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Ronald J. Clarke (en el centro) presentado al mundo, en diciembre de 2017, del esqueleto casi completo de 'Little Foot', un Australopithecus de 3,7 millones de años de antigüedad.
Corría el año 1994 cuando el antropólogo sudafricano Ronald J. Clarke encontró unos fragmentos de huesos del pie en el yacimiento de Sterkfontein (dentro de la llamada «Cuna de la Humanidad», en Sudáfrica). Al estudiarlos, se dio cuenta de que pertenecían a un homínido englobado dentro del género Australopithecus, lo que le convertía en nuestro antepasado. Sucesivas investigaciones encontraron más partes del esqueleto, conocido por el nombre de Little Foot, refutando la idea de que se trataba, efectivamente, de un antepasado del hombre. En 1998 se anunció a la prensa el hallazgo de los restos esqueléticos de australopiteco más completo del mundo, incluso más que el de la famosa Lucy. Pero un descubrimiento tan importante no podía estar exento de polémica y ahora, más de 20 años después, es el centro de una importante «pelea» entre científicos.
El género Australopithecus, una especie de primates que ya caminaban sobre dos patas y que vivieron en África hace alrededor de 2 millones de años, abarca a muchas especies que incluso llegaron a convivir juntas, como la A. afarensis (la especie de «Lucy») o la A. africanus. De hecho, muchas investigaciones apuntaban a que Little Foot pertenecía a la última. Sin embargo, Clarke siempre ha sostenido que se trata de una nueva especie de homínido sin registrar, el A. prometheus. Ahora, una batería de nuevos estudios vendrían a reafirmar esta última teoría, además de otros hechos como que se trata de una hembra anciana o que en su juventud tuvo una caída por la que se fracturó una extremidad.
Paleoantropólogos recuperando a Little Foot de una roca dentro del sistema de cuevas de Sterkfontein, Sudáfrica. Crédito: Patrick Landmann / Science Photo Library
«Hay muchas, muchas diferencias; no solo en el cráneo sino también en el resto del esqueleto», afirma Clark (izquierda) a New Scientist, primer medio en hacerse eco de los varios estudios que se están haciendo públicos estos días. El investigador asegura que Little Foot tendría una cara más plana que el A. Africanus, así como una mayor separación entre los caninos superiores y los incisivos. Además, Clarke está convencido de que la dieta del homínido encontrado en Sterkfontein era básicamente vegetal, mientras que la del A. Africanus habría sido más omnívora.
En esta línea apuntan los estudios aún sin revisar del equipo de Clarke, que afirman que Little Foot en realidad era una mujer anciana de unos 130 centímetros de altura, algo más grande que la media. Por otro lado, un estudio dirigido por Travis Pickering (derecha), de la Universidad de Wisconsin-Madison, revelaría que Little Foot tenía una lesión en el brazo. a causa de una caída en su juventud.
Y un tercer estudio liderado por Robin Cropmton (izquierda), biólogo de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), se centra en la forma de caminar de este homínido, que ya tenía las extremidades inferiores más largas que los brazos lo que le permitía una zancada mayor.
Por otro lado, se señala que Little Foot no habría sido tan bueno como nosotros cargando objetos, aunque aún conservaba destreza para trepar a los árboles. Un artículo adicional, basado en el estudio de los estratos donde fue encontrado el esqueleto, apoya la teoría de que este fósil tiene 3,67 millones de años de edad.
El hecho de que todos estos estudios se hayan hecho públicos antes de su revisión responde a la disputa científica entre el propio Clarke y el paleontropólogo estadounidense Lee Berger (derecha). Berger es el responsable del descubrimiento de dos nuevas especies de homínidos: Homo naledi y Australopithecus sediba. Con el objeto de encontrar relación entre estas dos especies, en 2016 pidió permiso para examinar a Little Foot, pero la solicitud fue retrasada porque Clarke seguía estudiando el esqueleto.
«Nos dijeron, al menos desde 2008, que habría publicaciones inminentes sobre Little Foot», explica Berger a New Scientist, asegurando que por ello creyeron que los estudios de Clarke estaban casi completos. Sin embargo, Clarke alega que Berger quiere arrebatarle su objeto de estudio desde hace tiempo. «Ha estado intentando hacerse con el asunto desde el momento en que lo encontré», critica.
Al final, en 2017 se le concedió el permiso a Berger, aunque se le instó a no publicar nada antes del 30 de noviembre de 2018, para no pisar los hallazgos de Clarke. Pocos días después del vencimiento de la fecha se ha producido la publicación en bioRxiv de estos cuatro estudios -sin verificar- que respaldan la teoría de Clarke. De hecho, estaba previsto que tres de estas investigaciones aparecieran en un número especial de la revista «Journal of Human Evolution» y un cuarto en otra publicación.
