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Foto: Uno de los fragmentos, que podrían tener tres mil años de antigüedad. EFE.
El hallazgo en La Graciosa de numerosos fragmentos de cerámica realizada a torno, y que las dataciones sitúan entre el 1.100 y el 900 antes de Cristo, podría implicar que a Canarias llegaron navegantes a final de la edad de Bronce.
Vía: Canarias7.es / 12 de mayo de 2010
El hallazgo en La Graciosa de numerosos fragmentos de cerámica realizada a torno, y que las dataciones sitúan entre el 1.100 y el 900 antes de Cristo, podría implicar que a Canarias llegaron navegantes a final de la edad de Bronce.
La localización de restos arqueológicos datados en fechas tan tempranas "carece de antecedentes no sólo en la arqueología canaria sino en toda la fachada atlántica africana" y abre "nuevas perspectivas sobre la antigüedad del conocimiento de las islas", afirma en una entrevista a Efe el que fuera director del Museo Arqueológico de Tenerife, Rafael González Antón.
Se trata de fragmentos amorfos de cerámica a torno, de coloraciones rojiza, naranja y ocre-amarillento.
Los restos cerámicos fueron localizados fortuitamente en 2003 por el paleontólogo Francisco García-Talavera Casañas cuando desarrollaba, junto con investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, el proyecto de investigación Macaronesia 2000, en el cordón litoral fósil de la Bahía del Salado en la isla de La Graciosa, del período Holoceno (Erbanense).
Además, junto a los fragmentos cerámicos se encontraron abundantes conchas de "Thais haemastoma" fuertemente fragmentadas, señal de un machaqueo intencional de origen humano, según García-Talavera, con intención de obtener la preciada "púrpura".
También había valvas de un mejillón de gran tamaño (Perna perna) que actualmente no vive en el lugar, así como huesos de animales, posiblemente una tibia de cabra, y de ave marina sin determinar.
Ante la importancia de los restos arqueológicos del yacimiento de "El Descubrimiento" (así bautizado por su descubridor), determinó que el Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid realizara in situ dataciones por termoluminiscencia calibrada (OSL). La fecha que proporcionó se sitúa en un arco entre el 1.100 y el 900 antes de Cristo.
Dentro de un estudio más completo llevado a cabo en el seno del Museo Arqueológico de Tenerife con la colaboración de la catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna, Carmen del Arco, se enviaron 17 muestras para su estudio al Departamento de Química y Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cádiz con el objetivo de poder desentrañar la composición de la pasta y su posible relación con otras cerámicas del entorno geográfico gaditano.
Con posterioridad, el Departamento de Edafología y Geología de la Universidad de La Laguna realizó nuevas analíticas sobre la caracterización de las pastas.
"La datación nos sitúa en una época en la que no existe cerámica a torno en toda la fachada atlántica y sin embargo se encuentra en Canarias", por lo que los investigadores expresan su convicción de que esta cerámica podría pertenecer a gentes vinculadas con el Próximo Oriente, en concreto, fenicios.
Indica también que la entrada "natural" de Canarias parece ser el archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote, porque se navega al lado del territorio africano, empujado por los alisios.
En un tipo de navegación de "cabotaje" parece lógico pensar que al bajar desde Lixus (Marruecos) "te tropezaras con Canarias" al realizar navegaciones de pre-colonización y de búsqueda de nuevos recursos.
"Esto puede implicar simplemente que se anota que en tal sitio hay una isla", lo que sería un descubrimiento, o bien continuar con el siguiente paso que es conocer las posibilidades que tiene ese nuevo territorio.
A juicio de González Antón, esta cerámica es la señal de lo que parece "una pre-colonización para un posible asentamiento temporal en Lanzarote, que está enfrente".
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Cuando el pasado mes de julio de 2009 José Luis Santos publicó el post "Arqueólogos canarios rompen teorías previas y sitúan el primer poblamiento de Canarias en el siglo X a.C.", pudimos constatar cómo rápidamente surgió la sorpresa y la polémica entre los expertos sobre los inicios de la colonización de las Islas Canarias, a raíz de los vestigios (entre otros, la estructura de un almacén) hallados en Teguise (Lanzarote) por el arqueólogo Pablo Atoche, el cual los consideraba de posible origen fenicio.
Foto: restos de la estructura de un almacén hallados en Teguise (Lanzarote).
