización».
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Fuente: LNE.es | C.M. Basteiro | 11 de agosto de 2013
Foto: Recreación de la batalla entre astures y romanos en el Festival de la Carisa, en Carabanzo.
Los guerreros astures esperaban, ocultos en las montañas, a que llegara la hora de vengarse de la crueldad del legado de Augusto, Publio Carisio. No les importaba ser menos organizados, llevar peores armas ni estar menos protegidos. Sólo tenían como objetivo parar el avance hasta entonces implacable de las tropas romanas. Y llegó el momento: en el año 22 antes de Cristo. Los astures dejaron que los romanos entraran confiados en el campamento de Curriechos y atacaron donde más les podía doler: cortando el avituallamiento que cruzaba la Vía Carisa (en la cumbre entre los concejos de Aller y Lena). Empezó así, a más de 1.700 metros de altitud, el levantamiento de unos rebeldes que pusieron en jaque a la fuerza más perfecta que se había visto hasta el momento: el ejército romano.
Poca gente habla con tanta pasión sobre el enclave como lo hacen el teniente coronel del Ejército de Tierra, Francisco Jiménez Moyano, experto en material bélico y estudioso de La Carisa, y el arqueólogo Jorge Camino, responsable de la campaña de excavaciones que sacó a la luz el campamento romano de Curriechos. Son expertos, no dan nada por seguro pero, tras una charla con ellos, es fácil imaginar cómo el arrojo del pueblo astur consiguió menguar la confianza de los legionarios.
Los romanos no estaban preparados para que los guerreros de las tribus astures asediaran el campamento. Pero ocurrió. Tras cortar el avituallamiento en la Vía Carisa, hubo emboscadas a comerciantes y también varios cuerpo a cuerpo entre ambos bandos. La legión ganaba en las distancias cortas, porque los soldados eran ordenados y se defendían formando una línea perfecta que se convertía en una autentica máquina de matar hombres. Los astures luchaban con una espada simple y, habitualmente, únicamente protegidos por un refuerzo de lino en sus precarios trajes. Como era de esperar, los guerreros llevaron las de perder.
Los primeros enfrentamientos se saldaron con pocas bajas en la legión, pero fueron suficientes para alertar a los mandos. Publio Carisio, legado de Augusto en el frente astur, ordenó llevar refuerzos a Curriechos. La capacidad del campamento aumentó de un manípulo (180 legionarios) a una cohorte (540 legionarios). Romanos y astures se retiraban en invierno, porque las ocupaciones en alta montaña se destinaban únicamente al verano, y volvían cada temporada estival a verse las caras. Cortos descansos para un duro enfrentamiento.
Foto: El campo de batalla, tras la victoria de las legiones, en la representación de los enfrentamientos.
La primera ampliación devolvió la confianza a los romanos, que retornaron con el verano sintiéndose fuertes. No sabían que todo acababa de empezar y que estaban minusvalorando la capacidad de los astures. Una cohorte tampoco fue suficiente para que los guerreros se olvidaran de asediar la Carisa. Continuaron vigilando el campamento, aunque ahora el cuerpo a cuerpo era más difícil y los guerreros atacaban a distancia: con lanzamiento de piedras, con espadas y con primitivas lanzas.
Siguieron los asedios, las emboscadas y los romanos continuaron creciendo para mostrar opulencia y derrotar al enemigo. Ampliaron el campamento en cuatro fases y Curriechos llegó a tener espacio para más de 5.000 hombres. La fortificación, que había comenzado como un puesto de vigilancia para 180 legionarios, se convirtió en un campamento de más de cinco hectáreas y un muro infranqueable para los aguerridos astures.
Las barreras físicas de la construcción, con una fosa cuádruple para evitar visitantes inesperados, no eran menos fuertes que lo que esperaba dentro. De los 5.000 hombres que estaban aguardando por el enfrentamiento con los astures, más de la mitad habían recibido una formación militar de un lustro de duración. Otros eran auxiliares, con distintas técnicas muy perfeccionadas, que se habían aliado con el ejército romano después de que los conquistaran.
Los astures sumaban 15.000 hombres, así que ganaban en número y en arrojo, que no en organización. Finalmente, como ha ocurrido en casi todos los enfrentamientos bélicos de la Historia, venció la perfección de la organización que exhibieron los romanos. El teniente coronel, Francisco Jiménez Moyano, asegura que el refuerzo de Curriel.los fue una respuesta a la prisa que tenían los mandos de Roma, hartos ya de la larga y dolorosa guerra en Hispania, para terminar con la rebelión de los astures. Sólo una gran batalla era la solución para que los astures dejaran de intentarlo.
La venganza romana tras el asedio fue cruel. El campamento de Curriechos, después de las cuatro ampliaciones, se convirtió en un ejemplo de la perfecta estrategia militar de las legiones. La fortificación estaba construida en desnivel y tenía cuatro alturas, entre las que se repartían las diferentes armas para el ataque.
