En busca de Cleopatra y Nefertiti, las reinas legendarias de Egipto

Bustos atribuidos a Cleopatra (izquierda), en el Altes Museum de Berlín, y a Nefertiti,en el Museo de El Cairo. A.M.B/TERESA BEDMAN

Fuente: EL MUNDO.es | Teresa Guerrero | 3 de enero de 2015

«Se dice que su belleza no era tal que deslumbrase o dejase fascinados a quienes la veían, pero su trato tenía un atractivo irresistible y su figura, favorecida por la gracia de su palabra y su conversación, impresionaba profundamente a quienes la oían». Así describía Plutarco en la biografía que escribió sobre el emperador romano Julio César a la última reina de Egipto y, posiblemente, la primera gran celebridad de la Historia: Cleopatra Filopátor Nea Thea, Cleopatra VII o simplemente Cleopatra (69 a.C.-30 a.C.). Porque, aunque en su dinastía la precedieron otras seis mujeres con ese nombre, ella fue la que inspiró a escritores, artistas y cineastas, que la imaginaron y retrataron de formas muy diversas. Pero ¿quién fue y cómo era realmente Cleopatra?

Hasta el 8 de mayo, la Fundación Canal reconstruye en Madrid el universo de la legendaria reina en la exposición Cleopatra y la fascinación de Egipto. Comisionada por Giovanni Gentili y Martín Almagro-Gorbea, la muestra reúne cientos de piezas arqueológicas, joyas, monedas, retratos y objetos relacionados con la última representante de la dinastía macedonia de los Ptolomeos.

Durante tres siglos, la familia de Cleopatra gobernó Egipto desde la esplendorosa ciudad de Alejandría, abarcando el periodo comprendido desde la muerte de Alejandro Magno (323 a.C) hasta el 31 a.C, cuando el país del Nilo se convirtió en una provincia romana. Poco después, Cleopatra se suicidó en Alejandría, cuando tenía 39 años. Se cree que para quitarse la vida optó por el veneno de una cobra, aunque la teoría de la mordedura ha sido cuestionada por la egiptóloga británica Joyce Tyldesley (izquierda), autora de la biografía Cleopatra. La última reina de Egipto (editorial Ariel).

Con su muerte creció el mito, alimentado por el misterio que más de dos milenios después sigue rodeando su figura. Su tumba, que ofrecería información valiosa sobre su reinado y su fisonomía, todavía no ha sido hallada, aunque una misión liderada por la abogada y arqueóloga aficionada Kathleen Martínez (derecha) la busca desde hace años cerca de Alejandría. Bajo la tutela del egiptólogo y ex ministro de Antigüedades Zahi Hawass, al que convenció para que le permitiera emprender esta misión, rastrea el yacimiento de Taposiris Magna, que anteriormente había sido excavado por un equipo húngaro.


Vista aérea del yacimiento de Taposiris Magna, cerca de Alejandría, donde una misión liderada por Kathleen Martínez busca el sepulcro de Cleopatra y Marco Antonio. KENNETH GARRETT

La dominicana Martínez trabaja con la hipótesis de que la soberana fue enterrada junto a Marco Antonio, con el que, al igual que con Julio César, mantuvo un idilio y tuvo descendencia. Según explica a este diario, en enero comenzará su nueva campaña de trabajo en la explanada del templo, «que está explorada en un 75% pero no esta terminada». Así, están encontrado dificultades para descender al pozo más prometedor que han descubierto, de 35 metros de profundidad.

La 'abogada' de Cleopatra

Kathleen Martínez trabaja con la hipótesis de que fue enterrada junto a Marco Antonio, con el que, al igual que con Julio César, mantuvo un idilio y tuvo descendencia. Autoproclamada «la abogada de Cleopatra» y fascinada por el personaje, Martínez se ha propuesto limpiar el nombre de la soberana y demostrar que la historia que escribieron los vencedores no era cierta. Los romanos, asegura, «querían destruir su imagen».