Y en medio de tal polémica pudimos saber, asimismo, de la existencia de los trozos de cerámica de los que ahora informa con más detalle el arqueólogo Rafael González Antón, y que, dada la cronología ofrecida, no cabe duda que reabre el debate de nuevo sobre las posibles primeras incursiones de los fenicios en las Islas Canarias, junto con su correlato sobre la fecha de fundación de otros enclaves mediterráneos como pueden ser Cádiz, Lixus, etc.
En el mismo año de 2009, por lo que podemos comprobar, el arqueólogo Pablo Atoche publicó un trabajo titulado "Estratigrafías, cronologías absolutas y periodización cultural de la Protohistoria de Lanzarote" en el nº 63 de la revista Zephyrus, al tiempo que el propio Rafael González Antón, en colaboración con Mª del Carmen del Arco, publica otro trabajo en la revista "Canarias arqueológica" bajo el rótulo "Navegaciones exploratorias en canarias a finales del II milenio a.c. e inicios del primero: El cordón litoral de La Graciosa (Lanzarote)". Lamentablemente no podemos tener acceso directo (a través de internet) a la lectura de ambos estudios y comprobar con seguridad si allí figuran los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en Teguise (es razonable pensar que sí), así como en relación a los restos cerámicos de La Graciosa, y ver el alcance de las conclusiones ofrecidas.
En cualquier caso, lo que se ofrece ahora en la información que recoge el post es que tales restos de cerámicas han pasado exhaustivos análisis, y, en consecuencia, habrá que tener muy presente la cronología propuesta y la hipótesis fundada de que los fenicios bien pudieron acercarse hasta las Islas Canarias en un intento de explotar sus recursos, lo cual no deja de tener su trascendencia histórica.
Aún tengo en mi mente los recuerdos de haber visto los documentales del científico noruego Thor Heyerdahl, quien en la década de los cincuenta realizó la travesía del Atlántico a bordo de una balsa de juncos llamada Kon Tiki, para demostrar que la civilización llegó al Nuevo Mundo procedente del este, no del oeste tal como postulan ahora la mayoría de científicos.
Miren ustedes, la sensación que tengo es que el señor Heyerdahl es quien tiene toda la razón, y creo de ese modo por las siguientes razones. En primer lugar, casi todas las tradiciones nativas de Centroamérica dicen que los “dioses” de piel blanca y con barba llegaron procedentes del nacimiento del sol, del este, y que ellos les enseñaron todo aquello que luego ha maravillado a los europeos que fueron llegando con el transcurso de los años. Se suelen tomar estas tradiciones nativas como mero folklore, pero ¿y si encerraran la verdad? ¿Y si esa forma vistosa de describir los acontecimientos fuera la forma que tenían aquellos originales habitantes del Nuevo Mundo de describir lo que estaba sucediendo?
Según las tradiciones de los nativos originales de Centroamérica, aquellos “dioses” que habían llegado procedentes del nacimiento del sol un buen día se marcharon por donde habían venido, se marcharon no sin antes prometer que regresarían, pero jamás regresaron. Por eso es que cuando llegaron los primeros descubridores europeos, aquellos nativos lejos de asustarse ante lo desconocido recibieron en masa y festivamente a los españoles, ellos creían que eran los “dioses” que tanto bien les habían hecho antes. Craso error. Pero esto deja entrever un detalle cierto: alguien había llegado al Nuevo Mundo procedente del otro lado del Atlántico mucho antes de que lo hiciera Colón, sí, pero ¿quién, y cuándo?
Thor Heyerdahl pensaba eso, y tal vez este científico noruego pensaba en los antiguos egipcios, puesto que algunas embarcaciones fluviales de los egipcios se parecen mucho a las embarcaciones de juncos que todavía se utilizan en el lago Titicaca, en las alturas entre Bolivia y Perú. Pero modestamente pienso que las cosas no van por ahí.
El tiempo que permanecieron los llamados “dioses” de piel blanca y con barba en el Nuevo Mundo no tuvo que ser poco, porque si los nativos alcanzaron cotas tan altas en su civilización gracias a las enseñanzas de los “dioses”, eso pudo haber requerido muchos años, tal vez siglos. ¿Por qué se marcharon estos “dioses” del Nuevo Mundo? ¿Por qué no regresaron jamás?