Y en el centro, Little Foot, que no es un fósil cualquiera. Se trata del esqueleto recuperado más completo de Australopithecus, un 90% respecto del 40% de Lucy. «Es casi un milagro que haya salido intacto», afirma para Nature Robin Crompton. ¿Estamos quizá ante un nuevo eslabón de la historia del ser humano? Little Foot parece reservar aún muchos secretos.
Fuente: abc.es | 8 de diciembre de 2018
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El cerebro de Little Foot era mitad simio y mitad humano
El cerebro de uno de los individuos más antiguos de Australopithecus que se haya encontrado era un poco parecido a un simio y otro poco a un humano.
En un nuevo estudio, los investigadores escanearon el interior de un cráneo muy raro, casi completo, de este antiguo ancestro homínido. Los homínidos incluyen a los humanos modernos ya extintos y a todos sus ancestros directos, incluido los Australopithecus, los cuales vivieron hace entre unos 4 y 2 millones de años en África, y los humanos primitivos del género Homo, quienes evolucionaron, eventualmente, a partir de estos antepasados Australopithecus.
El cerebro humano moderno le debe mucho a tales antepasados pequeños y peludos, pero sabemos muy poco acerca de sus cerebros, dijo Amélie Beaudet (izquierda), paleontóloga de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica.
Entre simio y humano
Beaudet y sus colegas utilizaron la tomografía microcomputerizada (micro-CT), una versión muy sensible del mismo tipo de tecnología que un cirujano podría usar para escanear una rodilla lesionada. Con esta herramienta, los investigadores reconstruyeron el interior del cráneo del Australopithecus denominado Little Foot.
El cráneo de Little Foot, que se encontró casi intacto hace dos décadas en las cuevas de Sterkfontein, cerca de Johannesburgo, y tiene una antigüedad de 3,67 millones de años, se halla entre los más antiguos de todos los Australopithecus jamás encontrados. Los descubridores del mismo creen que puede pertenecer a una especie completamente nueva de Australopithecus (Australopithecus prometeus), informa Live Science.
Con la micro-CT, el equipo de investigación pudo ver huellas muy finas donde una vez estuvo el cerebro dentro del cráneo de Little Foot, incluido un registro de las vías venosas y las arterias, dijo Beaudet a Live Science. Usar el cráneo para inferir la forma del cerebro de esta manera se denomina hacer un endocasto.
Representación virtual del endocasto del cerebro de 'Little Foot'. Crédito: M. Lotter y RJ Clarke / Wits University
"Esperaba algo muy similar a los endocastos que conocíamos de otros Australopithecus, pero 'Little Foot' resultó ser un poco diferente, de acuerdo con su gran antigüedad", dijo Beaudet.
Los chimpancés y los humanos de hoy en día comparten un ancestro más antiguo que Little Foot: un simio extinto de hace mucho tiempo que dio origen a ambos linajes. El cerebro de Little Foot se parece mucho al que tendría este ancestro, dijo Beaudet, es decir, es más parecido al de un simio que al de un humano. La corteza visual de Little Foot, en particular, absorbió una mayor proporción en su cerebro que en un cerebro humano.
En los seres humanos, dijo Beaudet, la corteza visual ha sido apartada para acomodar la expansión de la corteza parietal, un área que está involucrada en actividades complejas como la fabricación de herramientas.
Cambiando cerebros
Los investigadores encontraron que el cerebro de Little Foot era asimétrico, con protuberancias ligeramente diferentes en cada lado. Esta es una característica compartida tanto por los humanos como por los simios, y probablemente indica que los Australopithecus tuvieron una lateralización cerebral, lo que significa que las dos partes de su cerebro desempeñaban funciones diferentes El hallazgo implica que la lateralización del cerebro evolucionó muy tempranamente en el linaje de los primates.
El cerebro de Little Foot es diferente de los especímenes posteriores de Australopithecus, afirma Beaudet. La corteza visual, en particular, era más grande en comparación con los cerebros de Australopithecus posteriores. Estas diferencias sugieren que la evolución del cerebro fue un proceso gradual, el cual se va ajustado en su totalidad.
Los hallazgos aparecerán publicados en un número especial sobre Little Foot que se publicará en el Journal of Human Evolution.
