Zumacales (Valladolid), el dolmen que descubrió un aficionado a la arqueología y que ha tardado 38 años en ser declarado BIC

Acceso al dolmen de Los Zumacales. PHOTOGENIC/CLAUDIA ALBA

El Consejo de Gobierno del pasado 11 de febrero aprobó la declaración del Sepulcro Megalítico de los Zumacales, situado en el municipio vallisoletano de Simancas, como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Zona Arqueológica. Una declaración que resolvía el expediente incoado hace 38 años, en 1983, si bien la protección jurídica tuvo efecto desde el momento de su incoación, aclara la Junta.

El área declarada con la categoría de Zona Arqueológica del sepulcro de los Zumacales comprende, además de la superficie definida por la arquitectura megalítica y su marco inmediato, una superficie alrededor del sepulcro de corredor, en la que se tiene constancia de la presencia de restos arqueológicos coetáneos a la misma. Por su extremo meridional, la zona arqueológica incluye los taludes y bancales que forman parte del emplazamiento elegido por el sepulcro megalítico, como aspecto indisoluble de su monumentalidad y prominencia paisajística.

El sepulcro de corredor de los Zumacales constituye un testimonio "único" de las manifestaciones funerarias de finales del IV milenio a.C. en la provincia de Valladolid, atribuidas al Neolítico Final.

El yacimiento arqueológico se localiza en la región central de la provincia de Valladolid, a unos 1.700 metros al noreste del municipio de Simancas, sobre la parte culminante de un relieve, en plena transición entre la campiña arenosa del valle del Pisuerga al sur y el reborde meridional de la estructura caliza de los Montes de Torozos. Se trata de un emplazamiento a 740 metros de altitud, elevado unos 60 metros sobre el valle inmediato, de amplio dominio visual sobre el espacio circundante, y en especial, sobre la confluencia de los ríos Duero y Pisuerga.

Se trata de un sepulcro megalítico de corredor, con una única fase de construcción y ocupación asociada a momentos avanzados del Neolítico interior. Ha sido objeto de diversas campañas de excavación desde 1980 a través de las cuales se ha podido documentar, tanto su secuencia de uso como sus características constructivas y los elementos materiales implicados en los rituales funerarios celebrados en él.

Sin embargo, tal y como recuerda el arqueólogo vallisoletano Germán Delibes (izquierda), uno de los principales referentes de este campo no solo a nivel provincial, sino estatal, fue veinte años antes cuando apareció la primera referencia del dolmen. "Fue un aficionado y estudiante bilbaíno de Filosofía y Letras en la Universidad de Valaldolid, César Romón, y que se dedicaba a prospectar los entornos de la ciudad, el que localizó algunos yacimientos muy antiguos del Paleolítico en Arroyo de la Encomienda, y lo que él dijo que era un dolmen muy cerca de Simancas", explica en declaraciones a Europa Press.

El descubrimiento aparece en la revista del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid en el boletín del Seminario de Arte y Arqueología, si bien Delibes lamenta que los araqueólogos de la época no hicieran mucho caso al hallazgo. "La razón era bastante fácil de entender, en Valladolid no se conocía ningún dolmen y no se concedió demasiado crédito a la opinión de este aficionado. Eso lo pagamos, desgraciadamente, porque la siguiente vez que se repara en el yacimiento, a comienzo de los años ochenta, fue cuando unas máquinas de concentración parcelaria ya habían entrado en estas tierras y habían desmantelado parte del túmulo", continúa.

Fue en ese momento, recuerda Delibes, cuando aparece el "importante" osario que encerraba el monumento y que demostraba que se trataba de un enterramiento colectivo de época neolítica. "Se comienza a pertrechar las primeras excavaciones que se dirigen desde el Ministerio de Cultura bajo la dirección de Monsterrat Alonso y Rafael Galván", recuerda Delibes.

"El descubrimiento sorprendió a todos porque, lo que le concede más valor al dolmen de los Zumacales, es que es el único yacimiento de estas características que se conoce en toda la provincia de Valladolid".

"Es una pieza única, y una de las dudas que tenemos es si realmente es el único dolmen que existía en aquella época o si existieron más pero fueron destruidos a lo largo del tiempo, lo cual no tendría nada de particular, porque el dolmen en la mitad de una tierra siempre es un estorbo para las labores agrarias", añade Delibes, para apuntar que hay noticias de otros dos sepulcros que "probablemente" pudieran haber existido y que hoy han desaparecido. "Uno de ellos estaba en Castro Verde, en el límite de Valladolid y Zamora y otro se situaba en la unión de Campos en Tierra de Campos", puntualiza.

       

Sobre el dolmen, Delibes apunta que se trata de una tumba abierta que no se cierra completamente cada vez que se incorpora el cuerpo de un difunto, sino que queda un elemento de contacto con el exterior, la cámara del dolmen, que es el pasillo de acceso que todavía se ve en los Zumacales.

