El filósofo Pedro Insua afirma que nuestro país fue alumbrado como realidad administrativa e idea durante el reinado de Alfonso X

Alfonso X el Sabio fue el primer impulsor de un imperio nacional palpable. Miniatura del Libro de los juegosABC

Al alumbramiento de España es posible arrimarse desde diferentes prismas. Y cada uno cuenta con una legión de expertos dispuestos a batirse a daga por sus ideas. Están los que se llevan el origen al Imperio Romano –por eso de que ya se llamaba Hispania, 'tierra de conejos'–; aquellos que abogan porque fue el Reino visigodo de Toledo el que puso los mimbres de la nación; los que sostienen que hay que achacarle a los Reyes Católicos el hito y –aunque existen muchos más–, otros tantos que prefieren ser más canónicos y remontarse a la llegada de los Borbones al trono tras la Guerra de Sucesión. Escojan ustedes a su predilecto.

Y ahora, el filósofo Pedro Insua ha llegado para revolucionar toda esta amalgama de teorías desplegadas durante décadas. En 'Cuando España echó a andar' (Ariel), el también autor de '1492, España contra sus fantasmas' (Ariel) sostiene que nuestro país se forjó como idea y como realidad a nivel burocrático gracias a un personaje menos popular que Pelayo o Sus Majestades Católicas, pero también clave: Alfonso X el Sabio fue quien forjó un proyecto nacional palpable desde el punto de vista administrativo y económico; el que repobló los reinos conquistados a los musulmanes con norteños y, en definitiva, el que apostó por crear un verdadero imperio medieval. Así, con nombres y apellidos.

Sus tesis, aunque cuentan con aires renovados y frescos, hunden sus raíces en las de estudiosos como José Antonio Maravall. Todo emana de la ambición de Alfonso X por convertirse en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; a ese 'fecho del imperio', su particular obsesión por asirse a la poltrona extranjera sobre la base de sus familiares, dedicó dos décadas de su vida. Y, como no lo logró, trasladó sus pretensiones a la Península. Narra Insua que el Sabio llamó a estos lares Imperio y España. Y no niega tampoco que nuestra nación histórica existe desde mucho antes, allá por la batalla de Covadonga, pero insiste en que aquello del 'Imperator totius Hispaniae' fue mucho más allá.

Pedro Insua. ABC

Insua sabe que su obra agitará el panorama histórico y político, y que navegará en un mar de controversia aderezada por los extremos. Pero no le importa lo más mínimo. A sus favor, sostiene, cuenta con datos palpables. Alfonso X fue, al fin y al cabo, el personaje que consolidó elementos básicos para el nacimiento de un país como el castellano –que cohesionó a nivel cultural los reinos– durante su reinado, entre 1252 y 1284. La lista de reformas es interminable.

El Sabio superó la diversidad legal con un corpus jurídico que fomentó una primigenia unificación; administró justicia como cabeza máxima de la pirámide a pesar de que dejó hacer a señores y municipios, y auspició una fiscalidad estatal. Lo suyo fue una maquinaria administrativa bien engrasada.

Y todo ello, sin enumerar el impulso que dio a la Reconquista –término que Insua coge con pinzas– y que muchos autores han minimizado hasta la fecha. Además de dedicarse a la cultura, ganó territorios a los musulmanes, participó en la toma de regiones como Murcia y se basó en la máxima de que la guerra es clave para el devenir de un territorio: «Mover guerra es cosa en que deven mucho parar mientes los que la quieren fazer, antes que la comiencen, porque la fagan con razón e con derecho».

-¿Cuál es la tesis final de la obra?

La tesis fundamental es que España como nación, como grupo gentilicio, como 'gens', nace en el siglo XIII, a partir de la consumación y desbordamiento de la Reconquista. Es decir, es al terminar la Reconquista, con Fernando III y Alfonso X, cuando nace la nación española. La nación surge en el contexto en el que se producen todas las reformas institucionales, en todos los órdenes (jurídico, urbanístico, económico, cultural, lingüístico), llevadas a cabo con Alfonso X, en cuyo proyecto imperialista se verá comprometido decisivamente Aragón, con Jaime I. España se forja cuando las fronteras con el Islam, una vez que se produce el avance cristiano sobre ellas, tienen que ser repobladas.

