El rostro de un neandertal emplumado abre el nuevo espacio expositivo del Museo de la Evolución Humana (Burgos)

Fuente: museoevolucionhumana.com | 10 de junio de 2014

La consejera de Cultura y Turismo, Alicia García, y el director científico del Museo de la Evolución Humana, Juan Luis Arsuaga, han presentado la muestra que inaugura un nuevo espacio para exposiciones temporales en el Museo de la Evolución Humana enfocado a seguir aumentando su oferta cultural.

La consejera de Cultura y Turismo, Alicia García, escucha las explicaciones del director científico del MEH, Juan Luis Arsuaga.


 
Alicia García ha señalado que esta iniciativa es una nueva apuesta por ampliar el espacio de exposiciones temporales con el objetivo de aumentar la oferta cultural y dinamizar el museo. El nuevo ámbito expositivo que hoy se abre al público se encuentra ubicado en la planta 1 del museo, la planta correspondiente a la evolución cultural, y se denomina espacio de ‘Pieza única’. Por este espacio pasarán piezas singulares con las que se pretende desarrollar, de forma concisa y clara, un concepto de actualidad científica a través de una pieza de carácter singular. Dichas piezas podrán estar acompañadas de forma complementaria, dependiendo de las temáticas de las exposiciones, por otro tipo de piezas que ayuden en la explicación de contenidos. ‘Pieza única’ es un nuevo ámbito expositivo para el museo que se une al recientemente inaugurado ‘espacio de Biodiversidad’ con la exposición ‘Uantoks. Las expediciones de Pedro Saura’.

La primera de las piezas únicas que puede verse en este nuevo espacio expositivo es ‘El Neandertal emplumado’ y el título de la exposición: ‘Una nueva visión de los Neandertales’ que se articula en torno a esa figura principal, obra del paleoartista Fabio Fogliazza, del Museo de Historia Natural de Milán, que también ha estado presente en la inauguración. La pieza ‘El Neandertal emplumado’ es una reproducción minuciosa de un Neandertal y, alrededor de ella, se muestran diversas piezas que ilustran el discurso expositivo y que tratan de explicar los indicios que parecen probar que la mente consciente, simbólica y capaz de expresarse a través del lenguaje no ha sido exclusiva del Homo sapiens.

Para llevar a cabo la reconstrucción del neandertal su autor, el paleoartista italiano Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán, empleó cerca de seis meses. Empezó por modelar con arcilla los músculos faciales y adherirlos a un molde de uno de los cráneos de neandertal mejor conservados que se conocen, el descubierto en la cueva de La Ferrassie, en Dordoña, Francia. Posteriormente añadió la piel, también de arcilla, dando expresión al rostro. Luego procedió a crear un negativo del molde con una silicona elástica y a continuación, un positivo con resina sintética, al que aplicó el color de la piel y la pintura facial a base de pigmentos ocre rojizo (almagre) y negro, este último fabricado con dióxido de manganeso. Las plumas agregadas y la garra pertenecen a las especies documentadas en Fumane. Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán.


 
La muestra contiene información sobre el yacimiento italiano de Fumane, junto a una selección de las aves encontradas en el yacimiento, cuyas plumas aparecen en la escultura ‘El Neandertal emplumado’.
 
Con esta nueva muestra se pueden ver simultáneamente en el museo tres exposiciones temporales: ‘Cuerpos en Cera’, en la Sala de exposiciones temporales; ‘Uantoks’, en la planta 2, junto a la que hoy se ha presentado, ‘Una nueva visión de los Neandertales’.

Arsuaga espera además, con la exposición,  incentivar la discusión entre los futuros participantes del Congreso Mundial de Prehistoria y Protohistoria se celebrará del 1 al 7 de septiembre en Burgos.

Una reconstrucción científica de un neandertal muestra el uso ornamental que estos hacían de plumas de ave y pieles de mamífero. Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán


 
Datos del Museo de la Evolución Humana y del Sistema Atapuerca
 
La consejera de Cultura y Turismo se ha referido a que la nueva programación cultural que se ha puesto en marcha en el Museo de la Evolución Humana, unida a la programación científica y la promoción que la Junta de Castilla y León está realizando de todo ello, están contribuyendo a la dinamización del museo y de todo el Sistema Atapuerca, ayudando a su internacionalización y contribuyendo a aumentar las visitas y el interés por el Sistema Atapuerca. Las visitas al Sistema Atapuerca  han aumentado un 34,04 % por ciento durante los cinco primeros meses de 2014, sumando 181.621 visitantes frente a los 135.492 de 2013. Esta cifra supone el mejor resultado de visitas  en dicho periodo desde la inauguración del Museo de la Evolución Humana, superando en un 14 % los 160.108 visitantes registrados en los primeros cinco meses de 2011.
 
