Fuente:  reflexiones-de-un-primate.blogs.quo.es | 19 de mayo de 2015

Hasta hace relativamente poco tiempo la pregunta que da título a este post parecía muy sencilla de responder. Hacia los años 1990 parecían haberse despejado las dudas sobre la posición filogenética de los humanos del Pleistoceno Medio de Europa, representados por los cráneos de Steinheim (Alemania), Swabscombe (Reino Unido), Petralona (Grecia) o Arago (Francia).

En esos años empezaron a tener mucha importancia los hallazgos en el yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Los rasgos compartidos por estos humanos de hace 425.000 años con los Neandertales eran más que evidentes. Parecía muy claro que existía una relación lineal y directa entre estos humanos de Atapuerca y los Neandertales.

Recreación de un neandertal, por Elisabeth Daynes. Museo de la Evolución Humana de Burgos.

Pero antes de que los humanos de la Sima de los Huesos llegaran con fuerza a la mesa de debate, el paleontropólogo francés Jean-Jaques Hublin (izquierda) propuso su hipótesis de la Acreción para explicar el origen de los Neandertales.

Esta hipótesis, como otras propuestas que explicaré más abajo, tienen en consideración la enorme influencia de las dos últimas fases glaciales de finales del Pleistoceno (hace entre unos 200.000 y 11.000 años), separadas por una fase muy cálida pero de duración relativamente corta. Durante estas fases glaciales, los Neandertales tuvieron que refugiarse en las regiones más templadas de las penínsulas europeas. La población se fragmentó en varias poblaciones separadas por barreras geográficas y climáticas y sobrevino un proceso de deriva genética. Junto a la selección natural, la deriva genética es capaz de modificar por azar las frecuencias alélicas de los genes y, en consecuencia, la expresión fenotípica de los individuos de una especie. El proceso sería equivalente a un muestreo al azar de la variabilidad genética de la población. Jean-Jaques Hublin considera que este proceso evolutivo fue la fuerza directora que, a la postre, condujo a la formación de los llamados Neandertales clásicos del Pleistoceno Superior mediante la acreción progresiva de los caracteres propios y más característicos de estos humanos. De un modo muy gráfico, podríamos representar esta hipótesis del siguiente modo:

N+E= NE + A= NEA + N= NEAN + D= NEAND + E=
NEANDE + R= NEANDER + T= NEANDERT + A=
NEANDERTA + L=  NEANDERTAL


Donde cada letra representaría la “acreción” de un nuevo carácter. Los Neandertales se habrían originado de manera progresiva a lo largo de no menos de 400.000 años. En este devenir evolutivo podríamos distinguir las especies Homo heidelbergensis y Homo neanderthalensis simplemente por razones pragmáticas y poner la raya que las separa donde consideremos oportuno. Los humanos de la Sima de los Huesos fueron incluidos en la especie Homo heidelbergensis, para satisfacer las exigencias de este guión.

Como alternativa a esta propuesta, y tras una investigación basada en la posible interrelación de muchos caracteres o, si se prefiere, en la imposibilidad de tratar los rasgos morfológicos de manera individualizada, Antonio Rosas  (izquierda)  Markus Bastir  (derecha) y otros investigadores, propusieron en 2006 la formación de los Neandertales en dos fases.

La primera fase habría implicado a los rasgos faciales (incluyendo por supuesto la mandíbula) y la base del cráneo. La segunda fase estaría relacionada con la expansión del cerebro en sus regiones occipital y temporal, que habría dado lugar a la forma característica del cráneo de los Neandertales. Y todo ello basado en un modelo de integración morfológica y funcional. En este modelo no se habla de cuestiones biogeográficas y climáticas, como en la hipótesis de Acreción. Sin embargo, propone un proceso de especiación relativamente rápida, en la que los Neandertales  (Homo neanderthalensis) podrían distinguirse de manera formal de sus antecesores.

Los humanos de la Sima de los Huesos parecen ajustarse mejor a este último modelo, puesto que su cara es muy similar a la de los Neandertales, mientras que su neurocráneo es claramente distinto salvo por pequeños detalles. De ser así, Rosas, Bastir y los demás autores del modelo de las dos fases estarían de acuerdo en admitir que los humanos de la Sima de los Huesos no deben incluirse en Homo neanderthalensis, sino que representan una especie distinta.

En 2014 (revista “Nature”) hemos rechazado que los humanos de la Sima de los Huesos pertenezcan a la especie Homo heidelbergensis. Si continuamos aceptando la hipótesis de la Acreción no tendremos más remedio que admitir que los humanos de la Sima de los Huesos pertenecen a una forma primitiva o arcaica de la especie Homo neanderthalensis. En cambio, el modelo de las dos fases deja la puerta abierta a un escenario distinto. Los humanos de la Sima de los Huesos tienen una cara neandertal y un cráneo muy particular. Este morfología es exclusiva de ellos. En buena lógica, y aunque reconozcamos que todos los humanos del Pleistoceno europeo tienen mucho en común, habría que buscar un nombre propio (de especie o subespecie) para los humanos de la Sima de los Huesos.

Foto: Cráneo número 15 de la Sima de los Huesos.

Sea como fuere, la historia de los humanos europeos del Pleistoceno estuvo sin duda marcada por los fuertes cambios climáticos, que provocaron extinciones locales y momentos de expansión desde los refugios geográficos donde pudieron sobrevivir. Estas circunstancias provocaron la diversidad que hoy en día observamos en el registro fósil. Es sencillo comprobar esta gran diversidad en fósiles como los de Arago, Petralona, Steinheim, Bilzingsleben, Ceprano o la propia Sima de los Huesos, que nos cuentan una historia mucho más compleja de lo que podíamos imaginar hace tan solo una décadas.

Esa historia ha sido expuesta por los investigadores Robin Denell, María Martinón-Torres, Katharine McDonald, y un servidor en varias publicaciones recientes. Las cuestiones taxonómicas que pueden derivarse de esta diversidad serán debatidas en los próximos años. Me temo que no habrá un acuerdo general, mientras no se localicen yacimientos tan generosos como el de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, que enriquezcan de manera notable la cantidad y calidad del registro fósil de Europa.

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