Nuevas dataciones confirman que la ocupación neandertal de Jarama VI (Guadalajara) es 20.000 años más antigua de lo que se pensaba

Foto: Los científicos, en Jarama VI durante la toma de muestras de noviembre de 2010 / Jesús F. Jordá.

Fuente: SINC | UNED | 4 de marzo de 2014

Un equipo internacional con participación de la UNED ha llevado a cabo nuevos análisis en el yacimiento de Jarama VI (Guadalajara). Los resultados corroboran que la ocupación neandertal del abrigo rocoso es 20.000 años más antigua de lo que se pensaba –con 50.000 años de antigüedad.

Hasta hace un par de años, la comunidad científica consideraba que los neandertales –Homo neanderthalensis– ocuparon el yacimiento de Jarama VI (Guadalajara) hace unos 30.000 años, y que ese abrigo rocoso fue una de sus últimas moradas en la península. Las técnicas utilizadas se limitaban al carbono 14, impreciso para medir períodos de tiempo superiores a 50.000 años.

Ahora, un equipo internacional de científicos, en el que participa la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), ha estudiado los sedimentos con métodos más sofisticados y concluye que la ocupación es anterior a lo que se pensaba.

“Con este trabajo demostramos que esas ocupaciones neandertales son mucho más antiguas y se remontan a hace unos 50.000 años como mínimo”, afirma Jesús F. Jordá (izquierda), investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED y uno de los autores del estudio. El trabajo, que se publica en la revista Quaternary Research, confirma así las fechas publicadas hace un año en la revista PNAS.

Además de corroborar estos datos –pero con otras técnicas–, el análisis de las muestras descarta que, en una fecha más reciente, en la cavidad habitara una comunidad de Homo sapiens, el sucesor natural del neandertal. “Los restos tecnológicos recuperados de esa ocupación son inequívocamente atribuibles a un grupo constituido por humanos de la especie Homo neanderthalensis”, asegura Jordá.

Técnicas en todos los niveles

Los científicos se han centrado en dos líneas de investigación: el análisis de los sedimentos que componen los diferentes niveles del yacimiento y el estudio de la cronología de estos estratos. “Hemos trabajado con un elevado número de muestras, procurando que éstas fueran significativas de los distintos niveles”, añade el experto.

Para la primera línea han utilizado técnicas de sedimentología y micromorfología –que estudian las características de los granos y los rasgos dejados por los procesos sedimentarios, respectivamente–, y para la segunda, la técnica de la luminiscencia.

“Este método de datación se basa en la medición de la luz que emiten los cristales de los minerales cuando se ven sometidos a calentamiento o son expuestos a la luz, visible o infrarroja”, explica el arqueólogo. En su caso, la técnica usada fue la que se basa en radiación infrarroja, conocida como IRSL (Infrared Stimulated Luminiscence, por sus siglas en inglés).

El análisis micromorfológico de los sedimentos ha permitido estudiar con una gran precisión el proceso de acumulación de los restos. Así, el estudio refleja que a la alteración de la roca del suelo le siguió la caída de bloques desde el techo en una época fría y húmeda. A continuación, se produjo una sedimentación fluvial fruto de varios desbordamientos del río Jarama, seguida de una nueva caída de bloques de roca del techo y, por último, tuvo lugar la precipitación química de carbonato cálcico con la formación de una brecha y de una corteza estalagmítica, de la que quedan escasos restos en la actualidad.

“Las ocupaciones humanas se produjeron en los dos momentos en los que el clima era más frío y el hielo desprendía bloques de roca del techo de la cavidad, y también, al final del episodio fluvial”, afirma el experto. Es precisamente el proceso de sedimentación fluvial el que se ha podido situar ahora en el tiempo, ocurrido hace 50.000 años.

La última morada, en el norte

Foto: Vista aérea y detalle de la entrada de la cueva de Jarama VI

Con estas últimas dataciones, los arqueólogos descartan de forma tajante que el yacimiento fuera una de las últimas moradas de los neandertales en la península, como se pensaba, y que éstos coincidieran aquí con los humanos modernos –Homo sapiens–, como también se apuntaba.

“Con los datos actuales, en el centro de Iberia, entre la extinción de los neandertales y la llegada de los primeros humanos modernos hay un vacío poblacional de más de 20.000 años”, indica Jordá. No obstante, “queda por verificar si en el sur de Iberia –en Cueva Antón (Murcia) y Gibraltar– los neandertales llegaron hasta fechas más recientes y coincidieron con los sapiens”, puntualiza.

Por tanto, y con los datos publicados hasta ahora, los expertos sugieren que el último refugio de los neandertales en Iberia pudo estar en la cornisa cantábrica, donde existen indicios de que coincidieron con los humanos modernos, tal y como revelan diferentes estudios, entre ellos uno realizado recientemente en la cueva de la Güelga (Asturias).

El siguiente paso ahora en el yacimiento de Jarama VI es estudiar cómo era la vida cotidiana de los neandertales que lo habitaban, gracias al análisis de los restos de animales que consumían y al estudio de los instrumentos líticos que usaban. Los científicos también están tratando los restos de polen depositados junto a los sedimentos para conocer las características de la vegetación del alto valle del Jarama hace 50.000 años.

En la investigación actual han participado científicos de la UNED, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), de la Universidad de Burgos, de la Universidad de Colonia (Alemania), del Museo Neandertal de Mettman (Alemania) y de la Universidad Nacional Australiana.

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