Svante Pääbo. /  © Frank Vinken

Director desde 1997 del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), Svante Pääbo lanzó el proyecto de secuenciación del genoma neandertal. El primer borrador se presentó en Science en el año 2010 y confirmó que los seres humanos modernos se hibridaron a su salida de África con los neandertales hace menos de 100.000 años.

La investigación liderada por el profesor de Biología Molecular Evolutiva en la Universidad de Leipzig permitió descubrir que un 2% del genoma de los humanos modernos no africanos proceden del neandertal.

Mientras trabajaba en este proyecto el experto descubrió, a través del estudio de unos restos procedentes de la cueva de Denisov en Siberia, un nuevo tipo de hominino desconocido hasta ese momento, al que denominaron denisovano, por el nombre de la cueva. Fue el primero extinguido y descrito exclusivamente a través de datos genéticos.

 

Según el estudio, del fósil hallado, un falange de dedo de hace unos 30.000 años, se logró extraer ADN mitocondrial que contenía una secuencia genética inusual, lo que sugería que se trataba de una forma de homínido antigua no descrita hasta ese momento. Los denisovanos contribuyeron en un 5% al genoma de los actuales habitantes de Australia y otras zonas de Oceanía, incluyendo la isla de Papúa Nueva Guinea. 

El ADN de las momias 

Svante Pääbo, a la derecha, junto a Marco de la Rasilla, en la Cueva de El Sidrón (Asturias), en 2007. CARLES LALUEZA-FOX

Tras cursar estudios de Historia de la Ciencia, Egiptología, Ruso y Medicina en la Universidad de Uppsala (Suecia), Pääbo demostró en los años 80 que podía analizar el ADN de momias egipcias. Su labor se centró en desarrollar métodos para rescatar secuencias de ADN antiguo. 

Su metodología ha sido utilizada para el estudio de la filogenia y la genética de poblaciones de animales extinguidos, como los mamuts, los perezosos terrestres, los osos de las cavernas y los moas, un tipo de ave no voladora.

En 1997, Pääbo logró recuperar secuencias de ADN mitocondrial de muestras de un espécimen de neandertal, lo que supuso la primera vez que se extraían datos genéticos moleculares de un fósil de hominino. En 2004, el científico adaptó y aplicó técnicas de alto rendimiento de secuenciación del ADN a ADN antiguo. Esto abrió la posibilidad de analizar el genoma completo de organismos extinguidos. 

"Sus descubrimientos obligan a reescribir la historia de nuestra especie", añade el acta que destaca particularmente su labor de "secuenciación del genoma de los neandertales y el hallazgo de que genes de estos y otros humanos extintos forman parte del acervo genético de la Humanidad".

Svante Pääbo ha recibido doctorados honorarios de varias universidades. Entre los reconocimientos que ha recibido destacan el Premio Louis Jeantet de Medicina (Suiza, 2005), el Kistler Prize (EE UU, 2009), el Gruber Genetics Prize (EE UU, 2013), el Breakthrough Prize in Life Sciences (EE UU, 2015), el Keio Medical Science Prize (Japón, 2016), el Premio Dan David (Israel, 2017) y el Human Frontier Science Program Organization Nakasone Award (2018). También tiene la Medalla Theodor Bücher de la Federación Europea de Sociedades Bioquímicas y la Medalla de S. M. el Rey de Suecia.

Fuente: SINC | 6 de junio de 2018

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“Podremos crear elefantes con pelo rojo, pero nunca revivir al mamut”, dice Svante Pääbo

Svante Pääbo tenía 13 años cuando su madre le llevó a Egipto por primera vez. Quedó tan impresionado que memorizó los jeroglíficos, aprendió la historia y trabajó dos veranos seguidos clasificando trozos de cerámica en el Museo Mediterráneo de Estocolmo, que pudiera haberse convertido en su destino laboral, tal y como cuenta él mismo en su libro El hombre de neandertal. Pero el segundo año se dio cuenta de que los egiptólogos hacían las mismas cosas que el primero, iban a comer a la misma hora, hablaban de los mismos enigmas académicos y se obsesionaban con los mismos cotilleos académicos. “La egiptología avanzaba demasiado despacio para mi gusto”, recuerda Pääbo. Desde entonces su carrera ha sido meteórica.

