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Publicado por la Universidad de Deusto (Bilbao-España), el libro La atribución de la autoría de las figuraciones paleolíticas (Apellániz y Amayra, 2014) es un estudio en el que se presenta un nuevo método para la identificación de los autores de imágenes figurativas del Paleolítico Superior a través de la descomposición geométrica de las formas de figuras dibujadas y grabadas. El procedimiento fue ensayado en una primera fase con estudiantes y artistas, comparando su validez y fiabilidad estadística con otras técnicas conocidas, como el reconocimiento visual. La tasa de aciertos de esta última fue significativamente menor.
El estudio posterior se realizó con figuras paleolíticas de caballos dibujadas en Ekain, Las Monedas, Tito Bustillo, Niaux, Le Portel, Rouffignac, La Pasiega, El Castillo, Pech-Merle y Lascaux, y con figuras grabadas en Tito Bustillo, El Buxu, Le Portel, Trois Frères, Lascaux, Les Combarelles y Hornos de la Peña.
Las figuras dibujadas fueron medidas con un método de deconstrucción de contornos, mientras que, en el caso de las grabadas, se aplicó técnicas de ingeniería inversa en las que se analizó la geometría de diferentes surcos mediante variables como la longitud, anchura, ángulos y las áreas. Los datos fueron sometidos a análisis estadísticos exploratorios y confirmatorios repetidos con una elevada exigencia de probabilidad.
Se identificó un total de 10 autores paleolíticos que realizaron 29 figuras dibujadas, 10 autores paleolíticos que realizaron 26 figuras grabadas y 4 autores que realizaron tanto figuras dibujadas como grabadas. El criterio de identificación estadística reproduce el seguido en la muestra experimental: que al menos dos figuras aparezcan agrupadas en al menos dos escalamientos multidimensionales relacionados con partes anatómicas distintas, por ejemplo, cuello y cuarto trasero interno. También se señalan cuáles son las áreas críticas de mayor valor de diagnóstico para la atribución de la autoría según el tipo de técnica: dibujos y grabados.
El estudio multidisciplinar concluye que la inspección visual está más sujeta a errores perceptivos de atribución que el análisis geométrico y microscópico, y que en este último se revela una metodología válida y fiable para la identificación de la autoría, demostrándose que existe una fórmula gráfica individual con la que cada persona se expresa de manera consciente o inconsciente. La geometría de los contornos de las figuras de Ekain o de Niaux, y de los surcos de obras grabadas experimentales, recoge esta fórmula con una organización particular e irrepetible.
Los profesores Juan María Apellániz (a la izquierda) e Imanol Amayra, en la Universidad de Deusto. / FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Fuente: EL PAIS.com | Eva Larrauri | 7 de junio de 2014
Los caballos dibujados en las paredes de la gruta de Niaux, en los Pirineos franceses, cerca de Andorra, no guardan, a simple vista, gran relación, con los de la cueva de Ekain, en Guipúzcoa. Los dos yacimientos, separados por una distancia de más de 400 kilómetros, son ejemplos gloriosos del arte paleolítico del triángulo Cantábrico-Pirineos-Perigord, realizado en el arco temporal que abarca del 35.000 al 10.000 antes de Cristo.
Un estudio sobre las pinturas y grabados paleolícos realizado por los profesores de la Universidad de Deusto, Juan María Apellániz, emérito de Prehistoria y Arqueología, e Imanol Amayra, de la Facultad de Psicología, ha determinado, sin embargo, una íntima relación entre ellos. Con una probabilidad alta, la suma de los análisis microscópicos y las fórmulas geométricas han determinados que cuatro figuras de Ekain y una de Niaux fueron realizadas por la misma mano. Otro autor de un caballo de Ekain dibujó uno de los tarpanes (una subespecie equina) de Niaux.
Las coincidencias de autores entre Ekain y Niaux son llamativas por la distancia entre las cuevas, pero no son las únicas que el estudio de los profesores Apellániz y Amayra han encontrado. Entre 70 dibujos y grabados de figuras de caballos (elegidas por ser las más frecuentes en el arte rupestre), seleccionadas al azar entre cerca de 300 catalogadas en la zona, han identificado 10 autores que dibujan figuras y otras tantos que las graban, y cuatro que trabajaban en los dos soportes.
Estudiar la autoría, defiende con energía Apellániz, es la obligación del historiador. Hasta ahora se habían fiado de la intuición y la memoria para hacerlo en el arte paleolítico, pero hace ya dos décadas empezaron a evaluar las limitaciones del análisis visual y a compararlo con los resultados de los estudios matemáticos.
Uno de los caballos de Ekain analizados en el estudio.
Los experimentos con artistas y estudiantes que durante años realizaron figuras como si fueran pintores de las cavermas permitieron determinar que lo característico de cada autor se repite. Aparecen las mismas formas en las pinturas o surcos idénticos en los grabados. Y no en toda la figura, sino en partes concretas, en las zonas con curvas más pronunciadas. Al comparar los resultados el ojo humano ve dibujos parecidos y arroja un índice muy bajo de aciertos al tratar de identificar a los autores, pero el análisis matemático sobre la figura, segmentada en 20 ejes, permite determinar la autoría con un grado de acierto muy alto.
El mismo modelo se aplicó sobre pinturas y grabados paleolíticos y reveló un dato sorprendente: la mayoría de los autores prehistóricos eran muy regulares en partes concretas. “Sabemos quien es el autor con un grado de acierto muy alto. Si distintas variables coinciden en varias figuras, la conclusión las hizo el mismo individuo. Tenemos un método en el que nos fiamos de la matemática y la estadística y de los análisis microscópicos para llegar hasta el individuo”.
El estudio ha quedado reflejado en el libro La atribución de la autoría de las figuraciones paleolíticas. Avances metodológicos desde la Prehistoria y la Psicología Cognitiva (Universidad de Deusto), que será presentado el próximo mes de septiembre en Burgos en el Congreso Mundial de Prehistoria.
Apellániz recuerda que la búsqueda de la autoría en la pintura paleolítica ganó interés cuando los avances en la datación de los yacimientos con la tecnología del carbono 14 a finales del siglo XX cuestionaron la asentada teoría de la evolución del arte desde formas sencillas que con el paso del tiempo, miles de años, ganaron en detalles y complejidad. "Las figuras de Chauvet [una cueva del sur de Francia] parecen tardías por sus valores estéticos, pero las pruebas de carbono 14 demostraron que no lo eran", explica. "Eran mucho más antiguas de lo que se suponía; la teoría evolutiva no se sostenía".
Apellániz cree que aquellos nómadas que plasmaron pinturas y grabados en las cuevas dejaban ese trabajo en manos de especialistas. “Si fueran personas poco diestras no se explica que repitieran la figura con las mismas proporciones”.
Muchas veces he pensado que los rasgos principales (curvatura, proporciones) se aprenderían y se reproducirían como se aprenden y reproducen los signos o las letras. Esto quizá explicaría que fueran iguales en lugares lejanos y no tanto que fueran realizadas por los mismos individuos (aunque también, claro). Habría un aprendizaje común, una "escuela" determinada.
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