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Foto: Miembros del pueblo Nganasan (cazadores nómadas), Siberia.
En el Ártico, las prósperas poblaciones indígenas han hecho ajustes a lo largo del tiempo para vivir en uno de los lugares más fríos y duros de la Tierra. A pesar de los extremos estacionales a la luz del día, de la disponibilidad de alimentos y el frío intenso, los seres humanos modernos se han asentado en Siberia desde hace unos 45.000 años, poco después de su migración inicial fuera de África.
Recientemente, los científicos han estado explorando las firmas genéticas de tal adaptación en varias poblaciones indígenas acomodadas al frío. Ahora, los profesores de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, Ryan Gutenkunst (izquierda) y Michael Hammer (derecha), han dirigido un nuevo estudio que identifica nuevas características de adaptación a través de múltiples genes al tiempo que exploran una rica historia demográfica.
Al realizar análisis extensos sobre los datos de secuenciación del ADN de dos poblaciones siberianas del centro-norte, los Nganasan (cazadores nómadas) y Yakutos (pastores), han podido inferir su historia demográfica y adaptativa de modo más completo. Los autores recogieron muestras de ADN de Nganasan (NGA, 21 muestras) y de Yakut (YAK, 21 muestras) durante expediciones de campo realizadas en Siberia y en colaboración con el Instituto de Citología y Genética de Novosibirsk, Rusia.
También fueron capaces de utilizar los datos de varias poblaciones de Asia oriental y de Europa provenientes del proyecto Genoma 1000. Toda esa información dio como resultado un total de 508.160 variantes de un solo nucleótido (SNV, por sus siglas en inglés), o mutaciones de ADN, para tamizar y encontrar algunas firmas genéticas comunes de adaptación al frío. "Nuestra inferencia demográfica muestra que los Nganasan y Yakut primero se separaron hace aproximadamente entre 12.000 y 13.000 años de sus antepasados de Asia oriental, mientras continuaron intercambiándose con migrantes", afirma el profesor Gutenkunst.
Los autores especulan que esto pudo haber coincidido con el final del último máximo glacial y el comienzo del Holoceno, cuando un clima mucho más suave podría haber permitido a los seres humanos expandirse hacia el norte, es decir, hacia el norte de Siberia Central. Desde el momento original de la divergencia con sus antepasado, las evidencias apuntan que estas dos poblaciones permanecieron aisladas entre sí, y hubo momentos en que los antiguos siberianos fueron severamente puestos a prueba por las brutales condiciones ambientales. En este sentido, los investigadores encontraron evidencias de cuellos de botella en la población que redujeron drásticamente su tamaño en casi un 90 por ciento de los antepasados asiáticos orientales y de los siberianos. Posteriormente, se recuperaron y se expandieron de manera exponencial hasta lograr su actual tamaño de población.
Foto Foto aérea que muestra el duro entorno invernal en Purovskij Rayon, Yamalo- Nenets, Autonomus Okrug, Siberia.
Los investigadores fueron, además, capaces de identificar con éxito las principales firmas genéticas de selección, involucrando múltiples genes de estas poblaciones. "Nuestra exploración de los datos identificó siete conjuntos de genes candidatos con señales específicas siberianas. Tres de estos conjuntos de genes están relacionados con la dieta, especialmente con el metabolismo de la grasa, en consonancia con la hipótesis de adaptación a una dieta rica en grasa animal", -subraya el profesor Gutenkunst.
"Todos esos genees juegan un papel importante en la producción de energía y la estructura de las membranas celulares, las enzimas digestivas y la digestión y absorción de proteínas", detalla este investigador.
Un estilo de vida de caza y forrajeo proporciona una subsistencia más fiable en las difíciles condiciones de Siberia, y hoy en día muchos indígenas siberianos, incluyendo los Nganasan y Yakut, se han adaptado a dietas alimenticias ricas en grasas y proteínas de origen animal.
Foto: Traje típico Yakuto. Este pueblo es el más numeroso de Siberia, casi medio millón de habitantes. Crédito imagen: ZinaZM.
En particular, los estudios fisiológicos han demostrado que los indígenas siberianos tienen de forma marcada más altas tasas metabólicas basales (BMR, por sus siglas en inglés) y relativamente bajos niveles de lípidos en sangre (por ejemplo, HDL/LDL y triglicéridos).
"Esto implica posibles papeles protectores de adaptación genética en los siberianos gracias a su dieta tradicional, lo que mantiene los niveles de lípidos de modo estable en su plasma sanguíneo y pueden hacer frente al estrés severo por frío aumentando la producción de calor", afirma.
El nuevo estudio aporta, pues, información sobre la adaptación humana a los climas fríos y es consistente con hallazgos similares entre otras poblaciones adaptadas al frío, incluyendo los Inuit de Groenlandia en el Ártico.
Fuentes: ecodiario.eleconomista.es | eurkalert.org | 13 de septiembre de 2017
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