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Ninguna civilización se ha tomado tantas molestias como la egipcia por preparar a sus difuntos para el más allá. No sabemos si existe esta eternidad espiritual pero la huella del Antiguo Egipcio ha llegado hasta nuestros días con una estrella indiscutible: Tutankamón.
Más de tres mil años después de su muerte y casi cien desde que se descubrió su tumba, la figura de este faraón sigue atrayendo la atención de expertos y aficionados. Su célebre máscara de oro se ha convertido en emblema de Egipto y principal reclamo para los turistas. No en vano ocupa una sala predominante en el Museo Egipcio de El Cairo. En ella, las fotografías están prohibidas y los visitantes se agolpan para apreciar la joya de la corona de un patrimonio histórico y cultural inabarcable.
Los amantes de la egiptología en nuestro país tienen ahora la oportunidad de ver de cerca este y otros objetos relacionados con Tutankamón de una manera mucho más cómoda. A partir de este 23 de noviembre se puede visitar «Tutankamón: La Tumba y sus Tesoros», una muestra compuesta por más de 1.000 réplicas de los cerca de 6.000 objetos que acompañaban al faraón en su viaje a la vida eterna. El lugar elegido para esta exhibición organizada por la empresa de eventos Semmel y la productora Sold Out es el Espacio 5.1 de Ifema, en Madrid.
El montaje de la exposición recrea la disposición de estos objetos en la cámara funeraria cuando fue descubierta por el arqueólogo británico Howard Carter en 1922. «Los visitantes van a experimentar lo que vio el equipo de arqueólogos, una tumba que nadie había visto hasta entonces, donde se sucedía una sorpresa tras otras», explica Rafael Giménez, socio director de Sold Out.
El arqueólogo Howard Carter examina la momia de Tutankamón - EFE
Las fotografías de Harry Burton, que formaba parte de aquel equipo, sirvieron para dar testimonio del descubrimiento y de todo lo que allí había. Gracias a ellas se ha podido reconstruir la puesta en escena de la tumba. La egiptóloga y conservadora del Museo Arqueológico Nacional, Esther Pons, halaga la calidad y el rigor de estas réplicas: «Se aprecia sobre todo en los rostros, que son lo más difícil de replicar». Al cargo de los preparativos de la muestra ha estado un equipo multidisciplinar de científicos que ha trabajado durante cinco años. «Tiene mucho de show», valora Giménez, «está todo muy cuidado para que sea una experiencia casi de película, más que puramente informativa o divulgativa».
La exposición viene con el marchamo de haber triunfado en ciudades como Múnich, París y Seúl. De hecho, esta muestra repite en nuestro país, donde ya estuvo hace una década. Pero, ¿qué convierte a Tutankamón en un personaje tan atractivo para el público? ¿Qué tiene de especial este faraón? El último miembro de la XVIII Dinastía ha sido más importante tras su muerte de lo que lo fue en vida. «Tutankamón como faraón no llegó a hacer mucho, ya que reinó pocos años, desde los 9 hasta los 18, y murió muy joven», explica Esther Pons. La egiptóloga destaca un hecho de relevancia política y religiosa que ocurrió durante su reinado, la recuperación del poder religioso por parte de los sacerdotes de Amón después de que la revolución de Akenatón impusiera el culto al dios solar Atón.
Quizás no fuera el faraón más importante ni su tumba la más imponente, ahí está la de Seti I, pero sí la que se descubrió en mejor estado, prácticamente intacta y con el ajuar funerario más completo. Su hallazgo, convertido ya en leyenda, revitalizó las exploraciones en Egipto. «A partir de entonces, aunque ya se habían descubierto más tumbas, el Valle de los Reyes quedó abierto para descubrir qué más nos podía contar», apunta Pons. Cinco años había estado buscando en aquel lugar el arqueólogo británico Howard Carter, con la colaboración del aristócrata y mecenas Lord Carnarvon y de todo su equipo. Cinco infructuosos años de meticuloso trabajo que, como en los buenos guiones de cine, encontraron la recompensa cuando estaban a punto de abandonar su empresa. Por fin, dieron con los escalones que conducían hasta la cámara funeraria.
En su interior había casi seis mil objetos tales como camas funerarias, cofres con joyas, la máscara mortuoria, un ataúd de oro de más de cien kilos de peso… Algunos elementos desvelan aspectos poco conocidos del faraón. «Se encontraron unos 160 bastones porque tenía problemas de movilidad», detalla Pons, «también un carro que no era un carro de guerra, porque parece que nunca llegó a participar en ninguna guerra» Y, por supuesto, la momia de Tutankamón, a cuya fama contribuyó un hecho inesperado. Algunos de los descubridores de su tumba comenzaron a morir en extrañas circunstancias, lo que avivó el relato de que existía una maldición contra los «profanadores». El microbiólogo Raúl Rivas sugiere una explicación científica en su libro «La maldición de Tutankamón y otras historias de la microbiología» (editorial Guadalmazán). Según sus conclusiones, es factible que tanto la cámara real como la momia de Tutankamón portaran esporas del hongo Aspergillus, lo que pudo infectar a los primeros visitantes que las inhalaron.
Expertos trabajan en la restauración del sarcófago del faraón Tutankamón - FACEBOOK / Ministry of Antiquities
«Cuando encontramos algo a todo el mundo le da satisfacción. Como arqueólogos nos impresiona y nos sentimos muy felices», reconoce Pons, que no cree en maldiciones y admite sentirse «como una niña con zapatos nuevos» cada vez que viaja a Egipto, a pesar de que lleva tres décadas excavando. Es de suponer que Howard Carter sentía una sensación similar. Dos años después del hallazgo que dio la vuelta al mundo, Carter se desplazó por primera vez a Madrid, invitado por el entonces Duque de Alba. Ahora, su legado vuelve a España a través de las réplicas de aquellas «cosas maravillosas» que vio al asomarse al interior de la tumba de Tutankamón.
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