Una economía no explotadora favoreció el esplendor de las comunidades de la Edad del Cobre en la península ibérica, según un estudio

Excavaciones en el macropoblado calcolítico de Valencina de la Concepción (Sevilla), llevadas a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán.

La riqueza y diversidad productiva de las comunidades calcolíticas de la mitad sur de la península ibérica, hace entre 5.100 y 4.200 años, se produjeron sin signos de explotación económica o jerarquías sociales marcadas y con un alto grado de cooperación. Esta organización económica, basada en una gran variedad de recursos y tareas, se dio en casi todos los asentamientos, independientemente del tipo o tamaño que tuvieron, y habría sido crucial para el gran dinamismo y desarrollo social, arquitectónico y demográfico que alcanzaron las sociedades de la edad del cobre peninsular.

Así lo concluyen los investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Marina Eguíluz, Selina Delgado-Raack y Roberto Risch, en un estudio publicado en el Journal of World Prehistory, en el que han analizado datos sobre las grandes herramientas de piedra (artefactos macrolíticos) de la Edad del Cobre para conocer la pauta económica de los diferentes tipos de asentamientos que existieron.

“Determinar si estos asentamientos se distinguieron por modos de producción específicos, con una economía característica entre los recintos monumentales con fosos y los amurallados frente a los situados en cerros y espacios más abiertos, es fundamental para el debate en curso sobre si es pertinente o no hablar de complejidad social cuando hacemos referencia a las sociedades calcolíticas peninsulares y su organización política”, explica Marina Eguíluz (izquierda).

Las comunidades de la Edad del Cobre en la península ibérica produjeron uno de los registros arqueológicos más importantes de la prehistoria tardía, pero a la vez también más desconcertantes para los especialistas. Cómo y por qué lograron la gran complejidad económica y social que se desprende del número y medida de los asentamientos, la capacidad creativa que reflejan sus objetos y la enorme circulación de bienes que se produjo es todavía objeto de debate.

Herramienta de molienda del asentamiento calcolítico de Castelo de Corte João Marques, Algarve (foto José Paulo Ruas, Museo Nacional de Arqueología, Portugal). Crédito: Universidad Autónoma de Barcelona.

Mucha variabilidad y sin signos de centralización política

El estudio describe las fuerzas productivas de estas comunidades basándose, sobre todo, en los artefactos macrolíticos, herramientas imprescindibles para lograr gran parte de las tareas de la Edad del Cobre. El resultado es la constatación de una gran variabilidad, tanto en el tipo de tareas realizadas como en la intensidad, y sin signos aparentes de dependencia y centralización política. Esta variabilidad prevaleció sobre la especialización, sobre todo en la producción de cereales, y no se explica por aspectos como la ubicación geográfica, la forma de ocupación o la monumentalidad.

Nada indica que los poblados fortificados almacenaran grandes cantidades de excedentes y dominaran a los poblados de fosos o viceversa, apuntan los investigadores. “Lo que observamos es que la diversidad productiva y, cabe pensar, el intercambio de productos, conocimientos y personas entre comunidades fue fundamental en esta época de excepcional desarrollo económico, social y creativo”, señala Selina Delgado-Raak (derecha).

Cada comunidad habría organizado su economía de la manera más productiva posible, teniendo en cuenta su entorno, el tamaño de la población y las condiciones sociales. Los grandes asentamientos de fosos disponían de todas las herramientas necesarias para acometer los trabajos rutinarios de una comunidad, sin acumulaciones específicas de determinados materiales, como por ejemplo cereales o puntas de flecha.

Este resultado es especialmente relevante en el caso del yacimiento monumental de Valencina de la Concepción (Sevilla), con una extensión de más de 250 hectáreas y múltiples fosos. “El estudio de más de 150 artefactos macrolíticos provenientes de la zona norte del yacimiento ha permitido correlacionar actividades de subsistencia como la molturación (molienda) o el trabajo de piedra y fibras con estructuras de habitación, confirmando que se trata de un macropoblado habitado por miles de habitantes y no de un lugar de culto", destaca Marina Eguíluz.

Mapa de distribución de los dólmenes de Valencina de la Concepción (Sevilla).

Sociedades cooperativas de la abundancia

La estrategia de diversidad productiva detectada iría en la línea de lo que los investigadores han denominado sociedades cooperativas de la abundancia de la prehistoria tardía de Europa y Oriente Medio. “Estas sociedades se caracterizaron por generar una riqueza material considerable y, a la vez, limitar la posibilidad de explotación de la fuerza de trabajo y, en consecuencia, la producción de plusvalía, al contrario de lo que sucedió después con la sociedad de El Argar, que ocupó durante más de seis siglos, entre 2200 y 1550 a.C., el sudeste de la península ibérica, y fue tan poco sostenible que desapareció totalmente", explica Roberto Risch  (izquierda). “La organización de las 'sociedades cooperativas de la abundancia' desafía un pensamiento único de nuestros tiempos, según el cual la producción de riqueza de toda época histórica requiere de la presencia de una clase o grupo dirigente”, añade el investigador.

La organización que plantean los investigadores no implica que la violencia fuera un elemento ajeno a la península ibérica calcolítica. "De hecho, los hallazgos en algunos yacimientos sugieren que sí que hubo, pero no fue un aspecto omnipresente, hecho que también confirma el registro antropológico. En vez de un medio para subyugar a la población y exigir obediencia, la violencia habría podido ser una estrategia para conseguir lo contrario, es decir, defender una sociedad rica y con un alto grado de cooperación”, indica Roberto Risch.

"No hay concentraciones de riqueza y recursos en talleres o palacios, sino que todos tienen lo mismo. Sabemos que compartían conocimientos porque encontramos la misma tecnología y las mismas herramientas en distintos asentamientos, desde Lisboa hasta Alicante", añade Risch.

Objetos hallados en el yacimiento calcolítico de Cabezo Juré (Huelva).

Las comunidades de la Edad del Cobre en la península ibérica fueron las primeras que explotaron los metales. "Siempre se había supuesto que la metalurgia incrementó las desigualdades sociales, pero los estudios que hemos hecho demuestran que todo el mundo tuvo el mismo acceso. No sabemos si había desigualdades de género, pero las tumbas más ricas son las de las mujeres", asegura Risch. En las excavaciones también se han encontrado objetos de marfil provenientes del norte de África y Oriente Próximo.

En el trabajo los investigadores han analizado artefactos macrolíticos que los grupos de la Edad del Cobre, de una veintena de yacimientos, usaron para multitud de tareas, como por ejemplo moler cereales, procesar alimentos, triturar minerales, cortar piedras, impermeabilizar cerámica, adobar cuero, forjar y afilar herramientas y armas de metal, talar árboles y trabajar la madera o descuartizar animales. “Se trata de herramientas claves para entender la economía de una sociedad y cómo están repartidas la tareas”, explican los investigadores. Los resultados obtenidos están en consonancia con otros datos de tipo bioarqueológico (botánica, fauna, paleonutricional) disponibles para yacimientos de la misma época.

Fuentes: uab.cat | es.ara.cat | 16 de octubre de 2023

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