La luz del Sol ilumina el interior de la cámara superior del templo astronómico de Tara en el Equinoccio de Primavera.

El templo astronómico de Artevigua (Risco Caído) no podía resultar un hecho aislado, un instrumento astronómico, de gran precisión, utilizado para medir el paso del tiempo y también un lugar de culto y ritual para representar hierofanías solares y lunares, con imágenes en movimiento, necesariamente tenía que tener su réplica en otra parte de la isla. Solo era cuestión de tiempo que se descubriera otro templo astronómico parecido, y lo encontramos en la localidad troglodita de Tara, sede, junto a Cendro, del poder político y religioso del Guanartemato aborigen de Telde, el otro reino, junto al de Gáldar, en que se encontraba dividida la isla de los canarios.

Tara y Cendro son dos de los asentamientos trogloditas más antiguos de los aborígenes canarios, se localizan fronteros en los márgenes del curso bajo del barranco de Telde, a escasos metros de su cauce. Estos abigarrados poblados bajo tierra se excavaron en la vertiente naciente de  afloramientos rocosos de toba volcánica (derecha). Son lugares privilegiados que han seguido siendo habitados hasta la actualidad. Desgraciadamente muchas cuevas  de estas ciudadelas trogloditas han sido destruidas, otras están ocultas tras edificaciones modernas, de dudoso valor arquitectónico. Pero, aún con todo, todavía se pueden encontrar extraordinarios ejemplos de la arquitectura en cuevas que realizaron los canarios, algunas de gran tamaño, y de una belleza constructiva que provocan nuestra admiración aun en la actualidad a pesar de estar convertidas hoy en estercoleros, estanques abandonados o garajes.

En 1958, el cura e historiador teldense Pedro Hernández Benítez, aficionado a las antigüedades canarias, en su obra “Telde, sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos”, describe en detalle la visita  que realizó a finales de los años 40 del S.XX, a dos cuevas artificiales, entonces sin uso aparente, que le quitaron el aliento, según él mismo llegó a reconocer. Una de ellas, la de mayor tamaño y complejidad constructiva, creyó que había sido la residencia del Faycán Guariragua. La segunda, donde centramos nuestra investigación, la denomina, también sin fundamento, cueva de Los Guayres.

Visité estos dos monumentos en 1981, y debo reconocer la enorme impresión que me causó verlos por primera vez, porque hasta entonces no había tenido ocasión de ver algo tan extraordinario, de tal magnitud y belleza.

La luz del sol penetra en el interior del templo solar localizado en el poblado troglodita de Tara, en Telde.


La Cueva que Hernández Benítez identificó, sin base, como el palacio-residencia del Fayzag Guariragua (Tarira), se encontraba habitada cuando la vi por primera vez, y su propietario, que sigue siéndolo en la actualidad, nos dejó recorrerla en su interior, pero no nos permitió hacer fotos, aunque hicimos un croquis a mano alzada que aún conservo. Entonces la cueva estaba prácticamente intacta, e ignoro cómo estará por dentro en la actualidad, 36 años después, porque no hemos logrado entrar otra vez. Pero puedo asegurar que es la cueva artificial de mayor tamaño y complejidad arquitectónica de todas las que he visto hasta ahora. Entonces le atribuí un sentido religioso, pero también parecía un lugar de residencia con espacios dedicados al culto y el ritual; en cualquier caso, no tuve mucho tiempo para reflexionar sobre todo esto, porque la visita fue un poco forzada. Ahora volveremos a intentarlo, porque entendemos que un monumento arquitectónico de esta importancia debe ser protegido y conservado por ser una obra magna de la arquitectura, la ciencia y el arte, de los antiguos canarios.

La segunda cueva, que el referido autor llama la Cueva de Los Guayres, es también una obra extraordinaria del arte arquitectónico de los antiguos canarios. Pero lo que existe en la actualidad no es sino una parte de lo que vio el cura de Telde. No obstante se conserva lo que tuvo que ser la cámara principal de una estructura excavada mucho mayor, cuyo acceso estaba precedido por un corredor de doce metros de largo, hoy desparecido en gran parte, quedando solo unos tres metros de la mencionada galería, orientada al sol naciente. El interior de la cueva es de planta circular y junto a las paredes, también curvadas, forman una figura cilíndrica rematada en un techo a unos siete metros de altura que intenta la forma de una cúpula, pero sin lograrlo del todo. En el techo y sobre la puerta de acceso a la cámara principal, orientado al sol naciente, se abre un orificio de tendencia circular, por donde entra la luz del Sol en el interior. El suelo de la cámara principal se encuentra tamizado por cazoletas o cúpulas circulares excavadas, de diferentes diámetros y profundidades.

