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Zaida Álvarez se introdujo por la angosta boca de la torca. Descendió 16 metros en un rapel volado, iluminando la cavidad con su potente frontal hasta posarse en la galería. Espeleóloga experimentada, se movió con delicadeza y seguridad. A los pocos minutos se le unieron su hermana Victoria y Pablo Solares. Buscaban posibles entradas a una cueva que estaban estudiando en Porrúa, una parroquia perteneciente al Concejo de Llanes, en el oriente asturiano. Habían reparado en un tiro de aire, señal de la existencia de una posible entrada o salida que localizaron entre la maleza de una empinada ladera.
La galería disponía de dos ramales. Zaida caminó por el izquierdo hasta dirigir el haz de luz a unos huesos semienterrados. En ese momento supo que la exploración que acababa de iniciar había concluido. Frente a ella tenía los restos de un león de las cavernas que, de confirmarse tras los estudios científicos, sería el ejemplar más completo hallado en nuestro país. El animal se habría precipitado por una trampa natural de la que le resultaría imposible salir: un agujero en una inclinada pendiente, tapado por abundante maleza, con una gran caída.
El león de las cavernas (en la ilustración) vivió en Eurasia entre hace 370.000 y 13.000 años. La especie era alrededor de un 25 por ciento más grande que los leones de hoy en día y ostentaba una altura de un metro. Cazaba osos de las cavernas, ciervos gigantes y otros animales. Vivió al mismo tiempo que los neandertales.
El descubrimiento sucedió hace tres años, en 2014, pero hasta ahora no se han conocido los primeros detalles del mismo. Se comunicó a los responsables del Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, a quienes se solicitó una autorización para extraerlos. Reiteraron la petición en varias ocasiones ante el silencio de la Administración. A finales de diciembre de 2016 por fin se concedió el permiso. Pocos días después, los espeleólogos del Club Escar que habían encontrado los restos y la presidenta de la Federación —bajo la supervisión del personal de Patrimonio y de la Universidad de Oviedo— procedían a extraer los fósiles.
“Estábamos preocupados por un posible expolio si se corría la voz de la existencia del león. Hay personas, en una especie de turismo organizado, que pintan grafitis y dejan un rastro de agresiones en las cuevas”, asegura a Teknautas la presidenta de la Federación de Espeleología de Asturias, Isabel Díaz Novo (izquierda), quien participó en los trabajos de recuperación.
La demora administrativa carecía de toda justificación, pues los espeleólogos pusieron sus recursos, su tiempo e hicieron todo el trabajo: “Fuimos desenterrando los huesos cubiertos por la tierra que había arrastrado el agua. La zona alrededor de la mandíbula la levantamos entera. Todo el operativo nos llevó seis horas. Envolvimos cada hueso en papel de periódico, los protegimos con plástico de burbujas y los depositamos en unas sacas. Montamos un polipasto e izamos las sacas con poleas para evitar que se golpearan”, precisa la espeleóloga.
El Parque Nacional de los Picos de Europa es el segundo macizo de caliza más importante del mundo después del Himalaya y el primero de la Europa atlántica. En su tesis doctoral sobre las cuevas alpinas, el geólogo Daniel Ballesteros define el karst como "el modelado superficial y subterráneo del relieve formado por la disolución química del sustrato rocoso debido a la acción del agua. Presenta diversas formas singulares, entre las que destacan las cuevas kársticas o de disolución, que son cavidades naturales subterráneas lo suficientemente grandes para permitir el acceso al ser humano.”
Los Picos de Europa, con "el 14% de las simas más profundas del planeta" y la mayor acumulación de cavidades de más de mil metros de profundidad, son idóneos para el estudio de las cuevas alpinas y la espeleología. Tanto para investigación científica como para la actividad deportiva. Cerca del pueblo de Cabrales se encuentra la sima del Cerro del Cuevón, que con sus 1.600 metros es la más profunda de España y, para muchos, la de más difícil acceso del mundo.
Quizá por eso no son frecuentes los hallazgos hechos por espeleólogos, como el de la recién bautizada Torca del León. En 2012 apareció el esqueleto de un lince boreal en una cavidad del macizo de Ubiña. El año pasado, se encontraron los huesos de otro león de las cavernas en el yacimiento de La Garma, en Omoño, Cantabria. Este felino ('Panthera leo spelaea') era uno de los carnívoros más extendidos del Pleistoceno superior desde Europa occidental hasta América del Norte.
