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Fotografía facilitada por la Universidad de Cádiz de algunos de los tanques de salazón de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia, cerca de la actual Tarifa, uno de los yacimientos arqueológicos de ciudades romanas en los que se han encontrado 25 restos arqueozoológicos que revelan que el Mediterráneo fue hace 2.000 años hogar de dos especies de ballenas hoy desaparecidas / Efe / Carmen Rodríguez
El Mediterráneo fue hace 2.000 años hogar de dos especies de ballenas hoy desaparecidas de ese mar, como revelan los restos óseos descubiertos en varios yacimientos arqueológicos de España, los cuales sugieren que los romanos tuvieron industria ballenera.
Foto: Restos óseos de ballenas hallados en la costa gaditana
Un equipo internacional de ecólogos, arqueólogos y genetistas realizó análisis moleculares de ADN para establecer que los restos pertenecían a la ballena gris y a la franca glacial.
Antes de este estudio, que publica hoy Proceedings of the Royal Society of London B, se había asumido que el Mediterráneo estaba fuera del área de distribución histórica de ambos ejemplares, que hoy son dos especies muy amenazadas que subsisten en el Atlántico norte y en el Pacífico norte, respectivamente.
El profesor de arqueología marina Darío Bernal Casasola (izquierda), de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio, dijo a Efe que el equipo por él dirigido encontró 25 restos arqueozoológicos en las ciudades romanas de Baelo Claudia (Tarifa), Iulia Traducta (Algeciras), Septem (Ceuta) y en el de Tamuda, en la ciudad marroquí de Tetuán.
Ambas ballenas son especies migratorias y su presencia al este del estrecho de Gibraltar es «un fuerte indicio» de que entraban en el Mediterráneo para que nacieran sus crías, señala el estudio.
Durante el periodo romano, el estrecho de Gibraltar era el centro de una gran industria de tratamiento pesquero, cuyos productos se exportaban a todo el imperio y los restos han aparecido -señaló- en yacimientos vinculados a la explotación y producción del atún en salazón y de salsas que consumían los romanos como el garum.
Vista aérea de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia (cerca de Tarifa, Andalucía). Las instalaciones de tratamiento de pescado [en el cuadrado rojo] están situadas justo al lado de la playa / UCA
El estudio demuestra -dijo Bernal- que esas especies de ballenas estuvieron en el estrecho de Gibraltar en época romana, «lo que no se sabía» y «permite reforzar» la idea de que antes del inicio de la pesca de la ballena, que tradicionalmente se atribuye a los vascos en el Medievo, ya debía de haber una aprovechamiento de los cetáceos.
El descubrimiento de los restos hace plausible esa hipótesis, pues esos dos tipos de cetáceos y sus crías «debían llegar muy cerca de la costa, incluso para ser vistos desde tierra», por lo que pudieron ser cazados con barcos de remos y arpones de mano, según la autora principal del texto, Ana Rodrigues (derecha), investigadora del francés Centro Nacional para la Investigación Científica.
La identificación de los esqueletos fue posible con técnicas moleculares basadas en el código de barras del ADN antiguo y la huella de colágeno, métodos que «abren una nueva ventana al pasado de los ecosistemas», dijo Camila Speller (izquierda), de la británica Universidad de York, en un comunicado.
Estas técnicas confirmaron además la existencia de una escápula de ballena gris en un poblado prerromano costero de Asturias con señales de haber sido descarnado, lo que podría tratarse del «embrión de la industria ballenera desarrollada en la costa cantábrica durante la Edad Media», según Carlos Nores (derecha), de la Universidad de Oviedo.
El hecho de saber qué especies de ballenas costeras estaban presentes en el Mediterráneo hace 2.000 años aporta una nueva luz a las fuentes históricas antiguas.
Así, «finalmente podemos entender adecuadamente la descripción, hecha en el siglo I por el famoso naturalista romano Plinio el Viejo sobre las orcas atacando a una ballena y sus crías en la bahía de Cádiz», relató otra de las autoras del estudio Anne Charpentier (izquierda), de la Universidad de Montpellier (Francia).
Los autores aconsejan a historiadores y arqueólogos que reexaminen sus conocimientos sobre las ballenas costeras cuando formaban parte de ecosistema marino mediterráneo y que «consideren la posible existencia de una industria ballenera romana».
«Parece creíble que hayamos perdido y luego olvidado dos grandes ballenas en un región tan bien conocida como es el Mediterráneo», indicó Rodrigues. «Una se pregunta cuántas cosas habremos olvidado».
