Imagen tomada hace un mes, aproximadamente, en el interior de la cueva de Atxurra (Berriatua), donde prosiguen las investigaciones sobre el terreno. 

El territorio de Vizcaya ha dejado de ser el vecino pobre y el tantas veces aullado vacío vasco de arte rupestre se va llenando poco a poco. Las coordenadas de las dieciséis cuevas con dibujos y grabados localizados [hasta la fecha] en esta última década están ya en todos los manuales; y lo que es más importante, han abierto nuevas líneas de investigación sobre los movimientos de aquellos primeros caminantes del actual continente europeo, sus relaciones sociales, y los intercambios de materiales, ideas, conocimientos,... entre los habitantes de un gran triángulo que tiene a Bizkaia en su centro geográfico: Dordoña al norte (cueva de Lascaux), al este la cordillera pirenaica (cueva de Chauvet) y al oeste la cordillera cantábrica (Altamira).

Así lo reconocía, entre otros, César González Sainz (izquierda), catedrático y una de las voces más influyentes y mejor consideradas a nivel mundial en asuntos relacionados con la Prehistoria. Recientemente pudo admirar in situ durante dos horas y media el “espectacular” y “único” panel de Armintxe (Lekeitio) en compañía de Andoni Iturbe (derecha), jefe del Servicio foral de Patrimonio de la Diputación de Vizcaya con quien ha compartido más de una y de dos conversaciones formales e informales sobre arte parietal en los últimos años.

“No sé qué pasa, pero os estáis convirtiendo en un referente cuando antes por izquierda y por derecha os comían”, recuerda Iturbe que le dijo hace ya un tiempo el docente en la Universidad de Cantabria. “Estamos abriendo los brazos y ganando espacio”, respondía Iturbe. Para ello, ha sido fundamental una generación de arqueólogos muy bien formados, nuevas técnicas y un equipo de trabajo que engloba a distintos especialistas (biólogos, geólogos, fotógrafos...) entre los que adquieren especial relevancia los espeleólogos.

Panel de Armintxe (Lekeitio).

De hecho, el último hallazgo en el agujero urbano Armintxe fue suyo. En concreto del Grupo Ades con la colaboración de Agiri, colectivo cultural dedicado a la arqueología. Hace unos años (finales de 2004, primeros meses de 2005), desde la institución foral se creyó oportuno regresar a las cuevas exploradas hace un siglo por Barandiaran, Aranzadi y Eguren, y dar un nuevo impulso a la investigación. Se optó por ofrecer una formación específica a los espeleólogos para que su modus operandi fuera otro cuando accediesen a las cientos de grutas catalogadas en el territorio. “La relación con arqueólogos -apostillaba Iturbe- les ha dado otros ojos. Es en los últimos cinco o seis años cuando más resultados hemos tenido; y coincide con esa política de formación”.

En una línea similar se expresaba recientemente Diego Garate (izquierda), arqueólogo de profesión y espeleólogo por afición (y necesidad). Su firma certifica descubrimientos de arte parietal en los últimos seis años, como el de Atxurra (Berriatua) y el de Askondo (Mañaria). “Desde Santimamiñe hasta la actualidad ha habido algún hallazgo puntual, pero no se había hecho una investigación sistemática. Ese ha sido el quid de la cuestión. La empezamos los arqueólogos con los descubrimientos de Askondo y Lumentxa y desde el año pasado estamos potenciando el trabajo conjunto con espeleólogos. Es fundamental y está impulsando todavía más esta revolución en el arte paleolítico”, sostenía.

VISIÓN CONJUNTA 

En cualquier caso, el jefe del Servicio foral de Patrimonio tiene claro que no se trata de competir, sino de que cada uno haga su trabajo “y al final ser capaces de tener esa visión conjunta que la región cantábrica tuvo un potencial brutal en esa época”.

No en vano, las hipótesis de trabajo y las líneas de investigación abiertas apuntan a que la geografía vasca (y Vizcaya) era una especie de aduana, un paso natural para aquellos sapiens sapiens que hace 40.000 años buscaron refugio entre Asturias y la Dordoña francesa huyendo de una Europa glacial.

Pinturas de la cueva de Santimamiñe en Kortezubi / DFB

Muchas de las grutas localizadas en el Pirineo y en las montañas apoyadas en la costa vasca del Cantábrico fueron habitadas por seres humanos y por animales [en Venta Laperra (Karrantza) algunas pinturas están desgastadas a consecuencia de los frotamientos y zarpazos de osos] pero no en todas existen muestras artísticas. No obstante, los extraordinarios y generosos frutos obtenidos en estas últimas campañas de investigación animan a los agentes implicados (Diputación, arqueólogos, espeleólogos,...) a seguir la senda abierta hace una década. “Y casi con toda seguridad aparecerán más” pronosticaba Iturbe.

Él mismo recordaba cómo durante su visita a Armintxe, el catedrático en Prehistoria César González llamaba la atención sobre una cuestión esperanzadora tanto para el patrimonio cultural de la región cantábrica en su conjunto como para la investigación. “Allí, con aquel silencio que sobrecoge, me dijo: Andoni, date cuenta que para cuando las personas del Paleolítico hicieron esto, antes habían hecho pruebas en otros muchísimos sitios. Así que lo que conocemos ahora, probablemente sea una mínima parte de las expresiones artísticas que ellos realizaron. Tiene que haber más. Otra cosa es que algunas se hayan destruido o que no las hayamos descubierto. Pero yo creo que sí aparecerán más”, zanjaba Iturbe.

Fuente: deia.com | 23 de octubre de 2016

 
 
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