"Es decir, que el dolmen sería una especie de cripta, como una casa de piedras grandes, cubierta completamente, a la que se accedía por un pasillo con un corredor. Seguramente se bloqueaba el extremo del corredor con una enorme losa y cada vez que era necesario abrirlo para incorporar el cuerpo de un nuevo difunto, se retiraba la piedra del extremo del pasillo, y a continuación las gentes arrastraban el cuerpo al interior para depositarle en la cámara", describe.

RECLUTAMIENTO SELECTIVO

Cuestionado por el osario encontrado en el interior, Delibes explica que la cantidad de restos depende de dos factores. "Si se enterraba la totalidad de los muertos del grupo familiar o si se hacía en reclutamiento selectivo. Es decir, se enterraba a todos los que morían o solo a determinados individuos. El reclutamiento en Zumacales es selectivo. No se enterraba a todos los muertos, solamente algunos, probablemente a los más distinguidos de aquella población", ahonda.

Además, continúa, también es importante saber el tiempo que permaneció abierta la tumba. "Una tumba que permanecía abierta cincuenta años, pues evidentemente tendrá siempre menos restos humanos, en principio, que la que permanece abierta tres siglos", agrega.

Por último, anima a acudir al Museo de Valladolid donde se exponen los elementos de ajuar de la tumba de los Zumacales, una serie de piezas muy bonitas. "Hay azuelas, naturalmente todavía no se conocía el metal, y hachas de piedra pulimentaba. Hay puntas de flecha de pedernal. Cuentas de collar, de piedras verdes, de materiales semipreciosos, una especie de calaitas que llamamos variscitas. Es una invitación a que la gente se acerque al Museo para verlo después de haber hecho naturalmente una visita al propio yacimiento de los Zumacales", concluye.

VISITAS QUE REPUNTAN

Una visita recomendable ya que en 2016 se llevó a cabo la restauración y puesta en valor del sepulcro, en un proyecto promovido por la Junta, con la colaboración del Ayuntamiento de Simancas, articulado a partir de su señalización, accesibilidad, delimitación y preservación.

Desde la oficina de turismo de Simancas, Elena Hernández reconoce que ha repuntado el interés por la tumba neolítica. "La pandemia, los cierres perimetrales han provocado que las familias opten por este tipo de turismo y son muchos los que cada fin de semana se acercan por aquí para preguntar cómo se accede al sepulcro", explica esta técnico.

Y es que, desde el propio municipio, a través de caminos vecinales todo el que quiera puede llegar al dolmen en coche, bici o a pie y disfrutar de toda la historia que se respira en esa zona.

Fuentes: 20minutos.es| lavanguardia.com | 28 de febrero de 2021

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el marzo 4, 2021 a las 10:41pm

Los '14' individuos del dolmen de los Zumacales: restos de un agricultor senil y de un adolescente con vestigios de cáncer

Planta del dolmen de Los Zumacales (Simancas, Valladolid) y elementos del ajuar (imagen cedida por el Museo de Valladolid): útiles líticos pulimentados, grandes láminas y microlitos geométricos de sílex, punzones, colgantes e ídolos-espátula de hueso (210 × 15 mm), cuentas exóticas de variscita y moscovitas verdes y caolinita roja.

Seis mil años después, el dolmen megalítico de los Zumacales (Simancas, Valladolid) sigue reescribiendo su historia, y esta vez podrían haberse encontrado evidencias que en el IV mileno antes de Cristo, nuestros antepasados ya padecían cáncer. 

Se trata de un sepulcro megalítico de corredor, con una única fase de construcción y ocupación asociada a momentos avanzados del Neolítico interior. Ha sido objeto de diversas campañas de excavación desde 1980 a través de las cuales se ha podido documentar, tanto su secuencia de uso como sus características constructivas y los elementos materiales implicados en los rituales funerarios celebrados en él.

Uno de los datos más interesantes de la investigación sobre las patologías halladas en los restos encontrados desvela una serie de huellas que indican que uno de los adolescentes allí enterrados pudo tener cáncer. "Estamos estudiándolo y quizás se publique en algún momento, pero a través de un estudio radiológico hemos comprobado que padeció algún tumor hematológico, una especie de leucemia o angiosarcoma, que, evidentemente, son huellas de una tumoración que ha pasado a los huesos".

Así lo precisa la arqueóloga e integrante del departamento de Prehistoria, Arqueología, Antropología Social y Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Valladolid, Angélica Santa Cruz del Barrio, cuyo Trabajo Fin de Máster (TFM) se centró en el análisis de los restos óseos encontrados en esta tumba megalítica.

En su interior, durante sus dos campañas de excavación (1982 y 1989-1990), se han encontrado restos de un importante ajuar funerario y huesos humanos. Un osario que, en principio, correspondía a más de 20 personas, pero que estudios posteriores lo han limitado a 14, los '14' de los Zumacales.

La identificación y el recuento de los fragmentos óseos proporcionó un total de 1.380 partes de hueso aproximadamente. Una cifra que dista mucho de las 1.800 piezas que se contabilizaron en el estudio previo donde, además, identificaron tres cráneos prácticamente completos que podrían corresponder a los únicos tres individuos que constan como recuperados, todavía en conexión anatómica, en la zona mejor conservada del monumento, detalla la publicación conjunta 'Nueva serie de dataciones radiocarbónicas sobre hueso humano para el dolmen de Los Zumacales' en la que participó esta arqueóloga junto a Rodrigo Villalobos García y Germán Delibes de Castro.