Todos los puntos de atracción turística del Sistema han aumentado sus visitas de forma que las visitas al Museo de la Evolución Humana en los cinco primeros meses de 2014 crecieron un 35,66 % por ciento, recibiendo  129.065 visitantes por los 95.137 del año pasado. De esos datos cabe destacar que la exposición permanente del museo ha sido visitada por  60.366 personas, un 15,47 %  por ciento más que en 2013, y que visitas a exposiciones temporales o la participación en alguna de las actividades programadas por el Museo alcanzaron las cifra de 68.699, un 60,30 % por ciento más que en 2013.
 
Las visitas a los Yacimientos de Atapuerca crecieron un 26,87 % durante estos primeros meses, recibiendo 29.478 visitantes por los 23.235  del año pasado y las del Parque Arqueológico aumentaron un 34,80 %, recibiendo a 23.078  visitantes por los 17.120 de 2013.
 
Promoción del Sistema Atapuerca
 
La Junta de Castilla y León ha promocionado el Museo de la Evolución Humana en varias ciudades clave del país. Con el lema ‘Un puente para cruzar el tiempo’ la Consejería de Cultura y Turismo ha promocionado las visitas al museo y a los yacimientos en varias estaciones de metro de Madrid, Barcelona y Bilbao. En total, el Museo de la Evolución Humana ha estado presente en 70 estaciones de metro de estas tres ciudades estratégicas y el alcance de la campaña ha llegado a 1.716.000 de personas. Esta promoción se ha complementado  con actuaciones en el mobiliario urbano de poblaciones cercanas a Madrid como Alcobendas, Getafe, Leganés, Alcorcón, Móstoles, Pozuelo o Las Rozas. Todo ello junto a una serie de acciones promocionales, como la iniciada bajo el lema ‘Homo Campeonis’ con la que el MEH quiere mostrar su apoyo a la Selección Española de Fútbol de cara al Mundial de Brasil.

Desde su inauguración en julio de 2010, el museo ha tenido una estrecha relación con el deporte y con el fútbol en particular, recibiendo la visita de grandes deportistas y divulgando los tesoros de Atapuerca a través de su ejemplo. Precisamente fue el seleccionador nacional, Vicente Del Bosque, quien apadrinó el pasado mes de noviembre la presentación del pie fósil más antiguo descubierto en Europa, perteneciente a un Homo Heidelbergensis (500.000 años) y hallado en el Yacimiento de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Pasó a llamarse Pie ‘Vicente del Bosque’ como homenaje a la Selección Española de Fútbol y permanece expuesto en la sala donde se encuentran otros restos fundamentales del Homo heidelbergensis como el cráneo 5 ‘Miguelón’ o la pelvis ‘Elvis’.

La Junta de Castilla y León está apostando también por la calidad científica y cultural a través de la promoción en redes sociales. Esta semana el Museo de la Evolución Humana ha superado  los 10.000 seguidores en Facebook y suma ya  más de 36.000 amigos en las distintas redes sociales en las que constituye un referente.

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Plumas de quebrantahuesos, paloma torcaz y chova piquigualda, así como una piel de zorro y una garra de águila, han sido incorporadas a esta reconstrucción científica de un neandertal realizada por el paleoartista italiano Fabio Fogliazza. Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán.

Neandertales, más cerca de nosotros

Fuente: National Geographic | 10 de junio de 2014

Por Juan Luis Arsuaga

Las reconstrucciones que hacen los paleoartistas son tan buenas y realistas que nos vemos obligados a preguntarnos si de verdad ganaríamos algo viajando al pasado. Veríamos las especies en movimiento, sí, pero hasta eso se consigue ya con las modernas técnicas de animación digital. Ahora bien, los ruidos producidos por los animales desaparecidos para siempre, sus gruñidos, rugidos y bramidos, no son fáciles de reconstruir, y un viaje al pasado nos serviría para ponerle sonido al documental de la prehistoria.

