Vía: LNE | 13 de marzo de 2012

 

Autor del artículo: Ernesto Burgos (Izquierda)

 

En el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo se exhiben tres lápidas romanas encontradas en Ujo a finales del siglo XIX. También sabemos que, en aquellos años, en el hogar de la casa rectoral de la iglesia parroquial de Santa Eulalia se conservaba una cuarta con la palabra ROMA, que está hoy en paradero desconocido. De ésta no conocemos más datos, aunque es de suponer que hubiese aparecido en un lugar próximo a las otras, que son el hallazgo histórico más relevante de nuestro Concejo y constituyen además el conjunto epigráfico más importante de la romanización de Asturias.

 

Sus textos se han estudiado ya en algunas publicaciones especializadas. En una está grabada una inscripción de carácter votivo que encargó la pareja formada por Lucio Corona Severo y Octavia Procula. En las otras dos aparece el mismo personaje, Gaio Sulpicio Africano, quien dedica la primera al dios indígena Nimmedo Aseddiago y presenta en la segunda un detallado historial de su antepasado Gaio Sulpicio Ursulo. Por cierto, que ésta contiene algunos anacronismos en su texto y hay quien sostiene que el romano mandó engordar el currículo de su pariente para resaltar así la importancia de su familia.

 

Foto: G.C.C.

 

Lucius / Corona S/everus m/iles leg(ionis) VII / Gem(in)ae |(centuria) Ve/tti et Octa/via Procula / v(otum) s(olverunt) l(ibentes) m(erito)

 

Lucio Corona Severo, soldado de la legión séptima gémina. Centuria Vettius (primer centurión) y Octavia Procula. Libremente y con agrado cumplieron su promesa.

 

Los tres varones que figuran en el conjunto fueron militares: Lucio Corona Severo, hizo su servicio en la Legión VII Gemina; Gaio Sulpicio Ursulo, si hacemos caso de lo que figura en su inscripción, fue nada menos que prefecto de los Symmachiarii Astures en la Guerra Dácica; centurión de la Legión I Minerva Pia Fidelis; centurión de la Cohorte XII urbana; centurión de la Cohorte IIII pretoriana; primer abanderado de la Legión XVIII y prefecto de la Legión III Augusta. Y su pariente Gaio Sulpicio Africano, que quiso honrar su memoria, se llamaba así seguramente por los méritos que había hecho como soldado en aquel cálido y exótico territorio imperial.

 

Llama la atención la presencia de esta colección en la Montaña Central, una zona que se supone menos romanizada que el resto de Asturias y donde las piezas epigráficas son contadas. La explicación está en la ubicación de Ujo, punto de encuentro para los caminos que venían desde la Meseta y donde se tuvo que vivir el proceso de asimilación cultural entre romanos y astures con mucha intensidad. Esta posición geográfica convirtió a la localidad en la entrada histórica a este territorio, una circunstancia de la que se dieron cuenta quienes bautizaron al lugar como Ustium u Ostium, palabra latina que puede traducirse como puerta. Pero, lo que me gustaría contarles hoy es cómo se encontraron las tres lápidas y por qué dejaron Mieres para llegar hasta Oviedo.

 

Foto: G.C.C.

 

G(aio) Sulpicio Ursulo / praef(ecto) Symmachi/ariorum Asturum / belli Dacici ((centurioni)) leg(ionis) / I Minerviae P(iae) F(idelis) / ((centurioni)) coh(ortis) XII urba/nae ((centurioni)) coh(ortis) IIII / praetoriae p(rimo)p(ilo) / leg(ionis) XIIX praef(ecto) / leg(ionis) III Aug(ustae) / G(aius) Sulp(icius) Afr(icanus) pos(uit)

 

A Gayo Sulpicio Ursulo, prefecto de los Simmachiarios astures en la Guerra Dácica, centurión de la legión primera Minervia Augusta, centurión de la cohorte duodécima urbana, centurión de la cohorte cuarta pretoriana, centurión primipilo de la legión decimoctava, prefecto de la legión tercera Augusta. Gayo Sulpicio Africano se lo dedicó.

 

La primera en aparecer fue la de Lucius Corona Severus, que volvió a la luz cuando se preparaban los terrenos para prolongar por Ujo la vía del ferrocarril del Norte hasta Pajares, en noviembre de 1870. Los obreros la hallaron casualmente al abrir el paso por unos terrenos que pertenecían al propietario Pedro Armada Valdés.

 

D. Pedro era un rico aristócrata que llevaba el título de conde de Canalejas como regalo de su hermano Álvaro, al que le sobraba nobleza, al menos en una de las acepciones de esta palabra, ya que además de haber heredado esa dignidad era también el quinto marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo, y conde de Revillagigedo, por su matrimonio con la condesa de éste título doña Paciencia Fernández de Córdoba.

 

En fin, no voy a contarles ahora la evolución de esta familia, pero deben saber que entre sus numerosas propiedades estaba el palacio de Figaredo, y si les digo además que Pedro Armada se casó con Lorenza de Heredia, y de los Heredia era el palacio de Villarejo, se harán una idea del poderío económico de este matrimonio.

