Cueva de Jerimalai, en Timor Oriental. | Science

 

Vía: ELMUNDO.es | Rosa M. Tristán | 24 de noviembre de 2011

 

La colonización del ser humano moderno de las lejanas tierras de Australia está rodeada de incógnitas, aunque existen muchas pruebas, paleontológicas y genéticas, de que hace 50.000 años la especie ya era capaz de cruzar las largas distancias marítimas que separan a este continente. El hallazgo, en la lejana isla de Timor Oriental, de restos de grandes peces y anzuelos revela que aquellos antepasados ya eran grandes pescadores, capaces de hacer sus capturas en aguas muy profundas, alejadas de la costa.

 

 

Los paleontólogos descubrieron hace pocos años, en unos yacimientos en Gibraltar, que los neandertales aprovechaban, hace 28.000 años, los recursos marinos para su supervivencia, pero siempre los que eran más accesibles desde la costa. También se encontraron restos de conchas y de peces de aguas bajas en la Cueva de Blombos (Sudáfrica), de hace unos 75.000 años. En este caso fueron capturados por humanos modernos. Pero ni en Gibraltar ni en Cabo de Buena Esperanza había rastro de la tecnología que utilizaron para ello.

 

Estas pruebas son las que han localizado en el yacimiento de Jerimalai, en la isla de Timor Oriental, tres paleontólogos australianos, dirigidos por Susan O'Connor (izquierda), de la Universidad Nacional de este país. Allí aparecieron, en la campaña de 2005, restos de grandes peces pelágicos (de aguas oceánicas) de hace 42.000 años, hallazgo que publican ahora en Science.


Miles de utensilios

Jerimalai se encuentra en unas terrazas coralinas que corren paralelas a la costa de Timor, una zona en la que hay numerosas cuevas que fueron lugar de asentamiento de los humanos modernos durante el Pleistoceno. Estos ocupantes dejaron infinidad de utensilios de piedra (más de 9.700) y casi 40.000 huesos de diferentes pescados, además de fósiles de otros animales terrestres del entorno, de los que también se alimentaron.

 

Fue el posterior estudio de todo este material el que sorprendió a los investigadores. Frente a lo que ocurría en Blombos y otros yacimientos, en Jerimalai no sólo había más pescado que en cualquier otro (un 56%), sino que casi la mitad correspondía a grandes peces oceánicos, como el atún.

 

Tras un arduo trabajo de recomposición de las piezas, concluyeron que allí había restos de 2.822 especímenes de 22 taxones diferentes, una variedad mayor de la que se encuentra hoy en la mayoría de las pescaderías. Además, 15 de estas especies fueron explotadas en el periodo más primitivo de ocupación de la cueva, hace entre 42.000 y 38.000 años.

 

No hay indicios de cómo pudieron capturar presas tan grandes en alta mar, pero los autores apuntan que lo más probable es que utilizaran redes hechas con piel y practicaran la pesca al cerco. Los restos de huesos de ejemplares relativamente pequeños indican que seguramente eran atrapados de este modo, y no con una especie de caña.

 Uno de los anzuelos realizados con conchas en el Pleistoceno. | Science


Dos anzuelos primitivos

Los dos anzuelos encontrados son más recientes. Aún así, uno de ellos es de hace unos 20.000 años, el más primitivo que se conoce. El otro, tiene unos 11.000 años. Ambos fueron hechos de conchas y no parecen adecuados para la pesca del atún y ejemplares de gran tamaño aunque, como dicen O'Connor y sus colegas, pudieron hacer otros más grandes que no se han conservado.

 

"Estos hallazgos demuestran el alto nivel de tecnología pesquera que tenían los humanos modernos que colonizaron las islas de Wallacea, instrumentos que facilitaron la temprana colonización de Australia", señalan.

 

Durante el Pleistoceno se sabe que el nivel del mar era bajo, pero aún así entre Eurasia y Australia había 1.500 kilómetros en los que sólo había islas, hasta 17.000, que no estaban unidas por tierra.

 

La única posibilidad de ir de una a otra era utilizando balsas, aunque no ha quedado ningún resto que lo confirme. Y, además, ¿cómo conseguían comida cuando viajaban hacia costas que no se veían en el horizonte? Las redes y los anzuelos son la respuesta.

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En Science podemos leer las siguientes opiniones al respecto:

 

El arqueólogo James O'Connell, de la Universidad de Utah, en Salt Lake City, ha argumentado que "una amplia gama de pruebas" señalan la pesca en aguas profundas hace entre 45.000 y hace 50.000 años, y dice que las nuevas evidencias de Jerimalai "refuerzan el caso".