Pääbo decidió estudiar medicina en la Universidad de Upsala y especializarse en investigación. En 1985 fue portada de Nature —un podio mundial de la ciencia— cuando aún estudiaba doctorado por su primer análisis del ADN de una momia egipcia. En las tres décadas siguientes, Pääbo extrajo del ADN antiguos mensajes que ponen a nuestra especie en su —humilde— sitio. Ha demostrado que humanos y neandertales son primos evolutivos, tan parecidos que cuando se encontraron en Europa se cruzaron y tuvieron hijos fértiles, de modo que hasta un 4% de nuestro ADN es neandertal. También desveló que hubo un tercer grupo humano con el que se cruzaron las otras dos especies y a este triángulo sexual se suman otros homínidos cuya especie se desconoce, pero cuya marca genética persiste en la actualidad en algunas poblaciones. El director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica por descubrimientos “que obligan a reescribir la historia de nuestra especie”. El investigador responde las preguntas de EL PAÍS al teléfono desde Copenhague, horas después de conocer el fallo del jurado.

Pregunta. ¿Cuándo supo que había ganado el premio, lo conocía?

Respuesta. Ayer [por el martes] me llamó un representante del jurado para comunicármelo, aunque nadie me explicó por qué me daban el premio [risas]. Es una enorme sorpresa y sí, había oído hablar de este premio. Es un reconocimiento de que esta técnica es válida para extraer ADN de forma rutinaria de los restos arqueológicos y estudiar no solo la evolución de los neandertales, sino muchos otros episodios como la expansión de la agricultura o los patógenos humanos. Este campo ha crecido tanto que ya no puedo ni leer todos los estudios que se publican sobre ADN antiguo.

P. ¿Cuál es el momento que más le ha marcado en su carrera científica?

R. Fue en 1996, cuando nos dimos cuenta por primera vez de que una de las secuencias de ADN mitocondrial extraídas de un fósil que analizábamos provenía de algo que no era un humano moderno ni tampoco otro primate, sino de un neandertal. Gracias a este tipo de técnicas hemos podido aclarar qué sucedió cuando ambas especies se encontraron por primera vez e incluso descubrir a los denisovanos de Asia, de los que conocemos su secuencia genética.

P. ¿En qué está trabajando actualmente?

R. Los sedimentos de los yacimientos retienen ADN de los animales y humanos que vivieron allí, así que aunque no haya fósiles, por ejemplo en yacimientos donde solo hay herramientas de piedra, se puede intentar identificar la especie humana que estaba presente.

P. ¿Podría también identificar a los autores de pinturas rupestres?

R. Es una posibilidad muy interesante, sí. Un problema habitual es que las cuevas fueron usadas tanto por neandertales como humanos modernos en varias ocasiones, por lo que podríamos encontrar ADN de ambos. Esta técnica podría funcionar sobre todo en aquellas cuevas en las que solo hubo una etapa de presencia humana y después quedaron selladas, aunque no sé si existe este caso.

P. ¿Cuál es el límite temporal para recuperar ADN antiguo?

R. Nosotros hemos recobrado ADN humano de la sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos) de hace unos 400.000 años. El ADN más antiguo en la actualidad es el de unos caballos que vivieron hace 700.000 años. En el permafrost [la capa de suelo que permanece constantemente congelada en regiones frías] no me sorprendería que consigamos llegar al millón de años.

P. ¿Cree que se podrán revivir especies extintas?

R. Es posible que se consiga incluir unas pocas variantes genéticas de especies extintas dentro del genoma de animales actuales, por ejemplo crear un elefante con pelaje rojo parecido al de los mamuts. Pero es imposible reconstruir por completo un organismo extinto porque aún no conocemos cómo estaba organizado en detalle su genoma. Respecto a los neandertales, no debe intentarse nunca, pues habría que modificar las células germinales, algo que solo debería permitirse para curar enfermedades muy graves.

Fuente: elpais.com | 7 de junio de 2018

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Svante Pääbo: «El Sidrón es un sitio increíble»

Tiene sentido del humor este sueco cosecha de 1955, apasionado de la arqueología y de Egipto, que se empeñó en probar suerte en territorios inéditos a principios de los ochenta. Entonces, Svante Pääbo,  Premio Princesa de Investigación Científica y Técnica 2018, dio un pequeño paso que acabaría siendo gigante: demostró que se podían rescatar secuencias de ADN de momias egipcias. Luego vendrían animales extintos y, por fin, el neandertal. Desde Leipzig, ciudad alemana donde dirige desde 1997 el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, puso en marcha el 'Proyecto Genoma Neandertal', que concluyó con la secuenciación definitiva en 2013. Los restos óseos hallados en la cueva del Sidrón formaron parte del trabajo.

-¿Cómo ha recibido este premio?

