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El 19 de julio de 2001, Alain Beauvilain encontró una acumulación de restos fósiles en el desierto de Djurab, en la República del Chad. Beauvilain formaba parte de una expedición formada por arqueólogos y paleontólogos de Francia y del Chad, empeñados en la búsqueda de antiguas evidencias del pasado más remoto de la humanidad. Entre los restos hallados por Beauvilain destacaba un cráneo muy deteriorado, que fue restaurado y estudiado a fondo por sus descubridores. Los resultados no se hicieron esperar.
El 15 de julio de 2002, Michel Brunet, responsable de la expedición, publicó junto a sus colegas la descripción del cráneo, que fue portada de la revista Nature. El cráneo se dató entre seis y siete millones de años y fue descrito como el hominino más antiguo del linaje humano conocido hasta ese momento. Por fin teníamos un fósil tan antiguo como sugerían las predicciones realizadas por los genetistas para la divergencia de la genealogía humana y la genealogía de los chimpancés.
El fósil fue clasificado en el nuevo género y especie Sahelanthropus tchadensis, aunque la mayoría de los expertos se refieren al cráneo de manera coloquial como “Toumai”. Este fue el cariñoso apodo que recibió el cráneo, que en la lengua local del Chad (Dazaga) significa “esperanza de vivir”.
Toumai tenía un cerebro muy pequeño, de unos 350 centímetros cúbicos, arcos supraorbitales prominentes, caninos relativamente pequeños y un foramen magno situado en posición basal. Esta particularidad anatómica implicaba que la columna vertebral se situaba bajo el cráneo y demostraba que Sahelanthropus tchadensis había caminado erguido sobre las piernas, como lo hacemos nosotros. Existe un consenso de que la bipedestación nos diferenció definitivamente de la genealogía de los chimpancés, por lo que Toumai fue considerado como el hominino más antiguo conocido hasta entonces. Y, hasta el momento, nadie ha reclamado el honor de haber encontrado un fósil del linaje humano que supere ese registro.
Cuando se propone una hipótesis de tanto alcance el debate y las críticas están aseguradas. Algunos expertos mostraron su desacuerdo con las conclusiones de Michel Brunet y su equipo. Por ejemplo, el paleoantropólogo Milford Wolpoff escribió un artículo en la propia revista Nature, desacreditando la hipótesis de Brunet. Según Wolpoff, las características anatómicas de Toumai estarían más próximas a las de los parientes de los chimpancés, por lo que un nombre más adecuado para el fósil sería el de Sahelpithecus. Ese nombre haría alusión al parentesco de aquel primate de los inicios del Plioceno con otros primates no humanos. Brunet replicó de inmediato con la misma ironía que Wolpoff, pero con firmeza, en un nuevo artículo publicado por la revista Nature. Y ahí se quedó todo, hasta hace unos días.
Conjunto de restos encontrados por Alain Beauvilain en 2001 en el desierto de Djurab (Républica del Chad): Fuente: Nature.
Toumai no apareció solo, sino en compañía de otros muchos fósiles. Entre ellos se encontraba la diáfisis de un fémur, que se empaquetó junto a todos los restos y se envió a Francia para su estudio. Aude Bergeret (director del Museo de Historia Natural de Victor-Brun de Montauban) y Roberto Macchiarelli (paleoantropólogo de la Universidad de Poitiers) realizaron un estudio del fémur. Sus conclusiones quedaron reflejados en un breve resumen, que enviaron a la Sociedad de Antropología de París para su aprobación y presentación publica en un congreso celebrado entre el 24 y el 26 de enero de este año en Poitiers. Curiosamente, el resumen fue rechazado por la organización. Ewen Callaway, perdiodista científico, nos ha relatado esta historia de nuevo en la revista Nature, que reabre el debate sobre Toumai.
Bergeret y Macchiarelli dudan de que ese fémur hubiera pertenecido a un hominino bípedo y proponen revisar todo el material fósil encontrado en 2001. No parece una propuesta descabellada, sino la reapertura de una investigación científica, a la que no se puede dar carpetazo. Callaway se pregunta por las razones del comité científico del congreso de Poitiers para rechazar una comunicación preparada por dos investigadores de reconocido prestigio. Algunos colegas de renombre, como Bernard Wood y Bill Jungers, han expresado su sorpresa por esa negativa. Este último no comprende por qué el fémur se ha mantenido en secreto durante años ¿Qué se esconde detrás de esa omisión voluntaria de información? Si el fémur está relacionado con el cráneo su estudio es absolutamente necesario. No importa si Toumai queda descartado, no solo como un miembro del “selecto club” de los ancestros de la humanidad, sino como la evidencia más antigua del linaje que a la postre dio lugar a nuestra especie.
Es posible que no tardemos en tener más noticias sobre este nuevo expediente X de la paleoantropología.
Fuente: quo.es| 6 de febrero de 2018
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