El cráneo de "Ardi" revela vínculos con el linaje humano

Foto: Restos del cráneo del Ardipithecus ramidus. Cortesía de Tim White

 

Fuente: Arizona State University | Julie Russ | 6 de enero de 2014 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)

 

Una de las cuestiones más debatidas en la investigación actual sobre los orígenes del hombre se centra en cómo la especie africana, de 4,4 millones de años de antigüedad, Ardipithecus ramidus, Ardi (izquierda), está relacionada con el linaje humano.

 

Ardi fue un primate inusual, a pesar de que poseía un cerebro minúsculo, un dedo gordo del pie para agarrar y trepar por los árboles, unos dientes caninos pequeños, parecidos a los de los seres humanos, y una pelvis superior modificada para caminar de forma bípeda sobre el terreno.

 

Los científicos no están de acuerdo acerca de dónde posicionar esta mezcla de características del Ardipithecus ramidus en el árbol de las relaciones humanas y de los simios. ¿Fue Ardi un mono con algunas características similares a las humanas retenidas de un antepasado cercano en el tiempo (hace entre 6 y 8 millones de años, de acuerdo con las evidencias del ADN) en que se produjo la división de líneas entre el chimpancé y los humanos? ¿O era una verdadera línea relacionada con los humanos que aún no se había despojado de muchos aspectos de su remoto modo de vida en los árboles?

Una nueva investigación dirigida por el paleantropólogo de la Universidad Estatal de Arizona, William Kimbel (derecha), confirma la estrecha relación evolutiva de Ardi con los seres humanos. Kimbel y sus colaboradores recurrieron a la parte inferior (o base) de un cráneo parcial muy bien conservado de Ardi. Su estudio reveló un patrón de similitud que vincula a Ardi con los Australopithecus y con los humanos modernos, pero no con los simios.

 

La investigación aparece en la edición online de PNAS. Kimbel es director del Instituto de los Orígenes Humanos en la Universidad Estatal de Arizona, un centro de investigación de la Facultad de Artes Liberales y Ciencias en la Escuela de la Evolución Humana y Cambio Social. Junto con Kimbel, figuran como co-autores Gen Suwa (del Museo de la Universidad de Tokyo), Berhane Asfaw (del Servicio de Investigación del Valle del Rift, en Addis Abeba), Yoel Rak (de la Universidad de Tel Aviv) y Tim White (de la Universidad de California, en Berkeley).

 

El equipo de investigación de campo de Tim White fue quien recuperó los restos fósiles del Ardipithecus ramidus en el área de Middle Awash, en Etiopía, desde 1990. El estudio más reciente del cráneo de Ardi, dirigido por Gen Suwa, fue publicado en la revista Science en 2009, cuyo trabajo (con el equipo de Middle Awash) reveló por primera vez aspectos parecidos de la base craneal con la de los seres humanos. Kimbel co-dirigió, además, el equipo que recuperó los primeros cráneos de Australopithecus en el yacimiento de Hadar, en Etiopía,  hogar del esqueleto de Lucy.

 

Foto: Ardi fue encontrado en Afar Rift, en Etiopía,  y los restos fósiles de animales hallados cerca del esqueleto indican que el entorno en el que vivía era boscoso. 

 

"Dado el tamaño muy pequeño del cráneo de Ardi, la similitud de su base craneal con la de un ser humano es asombrosa", dice Kimbel.

 

La base del cráneo es un recurso muy valioso para estudiar la filogenia o las relaciones evolutivas naturales, dado que su complejidad anatómica y asociación con el cerebro, así como su posición y el sistema masticatorio, proporcionaron numerosas oportunidades para la evolución adaptativa a través del tiempo. La base del cráneo humano, por lo tanto, difiere profundamente de la de otros primates.

 

En los seres humanos la estructura que marca la articulación de la columna vertebral con el cráneo se encuentra más hacia adelante que en los simios, donde la base es más corta de adelante hacia atrás, y las aperturas en cada lado, para el paso de los vasos sanguíneos y los nervios, están más separadas.

 

Estas diferencias de forma afectan al modo en que los huesos están dispuestos en la base del cráneo, de manera que es bastante fácil distinguir incluso fragmentos separados en los simios y en los seres humanos.

 

 

Foto: Representaciones digitales del cráneo y de la mano de Ardi 

 

La base del cráneo de Ardi muestra los rasgos distintivos que separan a los seres humanos y a los Australopithecus de los simios. Investigaciones anteriores de Kimbel (junto con su colaborador Joel Rak) habían demostrado que estas peculiaridades humanas estaban presentes en los primeros cráneos conocidos de Australopithecus de hace 3.400.000 años.

 

El nuevo trabajo amplía el catálogo de similitudes anatómicas que unen a los seres humanos, a los Australopithecus y al Ardipithecus en el árbol de la vida, y muestra que el modelo de la base del cráneo humano es al menos un millón de años más antiguo que la especie a la que pertenece Lucy, un Australopithecus afarensis.

 

Los paleoantropólogos generalmente se sitúan en uno de los dos campos sobre las causas de los cambios evolutivos en la base del cráneo humano. ¿Fue la adopción de la postura erguida y la bipedestación lo que provocó un cambio en el equilibrio de la cabeza sobre la columna vertebral? Si es así, ¿la base del cráneo casi humana de Ardipithecus ramidus confirma la evidencia postcraneal debido a la bipedestación parcial de esta especie? O bien, ¿los cambios nos hablan de que la forma del cerebro (y de la base sobre la que se asienta), tal vez sea una señal temprana de la reorganización del cerebro en el linaje humano? Ambas alternativas necesitarán ser nuevamente evaluadas a la luz de la constatación de que Ardi, en efecto, parece estar más estrechamente relacionado con los seres humanos que con los simios.

"La base del cráneo de Ardi llena algunas lagunas importantes en nuestra comprensión de la evolución humana por encima del cuello", agrega Kimbel. "Pero también abre una gran cantidad de nuevas preguntas ..., ¡justo como debe ser!"

 

 

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