El estudio ha sido realizado, entre otros organismos, por la Universidad de Cádiz, el Instituto de recursos naturales y ordenación del territorio de la Universidad de Oviedo y el Centro de experimentación pesquera de Gijón. EFE
Fuentes: larazon.es| SINC | 11 de julio de 2018
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Escápula de ballena conservada en el Museo Arqueológico de la Campa Torres de Gijón
La historia cambia hoy porque lo dijo la ciencia, un grupo de investigadores y un hueso aparecido en el castro de Noega, en la Campa Torres de Gijón, sobre el que todo lo que se podía afirmar hasta ahora eran conjeturas. Las pruebas de ADN no fueron posibles por la vejez de la escápula. ¿Ese omóplato perteneció a un elefante? ¿A una ballena? ¿Cómo llegó allí?
Una tecnología desarrollada por la Universidad de York (Reino Unido) acaba de disipar las dudas gracias a la huella dactilar de colágeno de ese omóplato. Definitivamente es una ballena gris, especie extinguida en el Atlántico en el siglo XVII y de la que pervive una población de entre 20.000 y 22.000 ejemplares en el Pacífico.
La escápula apareció en 1996 y años después los investigadores José Antonio Pis y Carlos Nores sospecharon que se trataba de ese cetáceo, por más que hasta entonces no se tenían rastros de su presencia en el Cantábrico. Los resultados les dan la razón y abren nuevos interrogantes. ¿Se trata de un animal perdido o realmente la ballena gris era una especie habitual en la zona? ¿Cómo diantres terminó ese omóplato en Noega, a unos cien metros de altitud sobre el nivel del mar?
La cuestión forma parte de un estudio realizado por ecólogos, arqueólogos y genetistas de tres países y que esta mañana publica la revista 'Proceedings of the Royal Society of London B.' El trabajo cambia la historia de la especie, al ligar el descubrimiento asturiano con otro. Igual que aquí, en el estrecho de Gibraltar los arqueólogos rescataron 70 grandes huesos de animal de origen ignoto. Al someter a diez restos óseos a la prueba del colágeno se determinó que alguno de ellos eran de elefante, y otros de las especies denominadas como ballena de los vascos y ballena gris, ambas desaparecidas por estos lares.
Un ejemplar de ballena gris, especie que desapareció del Atlántico en el siglo XVII. / AFP
Su número es excesivo para atribuirlo a un varamiento fortuito y dado que los restos tenían unos 2.000 años, el pasado acaba de cambiar de un plumazo. «Los romanos fueron muy eficaces explotando los recursos marinos, incluyendo los grandes peces, como el atún rojo, de manera que empezamos a preguntarnos si no pudieran llegar a explotar también las ballenas», indica Darío Bernal-Cassola, arqueólogo de la Universidad de Cádiz.
«Supone que su presencia es el doble de antigua en estas aguas de lo que hasta ahora creíamos», completa Carlos Nores, profesor honorario de la Universidad de Oviedo y también coautor del informe. Por un lado, todo apunta a una cierta industria ballenera que los romanos desarrollaron en el estrecho, un conocimiento que requiere décadas de mejora y evolución. Es ahí donde juega un papel esencial la ballena gris gijonesa, que tiene dos siglos más de pasado.
«Mi hipótesis es que en aquella época Gijón era un lugar óptimo para aprender la caza de ballenas», indica Nores. «Ponte en situación; había una especie de fiordo que llegaba hasta San Andrés de los Tacones, que de hecho hubo en su día una discusión sobre si el nombre correcto no sería 'de los estacones' en referencia a las estacas de un puerto abrigado», define. Ese pantalán podría servir de puerto a la villa romana de Veranes, por lo que «si una ballena entraba allí, era fácil cortarle la salida en Serín, y decidir el momento para matarla».
Validar esa hipótesis exigiría localizar más osamentas de la época, algo que el especialista ve factible. «Pediría a todo aquel que pueda tener restos de ballena se ponga en contacto con nosotros para estudiarlos» con el nuevo sistema del colágeno, anima. La historia de la especie está por cerrar, pero parece haber empezado con esa escápula que espera al público en el museo del faro de la Campa Torres.
Fuente: elcomercio.es| 11 de julio de 2018
Me ha recordado al "ídolo sandalia" encontrado en el Almizaraque y que está depositado en el Museo Arqueológico Nacional, y que está hecho con un fragmente de cráneo de ballena.
En este caso sí pudo ser un hallazgo fortuito del hueso en la playa. O no...
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