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Fuente: ABC.es | Pilar Quijada | 14 de mayo de 2013
¿Qué nos hace humanos? Una pregunta difícil de contestar, sobre todo teniendo en cuenta que sólo un pequeño porcentaje del genoma nos diferencia de nuestros parientes no humanos más próximos, los chimpancés. No hace mucho esa diferencia se estimó en un 1,24%, aunque investigaciones posteriores sostienen que podría ser hasta diez veces mayor, debido a los fragmentos de ADN repetidos que componen el material genético y tienen gran importancia. En cualquier caso, sea cual sea la cifra, las diferencias han de hallarse en el cerebro.
En mayo del año pasado, el neurocientíficos Antonio Damasio (izquierda), premio Príncipe de Asturias de Investigación, señalaba en una entrevista concedida a ABC que esas diferencias en el genoma con nuestros parientes más próximos, más que en la corteza cerebral deberían estar en las conexiones que se establecían entre ésta y las distintas partes de nuestro cerebro.
En este sentido, un trabajo publicado en el último número PNAS destaca que lo que nos hace humanos no reside tanto en el lóbulo frontal -la parte que se considera más evolucionada del cerebro, sede de facultades superiores de nuestra especie como la inteligencia- como hasta ahora se pensaba, sino en amplias redes que conectan diversas zonas.
“En un intento de definir lo que hace a los seres humanos cognitivamente diferentes de otras especies, los datos comparativos no proporcionan una justificación clara para un enfoque continuo en las funciones mediadas por las cortezas frontales de forma aislada”, señalan los investigadores en el artículo. Y lo justifican porque al parecer el tamaño de los lóbulos frontales exclusivamente no puede explicar las habilidades cognitivas superiores de los seres humanos y sugieren que otras áreas supuestamente más 'primitivas', como el cerebelo, fueron igualmente importantes en la expansión del cerebro. Estas áreas podrían jugar un papel inesperadamente importante en la cognición humana y sus trastornos asociados, como autismo y dislexia, apuntan.
Según sus hallazgos, “aunque el tamaño absoluto y proporcional de la región frontal aumentó rápidamente en los seres humanos, este cambio se correlaciona estrechamente con los correspondientes incrementos de tamaño en otras áreas y del total del cerebro. La búsqueda de la base neural de la singularidad cognitiva humana, por lo tanto, debe centrarse menos en los lóbulos frontales y más sobre las redes neuronales”.
Los autores del trabajo, pertenecientes a las universidades de Durham y Reading argumentan que los lóbulos frontales del cerebro no tienen en nuestra especie un tamaño desproporcionadamente mayor que otras áreas del cerebro y que muchas de nuestras habilidades de alto nivel las llevan a cabo redes más extensas que unen áreas diferentes del cerebro. Y sugieren que puede ser la estructura de estas redes extensas más que el tamaño de cualquier región del cerebro en particular lo fundamental para el funcionamiento cognitivo.
Robert Barton (izquierda), autor principal de la investigación, del Departamento de Antropología de la Universidad de Durham, señala que "probablemente la hipótesis más extendida acerca de cómo el cerebro humano ha evolucionado sostiene que el aumento de tamaño se concentró en los lóbulos frontales. Se cree que su expansión fue particularmente crucial para el desarrollo del lenguaje, el pensamiento y el comportamiento humano moderno, y que son nuestros abultados lóbulos frontales los que realmente nos hacen humanos. Nosotros mostramos, por el contrario, que estas estructuras tienen exactamente las dimensiones esperadas para un cerebro no humano del mismo tamaño que el nuestro”.
Y proponen una ruta alternativa para la especialización cognitiva basada en la “expansión coordinada de áreas funcionalmente y anatómicamente conectadas, incluyendo regiones corticales y no corticales. El neocórtex, cerebelo y los núcleos intermedios, por ejemplo, muestran una evolución estrechamente correlacionada en términos de número y volumen de neuronas, sugiriendo que la expansión selectiva de los sistemas córtico-cerebelares era una característica general de la evolución del cerebro de los primates”.
“La evolución de las regiones frontales como la corteza prefrontal puede entenderse mejor en términos de su participación en redes más distribuidas. La evidencia experimental implica tales redes distribuidas en las capacidades cognitivas exclusivamente humanas. El lenguaje, por ejemplo, esta soportado por redes distribuidas dentro y fuera de la corteza, incluyendo el cerebelo. Sugerimos que la selección natural amplió tales redes y que fue esto, en lugar del cambio de tamaño más localizado de regiones corticales frontales, lo que probablemente constituye la base de la especialización cognitiva humana”, concluyen en su artículo.
Para llegar a esta conclusión, los autores del artículo aparecido en PNAS, han analizado datos de estudios previos en distintas especies y humanos utilizando un método recientemente desarrollado para detectar cambios en las tasas de evolución, y encontraron que la tasa de cambio relativo en volumen de la corteza frontal a lo largo de la rama filogenética que conduce a los seres humanos no era nada especial y que otras ramas mostraban un ritmo de cambio significativamente más rápido, concluyendo que los lóbulos frontales no evolucionaron especialmente rápido a lo largo del linaje humano después de que se separara del linaje del chimpancé.
Anteriormente, se habían realizado diversos estudios para comprobar la superioridad en tamaño de los lóbulos frontales humanos en comparación con otros primates como los monos y simios, pero los resultados no habían sido concluyentes debido al uso de diferentes métodos y medidas.
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