-¿El imperio medieval alfonsino es el germen de España?

Sí, esta es la idea de Jose Antonio Maravall y de Gustavo Bueno. Partiendo de una pluralidad de reinos es ese trasfondo imperial, que se hace explícito en la intitulación de algunos reyes y en los diplomas cancillerescos, lo que da razón del carácter unitario de España, y es ese trasfondo lo que produce la cohesión ya nacional.

-¿Se forjó de un golpe, o fue un proceso contínuo?

Sí, naturalmente, es una tesis dialéctica. España como nación se va forjando, pero no tendrá la forma canónica que tiene hoy hasta la conquista de Andalucía (la llamada Castilla novísima) y Murcia. La conquista de Sevilla, en 1248, va a ser decisiva. En su repoblación van a participar todos: gallegos, vascos, navarros, catalanes, valencianos, leoneses, castellanos, etc.

-¿Cuál fue la importancia de Alfonso X el Sabio en la creación de España?

Es el que crea absolutamente todo, el ordenamiento jurídico, las aduanas, las vías pecuarias y la Mesta, la urbanización, el castellano como lengua cancilleresca, etc.

-¿Es difícil encontrar en España elementos diferenciadores palpables sobre el nacionalismo más allá del lingüístico?

Imposible. Las diferencias regionales son eso, regionales. No hay ningún componente nacional. Las lenguas sí lo serían, pero el carácter común de la lengua española los reduce a nada. Cualquiera puede recorrer España entera, detrás de esa ardilla que salta de árbol en árbol, y entenderse en español con cualquier conciudadano que se encuentre.

Alfonso X el Sabio. ABC

-¿Se suele reducir el concepto de nación a la nación política?

No, el concepto de nación política es una novedad contemporánea, surgida de la transformación del Antiguo Régimen (o, mejor, frente al Antiguo Régimen). La nación política significa la destrucción de la sociedad estamental.

-¿Qué es la nación histórica?

Es un grupo de nacidos en un mismo ámbito que está determinado políticamente por una frontera, y que ha ido integrando, en virtud de un orden político determinado, otras naciones periféricas. Por ejemplo, España es una nación histórica que se constituyó a partir del reino de Asturias. Francia, lo mismo (la Francia capeta, o sea, la actual), a partir de la Île-de-France, etc...

-¿Por qué no nace España con la Reconquista?, ¿y por qué tampoco en Toledo?

Porque la cohesión nacional no se produce hasta que el territorio actual no está consolidado y las generaciones se van sucediendo en él, mezclándose (connubium) gallegos, asturianos, montañeses, navarros, vascos, catalanes, aragoneses, valencianos, etc.

-¿Considera el término Reconquista aceptable?

En rigor, si Reconquista significa restauración del orden godo, pues no. Porque el reino godo nunca se restauraró. Pero, bueno, desde un punto de vista historigráfico tampoco es disparatado. Es verdad que los protagonistas de ese proceso pensaban que algo así se estaba produciendo, pero es un concepto emic. El análisis histórico tiene que desbordar los fenómenos ideológicos, y el neogoticismo es una ideología. Funcional, práctica, pero una ideología. Y la historia no es ideología.

¿Es América la que hace a España, o Castilla la que hace a España?

Sí, es América. El plus ultra, el vinculo trasatlántico es lo que da significado a España desde el punto de vista histórico universal. La acción de España en América cambiará el mundo produciendo la caída de la concepción del mundo antiguo y medieval.

-¿Algo que hayamos olvidado...?

Tan sólo decir que el libro busca afirmar la realidad nacional de España en la Edad Media, frente a aquellos que, por haches o bes, la niegan.

Fuente: abc.es | 13 de marzo de 2023

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Covadonga: Ferrer-Dalmau lanza una bomba pictórica contra los que niegan la batalla clave de la historia de España

"La primera victoria", de Augusto Ferrer-Dalmau.

