Las tumbas megalíticas en la Europa occidental y septentrional estaban vinculadas a una sociedad afín

Tumba en Primerose, Irlanda. El equipo encontró una representación excesiva de hombres en comparación con las mujeres en las tumbas megalíticas de las Islas Británicas.

En un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un equipo de investigación internacional liderado por la Universidad de Uppsala (Suecia) descubrió relaciones de parentesco entre individuos de la Edad de Piedra enterrados en tumbas megalíticas de Irlanda y Suecia. Las relaciones familiares se han podido rastrear durante más de 10 generaciones, y las mismas sugieren que determinados monumentos megalíticos eran tumbas para grupos de parientes en el noroeste de Europa durante la Edad de Piedra.

La agricultura se extendió con emigrantes procedentes del Creciente Fértil hacia Europa alrededor del año 9.000 a.C., alcanzando el noroeste del continente europeo en el 4.000 a.C. Alrededor del 4.500 a.C., surgió un nuevo fenómeno de construcción de monumentos megalíticos, en particular referido a prácticas funerarias, que afectó a  todo lo largo de la fachada atlántica. Estas construcciones han sido enigmáticas para la comunidad científica, y el origen y estructura social de los grupos que las erigieron han sido en gran parte desconocidos.

El equipo internacional de investigación ha secuenciado y analizado los genomas de los restos humanos de 24 individuos de Irlanda, Escocia y la isla báltica de Gotland, en Suecia, hallados en  cinco enterramientos megalíticos que están dentro de la tradición generalizada de este tipo de construcción en el norte y el oeste de Europa.

 Tales restos fueron datados mediante radiocarbono entre 3.800 y 2.600 a.C. Tras extraer el ADN de huesos y dientes para secuenciar sus genomas, el equipo comparó los datos con la variación genética de grupos de la Edad de Piedra y gentes de otras partes de Europa, dando como resultado que los individuos megalíticos estaban estrechamente relacionados con los agricultores neolíticos del norte y oeste de Europa, y también con algunos grupos de Iberia, pero, a su vez, menos relacionados con grupos de agricultores de Europa central.

Mapa de Europa con enclaves de entierramientos megalíticos (cuadrados rojos) y enclaves no megalíticos (círculos rojos) analizados en el estudio, y datos comparativos publicados de sitios megalíticos (cuadrados negros) secuenciados hasta la fecha en Europa (Conjunto de datos S1.3 ). El intervalo de fechas representa el 95% de las muestras disponibles de estos enclaves, excepto para La Mina, en España. El sombreado azul representa la distribución estimada de los entierros megalíticos tempranos. El tipo de cursiva en negrita indica las fechas (IC 95%) estimadas para el inicio de los dolmenes y las tumbas de corredor, según las muestras de estos contextos. El texto regular indica el intervalo de tiempo asociado con el material cultural más antiguo de los megalitos. 

Continuidad paterna a través del tiempo

Al mismo tiempo, el equipo de investigación descubrió que había una representación excesiva de hombres en comparación con las mujeres en las tumbas megalíticas de las Islas Británicas.

"Hemos encontrado una continuidad paterna a través del tiempo, con los mismos haplotipos del cromosoma Y, los cuales se repiten una y otra vez", dice la arqueogenetista Helena Malmström (izquierda), de la Universidad de Uppsala y coautora del estudio. "Sin embargo, los miembros femeninos de la familia no fueron excluidos de los entierros megalíticos, ya que tres de las seis relaciones de parentesco halladas involucran a mujeres".

Los datos genéticos muestran relaciones cercanas entre los individuos enterrados dentro de los megalitos. Se descubrió una posible relación entre padres e hijos en individuos de una tumba en Listhogil, en el enclave de Carrowmore, y en la tumba 1 de Primrose Grange, a unos dos kilómetros de distancia unos de otros. "Esto fue una sorpresa. Parece que estas sociedades neolíticas estaban muy unidas, con relaciones de parentesco muy cercanas en los sitios de enterramiento", dice el genetista de poblaciones Federico Sánchez-Quinto (derecha), de la Universidad de Uppsala y co-primer firmante del estudio.

Dolmen de Ansarve. Isla de Gotland. Foto: Magdalena Fraser.

La tumba de Ansarve fue utilizada por distintos grupos


El enclave de Ansarve, en la isla de Gotland en el Mar Báltico, está situado en un área donde había mayoría de cazadores-recolectores en aquellos tiempos. "Las personas enterradas en la tumba de Ansarve son notablemente diferentes a nivel genético en comparación con individuos contemporáneos excavados en contextos de cazadores-recolectores, lo que demuestra que la tradición de entierro en esta tumba megalítica, que duró más de 700 años, fue realizada por grupos distintos con raíces en la expansión neolítica europea", dice la arqueóloga Magdalena Fraser (izquierda), de la Universidad de Uppsala y co-autora del estudio.

Dolmen en Carrowmore, Irlanda. Foto: Göran Burenhult.

"Hemos encontrado linajes paternos distintos entre las gentes megalíticas, con una representación excesiva de los hombres en algunas tumbas, y las relaciones de parentesco apuntan claramente a individuos que son parte de un segmento patrilineal de la sociedad, en lugar de representar una muestra aleatoria de una gran comunidad de agricultores neolíticos", dice Mattias Jakobsson, genetista de poblaciones en la Universidad de Uppsala y autor principal del estudio.

"Nuestra investigación demuestra el potencial que tiene la arqueogenética no solo para revelar migraciones a gran escala, sino también para informar sobre las sociedades de la Edad de Piedra y el papel de los fenómenos particulares en aquellos tiempos como son los fenómenos megalíticos", dice Federico Sánchez-Quinto.

"No obstante, los patrones que observamos podrían ser exclusivos de los enterramientos de Primrose, Carrowmore y Ansarve, y se necesitan estudios futuros de otros enclaves megalíticos para determinar si se trata de un patrón general en este tipo de enterramientos", dice el osteoarqueólogo Jan Storå (izquierda), de la Universidad de Estocolmo.

Fuente: Universidad de Uppsala | 16 de abril de 2019

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