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El paleontólogo Yves Coppens - INÉS BAUCELLS
En 1974, Yves Coppens (Vannes, 1934) fue uno de los tres descubridores de Lucy, la célebre australopithecus afariensis, que entre resonancias de los Beatles y guiños a la cultura pop, permitió atar un nuevo cabo en la evolución humana y marcó todo un hito en paleoantropología: ahí estaba, con sus 3,2 millones de años y sus 52 huesos, señalando el momento más o menos exacto en el que los homínidos empezaron a alzarse sobre sus pies.
Un hallazgo que, más de cuatro décadas después, acompaña (por no decir que persigue) al paleontólogo francés allá donde vaya, ya sea en las rondas promocionales de su reciente autobiografía científica, «Origines de l’Homme, origines d’un homme : Mémoires», o en su visita a Barcelona, adonde ha viajado para participar como jurado del primer Premio Nacional de Paleontología y Arqueología auspiciado la Fundación Palarq.
«Lucy está ahí todo el tiempo, sí, pero antes de Lucy yo ya había empezado a trabajar en África en los años sesenta. Mi primer fósil es de 1961. Después de eso, en 1967 en Etiopía, encontré otro homínido. Lucy llegó en el 74. Y después vinieron otros tres homínidos. A veces parece que no haya hecho nada aparte de Lucy, aunque sí que es verdad que fue un descubrimiento muy importante», destaca Coppens.
-¿Pero diría que fue el más importante de su carrera?
-En su momento sí, ya que permitió documentar 52 huesos y reconstruir por primera vez una silueta. Es por eso que se hizo famosa: no tenías sólo un hueso o un diente para enseñar, sino toda una silueta que permitía reconstruir un cuerpo completo. Para los jóvenes, Lucy fue como una amiga cercana; hizo que la gente conectara con la prehistoria. Además, descubrimos que al mismo tiempo andaba y trepaba, y eso la convertía en un punto intermedio entre el hombre y estos de aquí [se señala los monos que decoran su corbata]. El caso es que Lucy se convirtió en todo un símbolo, y ahora existe una afectación muscular conocida como síndrome de Lucy, un complejo de Lucy, que es una enfermedad en la que la gente confunde el pasado, el presente y el futuro...
-¿De dónde le viene ese interés por la prehistoria?
-La pasión por la arqueología me viene de muy pequeño; cuando tenía seis o siete años, y ya me fascinaban las cosas antiguas. Nací y crecí en la región de Bretaña, y ahí los fósiles son muy antiguos. Hay muchas estructuras megalíticas, líneas de menhires. Mi familia tenía una casa cerca de Carnac, así que tenía mucho contacto con esas estructuras.
-¿Qué ha aprendido de la condición humana después de dedicar tanto tiempo y energía a estudiar sus orígenes?
-He entendido que lo que hoy conocemos como 'Homo' apareció como una suerte de respuesta al cambio climático, que fue muy claro en aquel momento. Cuando el clima pasó de húmedo a muy seco los prehumanos, Lucy por ejemplo, cambiaron en tres aspectos: la respiración, los dientes y el cerebro. Así, cambió la respiración y bajó la laringe, que es donde se instala el lenguaje articulado; los dientes empezaron a ser diferentes porque había menos vegetales y el 'Homo' se hizo omnívoro, empezó a comer carne; y el cerebro empezó a recibir más sangre. Así, si la humanidad empezó a pensar más y mejor fue para adaptarse.
-Entonces, ¿podría el cambio climático que estamos sufriendo ahora mismo afectar de la misma manera a la evolución del ser humano?
-Por el momento no, ya que ahora hemos inventado el entorno cultural, lo que significa que si tengo calor me puedo quitar la chaqueta y si tengo frío me la puedo poner. Ahora mismo tenemos muchas maneras de protegernos contra el cambio climático, pero eso no quiere decir que no sea importante: el nivel del mar está subiendo cada año, y eso será un problema para la gente que vive cerca del mar. Es importante poder anticiparlo. Así que no nos tenemos que preocupar por nuestros cuerpos, sino por el futuro de la humanidad. Habrá muchos movimientos y en el futuro, con esas subidas, hablaremos de refugiados climáticos. Será difícil encontrar espacio para todos y quizá tengamos que buscar en otros planetas.
-En este sentido, ¿qué papel juega la tecnología? ¿Es una ventaja o un problema añadido para la evolución?
-El desarrollo de la ciencia es algo muy importante. Hay una cosa que yo llamo «el síndrome de mi suegra», porque mi suegra solía empezar todas sus frases diciendo que antes todo era mejor. Estoy seguro que durante la época del 'Homo erectus' las suegras del momento no debían estar demasiado contentas viendo cómo se inventaba el fuego. Seguro que pensaban que el planeta estaba en peligro con ese fuego por todos lados. Es normal tener cierta aprehensión hacia el futuro, pero la tecnología es algo realmente fabuloso.
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