-Me siento honrado y humilde, especialmente teniendo en cuenta los excelentes científicos y eruditos que lo han recibido antes que yo. Este premio es no solo un reconocimiento para mí, sino también para los muchos estudiantes y científicos que, con su duro y, a veces, frustrante trabajo, han hecho posible recuperar genomas de organismos extintos o hace mucho tiempo fallecidos.

-¿Cómo, cuándo y por qué decidió que su misión era esta, viajar hacia atrás en el tiempo desde una perspectiva científica?

-Cuando era un estudiante graduado en Suecia, a principios de los 80, descubrí que nadie había intentado aplicar las entonces nuevas técnicas de replicar el ADN de humanos y otros mamíferos en bacterias. Así que decidí probarlo, inicialmente guardando el secreto para que mi profesor no descubriera lo que estaba haciendo. Yo era un estudiante de genética molecular y me pareció obvio tratar de aplicar estas técnicas a restos antiguos de humanos y otros organismos, pero nadie parecía haberlo intentado antes.

-Primero fue el ADN de las momias, luego otros animales extintos. ¿Por qué después los neandertales?

-Los neandertales son interesantes porque son los parientes evolutivos más cercanos a todos los humanos de hoy en día. De esta forma, si queremos definirnos desde una perspectiva biológica o genética, es con los neandertales con quienes debemos compararnos. Por supuesto, los neandertales también son interesantes porque estuvieron aquí hace unos 40.000 años, así que conocieron a nuestros antepasados. Una pregunta interesante es qué sucedió cuando nos conocimos y los genomas revelaron que, efectivamente, nos mezclamos y tuvimos bebés juntos.

-Usted conoce la cueva asturiana de El Sidrón. ¿Cuál es su relación con ella y con el equipo?

-El Sidrón es un sitio increíble, y hemos tenido el privilegio de trabajar sobre el terreno, particularmente con Marco de la Rasilla y su equipo en Oviedo, y Antonio Rosas, en Madrid. Estamos entusiasmados de analizar los huesos y los sedimentos de esa oquedad. De hecho, esperamos recuperar una gran cantidad del genoma de neandertal de los sedimentos del Sidrón.

-El 'Proyecto Genoma Neandertal' ha sido ambicioso y emblemático. ¿Qué será lo próximo?

-Estamos trabajando en un proyecto al que llamamos 'Cien Genomas Arcaicos', donde buscamos revelar la historia de los neandertales y los denisovanos mediante el estudio de muchos genomas individuales, como se ha hecho para los humanos modernos con gran éxito.

-¿Qué otros misterios quiere descubrir, al margen de los vinculados con los neandertales?

-Nos gustaría mucho retroceder más en el tiempo y recuperar genomas de homínidos más antiguos. El intento más exitoso de hacerlo hasta ahora es nuestra colaboración con el profesor Juan Luis Arsuaga y sus colegas en el complejo de Atapuerca.

-Mucha gente dice que es usted una especie de Indiana Jones. ¿Cómo le sienta esa definición?

-Pues no lo sé. Quizá en un sentido intelectual pueda ser, pero en el sentido físico está claro que no.

-Usted que tan bien conoce la evolución humana, ¿podría decirme quiénes somos los seres humanos?

-Esa es una pregunta que me viene grande. Quizá deba contestarla un filósofo, o quizá cualquier de nosotros puede tener su propia respuesta.

-¿Y qué me dice del futuro? ¿Cómo seremos?

-Tampoco tengo respuesta. Pienso que no se puede extrapolar el pasado para mirar el futuro, al menos desde el punto de vista de la evolución biológica.

-¿Pero cree que seremos los seres humanos capaces de preservar el planeta?

-Soy optimista. Muchas cosas han cambiado para bien a lo largo de mi vida. Tengo confianza en que los seres humanos seremos capaces de batallar con los retos del futuro. No va a ser fácil. Pero lo haremos.

Fuente: elcomercio.es| 7 de junio

Svante Pääbo, artífice de lo imposible

El investigador sueco Svante Pääbo. GETTY IMAGES

Pocas veces un científico con un nombre tan impronunciable se hace famoso entre el público general, pero este va a ser probablemente el caso de Svante Pääbo, el padre del genoma neandertal y flamante premio Princesa de Asturias. Lo que sigue es un recuento de los escollos a los que se enfrentó uno de sus grandes descubrimientos, que hubo sexo entre los neandertales y nuestra especie, el Homo sapiens, y que todavía llevamos un pequeño porcentaje de ADN arcaico en nuestro genoma. Los rescoldos genéticos de un amor prohibido.