Foto

A unos tres metros del suelo, en la pared interior situada frente a la puerta de acceso, se excavó una segunda cámara, alargada y angosta, de unos seis metros de profundidad por dos metros de ancho y unos dos de altura máxima. En el suelo se encuentran varias cazoletas de regular tamaño. El hueco de acceso a esta segunda cámara elevada es de tendencia trapezoidal, con las paredes y ángulos curvados y está enmarcado hacia el exterior  por unas protuberancias, tallada en la toba que asemejan los labios mayores que forman parte de una gran vagina dilatada.

Aunque este monumento arquitectónico, como ya hemos dicho, lo conocíamos desde 1982, lo cierto es que entonces no pudimos imaginar su verdadero significado, aunque percibimos que podría tratarse de un yacimiento de carácter religioso y ritual. Pero no sería hasta el descubrimiento del almogarén de Risco Caído, cuando nos planteamos la posibilidad de que la Cueva de Tara pudieran ser también el otro principal observatorio astronómico, situado en el reino de Telde, para controlar el cambio de las estaciones y así llevar un control del calendario.

Sabemos por las referencias de los primeros cronistas y por las pruebas arqueológicas, que el calendario de los canarios fue lunisolar y tuvo que ser de gran precisión a juzgar por los dispositivos que hemos encontrado en nuestra investigación arqueológica. En cualquier caso, como sucede en Risco Caído, el templo-astronómico de Tara, no solo serviría para controlar el cómputo del tiempo con el que podrían regular sus actividades económicas, sociales y religiosas, de forma precisa y eficaz, sino al mismo tiempo también lo usaron para la celebración de los rituales que en esas determinadas fechas llevaban a cabo en relación siempre con la fertilidad de la madre Tierra, fundamento del sistema de creencias religiosas y prácticas rituales de la población aborigen de la isla.

Imagen desde el interior de la cámara superior del Templo Astronómico de Tara en el Equinoccio de Primavera. La luz se desplaza por el suelo hacia el exterior, después de iluminar toda la cámara.


Como en Risco Caído, los diseñadores del centro astronómico-ceremonial de Tara, orientaron la estructura excavada hacia el Este, de tal forma que permitiera que la luz de eventos astronómicos como equinoccios y solsticios entrara dentro del templo y recorriera sus paredes y suelos.

Tal vez la hierofanía más asombrosa, que se produce en el interior del templo de Tara sucede en el día de los equinoccios, sobre todo en primavera, cuando la luz es más intensa, porque el Sol (Magec), en tanto que distribuidor de la fecundidad sobre la tierra y protector de la vida, escenifica aquí, en el interior de este extraordinario templo astronómico, ese acto fertilizante, y es que poco después del amanecer del día del equinoccio, la luz del Sol atraviesa el conducto circular que fue excavado en el techo de la cámara principal para iluminar solo el interior de la cámara superior, que asemeja una gran vagina, quedando el resto de la cueva casi en penumbra. Luego, poco a poco, la luz se focaliza en un punto de la pared del fondo de esta cámara y se desplaza hacia el suelo como una forma alargada de luz, que se mueve lentamente hacia la entrada y baja por lo que asemeja los labios vulvares hacia la pared que está bajo este hueco hasta desaparecer.

La entrada de luz en el templo astronómico de Tara, en el solsticio de verano provoca también una hierofanía extraordinaria, pero la luz no entra dentro de la cámara referida, sino que se proyecta por el lado sur cerca de la entrada o labios de la gran vagina, adoptando otras formas que se deslizan lentamente hacia el suelo de la cámara principal, para entrar en una de las cazoletas excavadas. Pero ese es otro relato que ya contaremos.

Lo que sí resulta evidente, en base a los descubrimientos arqueológicos realizados y las pruebas científicas recogidas en la investigación que estamos desarrollando, es que los almogarenes de Artevigua y Tara, constituyeron los principales centros astronómicos de la isla, donde se lleva a cabo un control preciso del cómputo del tiempo, gracias a estas extraordinarias construcciones artificiales, obra del ingenio y la ciencia de los antiguos canarios, algo que hasta ahora no sabíamos, y que ha terminado por provocar un cambio de paradigma en la forma en que interpretábamos a esta original cultura insular.

En la actualidad el equipo de investigación del Almogaren de Risco Caído, trabaja en el estudio de este nuevo templo astronómico de Tara. La Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria trabaja ya en la adquisición de este extraordinario monumento religioso y astronómico de los antiguos canarios. El tiempo apremia, porque esta obra arquitectónica presenta síntomas preocupantes de un deterioro que puede incluso provocar su desmoronamiento. Desde la Dirección Científica del Proyecto de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria, se elaboran los informes necesarios para acometer cuanto antes los trabajos de restauración, conservación y protección de esta obra magna de la cultura canaria.

Fuente: eldiario.es | Julio Cuenca | 8 de octubre de 2018

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Respuestas a esta discusión

Qué impresionante .Quizá en las cazoletas de la entrada se colocaban semillas para que el sol las fertilizara.O como ofrendas

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