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Miembros de la asamblea de pensionistas de Alderdi Eder en una fiesta reivindicativa en San Sebastián, en enero de 2020.
Un estudio de la Universitat Pompeu Fabra catalana aborda "la singularidad genética" de los vascos, y apunta a la "barrera de lenguaje" como "posible baluarte" que fomentó el aislamiento de la población ante los distintos eventos históricos que propiciaron los contactos con otras civilizaciones y, en consecuencia, la confluencia de culturas y lenguajes en el resto de la Península.
Se trata del primer estudio que explica el verdadero origen de una población cuya lengua, el euskera, no tiene relación alguna con ninguna indoeuropea. Hasta este jueves, se habían llevado a cabo numerosas investigaciones que señalaban la peculiaridad de los rasgos culturales y biológicos de los vascos, pero ninguna había podido ser precisada.
El estudio -impulsado por la Universitat Pompeu Fabra y publicado en la revista Current Biology- ha reunido a un equipo de investigación internacional para llevar a cabo el muestreo geográfico "más exhaustivo hasta el momento", con más de 600.000 marcadores genéticos a lo largo de todo el genoma por el ADN de los 1.970 individuos analizados (actuales y de épocas antiguas).
"Por primera vez se han realizado análisis locales y a gran escala a partir de datos del genoma completo que abarcan toda la región franco-cantábrica, combinando la frecuencia alélica y los métodos basados en el haplotipo", destacan en el estudio, liderado por David Comas (izquierda), investigador principal en la UPF y en el Instituto de Biología Evolutiva (IBE).
Los resultados del estudio -que ha contado con un equipo de lingüistas y genetistas- revelan que la barrera cultural de un lenguaje tan distinto como es el euskera "pudo promover el aislamiento de la población vasca ante los contactos poblacionales posteriores", como la influencia del imperio romano o la ocupación islámica de la península ibérica.
Y es que, según apuntan, los hallazgos demuestran una "clara diferenciación" de los vascos respecto a las poblaciones circundantes, así como una "fuerte heterogeneidad genética" muy relacionada con la geografía. Esta distinción, aseguran, "es el resultado de una continuidad genética" que se remonta a la Edad del Hierro, muy caracterizada por "periodos de aislamiento y falta de flujo genético reciente, que podría haberse visto reforzado por la barrera lingüística".
"El muestreo incluyó microrregiones dentro del País Vasco y también en las áreas circundantes", explica el primer autor del artículo, André Flores-Bello (derecha), en un comunicado del IBE. "De este modo, obtuvimos muestras de una región geográfica donde siempre se ha hablado euskera, otras donde históricamente se ha hablado pero se ha perdido, y regiones donde nunca se ha hablado", añade, en referencia a las 18 zonas de los actuales territorios español y francés de la región franco-cantábrica que se incluyeron en el estudio.
Tras comparar a la población vasca con otras poblaciones europeas actuales y con datos de ADN antiguo, concluyen que su composición genética es similar al resto de poblaciones de Europa Occidental, "pero presentan unas ligeras diferencias", mantenidas desde hace 2.500 años por no haberse mezclado tanto con otras poblaciones. "Por ejemplo, no encontramos influencia procedente del norte de África que sí se ve en la mayoría de poblaciones de la península ibérica ni tampoco se encuentra la huella de otras migraciones como la romanización", explica David Comas.
Representación con colores de la mezcla y estructura genética en el País Vasco; el verde simbolizando los vascos, y el azul y rojo la mezcla con las poblaciones circundantes.UPF/ André Flores-Bello.
Una vez confirmada su diferenciación, el siguiente paso fue determinar cómo de diferentes son entre ellos. Así, hallaron que, dentro del País Vasco, las poblaciones más próximas geográficamente presentaron más parecidos genéticos, básicamente por la historia que comparten. Además, observaron que las zonas periféricas habían recibido más influencias de otras poblaciones históricas que aquellas más centrales y, por tanto, más aisladas.
Pero lo que más les llamó la atención fue que observaron "mucha compartimentación" en una región extremadamente pequeña; algo poco habitual en áreas con tamaño reducido. Según señalan, lo más probable es que se debiera a los dialectos del euskera, que podrían haber surgido mucho antes de lo que se creía y haber constituido a la vez una barrera interna en el propio territorio, que no normalizó la lengua estándar (batua) hasta 1968 (y solo se utilizó ampliamente desde la década de 1980).
"Hasta ahora se pensaba que estos (los dialectos) se formaron a partir de la Edad Media, pero postulamos que pueden haber surgido mucho antes, y por eso se relacionan con la estructura genética", explica Comas.
En definitiva, el estudio abre la puerta a una línea de investigación mucho más concreta gracias al enfoque multidisciplinar que combina distintas áreas de conocimiento (historia, lingüística, genética) y permite potenciar una investigación más completa. "La gran cantidad de marcadores y muestras que empleamos junto a la sofisticación computacional nos permiten resolver cuestiones que hasta ahora no podíamos abordar y abren la puerta al conocimiento de la historia más local y más reciente de nuestra especie", concluye Comas.
Fuente: 20minutos.es | 25 de marzo de 2021
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Distribución geográfica de la región franco-cantábrica y áreas incluidas en el estudio
El mayor estudio realizado hasta la fecha, con muestras de ADN de casi 2.000 individuos actuales y de épocas antiguas, ha confirmado “la singularidad genética de los vascos” en Europa, según sus autores. La investigación, encabezada por el biólogo David Comas, ratifica que esa singularidad no se debe a un origen extraordinario, sino simplemente a un mayor aislamiento desde la Edad del Hierro, hace unos 2.500 años. “Los vascos no son marcianos”, subraya Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona.