Siendo estrictos, el descubrimiento de los cruces neandertal/sapiens precedió al genoma neandertal, y fue obra de un genetista más pronunciable pero menos conocido, Bruce Lahn, de la Universidad de Chicago. En 2006, Lahn estaba investigando el gen microcephalin y otros cuyas mutaciones causan microcefalia, una drástica reducción del tamaño cerebral. El científico de Chicago determinó, comparando los genomas de las personas actuales, que una variante del gen microcephalin había aparecido en nuestro genoma hace unos 40.000 años. El entorno cromosómico de esa variante (haplotipo, en la jerga) era casi idéntico en todas las personas que la llevan, como cabe esperar por su origen relativamente reciente. Al comparar esa región con los otros 85 haplotipos existentes en la actualidad, si embargo, las diferencias en el ADN eran tan grandes que parecían de una especie distinta. Dada la fecha y la geografía, Lahn dedujo que era ADN neandertal, y que había llegado a nuestro genoma mediante el viejo procedimiento del sexo.

Lahn publicó su trabajo en PNAS, que no es la revista científica de mayor impacto, y la editorial hizo todo lo posible por esconderlo a los periodistas, sin una nota ni una mención que lo destacara. Le pregunté por qué no lo había publicado en Nature o Science, y me dijo que lo había intentado en una de ellas, pero que los reviewers (los científicos que revisan el trabajo y recomiendan o no su publicación) del área paleontológica lo habían rechazado con el argumento aplastante de que un cruce entre sapiens y neandertales “era imposible”.

Al mes siguiente, diciembre de 2006, mandé un mail a Pääbo, que ya era una autoridad en ADN antiguo y acababa de publicar en Nature el primer millón de letras del genoma neandertal, y le pregunté por el artículo de Lahn. “El trabajo de Bruce Lahn”, respondió, “es el mejor argumento que se ha presentado hasta ahora a favor de una contribución genética de los neandertales a los humanos modernos”. Eso ya eran palabras mayores. Y pocos años después quedaron grabadas en piedra por la lectura del genoma neandertal completo. Hubo cruces. Pocos, pero relevantes para el genoma humano actual.

La comunidad paleontológica se vio forzada esta vez a admitir que lo imposible había ocurrido. Ahora es tiempo de premios gordos para su mayor artífice.

Fuente: elpais.com | 8 de junio de 2018

«La vida siempre será un misterio y la muerte siempre nos parecerá increíble e injusta»

Svante Pääbo llegará el martes a Oviedo y recogerá su premio el viernes. :: frank vinken 

«Ha abierto un nuevo campo de investigación, la paleogenómica, que ha hecho posible conocer la evolución reciente de numerosas especies, incluida la humana». Esa fue la razón del jurado para convertir al biólogo Svante Pääbo (Estocolmo, 1955) en Princesa de Investigación Científica y Técnica. Apasionado de la arqueología y de Egipto, su trabajo empezó con las faraónicas momias y ha evolucionado hacia un viaje en el tiempo cada vez más lejano. Director desde 1997 del Instituto Max Planck de Leipzig, el hijo de una química y un premio Nobel llegará el martes a Asturias para recoger su galardón el viernes. No será la primera vez que se deje ver por estas tierras. La cueva de El Sidrón fue clave en la secuenciación del genoma neandertal que él lideró con mano diestra y tuvo oportunidad de visitarla en 2017.

–Imagine que tiene una máquina del tiempo. ¿A dónde iría y por qué? ¿Qué respuestas trataría de encontrar?

–Un viaje interesante sería estar presente cuando los humanos modernos de África se encontraron con neandertales en algún lugar de Oriente Próximo hace unos 60.000 años. ¿Que pasó? ¿Qué pensaron el uno del otro? Sabemos que tuvieron bebés juntos, pero ¿cómo sucedió eso? ¿Se sentían atraídos el uno por el otro? ¿Cuáles eran sus sentimientos mutuos? ¿Fue uno de ellos el grupo socialmente dominante?

–Ha respondido en un sentido muy científico. Si le pregunto en un plano más personal, ¿a dónde viajaría?

–Ummmm... No le he contestado de una manera científica, pero si tuviera que responderle de nuevo le diría que me gustaría viajar al futuro.

–Pues allá vamos: ¿Cuánto sabemos de nosotros mismos y cuánto nos queda por averiguar en ese futuro que usted querría vivir?

–Sabemos un poco sobre cómo funcionan nuestros cuerpos, pero no tanto sobre cómo lo hacen nuestras mentes. Las condiciones de nuestras vidas aún son un misterio para nosotros, pero creo que eso siempre va a ser así, siempre estaremos confusos y aturdidos respecto a la muerte. Siempre nos va a parecer increíble e injusto que muramos, y más aún que mueran las personas a las que amamos.

