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Producción experimental de harina de espadaña. | Foto: Anna Revedin.
Vía: EL MUNDO | Teresa Guerrero | 19 de octubre de 2010
Los europeos que vivieron hace 30.0000 años eran capaces de fabricar harinas a partir de una gran variedad de plantas. A pesar de que los investigadores han asumido que la población que habitó el Viejo Continente durante el Paleolítico Superior se alimentaba básicamente de carne, grasas animales y vegetales, un nuevo estudio publicado esta semana en 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS) muestra que su dieta era más variada de lo que se pensaba e incluía también carbohidratos.
Los investigadores liderados por Anna Revedin (izquierda), del Instituto Italiano de Prehistoria y Protohistoria de Florencia, encontraron restos de granos de diferentes plantas salvajes en instrumentos parecidos a morteros y en piedras utilizadas para moler. La técnica de datación por radiocarbono reveló que su antigüedad era de unos 30.000 años de antigüedad.
El estudio, que se ha realizado con muestras obtenidas en yacimientos de Italia, República Checa y Rusia, sugiere que el procesado de plantas y vegetales para obtener harinas era una práctica habitual y extendida en Europa antes de que se comenzaran a cultivar cereales de forma masiva siguiendo el ejemplo de Oriente Medio, y por tanto, antes de que naciera la agricultura durante el Neolítico.
Asimismo, la gran variedad de restos encontrados indica que un gran número de plantas formaban parte de su dieta habitual. Dependiendo de la planta de la que se tratara (abundaban los juntos y helechos), utilizaban diferentes partes para obtener la harina: raíces, semillas o rizomas.
Foto: Rizomas secos
Entre las más utilizadas estaban la 'Typha angustifolia' y 'Typha latifolia', plantas herbáceas de la familia de las Tifáceas conocidas como espadaña, con un tallo largo, similar a un junco.
Un proceso laborioso
Para conseguir un alimento comestible a partir de plantas salvajes, debían llevar a cabo un proceso de varios pasos. En primer lugar, pelar las raíces, secarlas y molerlas utilizando utensilios adecuados. Finalmente, tenían que cocinar la harina.
La obtención de este producto les permitía disponer de un alimento que se conservaba durante mucho tiempo, fácilmente transportable y con un alto contenido energético, haciéndoles menos dependientes de las condiciones climáticas y asegurándoles provisiones durante sus desplazamientos.
Foto
Los investigadores italianos quisieron llevar a la práctica esta técnica y ellos mismos elaboraron la receta de nuestros ancestros. Prepararon una comida elaborada con harina de espadaña, una de las plantas halladas en los utensilios analizados. Primero recolectaron los tallos, los secaron, los molieron para obtener la harina. Finalmente cocinaron la harina obteniendo una especie de "galletas integrales". Según la investigadora Anna Revedin, "no estaban nada mal".
Sí, María, sí que es un dato sumamente interesante y revelador.
Cuando leí la noticia no pude evitar recordar que, cuando le preguntaban al filósofo Gustavo Bueno por la definición del Hombre, éste gustaba responder (siguiendo a Hesiodo, aunque creo que también lo dijo Homero) que era un "comedor de pan".
Ciertamente, el hecho de que comer pan defina al Hombre implica muchísimas cosas. Hasta llegar a la idea de su elaboración (por muy rudimentario que sea ese pan) hay todo un proceso de síntesis complejo. No sólo hay que saber con qué tipo de plantas o vegetales se puede hacer una harina comestible, sino que luego hay elaborarla, amasarla con agua y cocerla, etc.
Hay mucha enjundia de cultura material en el arte de cocinar. Ya no se trata aquí sólo de si con ello disponían de una dieta más o menos variada (que también), sino que en el propio proceso de elaboración de esas harinas elaboradas y cocinadas hay muchos elementos de gran trascendencia para el desarrollo de la especie.
Y no cabe duda que en el origen de estas galletas o panes rudimentarios está igualmente fermentándose la futura idea de la agricultura.
Hola, Manuel Carlos.
Estoy en muchas cosas de acuerdo con lo que dice. Ahora bien, quizá habría que tener en cuenta que no es tanto que infravaloremos a nuestros antepasados prehistóricos, sino que hasta que no vemos o comprobamos lo que eran capaces de hacer no los apreciamos como es debido. Por eso son importantes estos estudios, dado que ellos nos dan información sobre sus saberes y límites.
Hay que tener en cuenta que todavía desconocemos muchas cosas, por no decir muchísimas, sobre nuestros antepasados remotos. Es mucha la diferencia de cultura material la que no separa. No obstante, cada día sabemos algo más de ellos, y nos sorprenden los hallazgos que nos informan sobre sus capacidades. Al fin y al cabo, nunca como ahora se ha investigado tanto al respecto, y nunca como ahora se ha podido disponer de avances tecnológicos para descifrar múltiples aspectos de nuestro pasado remoto.
Hola, María:
Nunca me había parado a pensar en lo que dices sobre el sentimiento de superioridad que puede reflejar la definición de marras, pero, dado que lo mencionas, podría efectivamente tener su razón de ser. Como ya dije, hay mucha mayor enjundia en el hecho de elaborar pan de lo que parece. Y no digo ya nada respecto de la actividad agricultora. Después de todo, ésta última fue la que acabó imponiéndose.
Lo que dices al final, sobre el papel de la mujer en la aportación alimentaria, viene ni que al pelo dentro del contexto de información del post. En más de un lugar he leído que el lento proceso de conocimientos que lleva al desarrollo de la agricultura fue fruto de la actividad recolectora que muy mayoritariamente practicaban las mujeres.
Como del mismo modo es factible suponer que los hallazgos que llevan a la elaboración de distintos tipos de harinas comestibles fuera fruto de las habilidades y conocimientos de las mujeres de aquellos tiempos.
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