Sin embargo, William Keegan, un antropólogo del Museo de Historia Natural de Florida, en Gainesville, señala que el tamaño relativamente pequeño del atún encontrado en Jerimalai -en su mayoría entre 50 y 70 centímetros de largo-, sugiere que eran piezas inmaduras, jóvenes, que podrían haber sido atrapadas cerca de la costa.

Y Geoff Bailey, un arqueólogo de la Universidad de York, en el Reino Unido, alega que Timor Oriental y las otras islas de la zona tienen una topografía de costa muy escarpada, lo que significa que sus aguas profundas favorecen que los atunes grandes y los tiburones adultos estén muy cerca de tierra. Estas especies, dice Bailey, "probablemente se desplazarían  muy cerca de la costa y podían ser capturadas sin que necesariamente la gente saliera en barcos".

O'Connor les responde que, incluso, los atunes juveniles son de "movimiento rápido", y "no hay manera de que pudieran ser alancanzados en la playa o en el arrecife". Sin embargo, los anzuelos de pesca y otras pruebas de tecnología marítima aún no se han encontrado en los primeros niveles de Jerimalai, pero ella y su equipo planean seguir excavando allí en un intento de encontrarlos.

 

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Navegantes del pasado

La cueva de Jerimalai se localiza en el extremo norte la isla de Timor. El yacimiento que rellena la cueva ha sido fuente de hallazgos muy importantes en los últimos años. La isla de Timor representa uno de los “puentes” del Pleistoceno Superior entre los continentes de Sunda (formado por la mayoría de las islas de Indonesia) y Sahul (Australia, Tasmania y Nueva Guinea) cuando el nivel del mar llegó a descender más de 100 metros durante las épocas glaciares más frías. La isla de Timor fue uno de los pasos obligados entre Sunda y Sahul para los miembros de nuestra especie. El mar de Timor separa las costas de esta isla de la costa norte de Australia. Tiene cerca de 400 millas marinas y su profundidad máxima supera los 3.000 metros. Es por ello que nuestros antepasados tuvieron que conocer perfectamente métodos relativamente complejos para la navegación en épocas tan remotas para colonizar Australia hace 50.000 años.

En 2011, la revista Science publicó un artículo liderado por Sue O´Connor (Universidad Nacional de Australia), en el que se describía el registro arqueológico del yacimiento de Jerimalai. Se clasificaron hasta 22 especies de peces pelágicos, destacando sobre todo los restos de atunes. También se localizaron anzuelos fabricados a partir de conchas de moluscos (derecha), de unos 20.000 años de antigüedad, que explicaban la capacidad de los antiguos miembros de nuestra especie para pescar en alta mar.

Aunque en yacimientos de especies como el Homo erectus o el Homo ergaster no se encuentren restos fósiles de peces, estoy convencido de que la pesca pudo formar parte del repertorio cultural de estas especies. Ya sabemos que el registro arqueológico tiene sus limitaciones y solo podemos trabajar con las evidencias. Así que nos quedaremos en el terreno de la especulación, aún sabiendo que el consumo de pescado es esencial en la construcción de un cerebro tan desarrollado como el de las especies del género Homo.

Volviendo a la isla de Timor y al yacimiento de Jerimalai, los expertos de la Universidad Nacional de Australia han vuelto a publicar hallazgos sorprendentes. Michelle Langley y sus colegas nos explican en la revista Journal of Human Evolution el descubrimiento de conchas del género Nautilus, trabajadas, perforadas y pintadas con el objetivo de constituir algún tipo de ornamento corporal. La pintura está muy deteriorada, pero se conservan restos de pigmento rojo, basado en ocre (óxidos de hierro) posiblemente emulsionados con algún tipo de resina.

Fragmentos de concha del género Nautilus, preparadas, perforadas y pintadas. Fuente: Journal of Human Evolution

Ya no sorprende el hecho de que nuestros antepasados se adornaran el cuerpo hace más de 50.000 años, como lo hicieron los neandertales. Se conocen muchas evidencias de la capacidad simbólica de los adornos corporales en el Pleistoceno Superior. El caso que nos ocupa es interesante por la rareza de adornos realizados a partir de una especie endémica de gran belleza ornamental por su concha anacarada. Pero lo más sorprendente, sin duda, es la capacidad de las antiguas poblaciones de nuestra especie para navegar en alta mar. La captura de miembros del género Nautilus, un molusco pelágico, precisa artilugios para su captura a más de 200 metros de profundidad.

Por cierto, resulta sorprendente que sus vecinos de la isla de Flores, con los que pudieron tener contacto (dada la proximidad de las dos islas), tuvieran un cerebro tan pequeños y hayan sido catalogados como una especie diferente a la nuestra.

Fuente: quo.es | 15 de noviembre de 2016

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