–En los últimos años, su trabajo en la paleogenética nos ha dado muchísima información sobre el pasado. ¿Qué será lo próximo? ¿Con qué expectativas trabaja?

–Creo que gradualmente podremos retroceder más en el tiempo hacia restos de homínidos no extinguidos. También descubriremos qué grupos existieron en África cuando los humanos modernos emergieron allí. Espero que también podamos aprender más sobre todo ese proceso. Responder preguntas como: ¿Los diferentes aspectos de nuestra biología evolucionaron en diferentes lugares y en diferentes momentos? ¿O los humanos modernos evolucionan en un tiempo y lugar concreto?

–Usted comenzó trabajando con el ADN de momias egipcias, luego con animales extinguidos, después con neandertales y denisovanos... ¿Cómo ha cambiado y ha ayudado la tecnología en su trabajo? ¿Y cómo afectará la tecnología a futuras investigaciones?

–Como muchas partes de la biología, los avances en la recuperación del ADN antiguo han dependido en gran medida de la nueva tecnología que va apareciendo según pasa el tiempo. En los años 80, la tecnología permitió hacer muchas copias de una molécula de ADN que podría haber sobrevivido en viejas especies, y eso significó un gran paso adelante. A partir de ahí, trabajamos en la adaptación de esta técnica para el ADN antiguo. A principios del milenio surgieron nuevas tecnologías que permitieron secuenciar millones de moléculas de ADN en un hueso de manera rápida y económica. Así que ahora es posible secuenciar todo el ADN en un hueso y luego ver cuáles de estas moléculas de ADN provienen, por ejemplo, de una hominina, al comparar estas moléculas con el genoma humano que ahora está disponible. Y eso ha permitido determinar todos los genomas de neandertales y humanos modernos muertos hace mucho tiempo atrás.

–En España, miramos hacia Alemania, donde usted trabaja, y Suecia, de donde proviene, como paraísos para la ciencia. ¿Lo son para usted?

–Creo que la Sociedad Max Planck en Alemania, donde trabajo, realmente proporciona algo que es como un paraíso para los científicos que hacen investigación básica: tiene fondos adecuados a largo plazo, y los científicos pueden seguir libremente las instrucciones que marquen sus proyectos. No puedo pensar en un mejor lugar para trabajar.

–Dele unos consejos al Gobierno español. Díganos cuál es el mejor sistema para que la investigación ocupe un lugar destacado.

–Oh.... No me corresponde dar consejos. Creo que todos los países deben mirar dónde se encuentran y determinar qué proporción del dinero que tienen debe invertirse en investigación básica a largo plazo y qué parte debería invertirse en una investigación más aplicada, que trabaje de forma más inmediatamente para lograr aplicaciones útiles.

–Ha tenido una relación muy estrecha con los investigadores que trabajan en la cueva asturiana de El Sidrón. ¿Cómo han sido de importante sus fósiles en el Proyecto Genoma Neandertal?

–El Sidrón ha sido muy importante porque ha permitido que se secuenciaran todos los genes de un individuo neandertal y que se compararan con otros neandertales. Nos ha enseñado que los neandertales fueron tan pocos en número que acumularon más mutaciones en sus genes que los humanos modernos. Algunas de esas mutaciones quizás fueron malas para ellos. El Sidron fue también el primer lugar donde nos dimos cuenta de que los ejemplares macho también portaban el cromosoma Y. Otros usaron los datos que nosotros encontramos en Asturias para demostrar que el cromosoma Y neandertal presentaba variaciones diferentes al cromosoma Y de los humanos actuales.

–¿Preparado para viajar a Asturias? ¿Tendrá tiempo para visitar la cueva?

–No voy a tener tiempo de visitar El Sidrón esta vez. Pero espero regresar en otra ocasión y poder hacerlo.

–Se va a reunir con estudiantes de su campo. ¿Qué consejos les va a dar?

–Que se dejen llevar por aquello que les interesa. Si hacemos algo que nos divierte, seguramente lo hagamos bien y además pasemos un buen rato.

Fuente: elcomercio.es | M.F. Antuña | 14 de octubre de 2018

Ciencia  

Svante Pääbo: "Estamos lejos de poder 'revivir' un neandertal"

Svante Pääbo junto a algunos fósiles en la sede del yacimiento asturiano de "El Sidrón" (Asturias). Foto: Kike Para

El genetista, que recibe este viernes el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica por sus revolucionarios trabajos en torno a los neandertales, llega hoy a Oviedo.