En el caso de las especies humanas extinguidas, podríamos de este modo saber qué tipo de sonidos emitían al comunicarse, si eran parecidos a los nuestros o, por el contrario, similares a los de los chimpancés, aunque incluso esto puede llegar a determinarse a través de los fósiles. Pero ni siquiera así sabríamos si «hablaban», si tenían un lenguaje como el nuestro, porque no seríamos capaces de decir si las vocalizaciones que producían «significaban» algo. Nuestra comunicación se realiza a base de símbolos, y detrás tiene que haber una mente capaz de crearlos y manejarlos. Curiosamente, nunca ha existido un lenguaje humano universal, ni siquiera «antes de Babel», porque cada comunidad acuña su lengua, y de haber tenido los neandertales lenguaje humano, habría que ver si se entendían los de Asia Central con los ibéricos. La fragmentación de un idioma es cuestión de tiempo y distancia.

La reconstrucción que se hacía antiguamente de los neandertales era la de unos seres muy desgarbados, con las rodillas flexionadas, pero ya hace mucho tiempo que se sabe que la postura bípeda completa, del mismo tipo que la nuestra, se alcanzó hace más de cuatro millones de años, con los primeros australopitecos. Los neandertales eran más anchos de caderas y de tronco que nosotros, y muy musculosos, de piernas y antebrazos cortos. La frente era huida, bajo las cejas había un engrosamiento óseo que hacía que sobresaliesen, y carecían de mentón.

En esas reconstrucciones antiguas les ponían en todo el cuerpo el pelo de los chimpancés, y eso los hacía parecer muy primitivos. Hoy se los representa con cabello y barba, y el resto del cuerpo poco velludo, y así parecen mucho más humanos. Sin embargo, no hay ningún dato científico que avale que tenían cabello (es decir, pelo de crecimiento continuo) y barba (también de crecimiento permanente), ya que nuestra especie es la única que muestra este tipo de pelo en la biosfera actual. Quizás algún día nos lo diga la paleogenética (el estudio del ADN de los fósiles). Si pudiéramos mirar a través del tiempo, resolveríamos de un vistazo esa duda.

Cualquier fotografía o grabado de un grupo humano actual o de los últimos siglos, sea cual sea, nos mostrará a sus miembros más o menos desnudos, pero siempre adornados. La nuestra es una especie que, además de los rasgos naturales que distinguen a los sexos, modifica su cuerpo para controlar su imagen, es decir, la forma en la que los demás nos ven. Eso incluye el modo de arreglarse el pelo y la barba, las deformaciones a las que en algunas culturas se someten los labios o los lóbulos de las orejas, o las que se practicaban sobre los cráneos de los niños pequeños para moldearlos, por no hablar de los aros para estirar el cuello de las mujeres, los cortes en la piel para producir cicatrices (escarificación), los tatuajes, las mutilaciones, las extracciones de dientes o el aguzamiento de los mismos y un largo etcétera. Si pudiéramos asomarnos al mundo de los neandertales, veríamos si eran tan humanos como nosotros en estas formas de cambiar el cuerpo.

¿Podemos imaginar a un neandertal con un enorme plato en el labio inferior? Parece poco compatible con el tipo de vida que llevaban y su forma de alimentarse. Sabemos a ciencia cierta que no se arrancaban dientes ni se los afilaban, ni deformaban el cráneo de sus pequeños, ni se automutilaban, pero hay otras modificaciones del cuerpo, como la perforación de la nariz, que no dejan huella en el esqueleto, y nos quedaremos sin saber si eran prácticas comunes. Y no se trata de una simple curiosidad, porque estas prácticas culturales son inseparables del lenguaje simbólico. Si los neandertales se arreglaban el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban.

Pero, además, los humanos de todas las culturas nos coloreamos el cuerpo y lo decoramos con collares, pulseras, anillos, pendientes y otros muchos objetos simbólicos. Que los neandertales se protegían del frío cubriéndose de pieles es seguro, pero ¿se pintaban el cuerpo? ¿Se colgaban objetos del cuello o alrededor de la muñeca? ¿Se ponían cintas o plumas en la cabeza? Bastaría con tener la certeza de que usaban cualquiera de estos elementos para que supiéramos que su mente era tan simbólica como la nuestra.

Los neandertales transportaban almagre (óxido rojo de hierro, también llamado ocre rojo) a sus cuevas y quizá lo utilizasen como pigmento para pintarse el cuerpo, aunque también podrían darle otros usos. Tal vez se adornaban con hojas o flores, claro, pero estos elementos vegetales no perduran y no forman parte del registro arqueológico.

Un tocado de plumas en la cabeza de un neandertal produciría un gran efecto a quienes lo vieran, sobre todo si las plumas eran de grandes aves planeadoras, como las carroñeras y rapaces. Pero las plumas no se conservan, así que, ¿cómo sabremos si las usaban?