Fuente: livescience.com | 20 de diciembre de 2018
Los científicos descubrieron que los canales de Little Foot eran claramente 'simios' y tenían un parecido sorprendente con los de los chimpancés
Representación virtual del oído interno de 'Little Foot'. Credito: Wits University. Foto del cráneo original. M. Lotter and R.J. Clarke.
Las exploraciones de Microtomografía Computarizada (MicroCT) del Australopithecus de 3,67 millones de años atrás, conocido como Little Foot, han arrojado algo de luz sobre cómo vivía y se comportaba.
El oído interno de los homínidos tiene el potencial de proporcionar información valiosa sobre cómo se movían, cuáles eran sus capacidades auditivas y cómo la evolución de la especies se relaciona unas con otras.
Con base a los escáneres de MicroCT realizados en el Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand (Sudáfrica), un equipo de científicos, dirigidos por los profesores Ronald Clarke y Amélie Baudet, ha podido extraer virtualmente el oído interno de Little Foot, hallado en las cuevas de Sterkfontein, en Sudáfrica. El trabajo de investigación ha sido publicado en Journal of Human Evolution.
El oído interno de Little Foot se comparó con otros 17 especímenes de homínidos hallados en Sterkfontein, Swartkrans y Makapansgat (Sudáfrica) pertenecientes a los géneros Australopithecus, Paranthropus y Homo, los cuales datan de hace entre 3 y 1,8 millones de años, así como con 10 chimpancés y 10 humanos modernos.
En general, puede decirse que el oído interno de Little Foot tiene características similares a las de los simios y a las de los humanos, pues el análisis de los canales de su oído interno y de la cóclea dan resultados diferentes.
Los canales semicirculares en Little Foot son distintos tanto de los humanos modernos como de los Paranthropus, un género de homínido extinto que vivió al mismo tiempo que los primeros humanos. Los canales del Paranthropus tienen una forma muy específica que no comparte con ninguno de los especímenes fósiles.
"En contraste, encontramos que los canales del oído interno de 'Little Foot' están más cerca de los de los chimpancés", dice Beaudet. "Se diferencian de los canales del oído interno de los humanos modernos en que éstos evolucionaron para actividades únicas como es el correr".
Los científicos descubrieron que los canales auditivos de Little Foot eran claramente 'simios' y tenían un parecido sorprendente con los de los chimpancés.
El estudio también demuestra una gran diversidad en la forma de los canales del oído interno de las distintas especies de Australopithecus, lo que podría sugerir un alto grado de variación en el comportamiento locomotor de este grupo.
"Nuestro análisis del oído interno podría ser compatible con la hipótesis de que los especímenes de 'Little Foot', y 'Australopithecus' en general, caminaban con dos piernas sobre el suelo, pero también pasaban algún tiempo en los árboles", dice Beaudet.
Por otro lado, la cóclea de Little Foot, una parte del oído con forma de caracol que recibe sonidos en forma de vibraciones, es bastante similar a otras muestras de Australopithecus analizadas en el estudio y al Paranthropus, pero difiere de las muestras fósiles de especímenes Homo.
"Este órgano está relacionado con la percepción del sonido y con factores ecológicos como la dieta, el hábitat o la comunicación, lo que significa que 'Little Foot' difería en este aspecto de los primeros miembros de nuestro propio género 'Homo', y ello implica que hay también, consecuentemente, alguna diferencia en el comportamiento", dice Beaudet.
La dimensión y forma de la cóclea están relacionadas con el rango de frecuencias que puede detectar una especie. La forma de la cóclea de las muestras fósiles de Homo es compatible con un límite de audición de baja frecuencia. Este no es el caso de los Australopithecus, incluido Little Foot, ni de los Paranthropus.
"En este momento, aún no estamos seguros de lo que esto significa. Puede ser que las primeras especies del género 'Homo' tuvieron que ampliar su rango de frecuencias para adaptarse a un entorno diferente o incluso para comunicarse entre sí. Realmente no lo sabemos".
De todas las comparaciones de Little Foot llevadas a cabo con otras muestras fósiles, la mayor similitud del patrón general del oído interno se halló con una que fue hallada en la Caverna Jacovec, dentro del sistema de Cuevas de Sterkfontein, y que es de una antigüedad similar a la de Little Foot.
"Tener un punto de referencia, como es la comparación de 'Little Foot' con el espécimen de Jacovec, es importante en orden a detectar qué rasgos son específicos de los humanos y si éstos evolucionaron con características diferentes. Con este estudio ahora podemos saber qué es específico para el género Homo y para los Paranthropus, y cuándo estas características surgieron en el registro fósil", dice Beaudet.