Cuando Svante Pääbo, director del Max Planck Institute de Antropología Evolutiva, llegue a Oviedo no será la primera vez que pise Asturias. Ya lo ha hecho en varias ocasiones con motivo de sus estudios de campo en torno a los neandertales. En septiembre de 2007 visitó el yacimiento de El Sidrón. "Cuando un niño sueña con convertirse en un peleontólogo este es el tipo de lugar que imagina", recuerda. "Está situado en un paraje natural hermosísimo. La entrada a la cueva es pequeña y escondida. Ha servido como refugio al hombre a lo largo de los siglos".



¿Cómo definiría la paleogenómica?

Como el estudio del ADN antiguo para descubrir cosas sobre la historia o la evolución de los organismos.

¿Diría que todas las respuestas a la vida están 'escritas' en el ADN?

Por supuesto que no. La historia genética de los organismos puede estudiarse también comparando secuencias de ADN.

¿Qué ha significado para la ciencia el proyecto Genoma Humano? 

Ha abierto posibilidades sin precedentes para comprender la biología humana, las enfermedades, la evolución humana...

¿De qué forma ha determinado la tecnología el mundo de la genómica?

Ha sido crucial y define lo que se puede hacer en este campo. Las nuevas técnicas amplían las posibilidades de abordar nuevas preguntas.



"Los neandertales son los parientes evolutivos más próximos de todos los humanos contemporáneos.  Estudiar cómo diferimos genéticamente de nuestros parientes más próximos podría permitirnos descubrir qué cambios separaban a los ancestros de los humanos actuales de todos los demás organismos del planeta. Estaríamos estudiando quizá la parte más fundamental de la historia humana". En estas reveladoras palabras, pertenecientes su libro El hombre de Neandertal  Svante Pääbo (Estocolmo, 1955), resume la trascendencia de sus investigaciones. Por todo ello y, como sentencia el jurado del Princesa de Asturias (que recogerá este viernes, 19, en Oviedo), por abrir un nuevo campo de investigación, la paleogenómica, que ha hecho posible conocer la evolución reciente de numerosas especies, incluida la humana. "Particularmente relevante -precisa el jurado presidido por Pedro Miguel Echenique- es la secuenciación del genoma de los neandertales y el hallazgo de genes de estos y otros humanos extintos que forman parte del acervo genético de la humanidad y que obligan a reescribir la historia de nuestra especie".



¿Cuál sería el origen del ser humano a la luz de sus investigaciones?

Bueno, nuestro trabajo simplemente aborda aspectos de la evolución humana reciente y nuestras interacciones genéticas con otros tipos de humanos ahora extintos.



El científico sueco lanzó en 2010 el borrador del proyecto de secuenciación del genoma neandertal y tres años después publicaría su versión definitiva. Mientras trabajaba en el proyecto descubrió, a través de restos procedentes de Siberia, un nuevo tipo de homínido desconocido hasta el momento llamado 'denisovano'. Demostró que contribuyeron en un 5% al genoma de los actuales habitantes de Australia y otras zonas de Oceanía.



¿Qué características tenían los denisovanos?

 Que vivieron en Asia y que eran parientes lejanos de los neandertales.

¿Qué capítulo de la historia del hombre habría que volver a escribir tras sus investigaciones?

Ahora sabemos que los humanos modernos se mezclaron con los neandertales y los denisovanos.



Reconoce el biólogo que aún existen muchas lagunas a la hora de conocer y reconocer los detalles de la larga historia de la evolución humana: "La población ancestral es todavía muy misteriosa para nosotros, aunque creamos que vivía en África y que algunos de sus descendientes acabaron dejando África para convertirse en los ancestros de los neandertales. Los que se quedaron atrás habrían de convertirse en los ancestros de las personas que viven hoy. Calcular cuándo se separaron estos dos grupos utilizando diferencias en las secuencias de ADN es una propuesta difícil, mucho más que calcular el tiempo en que las secuencias de ADN compartieron ancestros comunes".



¿Qué conserva el hombre actual de neandertal?

Aproximadamente un 40% del genoma neandertal existe en la población actual, en diferentes piezas, portadas por gente distinta. Si tus orígenes genéticos están fuera de África, portas un 2% del genoma neandertal. Algunas de las variantes genéticas que proceden de los neandertales han ayudado a los humanos modernos a adaptarse a patógenos y otros factores medioambientales, muchas no tienen ninguna función y otras predisponen a desarrollar enfermedades.



