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Vista lateral del cráneo de Cioclovina, donde se aprecia una gran fractura causada por un objeto tipo bate o garrote de la época. (Kranoti et al, 2019)
Nada se sabe de este hombre. Solo que murió hace unos 33.000 años asesinado en lo que hoy es Rumanía. Su agresor se colocó frente a él y le asestó dos golpes contundentes en la cabeza con un garrote. Esos porrazos le produjeron tales lesiones que acabaron con su vida, seguramente al momento o poco después. Tal vez recibió más palos, pero no se puede saber, porque de él solo se ha hallado el cráneo.
Aunque no es el primer caso de homicidio en la historia de que se tiene constancia, el de este fósil de Homo sapiens de Cioclovina es uno de los pocos casos de violencia interpersonal que se han descrito. Lo ha hecho un equipo de investigadores de Grecia, Rumanía y Alemania, liderados por la paleoantropóloga Katerina Harvati-Papatheodorou (izquierda), de la Universidad de Tubinga (Alemania). Los resultados de su estudio, que se publican en Plos One, arrojan luz sobre la resolución de conflictos entre humanos a lo largo de la evolución.
"El individuo Cioclovina es particularmente importante, ya que es uno de los cráneos más antiguos y relativamente completos de los europeos modernos del Paleolítico Superior (un período que comienza entre los 40.000 y los 45.000 años, cuando ocurrió la mayor dispersión de los humanos modernos en Europa)", dice a Live Science en un correo electrónico. "Los restos humanos de este período son muy raros y, a menudo, muy fragmentarios".
"Nuestros resultados mostraron claramente que los patrones de fractura observados en este cráneo no se pudieron haber producido después de la muerte o por una caída accidental", dijo Harvati. "En cambio, coincidieron con los patrones esperados para un trauma producido con fuerza contundente en la cabeza, es decir, un trauma infligido con un duro instrumento como un palo, por ejemplo".
Mecanismo del traumatismo por fuerza brusca: A) Impacto a baja velocidad en el cráneo que causa la formación de fracturas. B) Fracturas de radiación en el área de inflexión que comienzan en uno o más puntos distantes del lugar del impacto; C) Las fracturas radiantes se detienen cuando se encuentran con las suturas (p. Ej., R1). D) Formación de fracturas concéntricas perpendiculares a las fracturas radiantes. Crédito de la imagen: Iakovos Ouranos.
La ubicación de las lesiones también reveló pistas sobre el asesino. Parece que éste estuvo cara a cara con la víctima durante el asalto y probablemente era zurdo, dado que la lesión se produjo en el lado derecho del cráneo, aunque no se puede descartar la posibilidad de que el asesino sostuviera el arma con ambas manos, dicen los investigadores en el estudio.
“No hay demasiados casos de evidencias de violencia interpersonal en la evolución humana. Posiblemente los conflictos entre las especies humanas en el pasado eran abundantes, pero muchos no dejaron huellas en los huesos”, apunta Carlos Lorenzo (derecha),investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), desde la campaña de excavación en la Sima de los Huesos, en Atapuerca (Burgos). “Incluso a veces también hay problemas a la hora de identificar estas evidencias de violencia en los mismos huesos”, añade.
Este fósil de cráneo, conocido como el cráneo de Cioclovina, se descubrió en una cueva en Transilvania (Rumanía) en 1941. Desde entonces se había estudiado intensamente, puesto que es uno de los pocos restos humanos que se han encontrado en Europa y también uno de los más antiguos. Y sin embargo, no se había logrado dilucidar cuál había sido el sino de aquel humano moderno. ¿Se produjeron aquellas lesiones por un accidente o había sido asesinado brutalmente?
Para dar con la respuesta, los investigadores evaluaron minuciosamente el cráneo con un procedimiento que haría palidecer al que quizás es el forense más popular de todos los tiempos, Dexter. Para empezar, realizaron un escáner en tres dimensiones y generaron un modelo virtual que les permitió no solo mirar la superficie del fósil sino también escudriñar el endocráneo. Además, usaron 12 esferas de hueso sintético con las que pusieron a prueba escenarios como la caída desde distintas alturas y golpes efectuados con rocas o garrotes.
El fósil tiene dos lesiones, una fractura lineal en la base del cráneo, y una depresión en el lado derecho. Las simulaciones que realizaron con ordenador mostraron que esas fracturas se produjeron seguidas, primero la fractura lineal y luego la depresión, como consecuencia de un golpe con un objeto similar a un bate o a un garrote de la época.
Los investigadores usaron bolas de hueso sintético para probar diferentes hipótesis, desde caídas desde dos o tres metros, a golpes asestados con un garrote. (Kranoti et al, 2019).
“Soy médico forense y en mi día a día veo muchos casos de trauma craneoencefálico, de personas que han tenido un accidente de coche, o que se han caído desde una altura de dos o tres metros, o con impacto de bala. En el caso de este cráneo, la segunda herida está muy clara, tiene una morfología distintiva, la típica que se representa en todos los manuales de antropología forense cuando se explica qué ocurre cuando se produce un golpe contundente en el cráneo”, explica Elena Kranioti (izquierda), profesora asistente de la Universidad de Creta (Grecia), en el departamento de medicina legal, y coautora del estudio.
“Sabemos que fue una muerte violenta, propiciada por otro humano, esas fracturas no pueden pasar por accidente. La persona que ha dado los golpes estaba situada enfrente y sostenía el garrote muy probablemente con la mano izquierda, por la morfología de la fractura. También podría ser que lo hiciera con las dos manos”, añade esta médico y antropóloga forense.
Esos dos golpes, asegura esta experta, le producirían tal hematoma en el cerebro que provocarían su muerte. Quizás también presentaba heridas en el cuerpo que hubieran podido ser fatales. Pero al no haber encontrado más que el cráneo, seguirá siendo un misterio.
“Hay muchos yacimientos humanos en Europa, sin embargo se conservan muy pocos fósiles, por lo que no podemos saber si había o no mucha violencia en aquellas primeras sociedades. Lo interesante del cráneo de Cioclovina es que aporta información sobre el repertorio de comportamientos de esos humanos europeos, uno de ellos la violencia interpersonal”, explica Kranioti.
Además de este caso, en el registro fósil se han hallado otros casos de violencia interpersonal entre humanos. El caso más antiguo data de hace 436.000 años y es el de un individuo adulto, preneandertal, al que asestaron dos golpes brutales en la frente, sobre el ojo izquierdo, y del que luego echaron el cadáver en una oquedad de unos 15 metros de profundidad, la Sima de los Huesos, en Atapuerca. También hay casos documentados en neandertales, aunque “son más abundantes entre los Homo sapiens”, apunta Lorenzo.
El cráneo 17 de un pre-neandertal hallado en la Sima de los Huesos de Atapuerca. Primera muestra documentada de asesinato hace unos 430.000 años : Javier Trueba / Madrid Scientific Films.
“No nos debería sorprender encontrar estas evidencias de violencia interpersonal en el pasado. La violencia está presente en toda la naturaleza de forma constante, todas las especies luchan entre ellas y los individuos de las especies luchan a menudo entre ellos para reproducirse, para alimentarse, por el territorio. La lucha es consustancial a la biología y a la evolución de los organismos”, resalta este investigador, quien pone como ejemplo a los chimpancés, los primates más próximos a los humanos, que también suelen tener conflictos entre individuos que a veces se saldan con la muerte de alguno de los miembros del grupo.
Fuentes: lavanguardia.com | livescience.com | 3 de julio de 2019
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