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Fuente: ABC.es | 6 de junio de 2016
La imagen anoche era digna de verse: cuatro momias del Museo Arqueológico Nacional -tres egipcias y una guanche- acudiendo al hospital. No iban a curarse, evidentemente, pero el enorme despliegue técnico y el máximo cuidado de los especialistas que las acompañaron en todo momento presagiaba una aventura científica. Gracias a la última tecnología médica disponible, aprenderemos nuevas cosas sobre las vidas de aquellas personas -o de estas momias- y también de los ritos funerarios a los que fueron sometidas. Es lo mismo que han hecho en el British Museum con gran éxito y enorme impacto en el conocimi....
A las doce en punto de la noche, las cuatro momias iban a someterse al TAC en el Hospital Universitario Quirón Salud Madrid (HUQSM), el único que cuenta, según nos informan, con la última tecnología de escáneres en España. Los pocos familiares de los pacientes que había a esas horas junto a la puerta de urgencias del centro parpadeaban atónitos ante el despliegue técnico y las luces de rodaje que acompañaban a las momias. Porque lo ocurrido anoche se convertirá en un documental de RTVE el año que viene.
Nespamedu entra en el escáner- RTVE Raúl Tejedor
Un escáner como el empleado anoche, de baja radiación y altísima resolución, permite que los rayos X penetren en un solo haz y extraigan una ingente cantidad de información y de contrastes que luego los especialistas procesan en imágenes tridimensionales. El equipo permite escanear y generar su representación volumétrica y tridimensional a partir de la adquisición de más de 2.000 imágenes transversales.
En el HUQSM esperaban los doctores, Vicente Martínez de Vega, jefe del servicio de Diagnóstico por la Imagen del centro; Javier Carrascoso, jefe de la sección músculo-esquelética de dicho servicio y la doctora Silvia Badillo Rodríguez-Portugal, de quien partió la idea de ofrecerle el nuevo escáner al MAN para estudiar sus momias.
Mientras los operarios empujaban las vitrinas cubiertas con un velo negro donde las momias venían embaladas con ambiente y presión controlados, la egiptóloga Carmen Pérez Die y el resto del equipo del museo (encabezado por su director, Andrés Carretero, y la jefa de restauración Teresa Gómez Espinosa y la restauradora Esther Pons) contenían la emoción.
Carmen Pérez Die retira los cartonajes a la momia de Nespamedu- RTVE Raúl Tejedor
«Llevo toda la vida con estas momias, son piezas muy importantes -comentaba Pérez Die- y estoy deseando abrir este nuevo campo de estudio gracias al TAC, en la que aprenderemos muchas cosas nuevas a las que hasta ahora no podíamos acceder». Las imágenes que ha manejado hasta ahora el equipo del MAN proceden de unas radiografías hechas en 1976 y un pequeño estudio repetido en 2011.
La primera momia que entra en el escáner es la de Nespamedu, el sacerdote de Imhotep que apareció en Saqqara (Menfis) y que vivió en la época ptolemaica (332 a. C. – 30 a. C.). «Es una momia muy importante, porque vino con sus cartones, llenos de inscripciones, lo cual nos ha permitido conocerle. Además, hay que tener en cuenta que era un sanador, trabajaba en el Asclepeion y era sacerdote de la deidad curadora para los egipcios», reporta la egiptóloga con emoción, mientras las cuatro momias quedan en espera de su turno y se abre la primera vitrina.
Dentro de la sala del escáner, Nespamedu permanece envuelto en un papel tisú especial que le protege. Sobre una sábana estéril de quirófano, queda tumbado en la mesa. El escáner, en pocos minutos, lanza sus haces de rayos a toda velocidad, sin casi ruido, mientras el cuerpo de Nespamedu se desliza por el interior del escáner con forma de dónut. De inmediato, en los ordenadores de la clínica, los datos se transforman en imágenes del interior de la momia. Cambian los contrastes para ver más o menos tejidos blandos o navegar a lo largo del cuerpo del sacerdote para buscar detalles. Los médicos, acostumbrados a los arcanos del cuerpo humano, muestran un vivo interés clínico y comentan el buen estado de la dentadura y otros detalles, aunque han podido ver un par de pequeños abscesos en la boca. Aun así, reconocen en ciertos momentos, con amplias sonrisas, la excitación ante este paciente al que no podrán curar por más que quieran.