En efecto, como repasa Francisco Martín Valentín (izquierda), codirector del Proyecto Visir Amen-Hotep Huyen Luxor, los romanos adulteraron la historia de Cleopatra, a la que retrataron como una mujer pérfida: «La campaña de desprestigio que organizó Octaviano la presentó como la gran ramera de Oriente. Y gran parte de lo que sabemos de ella nos llegó a través de los relatos romanos, que repitieron los historiadores. Pero por lo que sabemos de su obra, mi opinión es que fue una mujer muy inteligente y una gran estadista, que quiso fundar una dinastía de oriente y occidente. Entendió muy bien que Roma era la potencia emergente del Mediterráneo y quiso unir su poderío político y militar al de Egipto», sostiene.


Elizabeth Taylor encarnó a Cleopatra en el famoso filme de 1963. E. M.

«Fue una mujer muy culta y respetada, que destacaba por su capacidad de palabra y su conocimiento de muchas lenguas. De hecho, fue la primera de la familia macedonia que aprendió egipcio», recuerda José Manuel Galán, director del Proyecto Djehuty, que excava en Luxor la tumba del tesorero de la reina Hatshepsut. «Aunque nos ha llegado su imagen de mujer guapa, debía seducir a los hombres más por su encanto que por su físico», relata.

Algunos bustos y monedas atribuidas a Cleopatra, que la presentan con nariz aguileña, son prácticamente las únicas pistas que tienen los egiptólogos sobre el aspecto que pudo tener esta soberana políglota que los artistas han retratado de forma muy variada a lo largo de la historia. Aunque muchas actrices la han encarnado en el teatro y el cine, su imagen ha quedado para siempre asociada en el imaginario colectivo a la de Elizabeth Taylor, que la dio vida en el filme de 1963 y cuyo vestuario se exhibe en la exposición madrileña.

Según señala el arqueólogo Miguel Ángel López Marcosel hallazgo en Taposiris Magna de una estela conmemorativa  (izquierda) con referencias a Cleopatra, y de la época de la piedra  Rosetta, podría respaldar la teoría de que puede estar allí enterrada: «De estar allí, en breve debería ser localizada», señala el arqueólogo Miguel Ángel López, restaurador responsable de la reconstrucción de las estatuas colosales de templo funerario de Amenofis III, en Luxor.

Francisco Martín Valentín cree que «hay muchas posibilidades de que el enterramiento esté dentro de ese templo», aunque se muestra cauto y recuerda que esa teoría se basa en las especulaciones que hicieron autores clásicos y en el relato de Shakespeare,  Antonio y Cleopatra, que ha pasado a la historia como si fuera cierto. Pero Cleopatra era macedonia y otros egiptólogos no descartan que fuera incinerada, pues aunque ese ritual era impensable en otras zonas del imperio egipcio, en Alejandría sí se practicaba la cremación.

Kathleen Martínez se muestra «convencidísima de que no fue incinerada y de que su cuerpo fue escondido junto al de Marco Antonio» en Taposiris Magna. «Cleopatra era la 12ª generación de griegos macedonios nacidos y criados en Egipto. Ella era distinta y pienso que abrazó la religión egipcia, hasta el punto de identificarse completa y genuinamente con Isis», argumenta esta aficionada a la arqueología, cuestionada por algunos egiptólogos por su falta de experiencia. Martínez se muestra optimista sobre el resultado de sus pesquisas: «Mi teoría podría ser confirmada muy pronto», dice esperanzada.

Y si Elizabeth Taylor encarnó a Cleopatra en la gran pantalla, otra bella actriz, Jeanne Crain, interpretó en 1961 a Nefertiti en la gran pantalla, (en la producción italiana Nefertiti, reina de Egipto). Sin embargo, la fama de la esposa de de Akenatón (padre de Tutankamón) se debe, sobre todo, al maravilloso busto cromado que se conserva en Berlín y que ha convertido a una idealizada Nefertiti en símbolo de la belleza y la perfección egipcias.

El reputado egiptólogo Nicholas Reeves (izquierda), obsesionado con su figura, la busca desde hace años por el Valle de los Reyes de Luxor, la antigua Tebas. Pero ahora, asegura, cree estar muy cerca de encontrarla. Las autoridades egipcias le han autorizado a investigar su última teoría: cree en la misma tumba de Tutankamón hay una cámara oculta (el análisis con radar de las paredes de la tumba del faraón niño apunta a esa posibilidad) en la que estaría Nefertiti (1370 a.C-1330 a.C). Una teoría que, según los egiptólogos españoles consultados por EL MUNDO, no está respaldada por argumentos suficientemente sólidos.