A la izquierda, los musulmanes combaten, pero inician poco a poco la huida; a la derecha, los cristianos forman un muro de hierro que cae como una apisonadora sobre el enemigo. Y en el centro de todo, cual enviado celestial, el bueno de Don Pelayo. Augusto Ferrer-Dalmau lo ha vuelto a hacer. Tras meses de documentación y trabajo duro, el 'Pintor de Batallas' ha sacado con sus pinceles una instantánea fidedigna de uno de los momentos clave de la historia de España: la batalla de Covadonga. Esa con la que, según la tradición, arrancó la Reconquista en el 722. Porque sí, a pesar de que todavía existan negacionistas de esta contienda –haberlos haylos, como las Meigas–, el enfrentamiento fue tan real como el lienzo.

«Es un instante clave de nuestro pasado, y necesitábamos que se le pusiera una imagen», explica a ABC Ferrer-Dalmau (izquierda). El artista, experto en fotografiar momentos huérfanos de instantáneas, ha medido al milímetro cada elemento que ha introducido en la composición. No ha dejado nada al azar; desde las hebillas de los cinturones –sí, creánselo, son históricamente precisas–, hasta la misma región de Covadonga, en Cangas de Onís (Asturias). «Recorrí la zona para poder reproducirla de forma exacta», completa. Siempre ha sido previsor, y, por ello, estaba seguro de que 'La primera victoria' –título con el que ha bautizado al cuadro–, iba a agitar el mundo historiográfico. Y vaya si acertó. El debate está servido; que si Reconquista, que si escaramuza... Él lo tiene claro: «La contienda fue real».

Igual de cristalino lo presenta Yeyo Balbás (derecha), asesor del cuadro y autor de 'Cova Dónnica' y 'Espada, hambre y cautiverio'. En declaraciones a ABC, el historiador ríe cuando se le pregunta por la posibilidad de que la batalla de Covadonga no fuera más que una invención posterior. «Existe consenso académico: la batalla fue magnificada durante siglos. Las cifras que dieron las crónicas cristianas del contingente musulmán son disparatadamente altas, pero eso no implica que no existiera», confirma. A su favor cuenta con una infinidad de documentos y crónicas de unos y otros. También le llama la atención que se tengan en cuenta tesis que ya han sido destruidas por expertos como Armando Besga Marroquín o Claudio Sánchez Albornoz.

No existe debate; es absurdo. Hubo contienda, y supuso un momento clave para la historia de aquella España que arrancaría con nombres y apellidos varios siglos después. «El escepticismo es natural por lo tardío de las fuentes, pero contra él hay que hacer una labor pedagógica», añade el historiador. Y qué mejor para colaborar en esta tarea que 'La primera victoria', una obra de dos metros de altura encargada por un grupo de mexicanos del estado de Guanajuato que se presentará a primeros de abril en Cangas de Onís (Asturias), donde quedará expuesta para que los visitantes puedan disfrutarlo. Allí, en la misma región en que Don Pelayo inició una revuelta que el mismo Alfonso II dejó sobre blanco en su testamento.

Revolución artística

Pero no todo es historia; o no debería. Tal y como explica a ABC María Fidalgo (izquierda), docta en Historia del Arte y asesora de la obra, 'La primera victoria' recoge todo lo mejor del 'Pintor de Batallas': «Tiene una orientación vertical, lo que hace que existan dos partes. La primera, paisajística, es la de arriba. Cuenta con una fidelidad topográfica extraordinaria, porque Covadonga está casi igual que hace un milenio y medio. La segunda es la de las figuras».

La experta sostiene que la composición esconde más de una treintena de combatientes –treinta y cuatro, en concreto–, pero cada una ha sido elaborada de forma única. «No son un corta y pega. Cada hombre es una historia en sí misma que integra un todo. Que todas en conjunto tengan sentido es algo muy complejo tan solo a la altura de grandes pintores».

Fuente: abc.es | 7 de marzo de 2023

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