-¿Usted se siente un revolucionario de la ciencia?
-Probablemente sea demasiado decir que soy un revolucionario. No obstante, estoy muy satisfecho de que el estudio del ADN haya pasado a ser una herramienta de gran utilidad que permite responder a muchas preguntas.
-El genoma neandertal viene a romper el paradigma de la biología de que especies distintas no pueden tener descendencia fértil. A la vista de su investigación, de que sapiens y neandertales tuvieron descendencia exitosa, ¿no habría que revisar a fondo ese principio?
-No existe una definición clara de especie, no sabemos a qué nos referimos con precisión cuando usamos ese concepto. Los hallazgos nos indican que el neandertal se mezcló con el hombre moderno, algo natural porque los grupos se unieron toda la vida cuando coinciden. Incluso los osos se cruzan y se mezclan entre ellos. Podemos decir por tanto que la mezcla de distintas especies es algo muy natural.
-La ciencia está en perpetua revisión, pero las verdades de la paleoantropología parecen más precarias, de continuo se alteran líneas evolutivas que parecían bien definidas. ¿Es así?
-Por un lado, los humanos, especialmente los académicos, tienen una compulsión por categorizar y clasificar absolutamente todo. Pero las distintas formas humanas se mezclaron cada vez que se encontraron. Los neandertales se cruzaron con los denisovanos en Asia. Los resultados de estas uniones, su descendencia, tuvieron éxito y siguieron reproduciéndose hasta llegar a lo que somos hoy en día. De ahí que se difuminen esas líneas. Pero esa impresión de la precariedad de la paleoantropología podría ser consecuencia de la tendencia de los periodistas a presentar cada nuevo hallazgo como un elemento para reescribir la historia humana, aunque no haya base científica para ello. Sí es cierto que aprendemos de manera continua y con los neandertales avanzamos mucho en ese conocimiento. Con la secuenciación del genoma conseguimos dar respuestas a cuestiones que llevan debatiéndose veinte o treinta años sobre los vínculos entre especies.
-¿Desde la perspectiva de la genética usted se atrevería a definir qué es lo que nos hace humanos?
-No. La cuestión de lo humano es más filosófica que científica. ¿Qué separa a los humanos de otras especies que nosotros llamamos animales? Una acumulación de distintos cambios y fases. La explicación de las diferencias depende de a qué factor damos más relevancia: caminar de manera erguida, la utilización de herramientas, el descubrimiento del fuego, la organización de los grupos. Todos estos pasos son importantes dentro de un proceso gradual. Los neandertales vivían en grupos, tenían herramientas. Probablemente fueran distintos en términos de conciencia o de pensamiento, pero hace sólo 3.000 generaciones que estuvieron aquí. Es muy interesante pensar sobre cómo se habrían desarrollado, y quizá, si hubiéramos convivido con otras formas humanas extintas, ahora no marcaríamos tanto la diferencia entre animales y humanos, porque esa diferencia puede que no sea tan grande como pensamos.