El equipo del museo muestra un grado más alto de emociones. Se están asomando a detalles de los objetos que custodian que antes no habían podido imaginar, dado que estaban fuera de su alcance. Para empezar, los dientes, cuyos detalles no salían en las radiografías anteriores. Muestran, según nos cuenta Pérez Die, que la dieta de este hombre favoreció su buena dentadura: «Aunque las caries no abundaban mucho en Egipto, se ve que Nespamedu se alimentaba muy bien y no presenta abrasiones en sus dientes».
El acceso que les permite la tecnología les invita a encontrar la frialdad científica necesaria para contrarrestar el entusiasmo ante algunos detalles que no esperaban hallar y que, desde luego, quieren desentrañar con un estudio meticuloso. Ambos equipos, clínico y arqueológico, van a trabajar de la mano para desentrañar cada detalle. Desharán virtualmente el envoltorio de los secretos para dar luz y ciencia a los motivos de aquellas muertes y las condiciones de aquellas vidas.
Viejas vidas, muy viejas, sometidas a nuevas miradas, que no lo son tanto. Ante las cuencas abismadas de Nespamedu solo queda el conocimiento. En los viejos tiempos los egiptólogos investigaban las momias descubriendo los vendajes y realizando disecciones que las destruían. Toda excavación no deja de ser la destrucción controlada de un yacimiento en pos del saber. Pero ya no hay disecciones, este proyecto de investigación permitirá, sin embargo, interesantes disertaciones.
Bien entrada ya la madrugada, reunidos frente a la pantalla del ordenador, un grupo interdisciplinar se asombra ante esta manera de mirar dos mil años de historia -propia de nuestro tiempo- resumidos en la humildad de un cuerpo humano intacto, que seguirá intacto, pero que guarda sentidos que escapan a las vendas a través de la tomografía computarizada.
El misterio de la momia no es, desde luego, la maldición de la momia. La importancia que damos a nuestros muertos nos hizo humanos, tal y como somos, cultural, espiritualmente. Ahora añadimos la medicina sobre esa mirada de ultratumba. Gracias a sus técnicas seguimos interrogando, cuando todo es -clínicamente- inútil.
El equipo médico contempla la imagen de Nespamedu- RTVE Raúl Tejedor
Hay cansancio y la madrugada avanza. Los doctores comentan cómo centrar el estudio en diversas partes: la dentadura superior, la inferior, la cabeza... y extraen detalles asombrosos. Pero también disponen, en una sola pasada, de los cortes que quieran analizar. Una primera observación ha mostrado detalles inéditos de su fisonomía, que necesitarán a partir de ahora un análisis minucioso para determinar posibles causas de la muerte, enfermedades, hábitos de vida, etc. La máquina pensada para ahorrar tiempo y radiación a los pacientes vivos, se puso anoche durante unos minutos, a trabajar en los abismos del tiempo. Un cuerpo de 2.300 años, como el de Nespamedu, desvelará sus secretos mientras sigue a salvo, esperando la eternidad de los faraones.
Además de Nespamedu, otra de las momias egipcias analizadas ayer pertenece al periodo ptolemaico y se corresponde con una mujer adulta. La tercera momia egipcia es más antigua: se ha identificado hasta ahora como una mujer joven, que vivió durante el Tercer Periodo Intermedio (845 a. C. – 664 a. C.).
Momia guanche- MAN/Quirónsalud
Momia Guanche- MAN/ Quirónsalud
La última momia objeto de esta investigación es el ejemplar guanche mejor conservado que existe en el mundo. Fue hallada en 1776 en el Barranco de Herques, en Tenerife.
Tres de estas cuatro momias podrán verse de nuevo a partir de mañana en su espacio expositivo habitual, en las salas 18 y 35 del Museo Arqueológico Nacional. La otra, volverá a los almacenes. No era la eternidad que soñaron sus embalsamadores. Pero seguimos buscando algunos de sus secretos.
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