Todas las grandes civilizaciones antiguas del Mediterráneo subsisten todas en la actualidad. Griegos, romanos, egipcios, árabes, pero ninguna de estas civilizaciones guarda memoria histórica de que en la antigüedad hicieran grandes viajes marinos hasta el otro lado del gran mar. De hecho, el actual Estrecho de Gibraltar, las antiguas “Columnas de Hércules”, eran el fin del mundo conocido de aquellos días. Más allá estaba lo desconocido, el misterio, o como se creía hasta el siglo XV, el mar era plano, y quien se atrevía a ir hasta el horizonte caía en un profundo precipicio sin retorno, o se encontraba con terribles monstruos que destrozaban las embarcaciones y devoraban a los marinos, quizás fue por esto que nadie se atrevió hasta el siglo XV a realizar la travesía de forma oficial y pública. Pero alguien sí que hizo la travesía, y no una vez sino muchas veces.
Las fuentes bíblicas nos apuntan otra posibilidad para estos desconocidos viajes transoceánicos, y no se trata ni de egipcios, ni de griegos, ni de romanos, ni de árabes. Durante el siglo X antes de Cristo el rey Salomón de Israel estableció acuerdos comerciales con un pequeño vecino del norte que era grande en muchos otros sentidos. Aquel pequeño vecino norteño era tan bueno en arquitectura, que el rey Salomón prefirió a sus maestros canteros antes que a los afamados arquitectos egipcios cuando llegó el momento en que se tenía que construir el templo de Jerusalén, y eso que el faraón de Egipto era suegro de Salomón.
Este pequeño vecino del norte de Israel eran, además, los mejores marineros y constructores de barcos del mundo antiguo, eran poseedores de grandes bosques de cedros. El mar Mediterráneo no tenía secretos para ellos. Conocían todos los vientos, todas las corrientes marinas, e identificaban a la perfección las formaciones de estrellas y por lo tanto su posición en cualquier punto del mar. Eran, además, muy buenos comerciantes. Eran los fenicios.
El registro histórico de los antiguos hebreos dice que los fenicios realizaban cada tres años un viaje marino por cuenta del rey Salomón de Israel a un lugar desconocido o no identificado en la actualidad, era un lugar del que los marinos y mercaderes fenicios traían abundante oro, monos, marfil, plata, maderas desconocidas en Israel y pavos reales. ¿A dónde iban aquellos fenicios de modo que tardaban tres años entre la ida, la estancia y la vuelta? ¿De dónde podían sacar tanto oro de modo que no les importase a sus supuestos propietarios originales? ¿En dónde consiguieron los pavos reales, dado que estas aves solo eran originarias del oeste de la India y del centro de África y de Centroamérica?
Se sabe que la última colonia que fundaron los fenicios en el Mediterráneo era Gadir (Cádiz), y eso fue hacia el año 1000 antes de Cristo. Se sabe que algunos marinos fenicios salieron de las Columnas de Hércules y costearon parte de África, ¿descubrieron, entonces, las islas Canarias? Y si tan buenos marinos eran, ¿no se fijarían ellos en los vientos alisios y las corrientes de las Canarias que empujaban hacia el oeste?
No obstante, estas suposiciones no son suficientes para decir que los fenicios habían descubierto el Continente Americano…, quizás dos mil años antes que Colón. Hay un detalle que me parece digno de ser tenido en cuenta. Es en Centroamérica, solo en esa zona, es en donde los nativos habían desarrollado una característica ritual-religiosa que los diferenciaba por mucho de todos los demás nativos americanos del norte y parte del sur, y esa característica singular coincidió con la explosión cultural que abrió un abismo con los nativos del sur y con los del norte: Los sacrificios humanos. ¿Cómo es que todos los demás nativos del continente no fueron conocidos especialmente por hacer sacrificios humanos, solo los de Centroamérica?
Antes hablaba de los vientos alisios y las corrientes marinas que se alían en las islas Canarias y empujan hacia el oeste, Colón sabía esto y por eso se fue al otro lado del Atlántico desde las Canarias, no desde otro lugar de la vieja Europa. ¿Y si Colón no fue el único que sabía esto? Si cualquier otro navegante también lo conocía antes que el Almirante, seguramente se habría dejado llevar para ver a dónde conducía todo aquello, y casi con toda seguridad hubiera llegado a alguna parte de la costa de Centroamérica. Estos experimentados marinos hubieran pasado muchas penurias alimenticias durante esta travesía, pero llevarían alimentos en salazón, capturarían peces, y después de unos dos meses verían la primera tierra. La experiencia les enseñaría qué hacer en los viajes posteriores. Bien, ¿de quiénes estoy hablando?
