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Pierart dou Tielt / Wikimedia Commons
La peste negra que asoló Europa, Asia occidental y el norte de África, entre los años 1347 y 1352, es la pandemia más infame de la historia. Los historiadores han estimado que hasta el 50 % de la población europea murió durante la misma y atribuyen a la peste negra la transformación de las estructuras religiosas y políticas, incluso precipitando grandes transformaciones culturales y económicas como el Renacimiento. Aunque la investigación del ADN antiguo identificó a Yersinia pestis como el agente causante de la peste negra e incluso rastreó su evolución a lo largo de milenios, los datos sobre los impactos demográficos de la plaga aún están poco explorados y comprendidos.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Ecology and Evolution demuestra que la mortalidad de la peste negra en Europa no fue tan universal ni tan extendida como se pensaba. Un equipo internacional de investigadores, dirigido por el grupo de Paleo-Ciencia e Historia del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI SHH), llevó a cabo el análisis de muestras de polen de 261 enclaves en 19 países europeos modernos a fin de determinar cómo cambiaron los paisajes y la actividad agrícola entre 1250 y 1450 d.C., aproximadamente 100 años antes y 100 años después de la pandemia. Su análisis respalda la devastación experimentada por algunas regiones europeas, pero también muestra que la peste negra no afectó a todas las regiones por igual.
El enfoque de la 'Paleoecología de Big Data' para verificar los niveles de mortalidad de la peste negra. Adam Izdebski, Timothy Newfield, Hans Sell, Michell OReilly; Izdebski et al., Nature Ecology & Evolution, 2022.
Los paisajes cuentan una historia sorprendente
La palinología, o el estudio de esporas y polen de plantas fósiles, es una poderosa herramienta para descubrir los impactos demográficos de la peste negra. Esto se debe a que las presiones humanas sobre el paisaje en la época preindustrial, como la agricultura o la tala de plantas autóctonas para la construcción, dependían en gran medida de la disponibilidad de trabajadores rurales. Mediante el empleo de un nuevo enfoque llamado 'Paleoecología de Big-Data' (BDP), los investigadores analizaron 1.634 muestras de polen de diversos lugares de toda Europa para ver qué tipo de plantas crecían y en qué cantidades y, por lo tanto, determinar si las actividades agrícolas en cada región continuaron o se detuvieron, o si las plantas silvestres volvieron a crecer mientras se reducía la presión humana.
Sus resultados muestran que la mortalidad de la peste negra varió ampliamente, con algunas áreas sufriendo la devastación por la que esta pandemia se ha hecho famosa mientras que otras experimentaron un impacto mucho menor. Las fuertes disminuciones agrícolas en Escandinavia, Francia, el suroeste de Alemania, Grecia y el centro de Italia, respaldan las altas tasas de mortalidad atestiguadas en fuentes medievales. Mientras tanto, muchas regiones, incluidas gran parte de Europa central y oriental y partes de Europa occidental, incluidas Irlanda y España, muestran evidencias de continuidad o crecimiento ininterrumpido.
"La importante variabilidad en la mortalidad que identifica nuestro enfoque BDP aún no se ha explicado, pero los contextos culturales, demográficos, económicos, ambientales y sociales locales habrían influido en la prevalencia, morbilidad y mortalidad del bacilo 'Yersina pestis'", dice Alessia Masi (izquierda), del MPI SHH y La Universidad Sapienza de Roma.
Izdebski et al., Nature Ecology & Evolution 2022.
No hay un modelo único de la pandemia
Una de las razones por las que estos resultados sorprenden es que muchas de las fuentes cuantitativas que se han utilizado para construir los estudios sobre la peste negra provienen de áreas urbanas que, a pesar de su capacidad para recopilar información y mantener registros, también se caracterizaban por el hacinamiento y las malas condiciones sanitarias. Sin embargo, a mediados del siglo XIV, más del 75% de la población de todas las regiones europeas era rural. También la cantidad, la distancia y los medios con los que viajaban las gentes podrían haber influido en el curso de la pandemia. Los patrones de comercio de cereales, por ejemplo, que habría ayudado a las ratas portadoras del bacilo a desplazarse, podría haber sido otro factor importante, al igual que el tiempo y el clima cuando comenzó la plaga. La salud de las víctimas y la carga regional de la enfermedad fueron otras variables, parcialmente condicionadas por el clima, por no hablar de la nutrición y la dieta, incluyendo la mera disponibilidad de los alimentos y su distribución. El estudio actual muestra que, para comprender la mortalidad de una región en particular, los datos deben reconstruirse a partir de fuentes locales, incluido el BDP como método para medir el cambio en los paisajes culturales.
Turbera de Bagno Kusowo: una de las turberas elevadas del Báltico mejor conservadas del norte de Polonia. El sitio posee un excepcional registro de frecuencia de incendios y cambio de vegetación en el último milenio. Mariusz Lamentowicz.
“No existe un modelo único de 'pandemia' o 'brote de peste' que se pueda aplicar a cualquier lugar en cualquier momento sin importar el contexto”, dice Adam Izdebski (derecha), líder del grupo de Paleociencia e Historia del MPI. SHH. “Las pandemias son fenómenos complejos que tienen historias regionales y locales. Hemos visto esto con el COVID-19, y ahora lo hemos demostrado para la peste negra”.
Las diferencias en la mortalidad de la peste negra en toda Europa demuestran que la peste negra fue una enfermedad dinámica, con factores culturales, ecológicos, económicos y climáticos que mediaban en su diseminación e impacto. En el futuro, los investigadores esperan que más estudios utilicen datos paleoecológicos para comprender cómo interactúan estas variables para dar forma a pandemias pasadas y presentes.
Fuentes: Instituto Max Planck| theconversation.com | 10 de febrero de 2022
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