Fuente: phys.org | 9 de enero de 2019
Australopithecus prometheus: el regreso
En 1948, Raymond Dart propuso de manera informal la especie Australopithecus prometheus para incluir varios restos de homininos encontrados en los yacimientos de Makapansgat y Sterkfontein, en Sudáfrica. El nombre no tuvo mucho eco en la comunidad científica y Dart nunca definió de manera formal esta especie. Cuando esto sucede, los nombres de las especies suelen quedar en el olvido como meras anécdotas de la historia de la ciencia.
Pero en ocasiones, estos nombres vuelven a ser utilizados por científicos de manera formal. Fue el caso de la especie Homo heildebergensis, sobre la que he escrito varias veces en este mismo blog. Ahora es el turno de Australopithecus prometheus, que quiere volver a la escena de la mano del paleoantropólogo Ronald Clarke, de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo (Sudáfrica). En 1994, este investigador estuvo revolviendo entre huesos fosilizados medio olvidados en algún viejo armario de su Departamento. Clarke descubrió varios restos de pie que le parecieron de algún miembro de nuestra genealogía. Este hallazgo no resulta extraño en una Universidad que conserva los restos de docenas de excavaciones realizadas durante años en yacimientos localizados a 50 kilómetros de la ciudad, en la región denominada “la Cuna de la Humanidad” y catalogada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad desde 1999. En la actualidad, la mayoría de las excavaciones cuentan con especialistas a los que no se les escapa nada. Pero en la década de 1930-1960 se hacía lo que se podía con pocos recursos y personal poco especializado.
Clarke catalogó los restos como Stw 573, puesto que habían sido hallados en el yacimiento de la cueva de Sterkfontein. Por su pequeño tamaño, fueron cariñosamente apodados como “Little foot” (en contraposición a la vieja leyenda de Big Foot). Así quedó la cosa, hasta que en 1997 Clarke encontró en los cajones un fragmento de tibia humano, que podía encajar con los fósiles de Stw 573. Con este nuevo hallazgo de laboratorio, Clarke decidió enviar a dos de sus colaboradores para investigar en la cueva. El resultado no pudo ser más impresionante, porque poco a poco se fue encontrando el que podría ser el esqueleto más completo de un ejemplar de Australopithecus.
El Profesor Ronald Clarke obteniendo el cráneo de Little Foot en el yacimiento de la cueva de Sterktontein.
Clarke y sus técnicos localizaron los restos del cráneo y del resto de esqueleto (ver post de 28 de abril de 2015 en este mismo blog). La extracción de los fósiles ha sido muy complicada, porque los mismos están cubiertos por una capa de carbonato cristalizado, formado por la disolución de la roca caliza de la cueva. Los expertos han realizado un trabajo delicado para extraer el esqueleto, que requiere mucha habilidad y una paciencia extrema. Aunque la datación de los yacimientos en cueva siempre es compleja, se pudo averiguar que el fósil de Little Foot tiene unos 3,67 millones de años de antigüedad. Esta cifra es mayor que la estimada para Australopithecus africanus y coincide con la de los Australopithecus más antiguos del este de África (Australopithecus afarensis). Para ser precisos, la antigüedad de Little Foot es casi medio millón de años anterior a la de Lucy.
Ronald Clarke ha decidido enviar sus primeras impresiones a la revista BioRxiv, que está accesible on-line para cualquier persona interesada. Promete trabajos detallados de todas las partes anatómicas de Little Foot, que se publicarán en un número monográfico de una revista especializada. Esperaremos con interés esos estudios detallados.
Little Foot pudo pertenecer a una hembra, de acuerdo con sus descubridores, que medía unos 130 centímetros de estatura. Por supuesto, caminaba perfectamente erguida, porque su pelvis era como la nuestra. Además, sus piernas eran más largas que sus brazos; es decir, las proporciones corporales eran muy similares a las de Homo sapiens y no como las de otros Australopithecus, de piernas cortas y brazos largos. ¿Es posible que Little Foot vuelva a poner de moda el estudio de los Australopithecus? Estoy convencido de que así será, porque su estudio abrirá muchos interrogantes y cuestionará varias hipótesis. Es más, el nombre elegido por Ronald Clarke para Little Foot, Australopithecus prometheus, ya ha despertado recelos entre sus colegas. ¿Por qué resucitar viejos fantasmas del pasado? ¿Por qué no buscar un nombre nuevo, como sugiere el paleoantropólogo Lee Berger? Ronald Clarke tendrá sus razones. Por el momento, daremos la bienvenida a un nuevo miembro de la familia humana, que se cubría de polvo olvidado en los cajones de una universidad de Sudáfrica.
Fuente: quo.es | 31 de enero de 2019
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