De los fenicios, claro está. Ellos fueron los mejores marinos y constructores de barcos de todo el Mediterráneo treinta siglos atrás. Ellos destacaron por sus grandes dotes arquitectónicas. Y entre todo lo bueno que sin duda tenían, también practicaban el sacrificio de niños. Las ruinas de Cartago, en el actual Túnez, son una evidencia incontestable de que los cultos fenicios practicaban los sacrificios humanos. Si fueron ellos quienes hicieron los primeros viajes al otro lado del Atlántico, ellos enseñarían a los nativos la práctica religiosa de los sacrificios humanos entre muchísimas otras cosas buenas.
Mire usted, cuando por el horizonte aparecieron los primeros barcos fenicios con sus velas ondulándose al viento, es decir, llegaban procedentes del nacimiento del sol tal como dicen las viejas historias de los nativos, y siempre desde la óptica de los nativos, los indígenas solo acertarían a describir aquellos barcos como aves que vuelan. Los marinos fenicios, después de dos larguísimos meses navegando, lucirían unas espléndidas barbas, a diferencia de los indígenas eran de piel blanca, quizás vestían algún tipo de armadura o coraza para protegerse en caso de confrontación violenta con los nativos, pero nada de eso fue necesario, el contacto fue pacífico y muy provechoso para ambos bandos a lo largo de mucho tiempo.
Según las leyendas de los nativos de Centroamérica, los dioses blancos y con barba que habían llegado procedentes del nacimiento del sol, del este, después de mucho tiempo relacionándose de forma beneficiosa dijeron repentinamente que se marchaban, que se iban pero que regresarían. Jamás lo hicieron, ¿por qué? ¿Hay algo en la historia del pueblo fenicio que justifique un repentino abandono de una de sus colonias más fructíferas, y la que nunca regresaron? Sí, sí que lo hay.
Para el siglo X antes de Cristo el Mediterráneo ya se les había quedado pequeño a los fenicios, por eso miraron más allá del gran océano. Pudieron haber sido varios siglos de viajes transoceánicos que siempre mantuvieron en secreto, además de “proteger” la fuente de las exóticas mercancías que traían según la Biblia. No nos olvidemos de que hasta bien entrado el siglo XV de nuestra era se decía que ese mar del oeste era plano, y que quien iba hasta el horizonte caía en un enorme precipicio sin retorno, o que terribles monstruos marinos devoraban a todos los que se aventuraban a navegar por ese mar desconocido. ¿Quién inventaría estas historias u otras parecidas? ¿No empezarían a hacerlo los mejores marinos y mercaderes de la antigüedad, que no eran otros que los fenicios?
La antigua capital del pueblo fenicio era Tiro, en el actual Líbano, y el rey Nabucodonosor la sometió a sitio durante trece largos años durante el siglo VI antes de Cristo, pero Nabucodonosor solo pudo conquistar y destruir la parte peninsular de la ciudad, no la parte insular de la capital que por aquel entonces estaba en una isla hoy integrada con la costa. Durante este serio enfrentamiento contra los babilonios, el pueblo fenicio que estaba a salvo en la isla tuvo tiempo suficiente para mandar aviso a todos los marinos fenicios que en ese momento estaban al otro lado del océano, en Centroamérica, por eso aquellos emprenderían un apresurado regreso a su tierra de origen para de ese modo poder defender a sus familias y demás posesiones, y a los nativos les dijeron que se iban pero que volverían. El miedo ya había invadido a los fenicios. No obstante, el ejército babilonio se tuvo que retirar sin haber conseguido una victoria completa después de trece años. Los ingenieros militares de Nabucodonosor no supieron cómo conquistar la isla.
Pero la lucha por el poder en toda la región no acabó con la marcha de Nabucodonosor. Solo dos siglos más tarde, en el año 332 a.C., llega Alejandro Magno y los ingenieros militares del gran Alejandro sí que supieron qué hacer para conquistar la Tiro insular. Estos utilizaron todas las ruinas de la Tiro peninsular vertiéndolas en el mar para hacer una calzada hasta la isla, por eso hoy en día la isla está unida a la costa. Alejandro entró en la Tiro insular y dio muerte a unos 10.000 combatientes, y los treinta mil restantes que quedaban de la población los vendieron como esclavos en diferentes partes de su vasto imperio recién conquistado. Así desapareció la potencia marina y comercial que habían sido los fenicios, por eso ellos ya no pudieron regresar jamás a las que habían sido sus colonias.
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