El origen de los vascos apasiona a la comunidad científica desde el siglo XIX. El antropólogo francés Paul Broca se coló una noche de 1862 en el cementerio de Zarautz para robar cráneos con los que estudiar las presuntas peculiaridades de lo que entonces se consideraba una raza primitiva. Juan José Ibarretxe, presidente del Gobierno vasco hasta 2009, proclamaba que el pueblo vasco “tiene 7.000 años de existencia” para impulsar su proyecto separatista. Y el entonces presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Xabier Arzalluz, afirmaba en 2000 que los vascos eran “los más antiguos habitantes de Europa”, con “raíces propias” desde la prehistoria.
La lectura del genoma humano pinta un escenario muy diferente, según detalla el genetista vasco Íñigo Olalde (izquierda). Hace unos 7.000 años, grupos muy parecidos genéticamente a las poblaciones de agricultores y ganaderos neolíticos de Anatolia llegaron a la península ibérica y se mezclaron con sus habitantes, cazadores y recolectores del Mesolítico, la etapa anterior al Neolítico. Quedó una población con una ancestralidad que era un 80% neolítica y un 20% local mesolítica, según explica Olalde, cuyo equipo de la Universidad de Harvard (EE UU) reconstruyó en 2019 la historia genómica de la península ibérica.
Posteriormente, hace unos 4.500 años, empezaron a llegar grupos descendientes de la cultura yamna, los nómadas que abandonaron las estepas de la actual Rusia hace unos cinco milenios. Tras esa mezcla, la población resultante presentaba un 40% de esa ascendencia foránea y un 60% de lo que ya había antes. Ese es el sustrato genético común de todos los pueblos de la península ibérica, incluidos los vascos.
Olalde cree que el nuevo estudio -en el que no ha participado- confirma que los vascos son “distintos genéticamente” del resto de la península ibérica, pero no tanto. “Hace décadas se decía que los vascos eran la continuación de los cazadores-recolectores y luego se vio que era totalmente mentira. Luego se dijo que eran continuación de los neolíticos que vinieron después y también se ha visto que es falso”, explica el genetista.
Modelado del flujo genético potencial posterior a la Edad del Hierro en la península ibérica.
El nuevo estudio, publicado este jueves en la revista especializada Current Biology, sugiere que el lenguaje pudo actuar como una “barrera cultural” que facilitó el aislamiento de los vascos desde la Edad del Hierro —hace unos 2.500 años—, por ejemplo, durante las etapas de dominio romano o musulmán.
El grupo de David Comas ha analizado el ADN de 190 personas cuyos cuatro abuelos nacieron en la misma zona. Los resultados muestran diferentes repertorios genéticos incluso dentro del propio País Vasco, concentrados en pequeñas regiones que coinciden con la distribución histórica de los diversos dialectos del euskera. La hipótesis del equipo de Comas es que el lenguaje supuso una barrera para el contacto con los pueblos circundantes, pero también fue un obstáculo interno por la existencia de dialectos con “menor inteligibilidad mutua”. El actual euskera estándar, denominado batúa, no se estableció hasta 1968.
La historia de la genética vasca está plagada de resultados contradictorios. Uno de los coautores del nuevo estudio, Jaume Bertranpetit (izquierda), ya dirigió en 2010 otra investigación que llegó a la conclusión contraria: que los vascos no presentaban una singularidad genética. “Sin duda, nuestro trabajo anterior no está bien”, admite Bertranpetit, también del Instituto de Biología Evolutiva. Su grupo utilizó entonces técnicas de análisis genético que hoy son rudimentarias. “Hemos visto que la aproximación era demasiado poco fina para detectar diferencias pequeñas entre poblaciones”, explica.
La bióloga Ana María Aransay (derecha) lamenta la utilización política de los estudios genéticos. “A mí me interesan las poblaciones aisladas históricamente porque, por la endogamia, tienen variantes únicas de enfermedades. Hay un tipo de párkinson que, de hecho, tiene un nombre en euskera: el dardarín. La política me interesa cero”, señala Aransay, del centro de investigación biomédica CIC bioGUNE, en Derio (Vizcaya). El equipo de la bióloga respondió en 2010 a Bertranpetit con otro estudio que aseguraba que sí había una singularidad genética vasca.
La bióloga mexicana Cristina Valdiosera (izquierda) de la Universidad de Burgos, ya mostró en 2015 que los vascos no son tan antiguos como se pensaba. Su investigación rebajó su presunta antigüedad a unos 5.000 años. El equipo de Íñigo Olalde, en Harvard, la disminuyó todavía más en 2019, hasta llegar a esos 2.000 o 2.500 años que ahora confirma el estudio de David Comas.
Valdiosera lo resume así: “El resto de poblaciones ibéricas comienzan a diferenciarse de las poblaciones vascas a partir de la Edad del Hierro porque empiezan a tener influencias genéticas de otras poblaciones, como las musulmanas o las romanas. Son los vascos los que se congelan en el tiempo”.
David Comas, nacido en Barcelona en 1969, ya dedicó parte de su tesis doctoral en los años 90 a la genética de los vascos. Lleva más de dos décadas viendo cómo sus investigaciones se utilizan políticamente, desde todos los bandos. “Las diferencias que observamos se pueden magnificar o minimizar. El titular de la noticia puede ser que hay una singularidad genética de los vascos, que los vascos son distintos, pero también se puede destacar que el sustrato genético es el mismo que el del resto de la península ibérica, que los vascos son iguales”, bromea Comas.
Fuente: elpais.com | 25 de marzo de 2021
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