Así, Miguel Ángel López cree que «es probable que existan las otras cámaras camufladas bajo los paneles decorativos de la tumba de Tutankamón (por ejemplo, debajo de la escena de los 12 monos), ya que ese era el objetivo para evitar los expolios y saqueos de época». No obstante, considera «más aventurado» atribuir nombre y apellidos a la inquilina. «También podría tratarse de la segunda esposa de Akenatón, madre de Tutankamón y sacerdotisa Kiya, cuyo enterramiento también está por descubrir», señala el arqueólogo.


El busto de Nefertiti conservado en el Museo Neues de Berlín. E.M.

José Manuel Galán, por su parte, considera que Reeves «es un egiptólogo excelente», pero se muestra sorprendido por la forma en la que se está tratando este asunto. «El descubrimiento de la tumba de Tutankamón empezó siendo una investigación científica y acabó siendo un show mediático. El asunto Nefertiti ha empezado siendo un show mediático y esperemos que acabe siendo una investigación científica», señala.

El egiptólogo sí cree que Nefertiti debe estar en algún lugar del Valle de los Reyes, pero considera que situarla en la tumba de Tutankamón es una mera hipótesis que no viene respaldada por argumentos sólidos: «Normalmente no se procede así. Un científico debe ser prudente e ir paso a paso. Aquí se han saltado tres», señala. «Primero hay que confirmar si realmente existe un vano, y si lo hay, determinar si realmente es una tumba o simplemente un anexo. Puede que se planificara una ampliación y no se terminara. Y si hubiera una tumba, habría que ver de quién es. Todo es posible. Puede que esté Nefertiti, pero no hay ninguna base para afirmarlo. También podría haber otro personaje de la familia real, como Kiya [otra esposa de Akenatón]».


Turistas visitan el Valle de los Reyes de Luxor, la antigua Tebas, donde está la tumba de Tutankamón en la que el arqueólogo Reeves cree que podría yacer también la reina Nefertiti MOHAMED ABD EL GHANY/REUTERS

Francisco Martín Valentín coincide con sus colegas en la necesidad de actuar con «paciencia científica» y en que, si efectivamente encuentran un sepulcro, éste podría ser de otra persona. Por ejemplo, propone, de Meritatón, la hija mayor de Nefertiti y Akenatón.

Tanto Galán como Martín subrayan que Nefertiti jugó un papel muy importante durante el reinado de Akenatón. «Aparecen representados siempre juntos, y ella repite las acciones del rey. No era sólo un adorno», dice Galán.

«Las reinas madres y las primeras esposas fueron muy importantes, pero en época de Akenatón y de AmenhotepIII a las mujeres se les fue dando más importancia porque son el componente femenino para enfatizar el papel creador del monarca», añade Galán.

El director del Proyecto Djehuty, sin embargo, considera que «la arqueología actual no consiste en ir buscando tumbas de personajes concretos, sino de excavar para obtener información y entender un lugar y su evolución en el tiempo, o determinados aspectos políticos o religiosos y comprender un grupo social. La mayor parte de los egiptólogos no vamos buscando la tumba de alguien en particular», señala.

De lo que no tiene dudas es de que «la época de Nefertiti es interesantísima. Egipto estaba enteramente abierto a contactos con todas la potencias de la época y se ha conservado parte de ese archivo diplomático, las llamadas cartas de Amarna, que nos hablan de tratados de amistad y alianzas entre potencias. Datan del 1400 a. C y contienen cláusulas como las que se hacen hoy en día». Una auténtica joya, añade, para cualquier persona interesada en la política internacional.

Según explica el médico y antropólogo Ángel Serrano, de la misión del Visir Amen-Hotep Huy, «a partir de las momias se pueden hacer reconstrucciones cráneo-faciales en tres dimensiones muy realistas. Y su ADN se compararía con el de otras momias con las que podrían estar emparentadas». De ambas, añade, hay momias de familiares que ya han sido encontrados y con las que podrían ser comparadas.

Para López Marcos, «las dos hipótesis de trabajo sobre Cleopatra y Nefertiti son el resultado de un largo proceso de estudio y esfuerzo que merece respeto para quien intenta reconstruir parte de la Historia a partir de las evidencias arqueológicas, y en caso de fracasar, sin rendición alguna se debe cambiar de objetivo y seguir buscando».

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