La llamada muchedumbre de reemplazamiento da, según Pääbo, algunas claves de este mestizaje: "La muchedumbre de reemplazamiento se encontró y se emparejó con neandertales en algún lugar de Oriente Medio y criaron a los hijos nacidos de esas uniones. Estos hijos, en parte humanos modernos en parte neandertales, se convirtieron en miembros de la muchedumbre de reemplazamiento, portando el ADN de los neandertales y de sus descendientes como una especie de fósil interno. Hoy, estos neandertales internos han alcanzado incluso el extremo sur de Suramérica, Tierra de Fuego y la Isla de Pascua. Los neandertales continúan viviendo en muchos de nosotros hoy".



¿Qué yacimiento de los conocidos aporta más información para conocer la historia del hombre?

Realmente es la panorámica completa de todos los yacimientos arqueológicos la que ayuda a reconstruir lo que ocurrió en el pasado, no un solo lugar.


¿Atapuerca ha sido importante para su investigación?

Sí. De Atapuerca procede el ADN homínido más antiguo que hemos encontrado, con 430.000 años de antigüedad. Viene de la Sima de los Huesos y resultó ser de un grupo de personas que eran ancestros tempranos del Neandertal.

¿Qué secretos nos guarda aún el permafrost?

Si encontráramos homínidos tempranos en el permafrost, podemos esperar secuenciar sus genomas... Pero hasta ahora nadie ha encontrado ningún homínido extinto en el permafrost. Para la evolución de los animales como los mamuts o los caballos, y para las plantas, el permafrost es muy útil. La preservación del ADN es excepcionalmente buena allí.



Como reconoce Pääbo en El hombre de Neandertal (Alianza) haciendo referencia a los registros fósiles, los neandertales aparecieron entre hace 300.000 y 400.000 años y existieron hasta hace unos 30.000. A lo largo de su existencia su tecnología no cambió mucho. Produjeron una tecnología muy parecida a lo largo de su historia, una historia, precisa el investigador, que ha sido tres o cuatro veces más larga que la de los humanos modernos: "Solo muy al final de su historia, cuando pudieron haber entrado en contacto con los humanos modernos, su tecnología sí cambió en algunas regiones".



Usted ha reconocido que "revivir" un ser humano neandertal es imposible desde el punto de vista ético. ¿Qué reparos habría desde el punto de vista científico?

No conocemos la secuencia de ADN exacta en partes repetidas del genoma en genomas antiguos (y la mayoría de los actuales), así que no podríamos hacerlo ni aunque mejorasen las técnicas para reconstruir los genomas antiguos en todos sus detalles. Además, estamos aún lejos de tener las técnicas para introducir miles de cambios de manera fiable en un genoma.

¿Qué opinión le merece la concesión del Premio Príncipe de Asturias?

Me siento muy honrado. Es una lección de humildad, especialmente cuando contemplo el elenco de distinguidos científicos que lo han recibido con anterioridad. El premio no es sólo un reconocimiento hacia mi persona, también lo es para los muchos estudiantes y científicos que, con su duro y a veces frustrante trabajo, han hecho posible recuperar genomas de organismos extintos o hace mucho tiempo fallecidos.

Fuente: elcultural.com | 16 de octubre de 2018 

“Descubrir una verdad con la que no cuentas es tan emocionante como cualquier aventura”


Como buen hombre de ciencia, el biólogo evolutivo Svante Pääbo (Estocolmo, 1955) huye de las respuestas contundentes. Dirige en Leipzig el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, “un paraíso científico”. Descifrar el genoma neandertal fue su primer paso en la revolución de la paleoantropología desde la paleogenética.






-¿Usted se siente un revolucionario de la ciencia?
-Probablemente sea demasiado decir que soy un revolucionario. No obstante, estoy muy satisfecho de que el estudio del ADN haya pasado a ser una herramienta de gran utilidad que permite responder a muchas preguntas.

-El genoma neandertal viene a romper el paradigma de la biología de que especies distintas no pueden tener descendencia fértil. A la vista de su investigación, de que sapiens y neandertales tuvieron descendencia exitosa, ¿no habría que revisar a fondo ese principio?

-No existe una definición clara de especie, no sabemos a qué nos referimos con precisión cuando usamos ese concepto. Los hallazgos nos indican que el neandertal se mezcló con el hombre moderno, algo natural porque los grupos se unieron toda la vida cuando coinciden. Incluso los osos se cruzan y se mezclan entre ellos. Podemos decir por tanto que la mezcla de distintas especies es algo muy natural.

-La ciencia está en perpetua revisión, pero las verdades de la paleoantropología parecen más precarias, de continuo se alteran líneas evolutivas que parecían bien definidas. ¿Es así?