La primera respuesta a esta pregunta llegó en 2011 de un yacimiento italiano del Véneto, en los Prealpes, llamado Fumane. Se trata de una cueva que fue utilizada por los neandertales. Entre los huesos de animales que transportaron hasta el lugar se encuentran los de diversas especies de aves. Muchos de ellos son de las alas y tienen rastros de haber sido rotos intencionada­mente, o pelados, y algunos muestran pulidos que indican que fueron usados. Pero hay seis especialmente interesantes porque presentan cortes producidos por instrumentos de piedra con objeto de desarticularlos. Pertenecen a un ala de quebrantahuesos, otra de cernícalo patirrojo, otra de paloma, dos de chova piquigualda (todos ellos datados en torno a 44.000 años) y otra de buitre negro (procedente de un nivel más antiguo). Estas partes del cuerpo no proporcionaban alimento alguno a los neandertales, por lo que no fueron llevadas a la cueva para comérselas. Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno. Eso por lo menos es lo que piensan los autores de la investigación, dirigida por el antropólogo italiano Marco Peresani, de la Universidad de Ferrara, y financiada en parte por National Geographic Society.

En esta gruta se ha encontrado también una falange ungueal de águila real con marcas de corte que indican que le extrajeron la garra (uña). Cabe pensar que también utilizasen las garras para su arreglo personal.

A partir de esta idea, Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán, ha imaginado el aspecto de un neandertal masculino con el pelo cuidadosamente cortado y además adornado con plumas de quebrantahuesos, de paloma y de chova piquigualda, sujetas con tiras de piel de corzo. Las orejas han sido decoradas con cañones de plumas de paloma y se abriga el cuello con una piel de zorro, de la que cuelgan garras de águila. La cara está pintada con almagre (color rojo) y óxido de manganeso (color negro).

Para reconstruir la cabeza el paleoartista ha recurrido a una réplica de un cráneo neandertal masculino muy completo del yacimiento de La Ferrassie, en la Dordoña francesa. Por supuesto, no se sabe quiénes utilizaban las plumas, si eran los hombres, las mujeres o ambos sexos. Tampoco se tiene idea de qué significaban para los neandertales, pero si tenían algún significado (edad, estatus social, género, pertenencia a un grupo...), ya eran objetos simbólicos, una forma de lenguaje codificado para enviar un mensaje a los demás, la expresión de una mente racional.

Por otra parte, este no es el único yacimiento que ha proporcionado indicios del uso de plumas por parte de los neandertales. En tres cuevas de Gibraltar (Gorham, Vanguard e Ibex) se han encontrado también hueso...y de córvidos con señales de haber actuado sobre ellos. El interés de los neandertales por las alas de las grandes aves de presa (águilas, halcones) y las carroñeras (quebrantahuesos, buitres), así como por los córvidos, es muy notable, y se ex­­tiende a otros muchos yacimientos de Europa, como han mostrado en un estudio de 2012 Clive Finlayson y otros autores. Finalmente, en dos cuevas de Francia (Combe-Grenal y Les Fieux) se han hallado falanges de águila real y de pigargo (otra gran rapaz) con las mismas características (marcas de corte) que las de Fumane.

El consumo de aves por neandertales arcaicos ha sido atestiguado en el yacimiento valenciano de Bolomor, en un estudio encabezado por la arqueóloga Ruth Blasco, que constituyó una gran sorpresa el año pasado porque hasta entonces se pensaba que los animales pequeños solo habían sido objeto de caza sistemática por hu­­manos más modernos, mucho después de la extinción de los neandertales. Sin embargo, el interés de estos por las rapaces, especies siempre poco abundantes por hallarse en la cúspide de la pirámide ecológica y de escaso o nulo valor alimenticio, tiene que obedecer a razones que no son la obtención de calorías. Y el valor de las plumas con fines de adorno es una hipótesis muy digna de ser tenida en cuenta.

Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor dicho. No hay más que ver la reconstrucción del neandertal con tocado de plumas para imaginarse a un ser humano como nosotros. Además, sabemos que hacían fuego, eran expertos tallando la piedra y su economía no era diferente de la de sus contemporáneos de nuestra especie. También enterraban a los muertos y hasta parece que llevamos unos pocos genes suyos (menos los africanos que viven al sur del Sahara). Hay ya muchos indicios que parecen probar que la mente consciente, simbólica y capaz de expresarse a través del lenguaje no es exclusiva de Homo sapiens y que no es cuestión de todo (nosotros) o nada (las demás especies). Pero también es posible, y abre una fascinante perspectiva, que los neandertales tuvieran otro tipo de mente consciente, una mentalidad diferente.

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