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Cráneo fosilizado de Australopithecus sediba y modelo de un mordisco simulado en sus premolares. Los colores «cálidos» indican las regiones de alta tensión, y los «fríos», los de baja tensión - Brett Eloff /Lee Berger / Universidad de Witwatersrand.
Fuente: lainformacion.com | 8 de febrero de 2016
Una investigación publicada en 2012 atrajo la atención internacional al sugerir que un posible ancestro humano temprano había vivido con una diversa dieta de árboles, que incluía alimentos duros mezclados con corteza de los árboles, frutos, hojas y otros productos vegetales. Pero una nueva investigación de un equipo internacional muestra que el Australopithecus sediba no tenía la mandíbula y la estructura dental necesaria para comer constantemente alimentos duros.
"El 'Australopithecus sediba' es considerado por algunos investigadores que está cerca de la estirpe de 'Homo', el grupo al que pertenece nuestra especie", añade Justin Ledogar (izquierda), exestudiante graduado y ahora investigador en la Universidad de Nueva Inglaterra, en Australia. "Nos encontramos con que 'A. sediba' presentaba una importante limitación de su capacidad para morder con fuerza, si hubiera mordido algo tan fuerte como hubiera podido con sus dientes molares utilizando toda la fuerza de sus músculos de masticación, se habría dislocado la mandíbula", indica.
El estudio, publicado este lunes en la revista Nature Communications, describe las pruebas biomecánicas de un modelo basado en el ordenador de un cráneo de Australopithecus sediba.
Foto: Aspecto de la placa dental de los dientes del Australopithecus sediba. Imagen cortesía de Amanda Henry
El modelo se centra en un cráneo fósil recuperado en 2008 de Malapa, una cueva cerca de Johannesburgo, Sudáfrica, y los métodos biomecánicos empleados son similares a los utilizados por los ingenieros para probar si aviones, automóviles, piezas de máquinas u otros dispositivos mecánicos, son lo suficientemente fuertes para evitar la rotura durante su uso.
El Australopithecus sediba, una especie pre-humana diminuta que vivió hace unos dos millones de años en el sur de África, se ha señalado como un posible ancestro o pariente cercano del género Homo. Los australopitecinos aparecen en el registro fósil hace unos cuatro millones de años y aunque tienen algunos rasgos humanos como la capacidad de caminar erguidos sobre dos piernas, la mayoría carece de otras características típicamente humanas, como un cerebro grande, caras planas con pequeñas mandíbulas y dientes, y un uso avanzado de herramientas.
Es casi seguro que los seres humanos del género Homo descienden de un ancestro australopitecino y Australopithecus sediba es un candidato a ser ese ancestro o algo similar. El nuevo estudio no aborda directamente si el Australopithecus sediba es el pariente evolutivo más cercano de los primeros Homo, sino que proporciona más evidencia de que cambios en la dieta fueron dando forma a las trayectorias evolutivas de los primeros seres humanos.
Distintas líneas de evolución
"Los seres humanos también tienen esta limitación al morder con fuerza y sospechamos que los primeros 'Homo' la tenían, pero, sin embargo, los otros australopitecinos que hemos examinado no son tan limitados en este sentido", detalla Ledogar. "Esto significa que aunque algunas poblaciones de australopitecinos fueron desarrollando adaptaciones para maximizar su capacidad de morder con fuerza, otras (incluyendo a 'Australopithecus sediba') fueron evolucionando en la dirección opuesta", agrega.
"Algunos de estos, en última instancia, dieron lugar al género 'Homo'", puntualiza David Strait (izquierda), antropólogo de la Universidad de Washington. "Por lo tanto, la clave para entender el origen de nuestro género es darse cuenta de que los factores ecológicos deben haber alterado los comportamientos de alimentación y las dietas de los australopitecinos. La dieta es probable que haya desempeñado un papel clave en el origen del género Homo", explica.
"Nuestro estudio proporciona una muy buena demostración de la diferencia entre la reconstrucción de los comportamientos de los animales extintos y la comprensión de sus adaptaciones", declara Strait. El examen microscópico de los daños en las superficies de los dientes de Australopithecus sediba ha llevado a la conclusión de que los dos individuos conocidos de esta especie deben haber comido alimentos duros, poco antes de morir.
"Esto nos da información acerca de su comportamiento alimenticio, pero se necesita una habilidad para morder con fuerza y comer alimentos duros como nueces o semillas. Esto nos dice que a pesar de que 'Australopithecus sediba' podría haber sido capaz de comer algunos alimentos duros, es muy poco probable que se hubiera adaptado a comerlos".