El blog 'Paleontología y Evolución' de la Universidad Complutense aclara algo más sobre este animal extinto: “Después de investigar la morfología de los fósiles y su ADN, se sabe que el león de las cavernas era una especie hermana del león africano, 'Panthera leo'. Aun así, su relación con esta especie no se ha resuelto del todo. A pesar de su vasta distribución geográfica se extinguió hace aproximadamente 14.000 años". Estos felinos, más grandes y robustos que sus parientes actuales, llegaron a Europa en el Pleistoceno Medio, hace unos 400.000 años, y utilizaban cuevas como las de Porrúa como guarida.
Teknautas se ha puesto en contacto con Diego Álvarez, investigador del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo encargado del estudio del león de Porrúa, pero no ha sido posible ampliar la información publicada por 'La Nueva España': "Se ha producido una filtración y de momento prefiero no pasar más información". Según dicha 'filtración', los restos tienen entre 10.000 y 50.000 años, datación que sólo la prueba del carbono 14 podrá confirmar.
Mientras esperamos a que recompongan los huesos del león (o leona) de Porrúa, rescatado gracias a la constancia de los espeleólogos asturianos, invocamos al poeta Dylan Thomas: "¿Qué será, macho o hembra? Se preguntan las células". La solución a este misterio todavía tardará en llegar.
Fuente: elconfidencia.com | 11 de abril de 2017
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Aspecto de un león de las cavernas.
Un león macho moderno, de los que se pasean orgullosos en pleno siglo XXI por el Serengueti en Tanzania, por el Parque Nacional Kruger en Sudáfrica o por su recinto de Cabárceno en Cantabria, pesa aproximadamente 190 kilos. Muy poca cosa en comparación con lo que, al parecer, pesaban sus ancestros.
Un equipo de investigación liderado por la Universidad de Oviedo ha constatado que el león de las cavernas (Panthera spelaea) que fue hallado en una sima de Llanes en 2014, y que vivió hace nada más y nada menos que 43.000 años, pertenecía a una especie más grande y notablemente más robusta que la actual, aunque cercanamente emparentada. Todo esto se ha sabido gracias, en parte, a que el conjunto fósil se ha conservado en un estado bastante bueno, incluyendo gran parte del cráneo y de las extremidades anteriores, además de algunos restos de las vértebras, costillas y de las extremidades posteriores. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista 'Quaternary Science Reviews'.
Cráneo del león del Paleolítico
El estudio paleontológico ha permitido saber que se trata de un individuo macho con un peso estimado de unos 360 kilogramos. Pero el hallazgo da para mucho más. Junto con el esqueleto del león, han aparecido también restos de ot..., con abundancia de grandes herbívoros de los que podían alimentarse estos grandes carnívoros.
Tanto el león como el resto de los carnívoros murieron al precipitarse por un pozo natural de 16 metros de altura, que actuó como trampa natural. Junto con estos grandes depredadores también se recuperaron multitud de restos de micromamíferos, es decir, ratones, lirones, topillos, musarañas, etc. Estos pequeños animales, explican desde la Universidad, son muy sensibles a los cambios ambientales, de modo que cada especie solo está presente bajo ciertas condiciones de temperatura, pluviosidad, vegetación y proximidad a ríos, entre otros factores, por lo que el estudio de sus restos tiene una gran importancia a la hora de establecer el ambiente en el que vivían.
Restos del león de las cavernas.
El director de esta investigación, Diego J. Álvarez Lao, profesor de Paleontología de la Universidad de Oviedo, afirma que «gracias a los restos de estos pequeños animales podemos saber que, tanto ellos mismos como el león y los demás depredadores, vivieron bajo unas condiciones climáticas relativamente templadas y húmedas con desarrollo de bosque: un paréntesis templado acontecido durante la última glaciación».
El conjunto se descubrió durante una exploración espeleológica llevada a cabo por miembros de la Sociedad Espeleológica y Barranquista Escar (Asturias), en el yacimiento denominado Torca del León (Porrúa, Llanes). Bajo la dirección del profesor Diego J. Álvarez Lao, han trabajado investigadores de las universidades de Oviedo, Complutense de Madrid y de Rouen (Francia) y del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid.
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