En la primera planta estaba el «pilum catapultarium», una catapulta que disparaba lanzas a 200 metros. Algunos guerreros sobrevivían a esta primera ofensiva, pero quedaba mucho para llegar al campamento: en el siguiente nivel, un grupo de expertos honderos, procedentes de tribus conquistadas, lanzaba proyectiles de metal. Para frenar a los pocos que sobrevivieron, los romanos esperaron en las partes más bajas del campamento lanzando pilum (la espada romana) y dispuestos para un cuerpo a cuerpo. Había niños astures entre los combatientes y la mayoría cayeron muertos a cien metros de Curriechos. Los cuerpos de los guerreros quedaron en el campo de batalla. El mejor testigo de la rendición astur.
Las guerras astur-cántabras dejaron poco rastro, pero Dion Casio, historiador romano, cuenta la rendición de los astures: «Tan pronto como fueron rechazados del lugar fortificado que estaban asediando y, tras ello, vencidos en combate, ya no continuaron la sublevación y rápidamente se sometieron». Los romanos también dejaron rastro de su victoria: en lo alto de Curriechos, los arqueólogos encontraron restos de hogueras. Encendían fuego por las noches porque no les importaba ser vistos. Ya no había enemigo.
Foto: Un grupo de operarios, durante las excavaciones en el enclave, ahora suspendidas por falta de financiación.
Fuente: LNE.es | C.M. Basteiro| 11 de agosto de 2013
Los romanos llegaron al territorio que ocupa actualmente a Asturias, según la teoría de los expertos, después de vencer a los astures en Lancia (actual León). La ciudad no se destruyó, como símbolo de la victoria romana, y las legiones comenzaron a construir la Vía Carisa para garantizar una vía de comunicación desde Astorga hasta Gijón. La actuación pudo ser rápida, finalizó en unos dos años. Emplearon a miles de legionarios, que dejaron sus trajes de batalla y se vistieron con simples casacas, y guerreros de los pueblos que ya habían sido sometidos. La Vía Carisa es un punto clave para entender el avance de las legiones hacia el territorio asturiano y el eje imprescindible para el despliegue militar, el avituallamiento y el tráfico con el puerto de Noega (Gijón).
La topografía de la Vía Carisa es, aún hoy, un ejemplo. Los romanos lograron vencer el duro desnivel de las montañas que separan Aller y Lena con una construcción en zigzag que lograba aligerar el viaje. Las colas de hombres y mulos que llevaban el avituallamiento en los momentos de mayor actividad de los romanos superaban los 14 kilómetros de longitud. Su nombre es un homenaje a Publio Carisio, el mando que ordenó su construcción.
Con la vía de comunicación asegurada, los romanos empezaron a tomar posiciones dentro del territorio asturiano, como un recuerdo para las tribus de que ya habían vencido. La primera construcción, según la hipótesis que manejan los arqueólogos, fue un campamento de vigilancia en el alto del Picu Llagüezos. Es un lugar con gran visibilidad, que permitía a los legionarios saber qué estaba pasando a kilómetros de distancia.
Foto: El arqueólogo Jorge Camino, en el yacimiento de la Carisa.
El siguiente paso de los romanos hacia el territorio astur se dirigió a Curriechos, a algo más de cinco kilómetros de distancia. Allí levantaron un campamento de verano más estable, pero se vieron sorprendidos por la rebelión astur y tuvieron que ampliar el recinto para asegurar su estabilidad y su dominio sobre la actual Asturias. El siguiente paso de las legiones es todavía un misterio.
Los únicos datos sobre este viaje de los legionarios hacia Asturias son el resultado de tres campañas de excavaciones en el alto entre Aller y Lena. Los primeros trabajos, financiados a través de un mecenazgo de Cajastur, sacaron a la luz el campamento de Curriechos. La campaña estuvo encabezada por el arqueólogo Jorge Camino y supuso un antes y un después en la Historia de Asturias.
Curriechos era, hace un lustro, el campamento romano construido a mayor altitud que se había encontrado en Europa. Los hallazgos de los últimos años lo dejan actualmente en un tercer puesto. Expertos de todo el mundo han estudiado su estructura, porque es muy compleja. La fortificación demuestra un crecimiento impulsado por una fuerte amenaza de los opositores.
La segunda campaña en La Carisa sacó a la luz las murallas del Homón de Faro, datadas en la época astur-visigoda. Las construcciones no son contemporáneas, pero sirven para respaldar el carácter estratégico de la zona: dos fortificaciones defensivas, enfrentadas en el monte y construidas con una gran distancia temporal.
La tercera y última investigación que se ha acometido en el enclave se centró en el Picu L.lagüezos. Fue corta, por el escaso presupuesto, pero sirvió para dar por seguro que existe otro campamento militar romano. La Consejería de Cultura, Educación y Deportes estudia ahora, por primera vez, financiar una nueva campaña en el enclave. Si el proyecto sale adelante, los expertos intentarán relacionar los dos enclaves romanos con la Vía Carisa.
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