Huesos seleccionados para la toma de muestras radiocarbónicas: tibias de individuos adultos, peroné de individuo subadulto y coxalesde sujetos infantiles que conforman el NMI de la secuencia prehistórica de Los Zumacales (Simancas, Valladolid).

"Hicimos un estudio bastante más exhaustivo y, al final, concluimos que eran catorce los individuos que estaban enterrados. Siempre hay que tener en cuenta que hablamos de mínimos y que probablemente hubo más, pero sus restos se han perdido por fenómenos de conservación diferencial, las inclemencias del tiempo, la fermentación, etcétera. Pero bueno, los que hemos estudiado y podemos individualizar han sido catorce", señala en declaraciones a Europa Press.

Restos que se corresponden con nueve personas adultas y cinco inmaduros o niños. "De estos últimos, tres eran infantiles y dos adolescentes. Eso sí lo sabemos observando el proceso de maduración y de fusión de la epífisis de los huesos. Y luego los otros nueve son adultos o adultos indeterminados. Es decir, no sabemos si maduró por completo el hueso o no. Podrían ser adultos jóvenes o casi adolescentes. Pero sabemos que no son infantiles", explica.

De estos 14 cuerpos se ha podido determinar el sexo de cinco de ellos y que corresponderían a tres varones, dos mujeres y, además, habría un individuo de sexo indeterminado. "Es una representación bastante poco significativa de la probable composición originaria de la población del sepulcro. Aun así, parece que habría una selección preferente de estos individuos masculinos adultos por encima de otros segmentos de la población", aclara Santa Cruz del Barrio, que apunta que a los cuerpos infantiles no se les asigna sexo debido a que esas características de maduración que lo determinan no se reflejan "demasiado bien" en los huesos.

En cuanto a las edades, la arqueóloga de la UVA señala que el rango varía entre los 0-3 años, entre los que se contabiliza un sujeto; de 3 a 12 dos y de 12 a 20 otros tantos. Entre los adultos, tres tendrían entre 20 y 35 años y dos estarían entre los 35 y los 50. "Uno de ellos tendría 45 años, que para esta época es casi senil", avanza.

Se trata de individuos sanos, con alguna sorprendente excepción. "Algunos presentaban traumatismos que se habrían curado en vida, algo que sabemos por la regeneración ósea. Otros traumatismos eran perimortem, es decir, se hicieron en torno a la muerte del individuo. No sabemos si fue justo después de la muerte por la fragmentación o motivó su muerte. Es algo que estamos estudiando, porque algunas podrían ser intencionales. Pero no tenemos ninguna constatación de que hubiera un episodio claro de violencia", añade.

El estudio óseo también ofrece datos sobre la estatura, la normal de aquella época -"el hombre en torno a los 160 centímetros y la mujer sobre 145 o 155"- y a qué se dedicaban. "A través de las inserciones musculares sabemos que tenían un gran desarrollo de la de la franja pectoral, lo que se asocia a actividades de la labranza del cultivo. Además, los estudios dentales también demuestran que hay un ligero incremento de caries que están asociadas a un mayor consumo de carbohidratos -cereales-", detalla Angélica Santa Cruz.

Tampoco está comprobado el grado de parentesco entre los cuerpos enterrados en el dolmen, si bien se aprecian ciertas características óseas que se repiten, apunta. 

Por último, la mayor parte de los individuos que se han datado fueron enterrados en torno a la primera mitad del cuarto milenio antes de Cristo, durante un periodo de unos decenios. "Luego sí que vemos que, por ejemplo, hay unos tres individuos más que se reparten ya a lo largo de todo el milenio. Es decir, que parece que desciende bastante la periodicidad de enterramiento en este en este dolmen. Esto demuestra que la tumba estuvo durante todo ese milenio", añade.

Como curiosidad, Santa Cruz apunta que hay dataciones que sitúan a dos individuos en torno al siglo X después de Cristo. "Ha sido una sorpresa porque no había evidencia arqueológica. De momento lo estamos estudiando porque creemos que será una intrusión posterior, pero el carbono 14 ha dado esa fecha", explica.

Entre las conclusiones que extrae en su estudio la arqueóloga de la UVA asegura que Los Zumacales fue construido, utilizado y amortizado en un breve lapso de tiempo. "Ello está muy lejos de la idea del megalito como una tumba para la eternidad de utilización diacrónica y recurrente. Planteamos a partir del segundo uso, y en adelante, que la total ausencia de ajuar propio del Calcolítico Inicial nos sitúa ante el uso del dolmen no por una élite ansiosa de legitimar su posición social en los monumentos del pasado sino, por el contrario, por el entorno de una persona perteneciente al común o, incluso, un marginado social", concluye.

Fuente: lavanguardia.com | 28 de febrero de 2021

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