 

La lápida de Lucius Corona Severus fue cedida al Museo Provincial de Oviedo por doña Lorenza después la muerte de su marido, y el 22 de septiembre de 1874 el erudito Eduardo Saavedra publicó por primera vez su transcripción (aunque con bastantes errores) en un artículo titulado "Recuerdos de un veterano" para el periódico ovetense El Eco de Asturias. Poco después, en 1887, Ciriaco Miguel Vigil en su Asturias, monumental, epigráfica y documental se refería a ella en estos términos:


«Este cipo o mojón, que se resguarda en el Museo provincial de antigüedades, fue dedicado a la memoria de un soldado de la Legio VIIª Gémina y parece remontarse al siglo I del Cristianismo. Está cincelado el letrero en piedra de grano de color oscuro, y sus signos bastante deteriorados, especialmente en las tres últimas líneas. Fue descubierto con motivo de una excavación practicada en un castañedo propio de la casa del conde de Canalejas, cerca de la Iglesia parroquial de Santa Eulalia de Ujo, en el Concejo de Mieres, y donado al Museo por la señora doña Lorenza de Heredia, viuda del señor don Pedro Armada Valdés».

 

Unos años más tarde, el 23 de julio de 1919, al hacer otra excavación en un lugar próximo para abrir la calle llamada la «Carreterona» o «Carretera de la Estación» se descubrieron las otras dos inscripciones romanas: la de Nimmedo Aseddiago y la de Gaio Sulpicio Ursulo, completando una colección que todavía aumentó con una última pieza funeraria alto-medieval; la única que puede verse actualmente en el Concejo, bien expuesta en el interior del templo de Ujo. Y aprovecho para recordarles que ésta construcción es Monumento Histórico Artístico desde 1923 y ningún mierense mínimamente interesado por estas cosas puede dejar de visitarla.

 

Foto: G.C.C.

 

Nimmedo / Seddiago / G(aius!) Sulpicius / Africanus / v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito)

 

A Nimmedo Seddiago, Gayo Sulpicio Africano, libremente y con agrado cumplió su promesa.

 

Como dije antes, las dos lápidas se guardan también en el Museo Arqueólogico Provincial, pero en este caso su salida de Mieres fue más polémica. En el archivo municipal se conservan dos documentos de 1920, que nos lo cuentan. El primero es una carta dirigida el 21 de mayo por el Consistorio a Aurelio del Llano, que era en aquel momento Delegado Regio de Bellas Artes. En ella se le aclara por qué no se ha contestado hasta ese momento a dos oficios que él había mandado a Mieres aquel otoño interesándose por la adquisición de las piezas.

 

Al parecer, el motivo estaba en el error del famoso folclorista que dirigía sus misivas a un ciudadano llamado Manuel Fernández Llaneza, equivocando el nombre del alcalde Manuel Llaneza, con lo que iban a parar a una casa paricular. Una vez aclarado el entuerto, también se le dice que el Ayuntamiento iba a tratar en su próxima sesión este tema, y en una esquina de la misiva, escrita a mano, aparece una nota interesante: «Por las lápidas pide el contratista de las obras que las tiene 260 pesetas».

 

En efecto, el Consistorio mierense decidió tomar parte en este asunto nombrando una Comisión encargada de practicar las diligencias necesarias para la adquisición de las piezas e hizo responsable de la misma al arquitecto municipal José Avelino Díaz y Fernández-Omaña.

 

El otro documento del archivo es el informe que éste presentó el 16 de septiembre de aquel año dando cuenta del fracaso de su misión y que les resumo a continuación.

 

En primer lugar, el comisionado fue hasta Ujo para saber donde se encontraban las lápidas y desde allí le dirigieron hasta Oviedo. Ya en la capital «después de larga peregrinación vino en conocimiento de que las piedras históricas estaban depositadas en una casa, cuyos moradores le manifestaron no podían enseñarlas, según orden que habían recibido del contratista de las obras del ferrocarril del Norte, en Ujo, que las había hallado».

 

Al ver el cariz que tomaba el asunto, don José Avelino se propuso localizar a dicho contratista y en la Estación del Norte le comunicaron que había trasladado su residencia a León. Tras conseguir su dirección, le escribió pidiéndole una cita para poder ver las piedras y, después de esperar casi un mes, recibió la contestación de que en aquel momento el único que podía disponer de ellas ya era Aurelio del Llano.

 

Al día siguiente de recibir la noticia, el arquitecto municipal, volvió a Oviedo para entrevistarse con don Aurelio y éste le manifestó que «en vista de lo que el Ayuntamiento de Mieres había tardado en actuar, él, reuniendo dinero que facilitaron varios amantes del Arte, adquirió la propiedad de las mencionadas lápidas históricas y las donó al Museo Provincial Arqueológico, no pudiendo por lo tanto ser adquiridas por el Ayuntamiento».

 

br/> p>Seguramente, aunque se hubiese logrado en aquel momento que las inscripciones de Ujo se hubiesen quedado en el Concejo, a estas horas estarían de igual forma en el Museo de Oviedo, pero lo que no tiene un pase es que con la importancia que se le viene dando en estos últimos años a la vía y el campamento de La Carisa como dinamizador del turismo cultural en la Montaña Central, no tengamos aquí una buenas copias, con sus correspondientes paneles explicativos para poder entretener un rato a los visitantes.

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