-Por un lado, los humanos, especialmente los académicos, tienen una compulsión por categorizar y clasificar absolutamente todo. Pero las distintas formas humanas se mezclaron cada vez que se encontraron. Los neandertales se cruzaron con los denisovanos en Asia. Los resultados de estas uniones, su descendencia, tuvieron éxito y siguieron reproduciéndose hasta llegar a lo que somos hoy en día. De ahí que se difuminen esas líneas. Pero esa impresión de la precariedad de la paleoantropología podría ser consecuencia de la tendencia de los periodistas a presentar cada nuevo hallazgo como un elemento para reescribir la historia humana, aunque no haya base científica para ello. Sí es cierto que aprendemos de manera continua y con los neandertales avanzamos mucho en ese conocimiento. Con la secuenciación del genoma conseguimos dar respuestas a cuestiones que llevan debatiéndose veinte o treinta años sobre los vínculos entre especies.

-¿Desde la perspectiva de la genética usted se atrevería a definir qué es lo que nos hace humanos?

-No. La cuestión de lo humano es más filosófica que científica. ¿Qué separa a los humanos de otras especies que nosotros llamamos animales? Una acumulación de distintos cambios y fases. La explicación de las diferencias depende de a qué factor damos más relevancia: caminar de manera erguida, la utilización de herramientas, el descubrimiento del fuego, la organización de los grupos. Todos estos pasos son importantes dentro de un proceso gradual. Los neandertales vivían en grupos, tenían herramientas. Probablemente fueran distintos en términos de conciencia o de pensamiento, pero hace sólo 3.000 generaciones que estuvieron aquí. Es muy interesante pensar sobre cómo se habrían desarrollado, y quizá, si hubiéramos convivido con otras formas humanas extintas, ahora no marcaríamos tanto la diferencia entre animales y humanos, porque esa diferencia puede que no sea tan grande como pensamos.





-Sí, es cierto. Siempre resulta muy difícil clasificar. Estamos hablando de procesos graduales y dónde establecemos la separación entre dos especies o dos grupos es algo que todavía no está claro. La genética tampoco nos ofrece una respuesta definida sobre esos límites entre especies.

-¿La paleogenética está dinamitando la paleoantropología clásica?

-No, en absoluto. Dependemos enteramente de los paleontólogos a la hora de descubrir los yacimientos, cavar y hallar las muestras. La paleogenética da mayor relieve a la paleoantropología, eleva su importancia.

-Su libro “El hombre de neandertal” lleva como subtítulo “En busca de genomas perdidos”. ¿Se considera más un Indiana Jones de la paleoantropología, un aventurero, o un hombre de laboratorio?

-Soy persona de laboratorio, sin lugar a dudas, pero ese trabajo puede ser tan emocionante como cualquier aventura, de forma especial cuando te enfrentas con hallazgos inesperados, cuando descubres una verdad con la que no contabas. Por ejemplo, cuando nos encontramos con los denisovanos. Este hallazgo fue una grandísima sorpresa, a partir de un hueso diminuto que nos permitió determinar que la madre fue una neandertal y el padre un denisovano y localizamos la primera descendencia de este cruce. En 1996 obtuvimos la primera secuencia de ADN mitocondrial de neandertal. Son momentos muy importantes.

-¿Usted cree que alguna vez les pondremos cara a los denisovanos, una especie ahora sólo acuñada a partir de su perfil genético?

-Determinar sus rasgos craneales y otros aspectos morfológicos es cuestión de seguir investigando. Hay muchos fósiles en lugares como China que tienen un aire cercano a los neandertales, por lo que hay que indagar si tienen el rastro genético de los denisovanos y con ese trabajo resulta probable que acabemos poniéndoles cara.

-Una pregunta más personal. Su padre, con quien no tuvo relación, fue premio Nobel de Medicina. ¿Esa figura ausente sirvió para empujarlo hacia la ciencia?

-No lo sé, ignoro si opera algún elemento subconsciente. Probablemente la influencia de mi padre me empujó a la Facultad de Medicina, pero no lo sé, es una pregunta compleja de responder. La influencia de mi madre sí resultó importante. Era química de formación, fue la que me llevó a Egipto, porque le interesaba mucho. Me atrajo la egiptología y cuando comencé a investigar el ADN antiguo era natural empezar por Egipto y por las momias porque estaban bien preservadas, pero con el tiempo me di cuenta de que era más fácil trabajar con animales porque tenemos problemas de contaminación y nos permiten retrotraernos más en el tiempo.

Fuente:lne.es | 19 de octubre de 2018

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