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La especie Australopithecus sediba fue nombrada en 2010 por el paleoantropólogo Lee R. Berger (Universidad de Witwatersrand, Sudçafica) y sus colaboradores en la revista Science. El primer hallazgo se produjo en 2008 en la localidad de Malapa (Sudáfrica) y fue protagonizado por el hijo de Lee, Matthiew Berger, que en agosto de ese año contaba con 12 años. La antigüedad de la especie fue estimada empleando el método de los núclidos cosmogénicos. Los resultados arrojaron un rango temporal de entre 1,75 y 1,95 millones de años. Habida cuenta de su morfología, Berger y sus colegas propusieron que esta especie pudo haber sido antecesora de la primera especie del género Homo.
El holotipo de Australopithecus sediba está representado por un esqueleto parcial de un individuo inmaduro, MH1, cuyo segundo molar definitivo empezaba a ser funcional en el momento de su muerte. Sabiendo que los australopitecinos tenían un desarrollo dental muy similar al de los simios antropoideos, la edad de muerte de este individuo rondaría los siete años.
Sobre este hallazgo y el estudio de todos los restos de esta especie encontrados durante varios años escribí un post en el 14 de mayo de 2013, tras la publicación en la revista Science de varios artículos descriptivos de las diferentes partes esqueléticos. En ese post reflexioné sobre la posición filogénetica de la especie, considerando la antigüedad de las diferentes especies del género Homo. En particular, cité los hallazgos en el yacimiento de Dmanisi, donde los ejemplares recuperados tienen aproximadamente la misma antigüedad que Australopithecus sediba, pero su morfología no deja dudas sobre su pertenencia a una especie avanzada del género Homo. Aunque los restos de Malapa fueran algo así como el punto final de una estirpe sudafricana del género Australopithecus, resulta complicado relacionarlos con las demás especies del género Homo, encontradas en el este de África y en Europa.
Los paleoantropólogos William Kimbel y Yoel Rak (Universidad de Arzona, USA y Universidad de Tel Aviv, Israel, respectivamente) tienen una opinión similar y muestran sus dudas en un artículo recién publicado en la revista Journal of Human Evolution. Si la primera evidencia del género Homo se encuentra realmente en el este de África y cuenta con una antigüedad de 2,8 millones de años (mandíbula de Ledi-Geraru, Etiopía), es muy complicado proponer una línea directa de Australopithecus sediba hacia el género Homo.
Los esqueletos más completos hallados en Malapa (Sudáfrica). Izquierda: MH2, esqueleto de una hembra adulta. Derecha: MH1, el esqueleto del niño "Karabo". Fotos cortesía de Lee Berger y la Universidad de Witwatersrand.
Ciertamente, el aspecto del ejemplar MH1 resulta menos “primitivo” que otros ejemplares del género Australopithecus. La edad geológica de los fósiles de Malapa, en torno a los dos millones de años, podría ser la respuesta a su aparente modernidad. Esa presunta estirpe tan longeva de Australopithecus podría haber permanecido sin cambios morfológicos durante un par de millones de años, dando lugar en algún momento de su historia evolutiva a la estirpe de especies del género Homo. La verdad es que esta hipótesis tiene demasiados supuestos, cuando en ciencia deben buscarse soluciones sencillas (parsimoniosas) a problemas complejos.
Kimbel y Rak han estudiado el crecimiento del cráneo de chimpancés, gorilas y humanos modernos, observando los cambios que se producen a medida que los dientes van apareciendo en la cavidad bucal. El esqueleto facial crece en tamaño y se configura hasta alcanzar su madurez una vez que el tercer molar es funcional. EL ejemplar MH1 tendría unos siete años y aún le faltaban aproximadamente unos cuatro años para la erupción del tercer molar. La comparación del crecimientos de chimpancés, gorilas y Homo sapiens sugiere que el individuo MH1 habría llegado a tener un aspecto muy similar al de los adultos de Australopithecus africanus encontrados también en Sudáfrica. Esta especie vivió en el sur de África hace entre tres y dos millones de años, por lo que su relación con Australopithecus sediba cabe dentro de lo posible.
Kimbel y Rak consideran, por tanto, que la posible relación de Australopithecus sedibacon el género Homo a través de un linaje desconocido es una hipótesis muy aventurada. Estoy totalmente de acuerdo y sigo expresando las mismas dudas que ya expuse en 2013. Todo ello, sin dejar de reconocer que el hallazgo en Malapa ha sido uno de los grandes descubrimientos del siglo XXI.
Fuente: quo.es | 31 de octubre de 2017
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